(CNN Español) – “Cuando pierdes a tu esposo, eres viuda. Cuando pierdes a tus padres, eres huérfano. Pero cuando pierdes a un hijo, no hay nombre para ese dolor. Simplemente es tan fuerte, tan difícil, tan doloroso que no hay forma de ponerlo”, dice Grace Fernández Morán, mientras busca a un desaparecido en Coahuila, México.
Cientos de miles han sido víctimas de desaparición forzada, un crimen que por lo que implica se comete no solo contra una persona, ni contra su familia, sino, como lo define Naciones Unidas, contra toda la humanidad.
Hoy a ese espectro del delito se agrega lo que llaman la “impunidad biológica”, pues muchas madres que buscan a sus hijos envejecen y mueren tras años de angustias que las enferman, sin dar con familiares o con los autores de esos crímenes. La muerte les llega antes que la justicia.
En las distintas formas de desaparición en los países latinoamericanos —un horror que priva a las familias de un cierre definitivo, sepulta la verdad y obstruye la justicia— hay un elemento común: las madres de los desaparecidos son el emblema de la búsqueda incansable.
En Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Colombia, Perú, Bolivia, Brasil, Haití, El Salvador, Guatemala, Honduras y México hay madres que dedicaron su vida a buscar para dar sepultura a sus hijos, y a la vez reclamar justicia.
“Una gran fosa común”
Luz Marina Bernal Parra, es una de las Madres de los Falsos Positivos de Soacha (Mafapo), en Colombia. Su duelo se vio remecido en abril, cuando un grupo de 11 militares colombianos reconoció responsabilidad en los llamados “falsos positivos”, en una audiencia de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en la que confesaron haber asesinado a campesinos, presuntamente en respuesta a la presión de sus superiores para inflar los resultados de sus acciones.
En diciembre, otro grupo de militares y un civil ya habían reconocido ante la JEP su responsabilidad en los falsos positivos de al menos 120 personas en Catatumbo y 127 en la costa Caribe.
Su hijo corrió esa suerte infame. “Eran montajes, no fueron actos de guerra. Fueron jóvenes seleccionados para llevarlos como carne de cañón y cometer sevicia con ellos y hacerlos pasar como guerrilleros. En el caso de Fair Leonardo Porras Bernal, Luz Marina Bernal dice a CNN que seis militares que reconocieron crimen de lesa humanidad. En 2012, una jueza de Cundinamarca les impuso penas de 53 y 54 años, de acuerdo con el Centro de Memoria Histórica.
La justicia estableció que a su hijo Fair Leonardo lo desaparecieron efectivos del Ejército Nacional de Colombia 8 de enero del 2008 en un montaje de los llamados “falsos positivos”. Lo encontró en una fosa en Ocaña, norte de Santander.
En Colombia existe una Jurisdicción Especial para la Paz y la Rendición de Cuentas, y la Comisión de la Verdad de Colombia ha logrado avances. De todas formas, las cifras oficiales de más de 80.000 personas desaparecidas, contrastan con las de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Uariv) que llevan el número hasta 200.000.
Esta madre asegura que Colombia es una gran fosa común. Y que jamás se detendrán, aunque sus cuerpos no den más.
“Estamos viviendo enfermedades que nacen en nuestros cuerpos dónde tenemos que soportar para seguir adelante. Muchas madres han muerto de cáncer de mama porque ahí fue donde amamantó a su hijo, cáncer de útero, porque ahí fue donde es donde criamos a nuestros hijos, y el daño físico y psicológico que nosotros estamos recibiendo día a día”, dice Bernal a CNN.
Estudios científicos establecen relaciones estrechas entre situaciones prolongadas de angustia y el desarrollo de enfermedades físicas, y el fenómeno hoy conocido como somatización o trastorno de síntomas somáticos es estudiado hace décadas.
También se conocen algunas investigaciones científicas sobre las enfermedades que padecen víctimas de violaciones a los derechos humanos, que indican la probabilidad de relación causal entre el sufrimiento provocado y las dolencias que padecen. En especial, cuando la desaparición de un familiar es considerada por la ONU una forma de infundir terror y hasta de tortura contra sus parientes.
