Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Actualmente, Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald, en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Y ha vuelto como un karma familiar. Porque hay nueva presidenta en el país, Xiomara Castro, quien no tiene parentesco alguno con Fidel, pero sí con Manuel Zelaya, el presidente que los golpistas sacaron de su casa, de madrugada, el 28 de junio del año 2009, en pijama, a punta de M-16 y tiroteo, hasta Costa Rica, según Zelaya, pasando antes por el aeropuerto de la base militar hondureña con operaciones estadounidenses en Palmerola, Honduras. El Gobierno de EE.UU. ha negado su participación en el vuelo–, pero nadie puede entender qué fue a hacer aquel avión allí, como asegura el presidente secuestrado.
Y así vuelve ahora, doce años después del golpe a Zelaya, su esposa Xiomara Castro, como vuelven periódica e inevitablemente izquierdas y derechas en ese vaivén ritual que ofrecen las democracias para satisfacer un rato a cada cual. A millones quise decir, que sufren tanto cuando el partido opuesto se encuentra en el poder, que suelen rogar al Altísimo si son de derechas, o a la historia si son de izquierdas, que su pueblo sea para siempre libre y soberano, lleno de esperanzas y riquezas, mediante la simple, definitiva y permanente derrota del contrario.
La alternancia del poder –le dicen en lenguaje democrático a eso–, que es lo que precisamente muchos quieren terminar.
La nueva presidenta, que califica al anterior gobierno hondureño de dictadura, regresó gracias a dicha alternancia, garantizada bajo el gobierno anterior en el decreto No. 35-2021. No conozco ninguna dictadura tan democrática. Castro asumirá su cargo el 27 de enero en un estadio deportivo. Y dice que no habrá gastos del Gobierno –argumentando que no hay porqué hacer gastos superfluos– y ha inspirado una colecta popular para cubrir los gastos de la toma de posesión presidencial, que también, asegura, será sobria.
La deuda externa de Honduras en el año 2009 llegó a los US $ 2.444 millones y al final de 2021 ascendía a US$ 11.321 millones, algo que el expresidente Zelaya atribuye a la corrupción en los tres gobiernos que le sucedieron.
El golpe de Estado a Zelaya despertó considerable rechazo mundial. Incluso la OEA lo condenó, suspendiendo a Honduras. Cuando aquello no era Luis Almagro el encargado de la organización, sino José Miguel Insulza, político chileno de prestigio, que fue su secretario general de 2005 a 2015. El presidente Barack Obama también condenó la situación, pero después dejó de mencionar el tema del golpe de Estado. Entonces Zelaya lo acusó de cambiar de posición “relegando un acuerdo con el Gobierno legítimamente reconocido [el suyo] hacia un segundo plano”.
Aunque muy cercano, no es Zelaya el elegido sino Xiomara Castro, en realidad. ¿Y qué anuncia la presidenta electa en su gobierno? La construcción de un Estado socialista democrático, la defensa de los derechos humanos, siendo el ser humano hondureño lo central y como su mecanismo funcional, la democracia participativa, diferente a la concepción de la democracia representativa, donde será directamente el elector quien decidirá sobre los cambios fundamentales en el país en vez de sus representantes, que después de electos se olvidan muchas veces del elector.
Es cierto que la democracia participativa es encantadora en su presentación y esencia, aunque hay que ver cuántos referendos habría que convocar para cumplir con el propósito de un Ejecutivo con una política bien determinada, y según su programa de gobierno bastante extenso y detallado en 68 páginas.
El primer acto que la presidenta electa anuncia, para el mismo día de su toma de posesión, es una proposición de referendo constitucional, para cambiar la carta magna hondureña. Algo parecido a lo que se proponía hacer Manuel Zelaya, pocos días después de su secuestro, con su “cuarta urna” y que fue la causa de que el Tribunal Supremo hondureño, en una medida tajante, declarara su inhabilitación, “legalizara” la actuación de los efectivos -que Zelaya afirma iban encapuchados- y deportara al presidente de su país, de su casa y de su cargo.
Hay semejanzas en las proyecciones de los gobiernos de Manuel Zelaya y Xiomara Castro, que ganó después de dos intentos, pero 2022 no es lo mismo que 2009. Los componentes sociales de la coalición del Partido Libre, que ha ganado las elecciones en alianza con el Partido Salvador de Honduras, de Salvador Nasralla, es distinta al Partido Liberal que acompañó en 2006 a Zelaya, porque ahora están en el Gobierno el sector empresarial, industrial, la clase media, y numerosos profesionales, con diferentes ideas y posiciones.
Hasta dónde se radicalizará el Gobierno de Xiomara Castro está por verse. ¿Qué importancia tendrá su esposo, coordinador de Libre, en las decisiones y orientación final del Gobierno? De momento, ya Castro ha anunciado que establecerá relaciones con Beijing, a contrapelo de lo que favorece Washington, que es la relación tradicional con Taipei, algo que China no aceptará. Venezuela asistirá a la toma de posesión este 27 de enero. Falta por confirmar si el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, asistirá a la ceremonia. Zelaya nunca reparó en reconocer su amistad y colaboración con Fidel y Raúl Castro, Cuba apoyó a Zelaya con maestros y médicos. Y uno de los lemas llamativos de la presidenta electa es el guevariano “Hasta la victoria siempre”, que pasó a ser parte principal de la fraseología ideológica de la Revolución cubana luego de la ejecución del Che en la Higuera, Bolivia.
¿Cuán rosada será la próxima marea en América Latina?