(CNN) – Unos US$ 500 millones en aviones que volaron durante apenas un año. Un enorme hotel de US$ 85 millones que nunca se inauguró y que se encuentra en mal estado. Uniformes de camuflaje para el ejército afgano cuyo patrón especial costó US$ 28 millones más. Un centro de salud que figura como situado en el Mar Mediterráneo.
Estos gastos forman parte de un catálogo de denuncias sobre “despilfarro, fraude y abuso” en el marco de los esfuerzos de reconstrucción de Estados Unidos en Afganistán -un programa que llegó a un costo de US$ 145.000 millones en 20 años- realizadas por el propio inspector general de Estados Unidos en la guerra. Pero las auditorías en profundidad en las que se detallan estos hallazgos ya no están disponibles para el público, en su mayor parte, a petición del Departamento de Estado, alegando motivos de seguridad.
El costo total de la guerra, según el Pentágono, fue de US$ 825.000 millones, una estimación a la baja: incluso el presidente Joe Biden ha citado un cálculo que sitúa la cantidad en más del doble: más de US$ 2 billones, una cifra que tiene en cuenta los costos a largo plazo, como la atención a los veteranos. Los intereses de la deuda ascienden ya a cientos de miles de millones.
El programa de reconstrucción valuado en US$ 145.000 millones carecía de supervisión, lo que llevó al Congreso a crear el Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) en 2008. El SIGAR publicaba informes trimestrales que recibían menos atención de la que correspondía al gasto que abordaban, según voces críticas, y a veces el Pentágono les negaba a éstas la información que necesitaban, especialmente cuando se trataba de evaluar la seguridad en el país.
Un portavoz del Departamento de Estado dijo a CNN que habían pedido al SIGAR que retirara “temporalmente” los informes, debido a “las preocupaciones de seguridad en relación con nuestros esfuerzos de evacuación en curso”. Añadieron que SIGAR tenía la autoridad para restaurarlos “cuando lo considere apropiado”.
A continuación se presentan 10 casos notables, desprovistos de detalles de identificación, recopilados por CNN a lo largo de los años.
1) Electricidad para Kabul
La central eléctrica de Tarakhil se puso en marcha en 2007 como generador de reserva para la capital, en caso de que el suministro de electricidad desde Uzbekistán se viera comprometido.
Se trata de una estructura amplia y moderna, que funciona con turbinas alimentadas con diésel y fabricadas por un gigante global de la ingeniería. Pero había una trampa: Afganistán tiene escaso acceso al diésel propio y debía enviar el combustible a la planta usando camiones, lo que hacía el proceso fuera demasiado caro.
La construcción de la instalación costó US$ 335 millones y el costo anual del combustible se estimó en US$ 245 millones. La evaluación más reciente del SIGAR decía que, en el mejor de los casos, solo se utilizaba el 2,2% de su capacidad, ya que el gobierno afgano no podía pagar el combustible. La USAID no quiso hacer comentarios.
2) Una flota de aviones de carga voló un año
La incipiente fuerza aérea de Afganistán necesitaba aviones de carga. En 2008, el Pentágono eligió el G222, un avión diseñado en Italia para despegar y aterrizar en pistas difíciles. Ese primer año, según un discurso del jefe del SIGAR, John Sopko, citando a un oficial de la USAF, los aviones estuvieron muy ocupados.
Pero esto no se mantendría en el tiempo. El SIGAR solo se tomó conciencia de los aviones cuando Sopko los vio aparcados en el aeropuerto de Kabul y preguntó qué hacían allí.
Seis años después de que se iniciara la adquisición, los 16 aviones entregados a Afganistán se vendieron como chatarra por US$ 40.257 dólares. El costo del proyecto: US$ 549 millones de dólares.
3) El cuartel general de los infantes de marina en el desierto que nadie quería y nadie usó
Sopko dijo en un discurso que este centro de control de casi 20.000 metros cuadrados en Helmand demostraba con exactitud cómo cuando un proyecto se inicia, a menudo no puede detenerse.
