Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México, y Álvaro Colom, de Guatemala. El autor también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones aquí expresadas son exclusivamente suyas. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) – La idea de la libertad como un concepto sin límites –sin los límites de los otros– como el optar por no vacunarse o el mal entendido autogobierno, en el que la gente puede salir a imponer su opinión o voluntad, como el 6 de enero, inclusive con violencia, son dos ideas que han tomado fuerza con la polarización de las redes sociales. Estas concepciones erróneas hacen mucho daño a las sociedades.
Estupefactos hemos leído cómo se involucra a los padres del acusado de matar a 4 personas en Michigan, pues le regalaron una arma automática para Navidad a un menor de edad (que trágicamente puede ser legal en algunos estados), y el día anterior a la masacre, la madre del acusado le escribe a su hijo sobre el llamado de atención de las autoridades de la escuela: “No estoy molesta contigo, pero debes aprender a que no te descubran”.
Esa mala concepción de lo que verdaderamente significa la libertad (la posesión indiscriminada de armas) es un trágico recordatorio de que la libertad de elegir (tener armas o regalárselas a un menor de edad, que además, ha dado algunas señales de mal comportamiento), no está exenta de responsabilidades; en este caso aun penales.
La misma actitud que se investiga del porqué las autoridades y profesores presentes no se atrevieron a exigirle al chico que abriese su mochila para ver qué llevaba; quizás temerosos de hacerlo sentir incómodo, sentir culpa o vergüenza si no hubiera tenido nada en ella. ¿Tenían miedo de ser acusados de acosadores? ¿De tener que enfrentar a abogados de la familia del niño porque le hicieron sentir incómodo? Hasta dónde llegan las responsabilidades de los padres y de aquellos que recibieron las alertas a tiempo y no actuaron con el criterio bien claro de que la seguridad de todos los demás es más importante en democracia y frente a la ley que no hacer nada.
Lo mismo sucede con aquellos que asaltaron el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero, quienes deben afrontar las consecuencias de sus actos frente al sistema de justicia. Será responsabilidad del juez aplicar la mayor pena posible para dar un claro mensaje a todo aquel que esté pensando en cometer semejante delito o ser más benigno si considera que fueron víctimas de que la corriente los arrastrara y actuaron sin violencia. Benigno, pero no impune.
Las palabras tienen poder, sean de una madre que le dice a su hijo o de un presidente que dice la mentira: “Esta elección ha sido robada”, y usarlas acarrea responsabilidades. Igual responsabilidad tienen todos los que promueven noticias falsas que incitan a la violencia y a la insurrección. La responsabilidad que para mí deben tener aquellos que cometieron el delito de quemar las estaciones del metro en Santiago de Chile, que supuestamente lo hicieron en nombre de los pobres, cuando en realidad afectan exactamente a los más pobres… porque el presidente de Chile no se moviliza en metro.
También esperemos definir la responsabilidad del uso de las plataformas sociales que han priorizado las utilidades económicas aun a costa de que conscientemente agravan o promueven mensajes de violencia. Al igual que las autoridades del colegio en Michigan: ¿pudieron ellos haber hecho más para evitar una tragedia? Que lo determine el sistema de justicia, que estoy seguro de que en EE.UU. el sistema de justicia es profesional e independiente de la opinión pública y la política.
Hago votos porque también los diputados y senadores definan las acciones concretas (o aún lineamientos políticos) de que toda plataforma social debe cumplir para evitar esta ola de tragedias que se son aún peores por la proliferación de mensajes de odio, noticias falsas e incitación a la violencia.