Nueva Delhi (CNN) – Gulpreet Singh pide comida en una estera sucia de cáñamo extendida en la acera a la salida de la estación de metro South Campus de Nueva Delhi.
Como millones de indios que sobreviven con limosnas o jornales, este anciano, de 84 años, dice que no tiene más remedio que estar fuera, respirando el aire espeso de esmog en la capital india.
“Vengo aquí y espero. A veces, la gente me da comida”, dice Singh, con la voz entrecortada por el ruido de los mototaxis y los automóviles que echan humo a pocos metros.
Nueva Delhi suele figurar entre las ciudades más contaminadas del mundo, y la contaminación atmosférica alcanzó niveles “peligrosos” a principios de noviembre, según el Índice Nacional de Calidad del Aire (ICA, por sus siglas en inglés) de la India, que registra la presencia de partículas nocivas en el aire.
Pero algunos habitantes de Nueva Delhi se han acostumbrado tanto al aire viciado que forma parte de su vida cotidiana: apenas lo notan, dicen.
Otros dicen que les hace enfermar.
Sofocados por el esmog
Un agente de Policía que dirige el tráfico en uno de los concurridos cruces de Nueva Delhi dice que los niveles de contaminación se han vuelto “insoportables” este invierno.
“Me quito la mascarilla porque tengo que tocar el silbato para detener el tráfico, pero ha sido horrible”, dice este agente, de 48 años, que no reveló su nombre porque no está autorizado a hablar con los medios de comunicación.
Los gases de escape fluyen desde las filas de vehículos que lo rodean; dice que le cuesta recuperar el aliento.
“Me duelen los ojos. Me cuesta respirar. No es fácil”, dice.
La trabajadora social Neelam Joshi, de 39 años, dice que siente la contaminación cada vez que sale de su casa para tomar el tren al trabajo.
“Cuando sales de casa por la mañana, es lo primero que te golpea”, dijo Joshi. Al final del día, dice que su cuerpo parece haberse adaptado, pero al día siguiente, todo vuelve a suceder.
“En los últimos seis años que he vivido en Delhi, nunca se ha reducido la contaminación”, afirma. “Solo aumenta cada año. Cada año alcanza un nivel diferente, y durante los festivales siempre empeora”.
Amanpreet Kaur, de 28 años, auxiliar de vuelo del barrio de Rohini, en Nueva Delhi, viajó recientemente en un vuelo desde Estados Unidos y se quedó sorprendida por la diferencia en la calidad del aire.
“Cuando aterricé en la India, después de mi vuelo desde Estados Unidos, era horrible. No paraba de toser”, dijo.
Kaur dice que el esmog es tan malo que se puede ver por la noche como una neblina sucia alrededor de las farolas y los faros de los coches.
“Cuando el sol se pone, todo lo que ves es esmog, solo esmog alrededor”, dijo Kaur.
“Es muy peligroso vivir en Delhi”.
“Mi derecho a respirar”
Aditya Dubey, un activista medioambiental de 18 años, lleva dos años presionando para que se tomen medidas urgentes contra la contaminación de Nueva Delhi.
Todos los años, la ciudad se ve asolada por una nube de esmog turbio que hace doler la garganta, pero es peor en invierno, cuando las bajas temperaturas y la disminución de la velocidad del viento atrapan las partículas en el aire durante más tiempo.
“El invierno se ha convertido en una tortura y cada día parece un castigo”, afirma Dubey. “Tengo una sensación de ardor en los ojos y me empiezan a lagrimear. Me siento sin aliento”.
El mes pasado, el ministro principal de Nueva Delhi, Arvind Kejriwal, intentó controlar los niveles de contaminación prohibiendo los fuegos artificiales durante el festival de las luces llamado Diwali, pero las celebraciones se llevaron a cabo con normalidad, en la mayoría de los casos.
El humo de Diwali se vio exacerbado por el aumento de la quema de residuos de cultivos en las tierras agrícolas de los alrededores.
El 5 de noviembre, la mayoría de los lugares de Nueva Delhi registraban un ICA superior a 500, el nivel más alto de la escala. En ese momento, Dubey se hartó.
El activista presentó una petición ante el Tribunal Supremo para que se protegiera su “derecho a respirar”.
El 15 de noviembre, el tribunal falló a su favor y ordenó al Gobierno central que hiciera más.
Posteriormente, se cerraron las escuelas, se suspendió el tráfico no esencial, se paralizaron los proyectos de construcción y se ordenó el cierre de seis de las once centrales de carbón hasta finales de noviembre.
Los proyectos de construcción se reanudaron el lunes mientras Nueva Delhi registraba una mejora marginal de la calidad del aire. Pero para muchos, el daño ya estaba hecho.
El “asesino silencioso”
El año pasado, nueve de las diez ciudades más contaminadas del mundo estaban en la India, según la red de vigilancia IQAir.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que la contaminación del aire provoca 7 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo, sobre todo como consecuencia del aumento de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, cánceres e infecciones respiratorias.
El aire viciado podría estar reduciendo la esperanza de vida de cientos de millones de indios hasta en nueve años, según un estudio reciente del Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago (EPIC, por sus siglas en inglés).
El estudio también reveló que todos y cada uno de los 1.300 millones de residentes de la India soportan niveles medios de contaminación anuales que superan las directrices establecidas por la OMS.
En 2019, el Gobierno central de la India anunció una campaña nacional de aire limpio, con el objetivo de reducir la contaminación por partículas hasta en un 30% para 2024. Se crearon planes específicos para cada ciudad; en Nueva Delhi, esos planes incluyen medidas para reducir el tráfico en las vías, las quemas y el polvo de las carreteras, y para fomentar el uso de combustibles más limpios.
Pero en los últimos años, el problema de la contaminación en la India ha empeorado, en parte debido a la dependencia del país de los combustibles fósiles, y en particular del carbón.
En la reciente cumbre sobre el clima COP26 celebrada en Glasgow, la India formó parte de un grupo de países que impulsó una enmienda de última hora al acuerdo para “reducir” el carbón en lugar de “eliminarlo”.
En Nueva Delhi, el aire nocivo cobra decenas de miles de vidas cada año, según el análisis de los datos de IQAir realizado por Greenpeace. Pero a pesar del empeoramiento de la calidad del aire, algunos habitantes de Nueva Delhi se han acostumbrado tanto a ella que parecen no darse cuenta.
Muchos deambulan por las calles sin mascarilla y han desarrollado una complacencia general hacia los niveles de contaminación. Omprakash Mali, un jardinero, de 50 años, dice que la contaminación del aire no le afecta a él ni a su trabajo.
“Trabajamos con barro y polvo como jardinero, así que no siento nada adicional”, dijo. “Creo que la máxima prioridad del Gobierno debería seguir siendo el covid-19. La contaminación se produce todos los años”.
Por su parte, Shesh Babu, de 18 años, trabajador manual, dijo que “no le importa realmente” el espeso esmog de Nueva Delhi. Su prioridad es ganar dinero.
Dubey, el activista, dice que la contaminación del aire se considera una cuestión “elitista”.
“La contaminación del aire es un asesino silencioso”, afirma. “Hay una falta de concienciación. La gente no se da cuenta de su gravedad”.