Moscú (CNN) — El presidente de Rusia, Vladimir Putin, es un hombre al que le gusta mantener abiertas sus opciones, y la crisis de Ucrania no es una excepción: mientras el líder del Kremlin señala su voluntad de participar en el frente diplomático, también está defendiendo la guerra.

Consideremos la situación en Donbas, los territorios en el este de Ucrania controlados en parte por separatistas respaldados por Rusia. En una conferencia de prensa con el canciller alemán Olaf Scholz el martes, Putin dejó caer la palabra con “g” para describir la situación allí.

“Según nuestras estimaciones, lo que está sucediendo hoy en Donbas es un genocidio”, dijo Putin.

Scholz respondió y dijo a los periodistas que Putin estaba “equivocado” al usar el término. Pero esos comentarios ya estaban en el ámbito público, y Putin había intensificado la retórica.

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La queja de Putin sobre el Donbas no es nueva. Ha hablado repetidamente sobre lo que describe como la violación de los derechos de los rusos étnicos y los rusoparlantes en Ucrania, y ha declarado que Rusia tiene derecho a intervenir militarmente para protegerlos.

Pero Putin parece estar defendiendo su propia versión de una “responsabilidad de proteger”, por muy distante que la situación en Donbas pueda ser de Ruanda –donde más de 800.000 personas, en su mayoría tutsis, fueron asesinadas en el transcurso de 100 días en 1994– o Srebrenica –donde más de 7.000 hombres y niños, en su mayoría musulmanes, fueron masacrados en 1995.

Invocar el genocidio hace eco de la falsa afirmación de Rusia de que su vecino, Georgia, cometió genocidio contra civiles en la república separatista de Osetia del Sur en agosto de 2008. Durante ese breve conflicto, Rusia lanzó una incursión militar masiva que penetró profundamente en territorio georgiano, un escenario que preocupa a los políticos occidentales hoy en día cuando se trata de Ucrania.

El Comité de Investigación, el máximo organismo policial de Rusia, llevó los comentarios de Putin un paso más allá el miércoles cuando anunció que había abierto una investigación criminal sobre la supuesta evidencia de lo que llamó “bombardeo indiscriminado” de civiles en la región de Donbas por parte de las fuerzas ucranianas desde 2014.

En un comunicado de prensa mezclado con un lenguaje políticamente cargado, el Comité de Investigación dijo que había abierto un caso penal bajo la Parte 1 del Artículo 356 del Código Penal de la Federación Rusa, que cubre el maltrato de la población civil y el uso de medios y métodos prohibidos por un tratado internacional en un conflicto armado.

La declaración del Comité de Investigación se hizo eco del discurso de genocidio de Putin, diciendo: “La intención de exterminar a los habitantes de Donbas es obvia: la investigación rusa registró cientos de tales hechos que califican como evidencia del uso de medios y métodos de guerra prohibidos”.

Está claro por qué el Kremlin quiere cambiar de tema: en 2015, por ejemplo, un bombardeo atribuido a los separatistas de Donbas respaldados por Rusia se cobró la vida de al menos 30 personas en la ciudad de Mariupol, en el sureste de Ucrania.

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Desde que comenzó el conflicto en el Donbas en 2014, miles de civiles han resultado muertos y heridos en los combates, según estimaciones de las Naciones Unidas. Pero anunciar una investigación, no por parte de un organismo independiente, y en el punto álgido de una confrontación con Ucrania, parece ser un movimiento claramente político, independientemente de la verdad de las acusaciones.

Y luego está también la irritante cuestión del estatus legal de las regiones separatistas de Donbas. Rusia nunca ha reconocido a la autoproclamada República Popular de Donetsk (DPR) y la República Popular de Luhansk (LPR), en el Donbas, como estados soberanos e independientes, incluso cuando ha entregado pasaportes rusos a las personas que viven allí.

Los legisladores rusos a principios de esta semana apelaron al presidente ruso para que reconozca a las repúblicas disidentes en Donbas como independientes. Eso también crea una situación potencial en la que Rusia podría declarar la necesidad de responder a la “agresión” ucraniana contra esos pequeños estados.

¿Pasaría eso? El reconocimiento de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk echaría por tierra los acuerdos de Minsk, un paquete de medidas que, por ahora, según el Kremlin, es la única forma de resolver la crisis de Ucrania.

Pero fabricar más problemas también puede beneficiar al Kremlin: amplía el menú de opciones a disposición de Putin.