En 2010, los infantes de marina estaban aumentando el número de tropas en Helmand, la zona más peligrosa de Afganistán. Se ordenó la construcción e un centro de mando y control en la base principal de Camp Leatherneck como parte de ese esfuerzo, aunque Sopko recordó que el comandante de la base y otros dos generales de los marines dijeron que no era necesario porque no se terminaría lo suficientemente rápido.
Sopko dijo que la idea de devolver al Congreso los fondos asignados era “tan aborrecible para el mando contratante, que se construyó de todos modos. La instalación nunca fue usada, el Campamento Leatherneck fue entregado a los afganos, que lo abandonaron”.
Costó US$ 36 millones, nunca se utilizó, y parece que posteriormente la base fue desmantelada por los afganos, que tampoco parecieron utilizarlo.
El comandante Robert Lodewick, portavoz del Departamento de Defensa, dijo en un comunicado que el informe del SIGAR contenía “errores importantes”, objetó que implicara “mala conducta” por parte de algunos oficiales, y dijo que la cifra de US$ 36 millones incluía costos auxiliares como las carreteras hasta el cuartel general.
4) US$ 28 millones para un patrón de camuflaje inapropiado
En 2007, se encargaron nuevos uniformes para el ejército afgano. El ministro de defensa afgano Wardak dijo que quería un patrón de camuflaje poco común y utilizado en zonas de bosques frondrosos, “Spec4ce Forest”, de la empresa canadiense HyperStealth.
Se pidió un total de 1,3 millones de conjuntos, que costaban entre US$ 43 y US$ 80 cada uno, frente a los US$ 25-30 estimados originalmente para los uniformes de reemplazo. Los uniformes nunca fueron probados o evaluados en el campo, y solo un 2,1% del territorio de Afganistán tiene bosques.
En su testimonio, Sopko dijo que a los contribuyentes les costó US$ 28 millones adicionales comprar los uniformes con el patrón especial, y SIGAR proyectó en 2017 que una elección diferente de patrón podría haber ahorrado un potencial de US$ 72 millones en la próxima década.
El portavoz del Departamento de Defensa, Lodewick, dijo que el informe “sobreestimó” el costo y “desacreditó incorrectamente el valor del tipo de patrón seleccionado”, añadiendo que gran parte de los combates en Afganistán se produjeron en zonas boscosas.
5) US$ 1,5 millones diarios en la lucha contra la producción de opio
Estados Unidos gastó US$ 1,5 millones diarios en programas de lucha contra el narcotráfico (desde 2002 hasta 2018). La producción de opio, según el último informe del SIGAR, aumentó en 2020 un 37% respecto al año anterior. Fue la tercera producción más alta desde que se iniciaron los registros en 1994.
En 2017, la producción fue cuatro veces mayor que en 2002. Un portavoz del departamento de Estado señaló que “los talibanes han sido el principal factor que ha contribuido a la persistencia de la amapola en los últimos años” y “que los talibanes se han comprometido a prohibir los narcóticos.”
6) US$ 249 millones en una carretera incompleta
Una extensa carretera de circunvalación alrededor de Afganistán fue financiada por múltiples subvenciones y donantes, por un total de miles de millones durante el transcurso de la guerra. Hacia el final del proyecto, se entregaron US$ 249 millones a contratistas para la construcción de un tramo de 233 kilómetros en el norte, entre las ciudades de Qeysar y Laman. Pero solo se construyó un 15% de esta carretera, según informó una auditoría del SIGAR.
Entre marzo de 2014 y septiembre de 2017, no hubo ninguna construcción en este tramo, y lo que se había construido se deterioró, concluyó el informe. USAID declinó hacer comentarios.
7) El hotel de US% 85 millones que nunca se inauguró
Junto a la embajada de Estados Unidos en Kabul se encargó un extenso complejo de hoteles y apartamentos, para el cual el Gobierno estadounidense aportó US$ 85 millones en préstamos.
