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03:51 - Fuente: CNN

(CNN) – Los moretones en el cuerpo de Maria Árnadóttir eran numerosos y variaban en color desde el amarillo pálido hasta el morado intenso.

Según los documentos judiciales, las lesiones fueron causadas por el novio de Árnadóttir, quien la lanzó por la habitación mientras intentaba arrebatarle el teléfono después de que ella amenazara con llamar a la policía. Durante los días siguientes a la agresión, Árnadóttir luchó por respirar. Finalmente, acabó en urgencias, dicen los documentos.

Hablando en voz baja en su apartamento en los suburbios de Reikiavik, Árnadóttir dijo a CNN que el hombre la había atacado antes, pero nunca con tanta saña como en aquella ocasión en julio de 2016. “Realmente pensé que me estaba muriendo. Me estaba arrastrando y lanzando de un lado a otro. Pensé: ‘Voy a morir hoy’”, relató.

Meses después, dice que se armó de valor para ir a la policía, presentando fotos de sus lesiones, notas médicas, una lista de testigos de la violencia y el abuso psicológico al que fue sometida, así como mensajes de texto de su presunto agresor, para entonces su exnovio, en los que Árnadóttir dice que admitió la agresión y amenazó con compartir fotos de ella desnuda si hablaba. El expediente judicial incluye todos estos documentos.

Según los documentos judiciales, el hombre negó haberla agredido, pero admitió haber enviado la amenaza, aunque dijo que nunca tuvo intención de cumplirla. CNN se puso en contacto con el abogado del hombre.

Sin embargo, para la policía, esas pruebas no fueron suficientes.

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00:50 - Fuente: CNN

Un año y medio después de haber presentado cargos, Árnadóttir afirma que los agentes de policía le dijeron que el caso se abandonaba porque no conduciría a una condena.

Más tarde descubrió que no era cierto. El caso no se había abandonado. Por el contrario, la policía no entrevistó al acusado y, como resultado, la prescripción expiró en sus manos, según las autoridades judiciales que posteriormente revisaron el caso.

Árnadóttir es una de las varias mujeres que han llevado colectivamente a su gobierno ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) por lo que dicen que es un sistema de justicia misógino que viola sistemáticamente los derechos de las víctimas de la violencia de género.

¿El extraño giro de la historia? Estas mujeres viven en Islandia, que durante mucho tiempo se ha considerado el país más equitativo del mundo en cuestiones de género.

Maria Árnadóttir es una de las mujeres que han demandado a Islandia por violar los derechos de las víctimas de la violencia doméstica.

En teoría, Islandia es un gran lugar para ser mujer. Durante 12 años consecutivos, ha sido coronado como el mejor lugar del mundo en cuanto a igualdad de género por el Foro Económico Mundial.

Tiene leyes de igualdad salarial y antidiscriminación líderes en el mundo. Las mujeres ocupan el 47% de los escaños del Parlamento y el 46% de los consejos de administración de las empresas islandesas.

Las guarderías están fuertemente subvencionadas y disponibles para todos. La asistencia sanitaria por maternidad es gratuita.

Pero para Árnadóttir y muchas otras mujeres que luchan por que se haga justicia, la imagen de Islandia como paraíso feminista está muy lejos de la realidad, lo suficiente como para llevar al país a los tribunales.

La demanda, presentada en marzo, fue coordinada por varias ONG islandesas, entre ellas Stígamót, una organización sin fines de lucro que hace campaña contra la violencia doméstica y sexual y ofrece asesoramiento a las supervivientes.

Steinunn Guðjónsdóttir, portavoz de Stígamót y responsable de la recaudación de fondos, dijo a CNN que el grupo revisó una serie de casos recientes de presunta violencia contra mujeres que habían sido desestimados por la policía o los fiscales, y descubrió que los derechos de las víctimas habían sido presuntamente violados en varios de ellos.

Steinunn Guðjónsdóttir es la portavoz y responsable de recaudación de fondos de Stigamot, una ONG que lucha contra la violencia sexual, ofrece asesoramiento a las supervivientes y organiza talleres de prevención.