El Relator Especial de la ONU Fabián Salvioli, dijo a CNN que la sociedad “ha empujado a las mujeres a tomar ese liderazgo, sin tener en cuenta riesgos. Es decir, ‘me han tocado a mi hijo y entonces yo no mido riesgos, yo salgo efectivamente a poner el cuerpo’… en relación a eso. Pero además, como un mensaje muy claro”.
“Yo creo que la sociedad, salvo sectores muy necios, no pueden no dejar de compartir la búsqueda de una madre en relación a un hijo o a una hija desaparecido”, sentencia Salvioli.
El cuerpo somatiza todo: un llanto sin consuelo
Casos así se multiplican. En México, Grace Fernández dice que su madre estuvo al borde del coma, cuando su cuerpo resintió la pérdida de su único hermano, Dan Jeremeel, en Coahuila, a manos de militares. Ella tomó entonces su lugar en esta búsqueda.
“Mi mamá mañana, tarde y noche era buscar a su hijo. Fueron cuatro meses muy intensos, llenos de amenazas. Entonces entre el estrés, la angustia, la depresión, la frustración, la ira, todo eso, pues al final su cuerpo somatiza todo, todos sus sentimientos”, explica Fernández.
Y otras veces el cáncer es lo único que puede detener a una madre, advierte Lorena Díaz, en Santiago de Chile.
A Ana González de Recabarren la dictadura de Augusto Pinochet le arrebató a dos de sus hijos, Luis Emilio, de 29 años, y a Manuel «Mañungo» Guillermo, de 22. La Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) también se llevó a su nuera, que a sus 20 estaba embarazada, según consta en los informes de la Comisión de Verdad y Reconciliación de Chile. El 29 de abril de 1976 se convirtió en una madre de detenidos-desaparecidos. Al día siguiente, su marido Manuel, salió a buscar a sus hijos y a su nuera, y también fue detenido y desaparecido.
Díaz fue su nieta por adopción: su padre también es desaparecido. “Ella fue mi abuela desde que tengo noción. Se conocieron mi madre Pola conmigo en brazos de dos años, muy joven, presentando habeas corpus por sus hijos”, relata a CNN en su oficina.
Dice Lorena que “tenía a su hijo y a su marido pegado en el pecho en sentimiento y pegado en el pecho en fotografía, porque toda la vida lo llevó con ella en su costado izquierdo. Una madre, abuela que buscó incansablemente, que no lloró nunca lo que debía llorar.”
Toda la dictadura y décadas de democracia de búsqueda pertinaz culminó el 26 de octubre de 2018: Ana murió a los 93 años sin encontrar a su familia.
Buscar, una decisión de vida
Al otro lado de la cordillera de Los Andes la psicóloga social Nora Morales de Cortiñas tiene 92 años de edad y 45 de búsqueda. En abril de 1977 su hijo Carlos Gustavo Cortiñas, militante de la organización Montoneros en la Villa 31, fue detenido-desaparecido en Buenos Aires.
“Yo voy a seguir hasta que me muera —asegura Morales a CNN—. Y cada madrecita que se muere, de amigas del grupo, hasta el momento que están dejando este mundo siguen en lo mismo: insistiendo que tiene que haber toda la verdad y toda la justicia. Y nosotros transmitimos la memoria a nuestros hijos y a nuestros nietos, para que ellos sigan cuando nosotros ya no estemos.”
Es una de las madres de Plaza de Mayo de la llamada Línea Fundadora. Han sido cientos de mujeres que nunca renunciaron a encontrar a sus hijos y que, cubiertas sus cabezas con su icónico pañuelo blanco.
En México, desde diciembre de 2008, Grace Fernández ha tenido que ser un poco madre de su madre, Yolanda Morán Isais, de su hermano menor y de sus sobrinos, tras la desaparición de Dan Jeremeel Fernández Morán, su hermano.
“Yo no soy mamá, yo cuando él desaparece tuve que tomar una decisión de vida, porque mi hermano es papá de cinco hijos de 15 a los 2 años de edad,” dijo Fernández a CNN.
Tras 14 años, Fernández responsabiliza miembros de del Ejército Mexicano de la desaparición de su hermano en Torreón, Coahuila.
Según relató Grace Fernández a CNN, Dan no llegó a recoger a una de sus hijas en casa de una compañera ni a su madre, quien lo esperó en una estación de autobuses en Coahuila. La policía estatal informó a su familia que un teniente fue detenido con el auto de Dan. Este oficial luego delató a cómplices, entre ellos otros dos miembros del ejército. Los tres militares detenidos fueron asesinados, estando en prisión mientras se investigaba.
