Hong Kong (CNN) – China está luchando por contener su brote de covid-19 más extendido desde la primera ola de infecciones que comenzó en Wuhan, en 2019.
Aunque los brotes posteriores han registrado un mayor número total de casos, este brote se ha extendido más, a 19 de las 31 provincias de China –más de la mitad del país– que informaron casos desde que comenzó el brote, a mediados de octubre, según la Comisión Nacional de Salud de China.
El miércoles, esa Comisión reportó 93 nuevos casos sintomáticos, el recuento diario más alto en tres meses. Se han reportado alrededor de 500 casos en todo el país desde que comenzó el brote, según el tabloide estatal Global Times.
El número puede parecer pequeño en comparación con otros países de Occidente, muchos de los cuales todavía reportan decenas de miles de casos cada día. Pero es enorme para China, que se ha apegado a su enfoque de “covid cero”, que incluye estrictos controles fronterizos y largas cuarentenas para las llegadas internacionales.
Este enfoque, que tiene como objetivo erradicar el virus por completo dentro de las fronteras de China, significa que incluso un puñado de casos se considera una amenaza grave.
El brote en curso comenzó el 16 de octubre, cuando se detectaron infecciones entre un grupo de turistas de la tercera edad completamente vacunados de Shanghái, que viajaban por el norte de China. Los casos se dispararon rápidamente y se extendieron por las provincias del norte; para la semana siguiente, funcionarios de la Comisión Nacional de Salud de China advirtieron sobre “múltiples brotes locales dispersos” en el norte y noroeste, que se estaban “expandiendo rápidamente”.
Las autoridades inmediatamente entraron en acción, siguiendo el protocolo que ha contenido con éxito brotes anteriores: pruebas masivas, confinamientos instantáneos, cuarentenas, suspensiones de viaje y vigilancia atenta.
Los funcionarios prohibieron los viajes entre provincias en las regiones afectadas. En un destino turístico popular, se prohibió a todos los residentes y turistas salir de sus hogares. La capital, Beijing, endureció las restricciones de entrada a la ciudad y castigó a los infractores poniéndolos en detención criminal.
Varias ciudades, incluida Lanzhou, que ha reportado varias docenas de casos, han sido confinadas, lo que afecta a millones de residentes en total.
Pero el virus se propagó rápidamente de todos modos, lo que generó dudas sobre la sostenibilidad del enfoque de covid cero, así como sobre la eficacia de las respuestas de emergencia de China, ya que los brotes llegan con mayor frecuencia durante períodos más prolongados.
El primer brote de China, al comienzo de la pandemia en Wuhan, se había controlado en gran medida en marzo de 2020, y los casos se mantuvieron bajos durante el resto del año. Aunque hubo exacerbaciones ocasionales, estas también fueron contenidas rápidamente; a finales de año, gran parte de la vida cotidiana había vuelto a la normalidad, con negocios en funcionamiento y reanudación de los viajes nacionales.
Pero 2021 también trajo la llegada de la variante delta altamente infecciosa, que ha causado estragos en todo el mundo. Esa variante causó brotes graves en muchos países asiáticos que, hasta entonces, habían contenido el virus relativamente bien, incluidos Australia, Malasia, Bangladesh, Tailandia y Vietnam.
La variante más contagiosa, y el creciente consejo de expertos en salud internacional de que el covid probablemente se volvería endémico, ha llevado a muchos de esos países a abandonar el enfoque de covid cero y, en cambio, adaptarse a “vivir con el covid”.
En China, también, los efectos de la variante delta se están volviendo claros. Después de su largo período de relativa normalidad, el país ha registrado varios brotes solo en los últimos meses, con poco tiempo intermedio para recuperarse.
Y persisten las preocupaciones sobre la eficacia de las vacunas chinas, especialmente frente a la variante delta. Hasta el martes, se habían administrado cerca de 2.300 millones de dosis y, a fines de octubre, el 76% de la población estaba completamente vacunada, según la Comisión Nacional de Salud de China, pero eso no ha impedido que los brotes se propaguen rápida y ampliamente.
Este verano, China experimentó uno de sus brotes más graves hasta ahora, impulsado por la variante delta. La variante se detectó por primera vez en julio, en la ciudad oriental de Nanjing; pronto, se reportaron infecciones en docenas de ciudades y, finalmente, se extendieron a 16 provincias. Después de la rutina familiar de pruebas masivas, confinamientos, restricciones de movimiento y cuarentenas obligatorias, los casos cayeron a niveles normales, a fines de agosto.
A pesar del aparente éxito, el brote de verano tardó más en contenerse que los brotes anteriores, y se había extendido mucho más rápido entre las ciudades.
Los residentes y las autoridades solo tuvieron unas pocas semanas para recuperar el aliento antes de que surgiera otro brote en septiembre, en la provincia de Fujian. Esta vez, las imágenes de las estrictas medidas de contención del Gobierno, incluida la separación de niños de hasta 4 años de sus padres durante la cuarentena, generaron preocupación y críticas internacionales.
Para el 29 de septiembre, los funcionarios de salud declararon que el brote de Fujian había sido controlado. Menos de tres semanas después, surgió el brote actual.
Sin embargo, a pesar del aumento de la frecuencia y la duración de sus brotes, China no muestra signos de cambiar su estrategia, incluso doblando su apuesta mientras se prepara para dos eventos de alto perfil: una reunión crucial de las élites del Partido Comunista, la próxima semanal; luego, los Juegos Olímpicos de invierno, en Beijing, el próximo febrero.
“Ante los continuos brotes de covid-19, los expertos en salud creen que China no puede abandonar su enfoque de tolerancia cero por ahora”, dijo un editorial de Global Times, el miércoles, advirtiendo que “levantar los estrictos controles conduciría a un resultado catastrófico”.