Guðjónsdóttir dijo que entre ellos había ejemplos en los que se ignoraron las pruebas; en los que los plazos de prescripción expiraron por la falta de acción de la policía; en los que se avergonzó a las víctimas; y en los que hubo una total falta de transparencia.

Guðjónsdóttir dijo que todavía hay una brecha significativa entre la ley y la forma en que se está aplicando.

“El sistema de justicia considera que la violación es un delito muy, muy, muy grave, en términos de castigo, pero no se le dedican los recursos humanos ni la atención necesarios. Cuando hay un asesinato —que ocurre muy raramente en Islandia— toda la policía va a investigar y es una gran prioridad. Obviamente no es el caso de las violaciones”, indicó.

La transparencia también es un problema, dijo Guðjónsdóttir, señalando que, según la legislación islandesa, las víctimas no tienen derecho a ver los expedientes de sus casos, lo que significa que no pueden seguir el progreso de una investigación.

En una declaración a CNN, el Ministerio de Justicia islandés dijo que, aunque “ha llegado a la conclusión de que se cometió un cierto error durante la investigación [del caso de Árnadóttir], la opinión del gobierno es que el error no alcanza el nivel mínimo de gravedad” para calificarlo como una violación de la Convención Europea de Derechos Humanos.

La policía islandesa no hizo comentarios sobre el caso y, en cambio, se remitió al Ministerio de Justicia.

El paraíso feminista con un problema de violencia de género

Puede que los casos de asesinato sean raros en Islandia, pero las violaciones no.

Según un estudio histórico de 2018 sobre los traumas, una cuarta parte de las mujeres islandesas ha sufrido una violación o un intento de violación a lo largo de su vida y alrededor del 40% ha sido víctima de violencia física o sexual.

Esa cifra es significativamente más alta que el promedio mundial: la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que alrededor del 30% de las mujeres en todo el mundo ha sido objeto de violencia física o sexual por parte de la pareja o de violencia sexual por parte de terceros a lo largo de su vida.

Unnur Anna Valdimarsdóttir y Arna Hauksdóttir, dos expertas en salud pública y epidemiólogas de la Universidad de Islandia que realizaron la investigación, se pusieron en contacto con casi todas las mujeres de Islandia. Acabaron encuestando a más de 30.000 personas, casi un tercio de toda la población femenina adulta del país, repartidas por zonas rurales y urbanas y que representan una muestra variada de la sociedad islandesa.

Admitieron que los resultados de su estudio les sorprendieron. “Nos sorprendió la elevada proporción de mujeres que habían sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida”, dijo Hauksdóttir a CNN.

“A la gente le costaba creer que fueran cifras reales”. añadió Valdimarsdóttir. “La reacción espontánea es básicamente ‘¡¿40%?! Imposible’”.

Unnur Anna Valdimarsdóttir y Arna Hauksdóttir son expertas en salud pública y epidemiólogas de la Universidad de Islandia.

“Incluso debo admitir que yo misma no quería creerlo”, dijo. “Y entonces empecé a hablar con mis amigas y empezamos a conversar mucho sobre el tema, y parece cierto… cuando miras a tus amigas y eliges a 20 de ellas… diría que quizá ocho de ellas tienen esa experiencia”.

Valdimarsdóttir y Hauksdóttir dijeron que los resultados eran especialmente difíciles de cuadrar con la sólida cultura de igualdad de género de Islandia.

“Islandia es un lugar estupendo para ser mujer, tenemos acceso a la sanidad, a las guarderías… a la educación y a muchas cosas que la mayoría de la gente que vive en esta Tierra no tiene… pero aún así tenemos estas cifras”, dijo Hauksdóttir.

Dijo que es posible que los propios avances de Islandia en materia de igualdad de género expliquen el número relativamente alto de mujeres que denuncian la violencia.

“En las sociedades que han obtenido una alta puntuación en materia de igualdad de género, todavía se observan cifras muy, muy altas [de violencia] y es paradójico ver eso, pero la razón podría tener que ver con que las mujeres son muy conscientes de cuando están siendo violadas de alguna manera”, dijo. “¿Es ese el caso en otros países? Estas cifras pueden estar más cerca de la verdad”.

