(CNN) – La conclusión más escalofriante de una nueva serie de mensajes de texto que muestran cómo el círculo íntimo del expresidente Donald Trump planeó robar las elecciones de 2020 no es el fervor delirante de su plan o la forma casual en que los conspiradores rechazaron la voluntad legítima del pueblo estadounidense.
Ni siquiera es la hipocresía de los partidarios clave de Trump que en algunos casos estaban disgustados y asustados por la insurrección del Capitolio de Estados Unidos y sabían que estaba mal, pero desde entonces han tratado de encubrir la culpabilidad del expresidente en el ataque.
La revelación más alarmante de los 2.319 mensajes de texto enviados y recibidos por el ex secretario general de la Casa Blanca, Mark Meadows, que fueron informados exclusivamente por CNN este lunes, es que ese mismo caldo autoritario ya está envenenando otra elección, las elecciones intermedias de noviembre de 2022, con la mentira de que Trump ganó las elecciones en 2020.
Justo este fin de semana, la falsedad del fraude electoral generalizado, que llevó al aterrador asalto de los partidarios de Trump al Capitolio, definió las batallas primarias republicanas en Michigan y Georgia. También está funcionando en todo el país en otras contiendas, impulsada por la determinación de Trump de convertir las elecciones intermedias en un teatro de venganza y una plataforma para recuperar el poder en 2024.
Los textos —que fueron enviados por miembros del Congreso, figuras clave del Partido Republicano, presentadores de Fox e incluso la familia de Trump— también plantean una pregunta preocupante. Es posible, si no probable, que muchos de los involucrados pronto puedan tener poder político real si el Partido Republicano capitaliza con éxito la impopularidad del presidente Joe Biden y obtiene escaños en el Congreso, como es la norma histórica para el partido fuera de la Casa Blanca.
Y los mensajes subrayan cómo la división más importante en la política moderna no es la antigua lucha entre el liberalismo y el conservadurismo, un duelo ideológico legítimo sobre el significado y la dirección de Estados Unidos. En cambio, la gran lucha de principios del siglo XXI es entre aquellos en el Partido Republicano que están preparados para rechazar la democracia y todos los demás.
Lo que dicen los mensajes de texto de Meadows
Los mensajes de texto enviados o recibidos por Meadows entre el día de las elecciones de 2020 y la toma de posesión de Biden el 20 de enero de 2021 fueron obtenidos e informados por Jamie Gangel, Jeremy Herb y Elizabeth Stuart de CNN.
Ellos muestran cómo los partidarios más fervientes y desquiciados de Trump buscaron desesperadamente anular una elección libre y justa, se entregaron a fantasías absurdas sobre un fraude electoral que no sucedió y conspiraron para negarle a Biden su presidencia.
Meadows entregó los textos a la comisión selecta de la Cámara de Representantes que investiga la insurrección del 6 de enero de 2021 antes de dejar de cooperar con el panel. Aparte de todo lo demás, muestran a un secretario general de la Casa Blanca facilitando un ataque a la democracia en lugar de actuar en cualquier definición convencional y aceptada de ese puesto crítico del gobierno.
En uno de los textos más notables, la representante de Georgia Marjorie Taylor Greene le dijo a Meadows solo tres días antes de que Biden prestara juramento que algunos republicanos todavía querían que el entonces presidente declarara la ley marcial. Testificando bajo juramento la semana pasada, antes de que se revelaran estos textos, la partidaria de alto perfil de Trump dijo que no podía recordar ningún sentimiento de ese tipo.
Ella ha estado entre los muchos republicanos de la Cámara que negaron la verdad de la insurrección y que han tratado de impedir los esfuerzos para encontrar la verdad. Pero el 6 de enero, según muestran los textos, Greene estaba entre los republicanos que le suplicaron a Meadows que lograra que Trump calmara a sus merodeadores partidarios, que se abrieron camino hacia el Capitolio.
Otro grupo de textos muestra a partidarios de Trump sugiriendo formas de culpar a los activistas de Antifa de la violencia de sus partidarios. Muestran al secretario de Energía de la administración Trump, Rick Perry, y al hijo de Trump, Donald Trump Jr., intercambiando ideas para anular la derrota electoral de Trump. Y el material ofrece evidencia del papel de Meadows en la coordinación de esfuerzos para anular los resultados en varios estados.
