Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor, periodista y colaborador de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas.
(CNN Español) – La Fiscalía de Nueva York trabaja a toda máquina en sus investigaciones sobre Donald Trump, aunque el expresidente de Estados Unidos todavía no ha sido formalmente acusado de delito alguno. El fiscal del distrito de Manhattan, Cyrus Vance Jr., y la fiscal general de Nueva York, Letitia James, una joven brillante, analizan cuidadosamente las declaraciones de impuestos de los múltiples negocios del exmandatario, la mayor parte de ellas emitidas en esa ciudad. Por ahora evalúan si acusan o no a varios directivos de la Organización Trump o incluso a la propia empresa.
Trump ha rechazado estas investigaciones, argumentando que la fiscal general de Nueva York tiene motivaciones políticas y sugiriendo que lo único que le importa es “derribarlo”.
Otra acusación que acaso podría llevarlo a prisión tiene que ver con la insurrección del 6 de enero, cuando cientos partidarios del entonces presidente asaltaron el edificio del Capitolio de Estados Unidos tras un encendido discurso de Trump. Al momento, una comisión especial de la Cámara de Representantes se encuentra investigando los hechos, incluyendo el posible rol del expresidente. La Fiscalía de Washington podría acusarlo de cometer un delito menor (que contempla penas de hasta seis meses de prisión si es hallado culpable) al incitar a sus seguidores.
Trump también ha rechazado estos señalamientos y asegura ser víctima de una venganza política.
Mientras tanto, Trump repite algo que es una manifiesta mentira: que existió un fraude electoral masivo en los comicios de noviembre de 2020 que llevaron a Joe Biden a la Casa Blanca. ¿Lo dice porque realmente lo cree o porque le conviene creerlo? Hasta ahora, los más de 60 pleitos incoados contra las elecciones los ha perdido todos, con jueces republicanos o demócratas, porque no ha conseguido demostrar más que sucesos típicos de cualquier elección. Sin embargo, un porcentaje elevado de los republicanos cree a pie juntillas lo que repite el expresidente. Y cientos de sus seguidores creyeron tanto en esta explicación que decidieron asaltar el Capitolio en un intento de frenar la votación del Colegio Electoral para certificar la victoria en las elecciones presidenciales de Joe Biden.
Pese a todo, y de acuerdo con una encuesta de YouGov realizada en el segundo trimestre de 2021, la popularidad de Trump se mantiene en el 39%, el mismo nivel que a comienzos de este año y por debajo del 42% de finales de 2020.
Pero se va cerrando el cerco. Jacob Chansley (o Jake Angeli), quien se hace llamar “el chamán de QAnon”, se declaró culpable de cargos federales que lo mantendrán tras las rejas 3 o 4 años aproximadamente, al obstruir el trabajo del Colegio Electoral. Casi todos lo recuerdan. El 6 de enero, el día de la insurrección, irrumpió en el Senado de EE.UU. con la cara pintarrajeada y un gorro con cuernos, como si fuera un búfalo. Si hubiera sido una competencia de disfraces, se hubiese ganado el primer premio.
Los chamanes son los intermediarios con el más allá. QAnon es un culto extraño en internet vinculado a creencias absurdas. La más rara tiene que ver con la pederastia. Según estos propagadores de los disparates más atroces, creídos por miles de personas en Estados Unidos, John Podesta, el jefe se la campaña electoral de Hillary Clinton dirige una red de pederastia y pedofilia al que están afiliados los líderes demócratas y los actores y actrices de Hollywood. Eso explica por qué un señor se presentó con su fusil de asalto en una pizzería de Washington a “liberar” a unos niños a los que mantenían secuestrados en el sótano. En esa pizzería no solo no había niños secuestrados. Ni siquiera había sótano.
Las conspiraciones atraen a una gran cantidad de personas. De ahí las coincidencias entre el antisemitismo y la constante aparición de George Soros y de la familia Rothschild en los documentos o las páginas virtuales de QAnon, como ejes de estas falsas conspiraciones: en una de ellas se acusa a Soros de estar detrás de la red de pederastia en pizzerías y de promover un golpe de Estado contra Trump. Incluso es común que sus seguidores pongan en duda la autoría de la policía política zarista del libelo antisemita “Los protocolos de los sabios de Sión” (1903) y tomen por real este texto, que es a su vez un plagio del escritor francés Maurice Joly contra Napoleón III, según descubrió el diario inglés The Times hace ya un siglo. El original se trataba de una sátira llamada “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, según la enciclopedia Britannica.
Trump no se ha expresado en público sobre QAnon, y no respondió a una pregunta al respecto de CNN. Sin embargo, en 2020 el presidente describió a los seguidores de este grupo como personas “que creen en un buen gobierno”, según dijo una fuente a CNN.
En cualquier caso, es muy difícil que Trump vaya a la cárcel. Desde 1789, cuando eligieron a George Washington para su primer mandato, han pasado 46 personas por la presidencia y no ha habido ninguno que haya sido derrocado o que haya terminado tras las rejas. Los ha habido truculentos, como Richard Nixon, inocuos, como Franklin Pierce, corpulentos como William Taft, impopulares como Andrew Johnson, mujeriegos como Bill Clinton, pero jamás ha existido un presidente que mezcle los elementos negativos de todos ellos en una sola persona. ¿Será Trump el primero en ser condenado a la cárcel? Es difícil saberlo.