La investigación reveló otra cosa preocupante: la proporción de mujeres que han sufrido violencia era muy similar en todos los sectores de la sociedad islandesa. “Diferentes orígenes, diferentes niveles de educación, diferentes niveles de ingresos… así que no está relacionado con la clase”, dijo Valdimarsdóttir. “Entonces empiezas a pensar: ‘¿Es esto una especie de ley de la naturaleza? ¿Es una parte esencial del comportamiento humano?’”.

“La maldición generacional” para las mujeres

Un grupo que no se sorprendió por los resultados del estudio sobre los traumas fue Öfgar, un colectivo feminista que pretende educar al público sobre la violencia y la cultura de la violación.

De hecho, el grupo cree que las cifras reales podrían ser incluso mayores.

“No tengo ni una sola amiga que no haya sufrido abusos sexuales, acoso, hostigamiento o una relación tóxica”, dijo Helga Ben, una de las activistas, a CNN durante una entrevista con el grupo en un café del centro de Reikiavik.

Una por una, las cinco mujeres describieron sus experiencias de violación, consentimiento forzado, abuso sexual y acoso. Hablaron de la vergüenza que experimentaron una y otra vez.

Lo llaman la “maldición generacional”.

“La idea de que Islandia es un paraíso feminista nos la han metido desde que éramos niñas: ‘¿Por qué están tan enfadadas? ¿Ves a esas mujeres en los países del tercer mundo?… Ustedes tienen tan bien [la situación]’”, dijo Ólöf Tara, una de las mujeres que participan en el grupo.

“Pero (sobre) la violencia a la que se han enfrentado las mujeres a lo largo de los años, nunca hemos tenido el poder de alzar la voz al respecto. La violencia prospera en el silencio, porque, si hablas, alguien conecta con tu historia y se da cuenta de que esta es también su historia y entonces puede ir a buscar ayuda y romper el patrón, porque es un patrón generacional. Yo lo heredé de mi madre y mi madre lo heredó de su madre, al igual que mi abuela de su madre, y lo voy a transmitir a mis descendientes si no hablamos de ello”, añadió Hulda Hrund Sigmundsdóttir.

La misión de Öfgar es llegar a las personas más jóvenes, tratando de concienciarlas a través de videos divertidos pero contundentes en las redes sociales sobre temas como el consentimiento sexual y la violación en citas.

También ofrecen ayuda y apoyo a las víctimas y han desempeñado un papel fundamental en la segunda ola del movimiento #MeToo en Islandia.

El grupo dijo que se dio cuenta de que tenía que “hacer algo” cuando siguió recibiendo acusaciones de violencia y acoso sexual sobre un hombre en particular, una celebridad local en Islandia.

Tanja Ísfjörð es una de las activistas por los derechos de las mujeres que participan en Öfgar.

“Tuvimos supervivientes que vinieron a hablarnos de lo que él hizo, y fue un periodo de 10 años de violencia contra las mujeres, contra las chicas jóvenes, y pensamos que esto no puede continuar, no puede seguir haciendo lo que está haciendo”, dijo Tanja Ísfjörð, que se unió a la reunión a distancia, hablando con el resto del grupo desde la pantalla de un ordenador portátil apoyado en una mesa de café baja.

Sin nombrar al hombre, Öfgar publicó los testimonios de más de 20 mujeres que decían haber sido abusadas y acosadas por él, lo que provocó una enorme protesta en todo el país. Se presentaron más víctimas, pero el grupo también se enfrentó a una importante reacción, que incluyó amenazas personales.

“Se nos acusó de inventar historias y de intentar cancelarlo, pero las únicas que han sido canceladas son las supervivientes”, dijo Tanja Ísfjörð.

El hombre fue retirado del cartel de un importante evento cultural en Islandia y alega que sufrió consecuencias profesionales tras las acusaciones. Negó haber actuado mal y amenazó con demandar al grupo por daños y perjuicios. No ha sido acusado de ningún delito. CNN se puso en contacto con él en repetidas ocasiones para pedirle comentarios, pero no obtuvo respuesta.

