(CNN Español) – ¿Estamos a tiempo de salvar el planeta? Tras las sequías, olas de calor, incendios e inundaciones de 2021, la respuesta no es para nada obvia. Algunas cosas, hagamos lo que hagamos, ya no volverán a ser como antes, según los expertos, pero aún tenemos posibilidades de evitar la peor catástrofe si actuamos rápido y con ambición para enfrentar dos crisis que, en realidad, pueden entenderse como una sola: la del clima y la de la biodiversidad.
Al cierre de 2021, al balance no es auspicioso. “Estamos corriendo a pasos agigantados hacia el abismo”, dice a CNN Simone Lucatello, profesor investigador del instituto Mora-Conacyt de México e integrante del panel de expertos sobre cambio climático de la ONU, conocido por sus siglas en inglés como IPCC.
Las cifras no permiten ocultar, ni siquiera maquillar, la realidad: deberíamos evitar que el aumento de temperatura del planeta sobrepase los 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales para evitar los peores efectos de la crisis climática y, sin embargo, incluso con los compromisos logrados en la cumbre COP26, el mundo se dirige hacia un calentamiento de 2,4 grados Celsius, si no más, según un análisis de la organización Climate Action Tracker. Y, si los compromisos no se cumplen, la cifra aumentaría a 2,7 grados Celsius.
Si esto sucede, ya todos sabemos lo que nos espera: sequías, inundaciones y olas de calor más habituales, y un aumento del nivel del mar que desplazará a millones de personas de sus hogares, por mencionar apenas algunos de los efectos esperados.
“No es un alarmismo excesivo o forzado. La ciencia es muy clara y lo ha dicho a través de los modelos climáticos y de lo que sabemos”, explica Lucatello. Tenemos dos, tres generaciones más “antes que esto se empiece realmente a salir de control”, sintetiza.
Y si lográramos detener el aumento de temperaturas, igual ya hay efectos irreversibles, según un informe clave publicado por el IPCC este año: las capas de hielo seguirán derritiéndose y el mar seguirá avanzando hagamos lo que hagamos. La única variable que está bajo nuestro control es cuánto.
Cambiar la pregunta
En lugar de responder esa pregunta, María José Villanueva, directora de Conservación de WWF México, nos invita a cambiarla. Ya no se trata solo de salvar el planeta sino de “salvarnos a nosotros mismos, porque como están las cosas, quien va a terminar perdiendo somos nosotros”, sintetiza.
¿Qué es lo que hay que hacer?
Reducción de emisiones
La COP26, anunciada con bombos y platillos como el evento del año con el potencial de sellar nuestro destino sobre la faz de la Tierra, reunió este año a los líderes mundiales en Glasgow, Escocia, con resultados que muchos calificarían como fracaso.
“Para algunos ha sido un fracaso, para otro ha sido lo que podíamos esperar con el tono de las negociaciones”, dice Lucatello, y explica que en los últimos años, especialmente desde la cumbre que se celebró en Cancún en 2010 en adelante, ha habido una “tendencia a la baja en cuanto a lo que son las ambiciones de los países para poder reducir las emisiones de gases de efecto invernadero”, la principal causa del calentamiento global.
El dictamen es claro: hay que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero —de carbono pero también de metano, que tiene un poder de calentamiento a corto plazo más de 80 veces superior al del dióxido de carbono— en casi 27.000 millones de toneladas métricas al año para limitar el calentamiento global a 1,5 °C para 2030, según Climate Action Tracker, pero para ese año, según los acuerdos alcanzados, las emisiones seguirán seguirán siendo aproximadamente el doble de lo que se necesita.
Un total de 40 países tienen objetivos de emisiones cero neto. Esto representaría un 85% de las reducciones de emisiones globales, pero solo el 6% está respaldado por planes concretos, según Climate Action Tracker.
La COP26 por primera vez culpó a los combustibles fósiles de la crisis, pero solo se comprometió a su eliminación gradual.
Y en el contexto de esta trayectoria, hay que avanzar en medidas de mitigación, pero sobre todo de adaptación, dice Lucatello, porque con las reducciones de emisiones previstas, con países cuyos compromisos tienen un horizonte de 40, 50 años, en cierta medida ya no hay espacio para la mitigación, hay que fortalecer la adaptación que hoy, dice, todavía “no sabemos como hacer” a nivel mundial.
