Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora.
(CNN) – Cuando las fuerzas ucranianas repelieron a las tropas rusas que pretendían capturar la capital, Kyiv, dijeron que habían encontrado algo interesante en lo que dejaron atrás los rusos tras su retirada: municiones y armas abandonados, y dentro de los vehículos militares, uniformes de desfile rusos. “Esperaban tomar el control de Kyiv en dos días y hacer un desfile aquí”, dijo Oleksandr Hruzevych, subjefe del Estado Mayor de las fuerzas terrestres de Ucrania.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, no pudo conseguir un desfile en la capital ucraniana, pero pronto habrá un desfile en Moscú y, pase lo que pase en el campo de batalla, es probable que declare la victoria durante ese evento dentro de tres semanas.
El 9 de mayo es cuando Rusia celebra una de sus fiestas nacionales más importantes, el Día de la Victoria, el aniversario de la rendición de Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. El Kremlin ha utilizado ese aniversario durante más de 70 años para conmemorar el éxito del heroísmo contra los nazis, pero, igualmente importante, para proclamar al pueblo ruso y a los amigos y enemigos del país por igual que los líderes de Moscú gobiernan una gran y poderosa potencia.
El Día de la Victoria tiene que ver con el músculo militar, y cuando llega en medio de una guerra, aunque se trate de una que los rusos tienen prohibido llamar “guerra” y que la propaganda estatal afirma falsamente que se está desarrollando perfectamente según el plan, no queda más remedio que aprovechar la ocasión para presumir de victoria.
Las evaluaciones de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, los analistas de la política exterior rusa y el sentido común indican que Putin utilizará el 9 de mayo como una especie de plazo autoimpuesto en Ucrania. No se trata de una fecha límite para ganar la guerra, que probablemente no ocurrirá para entonces, sino para fingir que Rusia ha ganado algo. Algo crucial. Algo importante.
La campaña de las próximas tres semanas se centrará en el este de Ucrania, en la región de Donbás, junto a la frontera rusa, donde hay una mayor concentración de personas de etnia rusa y de rusoparlante, y donde los separatistas apoyados por Rusia han estado librando una guerra contra el Estado ucraniano durante ocho años.
Ahí es donde Putin buscará un éxito que le ayude a guardar las apariencias, una victoria concreta que pueda llevar al pueblo ruso para decirles que sigue siendo el líder mítico cuya “operación militar especial”, con todas las dificultades que está causando a los rusos, por no hablar de las adversidades que está infligiendo a Ucrania, ha valido la pena. Desgraciadamente, su desesperación por ganar significa que las próximas tres semanas llevarán seguramente una muerte y una destrucción aún peores a Ucrania.
Hasta ahora, la guerra de Putin ha producido casi exactamente lo contrario de lo que quería: fortalecer el sentido de nación de Ucrania, fortificar y unificar a la OTAN y a Occidente, empañar la imagen de las fuerzas militares y los estrategas de Rusia, y así sucesivamente. Y, sin embargo, Putin ha logrado ocultar esos hechos al pueblo ruso, cerrando los medios de comunicación independientes y provocando la huida del país de los auténticos periodistas rusos. Esto ha dejado a casi todos los rusos consumiendo solo los medios controlados por el Estado, que son poco más que propaganda.
Pero incluso los dictadores deben preocuparse por su posición interna. Si el pueblo ruso ve la aventura ucraniana de Putin como el desastre que ha sido hasta ahora, su control del poder podría debilitarse.
Incluso bajo la información controlada por el Estado, algunos hechos pueden llegar a ser imposibles de ocultar. Los soldados volverán a casa para contar sus historias a amigos y familiares. Miles de ellos no volverán. Y un pequeño segmento de la población puede seguir recibiendo las noticias del extranjero. Mientras tanto, el pueblo ruso, que sufre una situación desesperada debido a las sanciones y a la salida de muchas empresas extranjeras de su país, puede llegar pronto a un punto de ruptura económica. En cualquier caso, la verdad se irá filtrando poco a poco.
Por eso Putin necesita urgentemente mostrar su campaña como triunfante.
El 9 de mayo, Putin casi con toda seguridad se situará en la Plaza Roja, en un escenario construido frente al mausoleo donde el cuerpo embalsamado del líder soviético Vladimir Lenin ha permanecido expuesto durante más de 90 años, y fingirá que todo va bien en su frente occidental. Pasará revista ceremonialmente a las tropas, por muchas que el ejército pueda disponer del despliegue masivo en Ucrania.
Veremos si el ministro de Defensa Sergei Shoigu hace acto de presencia. Hasta el año pasado, desempeñaba un papel importante, con su pecho adornado de medallas, resplandeciente tras las sangrientas victorias en Siria y Chechenia. En la actualidad, dirige una fuerza humillada y los persistentes rumores sobre su desaparición se niegan a morir.
Ese día, Putin probablemente anunciará algo sobre la región de Donbás. Tal vez declare que ha sido “liberada” de los “nazis” que, según él, gobiernan Ucrania (una afirmación absurdamente falsa, dado que el propio presidente del país es judío). Tal vez Rusia celebre un falso referéndum, como hizo después de capturar la península ucraniana de Crimea en 2014. Si Rusia publica un referéndum que muestra que la mayoría de los habitantes de Donbás están deseosos de unirse a Rusia, recuerde que una reciente encuesta independiente no apoya esa afirmación.
Poco después del desfile del Día de la Victoria de 2021, Putin publicó un artículo en el que afirmaba que los rusos y los ucranianos son un mismo pueblo. Fue una señal ominosa de que Putin trataría de borrar la identidad, la nacionalidad y las propias fronteras de Ucrania poco después. La mayoría de los habitantes de Donbás, la única zona de Ucrania en la que cabría esperar simpatía por el análisis histórico de Putin, rechazan rotundamente esa opinión. En una encuesta exclusiva de CNN, menos de uno de cada cinco estaba de acuerdo en que rusos y ucranianos son “un solo pueblo”. Aun así, ese es un elemento clave o la justificación de la guerra de Putin.
Otra victoria estratégica para Putin podría llegar si cae la ciudad portuaria de Mariúpol, a medida que las fuerzas rusas intentan establecer un corredor terrestre entre los territorios que controlan en Donbás y Crimea. Eso reforzaría el control de Moscú sobre un gran segmento de Ucrania, lo que supondría mucho más que una victoria simbólica. Sería un golpe moral, estratégico y económico a la soberanía de Ucrania.
Para asegurar cualquier victoria de este tipo para el 9 de mayo, Putin casi seguramente desatará aún más furia en el este de Ucrania. Esto será respondido con una ferocidad inflexible por parte de Ucrania. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, declaró a CNN que Ucrania no cederá territorio en el este para detener la guerra. Si Donbás cae, cree, Putin volverá a apuntar a Kyiv.
Para resistir el nuevo ataque, Ucrania necesita aún más ayuda de Occidente. Y Ucrania la necesita rápidamente. El deseo de Putin de declarar la victoria en tres semanas traerá más sufrimiento. Pero también ha puesto al líder ruso en un peligro potencial. Lo que anuncie el 9 de mayo tiene que ser creíble. De lo contrario, Putin sabe que se volverá peligrosamente vulnerable.
Al fin y al cabo, el desfile se celebrará en Moscú, no en Kyiv.