(CNN) – No se espera ninguna sorpresa en las próximas elecciones de Nicaragua del 7 de noviembre, luego de que el presidente Daniel Ortega pasara la mayor parte del año reforzando su control sobre el país.
Con siete precandidatos de la oposición tras las rejas y miles de críticos en el extranjero, donde pueden escapar del control opresivo de la policía de Ortega, el septuagenario líder y su pintoresca esposa, Rosario Murillo, parecen tener el control indiscutible del resultado de la votación. La mayor pregunta ahora no es quién ganará, sino cómo reaccionará el resto de la región una vez que Ortega declare su victoria.
La democracia se ha estado erosionando en toda América Latina: de norte a sur, la pandemia de covid-19 ha acelerado la tendencia de que los caudillos regionales se apoderen del escenario político y trabajen para debilitar los controles democráticos.
En febrero de 2020, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ordenó a los militares que asaltaran el parlamento para “incitar” a los legisladores a autorizar un préstamo a su gobierno. En agosto de este año, su ejemplo fue seguido por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien organizó un desfile militar en Brasilia justo cuando el Congreso debatía una reforma del sistema de votación respaldada por Bolsonaro (la reforma no fue aprobada).
Cae el apoyo a la democracia entre los latinoamericanos
Según una encuesta regional a más de 20.000 personas realizada por la firma encuestadora Latinobarómetro, menos del 50% de los latinoamericanos encuestados en 2020 dicen que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno y más de uno de cada diez aboga abiertamente por un régimen autoritario.
El apoyo al autoritarismo es mayor en las generaciones más jóvenes, según la encuesta, ya que el 49% de las personas de entre 16 y 25 años se declaran partidarias de un régimen autoritario o indiferentes a las diferentes formas de gobierno.
Y la indiferencia hacia el gobierno democrático parece particularmente aguda en América Central, con la mayoría de los encuestados en las empobrecidas naciones del Triángulo Norte, Guatemala, Honduras y El Salvador, que dicen que estarían a favor de un gobierno no democrático “si resuelve los problemas del país”.
Nicaragua y dos retos para la región
En junio, la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, describió la oleada de detenciones del gobierno de Ortega como “la noche de los cuchillos largos en el trópico”, mientras que el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Ned Price, ha dicho que las condiciones represivas en Nicaragua simplemente “no son consistentes con unas elecciones creíbles”.
Pero la votación sigue adelante de todos modos.
Y ahora que ha intimidado o encerrado a todos los oponentes políticos viables, la esperada reelección de Ortega en Nicaragua presenta dos retos para el resto de la región: ¿Se manifestarán otros líderes contra esta subversión de los procesos democráticos? ¿Y cómo van a reconocer los numerosos sistemas multilaterales diseñados para defender la democracia en América Latina -la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Organización de Estados Americanos (OEA), y grupos más pequeños como la Alianza del Pacífico o la Comunidad Andina- su fracaso a la hora de impedir el deslizamiento de Nicaragua hacia una dictadura?
Si bien muchos países han condenado la detención de figuras de la oposición en Nicaragua -y Estados Unidos incluso ha impuesto sanciones-, es posible que duden en presionar ,mucho más después del fracaso de los esfuerzos internacionales en el caso de Venezuela en los últimos años.
El recuerdo de Venezuela
Después de unas impugnadas elecciones en 2019, decenas de gobiernos extranjeros optaron por no reconocer a Nicolás Maduro como líder legítimo de Venezuela, favoreciendo en su lugar al líder de la oposición, Juan Guaido. Pero la estrategia resultó contraproducente: dos años después, Maduro conserva el control del país y ha ganado efectivamente su batalla contra la presión internacional.
“Creo que la crisis venezolana provocó cierta cautela entre la comunidad internacional sobre qué hacer en Nicaragua”, dice Tiziano Breda, analista centroamericano del International Crisis Group.
“Después de invertir tanto en Guaidó, y crear este impasse en Venezuela que no ha resuelto la crisis allí, hay menos claridad sobre lo que podría ser una estrategia alternativa para Nicaragua: oponerse a Ortega, seguro, pero ¿cuál es la alternativa?”, dijo Breda a CNN.
Una de las razones por las que la crisis política de Venezuela desencadenó tanta reacción regional es porque fue de la mano de una crisis migratoria: 4,6 millones de venezolanos han huido hasta ahora del país, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
En cambio, la opresión política en Nicaragua no ha desencadenado un éxodo masivo similar que obligue a sus vecinos a actuar, al menos de momento.