Fondos para hacer frente a la crisis
De hecho, los costos estimados para adaptarse a los peores efectos del aumento de temperaturas en los países de ingresos bajos son de cinco a 10 veces mayores de la cantidad de dinero que fluye actualmente hacia esas regiones, según un informe de la ONU.
Los países ricos prometieron US$ 100.000 millones anuales para 2020, y no cumplieron, pero según el organismo esto ya no es suficiente: los costes de adaptación para los países de bajos ingresos alcanzarán entre US$ 140.000 y US$ 300.000 millones anuales para 2030.
Dos crisis que en realidad son una
Hoy el planeta enfrenta dos grandes crisis, la climática y la de pérdida de biodiversidad, pero en realidad “son lo mismo”, explica a CNN Jeffrey Parrish, director general de Protección de los Océanos, las Tierras y el Agua de The Nature Conservancy. “En 2022 tenemos que entender que son la misma crisis, pero también que la naturaleza es parte de la solución para el cambio climático”, afirma.
Esto es lo que en las ciencias ambientales se llama “soluciones basadas en la naturaleza”. Y es que cuidar los ecosistemas no solo nos permitirá preservar la biodiversidad fuertemente amenazada por el cambio climático, sino también secuestrar una porción del carbono que liberamos. “La naturaleza está en muchas de las soluciones que necesitamos a la par de reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero”, explica Villanueva.
Hacer uso de la “máquina increíble” que está a nuestra disposición
Parrish lo explica con este ejemplo: “Hay una máquina increíble. Esta máquina nos va a ayudar a atender el cambio climático. Es una máquina que absorbe los gases de efecto invernadero y produce oxígeno, y además mantiene la biodiversidad”. ¿Parece una cosa de ciencia ficción, no? Pues no lo es. Son, sencillamente, los árboles.
(La Amazonía, por ejemplo, que es la mayor selva tropical del mundo, absorbe miles de millones de toneladas de dióxido de carbono al año, pero debido a la deforestación algunas partes ya han empezado a emitir más de lo que absorben).
La naturaleza ha sido, además, el “dique” que ha evitado que incluso ahora estemos en una situación de crisis peor de lo que ya es.
En este contexto, la meta por la que debemos trabajar es conocida como “30X30”, dice Parrish: “La ciencia dice muy claramente que tenemos que proteger el 30% de la naturaleza antes del fin de la década de 2030”.
Para lograrlo, opina, no bastará con la acción de un único actor por más poderoso que sea. Lo que necesitamos es, en sus palabras, una “colaboración radical”.
A fondo
Tenemos que hacer más, mucho más, dice Lucatello. Y el cambio que necesitamos va más allá de la reducción de emisiones, de la protección de la biodiversidad. “Lo que se está cuestionando de fondo es el modelo de desarrollo que tenemos como países y como personas”, explica, por lo que se necesita una toma de conciencia y acción a todos los niveles.
No se trata de cargar la responsabilidad exclusivamente sobre los ciudadanos de a pie, pero no se puede dejar de lado nuestro rol. Y lo que debemos hacer no se puede reducir a la llamada educación ambiental, dice, sino que implica una toma de conciencia “mucho más profunda” que nos lleve a una mejor gestión de los recursos.
Es como una cerilla, explica: hay que cuidarla para mantener la llama encendida la mayor cantidad de tiempo posible.
Y, a su vez, debemos apostar a tener “más impacto en cuanto a las acciones que hacemos como colectivo”, explica Lucatello.
Villanueva, por su parte, apunta concretamente al consumo: debemos cambiar nuestros patrones de consumo y, a través de nuestras compras, también podemos influir en los modelos de producción de las empresas.
El cambio cultural, por su parte, debe influir en la formulación de políticas de gobierno.
La gran enseñanza de la naturaleza
¿Tenemos a la mano algún ejemplo de éxito que podamos tomar como referencia? En la literatura ambiental, explica Lucatello, se ha tomado como modelo el Protocolo de Montreal, que abordó la emisión de clorofluorocarbonos responsables del agujero de la capa de ozono.
Sin embargo, el desafío que tenemos por delante no es comparable, es un desafío “sin precedentes”, dice Lucatello, porque no se trata solo de reducir emisiones, sino que va a “las raíces de nuestro desarrollo”.
Espacio para la esperanza siempre queda. Y, como dice Villanueva, “si algo nos ha enseñado la naturaleza es que es resiliente”.
Pero habrá que poner mucho de nuestra parte.