Las revelaciones desencadenaron una nueva ola del movimiento #MeToo en Islandia, donde varios otros hombres, incluyendo miembros del equipo nacional de fútbol, fueron acusados de conducta sexual inapropiada y encubrimiento.

Todo el comité ejecutivo de la Asociación de Fútbol de Islandia dimitió en agosto después de que su presidente, Gudni Bergsson, negara que la asociación hubiera recibido denuncias de violencia sexual, una afirmación que luego se demostró falsa. El presunto agresor, identificado como Kolbeinn Sigþórsson, emitió un comunicado más tarde en el que admitía que se había comportado de forma inapropiada, pero negaba cualquier tipo de violencia.

El “camino correcto” no está funcionando

La reacción contra el movimiento #MeToo de Islandia fue una de las cosas que provocó la demanda contra el gobierno.

“Con el #MeToo, las mujeres están saliendo a la luz y nombrando a los hombres que las violaron, incluso si no han presentado cargos contra ellos, y mucha gente está como: ‘¡Wow, wow, wow! No puedes hacerlo así, tienes que hacerlo de la manera correcta’”, dijo Guðjónsdóttir a CNN.

“Hay mucha presión sobre los supervivientes para que hagan lo ‘correcto’ y presenten cargos e intenten que el agresor sea condenado, pero la ‘forma correcta’ no está funcionando, la gran mayoría de los casos ni siquiera llegan al juez. Así que no obtienen ningún juicio sobre si el autor es culpable o no. Es un desastre”, dijo.

Es probable que el TEDH tarde varios años en pronunciarse sobre la demanda. Mientras tanto, la lucha de Árnadóttir continúa.

Dice que le han diagnosticado un trastorno de estrés postraumático (TEPT), que ha tenido que ausentarse del trabajo y que a veces le resulta difícil realizar las tareas cotidianas. Culpa de sus problemas de salud mental al sistema judicial, que, según ella, le ha fallado.

“El gobierno islandés reconoce que hubo errores en la investigación del caso, lo que provocó su desestimación debido a la prescripción”, dijo a CNN Fjalar Sigurðarson, responsable de información del Ministerio de Justicia islandés, en un comunicado.

Dijo que el motivo del retraso en la investigación fue la “incertidumbre” sobre qué cargos presentar y añadió: “Que los casos prescriban al cuidado de la policía es muy poco común en los procedimientos penales en Islandia”.

Mientras el caso relativo a las agresiones físicas contra Árnadóttir prescribía, se condenó a su expareja por otros cargos de amenazas en 2020. Según los documentos judiciales, admitió haber enviado las amenazas, pero dijo que nunca tuvo intención de cumplirlas. Se le impuso una condena de 45 días de prisión en suspenso y se le ordenó el pago de una indemnización por daños y perjuicios, según los documentos judiciales disponibles públicamente. La Corte Nacional del país desestimó el recurso de apelación del hombre a principios de este año, confirmando la decisión. CNN se puso en contacto con el abogado del hombre para que comentara la situación.

“Esto demuestra que el sistema judicial se tomó en serio el caso”, dijo Sigurðarson.

Árnadóttir ha volcado toda su energía en convertirse en activista, hablando de su experiencia y llamando la atención de algunos de los principales funcionarios de Islandia. Como profesional del derecho, ha hablado de su caso con el Ministro de Justicia, presionando para que se hagan reformas.

La comisionada nacional de la Policía de Islandia, Sigríður Björk Guðjónsdóttir, se disculpó públicamente con ella “por el daño que recibió de nuestro sistema”, subrayando que el cuerpo policial está trabajando en reformas y “adoptando un enfoque orientado a la víctima” en los casos de violencia de género.

La reforma está cobrando fuerza, y para Árnadóttir eso es lo más importante. “Tengo una hija, tengo amigas, no quiero que nadie tenga que pasar por lo que yo pasé”, dijo. “Tenemos que cambiar el sistema”.