Por irregularidades en esta indagación la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) recomendó a la Fiscalía General de Coahuila (FGE), reparar el daño a la familia de Dan Jeremeel.
Con el tiempo Grace Fernández se transformó en activista de tiempo completo, y es portavoz del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, que, según explica, integran 84 colectivos en todo el país, también en Honduras, Guatemala y El Salvador.
“Las mamás han tenido que salir a buscar con sus propias manos en las fosas clandestinas”, explica.
Pocos meses después de iniciar su gobierno, en marzo de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo durante la reinstalación del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas que el Estado mexicano asumía su responsabilidad de buscar “sin tregua” a las personas desaparecidas. El mandatario dijo que se trabajaría en coordinación con gobiernos estatales, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales para “hacer justicia ante una tragedia dimensiones históricas”.
“Pese a estos esfuerzos, permanecen más de 94.000 personas reportadas oficialmente como desaparecidas, existen decenas de miles de cuerpos sin identificar”, indica en sus conclusiones un informe que en noviembre completó la Comisión Nacional de Búsqueda para el Comité contra las Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas.
En su último reporte semestral, publicado en noviembre, la Secretaría de Gobernación de México, de la cual depende la Comisión de Búsqueda, indicó que de las 49.581 personas reportadas como desaparecidas entre diciembre de 2018 y el 30 de junio de 2021, habían sido localizadas el 56,54%, y de estas, el 8% estaban muertas.
Pero el tablero con datos públicos que la Comisión Nacional de Búsqueda actualiza a diario, indicaba, al 12 de mayo, que 245.309 personas habían sido reportadas como desaparecidas desde marzo de 1964, cuando estas denuncias comenzaron a ser compiladas por el gobierno. De aquel gran total, 99.899 seguían en la categoría de “desaparecidas y no localizadas”, mientras 145.410 habían sido localizadas. De esta última categoría, 9.906 fueron halladas muertas y el resto con vida.
En México la desaparición de personas tiene orígenes diversos: la acción del Estado como persecución política en los años 70, de las bandas criminales y narcotraficantes, trata de personas, y “a partir de 2007, en virtud de la llamada ‘guerra contra el narcotráfico’”, como lo señala en el citado informe de noviembre de 2021.
Continuar el camino hasta la prueba final
En abril, una de las madres buscadoras de Sonora creyó identificar la dentadura de su hijo en restos que desenterraron en una fosa clandestina en Hermosillo, en el noroeste de México, según informó agencia Efe. Cuatro días más tarde la fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE) de Sonora informó que, tras realizar exámenes genéticos, descartó que las osamentas fuesen de esa persona. Para Grace Fernández, fue una nueva desazón que comparte con miles de personas de este movimiento.
Aclara su voz quebrada, seca unas lágrimas, y sigue cruzando el país de norte a sur por su hermano.
“La esperanza de que quizás esté con vida después de casi 14 años… pues es muy difícil, lo sabemos, estamos conscientes. Pero pues una madre no olvida y no pierde la esperanza hasta que no tiene la prueba fehaciente, contundente, de que su hijo, su hija, ya no está con vida”. Y agrega: “No me gustaría tener hijos a los que tener que heredarle esto.”
Pero es el destino que en Chile recibió Lorena Díaz. Y se quiebra con lágrimas al reconocerlo: “Como dice la canción de la Guerra Civil española, ‘Nombro tu nombre y aquí hago la posta y tú continúas mi camino’. Pero cuando uno es mamá y ya ves que en mi caso todavía no se logra ni verdad, ni justicia, ni reparación, y lo vas a tener que dar por tercera generación a tus hijos. Es desgarrador. Sí, es desgarrador e indignante”.
Díaz tiene cuatro hijos, uno por adopción. Y si bien es hija de padres desaparecidos, aceptó de su abuela Ana, y de su propia madre, la pesada misión de continuar su papel de madre buscadora.
“Yo recuerdo las palabras de mi abuela y de mi madre de decir que no quería morir heredando este dolor o esta tragedia. Pero no le tomé el peso hasta que fui madre”, dice Díaz a CNN.