Nuevas preguntas para la comisión del 6 de enero
Los textos también sugieren que el informe final de la comisión, luego de las audiencias públicas que se espera se celebren en unas semanas, bordará una imagen devastadora de los esfuerzos de Trump por subvertir las elecciones y aferrarse al poder.
Pero si bien son impresionantes de leer, es poco probable que resuelvan la pregunta emergente más vital sobre el trabajo de la comisión de la Cámara. Por más condenatorios que sean los hallazgos, que probablemente dejarán un valioso legado, ¿enfrentará alguien una verdadera responsabilidad por el peor ataque a la democracia estadounidense en la historia moderna?
La comisión en sí no tiene poder para imponer consecuencias. Y aún no se ha decidido si enviar una referencia penal del expresidente o sus presuntos cómplices al Departamento de Justicia. La Cámara votó para remitir las citaciones por desacato penal de la comisión contra Meadows y los exasesores de la Casa Blanca de Trump, Dan Scavino y Peter Navarro, al Departamento de Justicia. Otro asistente de Trump, Steve Bannon, enfrenta un juicio a finales de este año después de una remisión similar.
Aún así, la idea de que el secretario de Justicia Merrick Garland decidiera que había suficiente probabilidad de una condena para enjuiciar a Trump parece descabellada para muchos observadores legales y políticos. Y si los republicanos, como se espera, recuperan la Cámara en noviembre, la comisión selecta seguramente será barrida por algunos de los mismos leales a Trump cuyo encubrimiento de la insurrección ha estado investigando.
Para muchos estadounidenses, que luchan contra la alta inflación que ha disparado los precios de los productos básicos y la gasolina, la cuestión de exigir responsabilidades por la insurrección del 6 de enero puede parecer retrospectiva más de un año después. Y a pesar de la mentira sobre unas elecciones robadas que dominan los duelos de las primarias republicanas, muchas elecciones de noviembre pueden depender principalmente de la incapacidad de Biden y los demócratas para proyectar una narrativa ganadora, a pesar de que la economía está mejorando en muchos aspectos.
Pero cada vez es más claro que la falta de consecuencias para quienes ayudaron a Trump en su pernicioso intento de robar unas elecciones legítimas está teniendo un efecto peligroso al envalentonar nuevos ataques a la democracia. El principio nacional central de que el pueblo tiene derecho a elegir a sus líderes, no una banda heterogénea de conspiradores y partidarios hambrientos de poder de un hombre fuerte, parece más amenazado que nunca.
Múltiples campañas primarias del Partido Republicano tienen sus raíces en la mentira de que Trump ganó las elecciones de 2020. El expresidente está ejerciendo su considerable poder en el partido para promover candidatos que niegan la verdad. Y también busca aprovechar a los partidarios que fomentan la falsedad de que hubo un fraude masivo en 2020 en puestos estatales clave que administran las elecciones.
En su primer debate para gobernador en Georgia este fin de semana, por ejemplo, el exsenador David Perdue, quien se volvió un acólito de Trump en su búsqueda del poder, atacó al gobernador Brian Kemp, quien se negó a ayudar en el intento del expresidente de anular la victoria de Biden en ese estado.
“La elección de 2020 fue amañada y robada”, dijo Perdue en su declaración de apertura el domingo, abordando un tema al que volvió con frecuencia.
Y en Michigan este fin de semana, Kristina Karamo, quien promovió mentiras sobre una elección robada en 2020 y cuenta con el respaldo de Trump, ganó el respaldo del Partido Republicano estatal para secretaria de estado. Si gana las elecciones en noviembre, estará a cargo de dirigir las próximas elecciones presidenciales en ese estado. El candidato respaldado por Trump también ganó el visto bueno del partido estatal para fiscal general del estado. Historias similares de conspiradores electorales pro-Trump se están desarrollando en Colorado, Arizona y otros lugares.
Es demasiado pronto para decir si tales campañas electrizarán a la base conservadora a expensas de los votantes más moderados, lo que podría ser contraproducente para el Partido Republicano. Pero ya es obvio que la batalla engañosa para robar el poder, que repercute en los textos de Meadows, todavía amenaza el derecho de los votantes estadounidenses a elegir a sus propios líderes.