En 2016, el SIGAR concluyó que “los US$ 85 millones en préstamos han desaparecido, los edificios nunca se terminaron y son inhabitables, y la Embajada de Estados Unidos se ve ahora obligada a proporcionar seguridad para el sitio a un costo adicional para los contribuyentes estadounidenses”.
La auditoría concluyó que el contratista hizo promesas poco realistas para garantizar los préstamos, y que la rama del gobierno estadounidense que supervisó el proyecto nunca visitó el sitio, y tampoco lo hizo la empresa que luego contrataron para supervisar el proyecto. Un portavoz del Departamento de Estado dijo que ellos no gestionaban la construcción y que era “un esfuerzo privado”.
8) El fondo que gastó más en sí mismo que en Afganistán
El Pentágono creó el Grupo de Trabajo para Operaciones Empresariales y de Estabilidad (TFBSO), ampliado de Irak a Afganistán en 2009, para cuyas operaciones en Afganistán el Congreso reservó US$ 823 millones.
Más de la mitad del dinero realmente gastado por TFBSO -US$ 359 millones de un total US$ 675 millones- se “gastó en costos indirectos y de apoyo, no directamente en proyectos en Afganistán”, concluyó SIGAR en una auditoría.
Revisaron 89 de los contratos realizados por TFBSO, y descubrieron que “7 contratos por valor de US$ 35,1 millones se adjudicaron a empresas que empleaban a antiguos miembros del personal de TFBSO como altos ejecutivos”.
La auditoría también concluyó que el fondo gastó unos US$ 6 millones de dólares en apoyar a la industria de la lana de cachemira, US$ 43 millones en una estación de gas natural comprimido y US$ 150 millones en residencias de alta gama para su personal.
El portavoz del Departamento de Defensa, Lodewick, dijo que el SIGAR no acusó a nadie de fraude o de malversación de fondos, por el contrario se refirió a las “debilidades y deficiencias” de la auditoría y dijo que “28 de los 35 proyectos de la TFBSO cumplieron total o parcialmente sus objetivos”.
9) El centro sanitario en el mar
Un informe de 2015 sobre la financiación de instalaciones sanitarias en Afganistán por parte de la USAID afirmaba que más de un tercio de los 510 proyectos para los que habían recibido coordenadas no existían en esos lugares. Trece “no estaban ubicados en Afganistán, con uno situado en el mar Mediterráneo”. Treinta “estaban ubicados en una provincia diferente a la que USAID informó”.
Y “189 no mostraban ninguna estructura física a menos de 120 metros de las coordenadas comunicadas. Algo menos de la mitad de estos lugares no mostraban ninguna estructura física a menos 800 metros de las coordenadas comunicadas”. La auditoría decía que la USAID y el Ministerio de Salud Pública afgano solo podían “supervisar estas instalaciones [si] saben dónde están”. La USAID declinó hacer comentarios.
10) Al menos US$ 19.000 millones perdidos por “despilfarro, fraude y abuso”
Un informe de octubre de 2020 presentaba un costo total sorprendente para la guerra. Hasta ese fecha el Congreso de Estados Unidos había destinado US$ 134.000 millones desde 2002 para la reconstrucción de Afganistán.
El SIGAR pudo revisar US$ 63.000 millones, casi la mitad. Llegaron a la conclusión de que US$ 19.000 millones, casi un tercio, se “perdieron por despilfarro, fraude y abuso”.
El portavoz del Departamento de Defensa, Lodewick, dijo que tanto ellos como “varios otros departamentos y agencias del Gobierno de los Estados Unidos ya han hecho constar que han impugnado algunos de estos informes por considerarlos inexactos y engañosos” y que sus conclusiones “parecían pasar por alto la diferencia entre los esfuerzos de reconstrucción que pueden haber sido mal gestionados de forma deliberada/negligente y aquellos esfuerzos que, en el momento del informe, simplemente no habían alcanzado los objetivos estratégicos”.