CNNE 1213073 - '¡patetico!'- entrenador de la nba critica al senador mcconell tras masacre en texas
Steve Kerr de la NBA sobre masacre en primaria de Uvalde, Texas: "¿Cuándo vamos a hacer algo?"
02:51 - Fuente: CNN

Nota del editor: James Moore es un analista político, autor y consultor de Comunicación Empresarial que lleva escribiendo e informando sobre la política de Texas desde 1975. Es el fundador de Big Bend Strategies y publica regularmente en Texas to the World. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor.

(CNN) – Los tiroteos masivos se han vuelto tan comunes en Estados Unidos que desarrollamos una patología sobre cómo reaccionar. Las familias agraviadas que perdieron a un ser querido son las destinatarias de pensamientos y oraciones. Se elogia a las fuerzas del orden por evitar que la tragedia se convierta en algo aún más horrible. Se ofrece asesoramiento a los supervivientes. Los políticos acuden a la ciudad para expresar su simpatía e indignación, y prometen que la más reciente comunidad se recuperará y se mantendrá “Texas firme” o “Sandy Hook firme” o “Parkland firme”.

Pero no ocurre nada para que se evite otro tiroteo.

Rezamos. Pero no legislamos. Y está claro que la oración no está deteniendo la matanza. En todas las declaraciones que han hecho los políticos conservadores tras el mortal tiroteo del martes en la Escuela Primaria Robb de Uvalde, Texas, donde murieron 19 niños y dos adultos, no esperen oír ni una sola voz que sugiera una reforma de las armas. La Segunda Enmienda es siempre tratada como más importante que la vida de los niños. Se lanzarán palabras como “malvado” e “incomprensible” y “horrible” y, como nos instó el senador republicano por Texas, Ted Cruz, se nos animará a “unirnos como nación”. Pero sospecho que nosotros -o algunos de nosotros- ya lo hemos hecho. Algunos de nosotros nos unimos y decidimos que ningún horror causado por las armas puede ser peor que la restricción del acceso a las mismas.

El gobernador de Texas, Greg Abbott, un republicano muy conservador, se presentó ante las cámaras de televisión el martes y dijo: “Cuando los padres dejan a sus hijos en la escuela, confían en que podrán recogerlos cuando termine la jornada escolar”. Habría que preguntarle al gobernador cómo un padre puede tener esa seguridad cuando dijo que estaba molesto porque sus electores no estaban comprando suficientes armas.

“Estoy AVERGONZADO”, tuiteó Abbott en 2015. “Texas #2 en la nación para nuevas compras de armas, detrás de CALIFORNIA. Vamos a acelerar el ritmo, texanos”.

Ayudó a su estado a competir en ese concurso de compra de armas con California. Justo el año pasado, Abbott firmó con orgullo lo que llamó un proyecto de ley de “portación constitucional”, que permitía a cualquier persona mayor de 21 años llevar un arma sin necesidad de obtener un permiso, y lo hizo después del asesinato masivo de El Paso, en 2019. Siempre existe la premisa errónea de que más armas harán que sea probable que un asesino sea detenido por alguien. Antes de que Abbott firmara la medida, la licencia de portación requería huellas dactilares, de cuatro a seis horas de entrenamiento, un examen escrito y una prueba de aptitud de tiro.

Pero eso se acabó. Las armas en Texas ganaron. Las regulaciones y la reforma perdieron. Ni siquiera fue un combate real. Sin embargo, el gobernador Abbott se apresura a prohibir los libros que ofenden su sensibilidad política, pero la posesión de armas no puede restringirse.

Sin embargo, cuando el presidente Joe Biden habló en las horas posteriores a la tragedia de Uvalde, sus palabras fueron de enfado, aunque sobre todo de aspiración porque conoce la realidad política a la que se enfrentan los defensores de la reforma de las armas. Todo lo que tiene ahora son palabras, y sus oponentes tienen los votos. Un proyecto de ley para ampliar los controles de antecedentes de los compradores de armas fue aprobado por la Cámara de Representantes de EE.UU. hace dos años, pero no hay ni de lejos el número de votos afirmativos en el Senado para que llegue a la mesa del presidente.

“Como nación”, dijo el presidente Biden. “Tenemos que preguntarnos cuándo, en nombre de Dios, nos enfrentaremos a los grupos de cabildeo de las armas. Cuándo, en nombre de Dios, haremos lo que sabemos que hay que hacer… Estoy harto de esto. Tenemos que actuar y no me digan que no podemos tener un impacto en esta carnicería”.

Biden señaló que la anterior prohibición de las armas de asalto redujo los asesinatos en masa, pero cuando se derogó, dijo, se triplicaron. Afirmó que hay que animar al público y a los políticos a enfrentarse a la industria de las armas y se preguntó, durante su vuelo de 17 horas a casa desde Asia, por qué Estados Unidos es la única nación del mundo que se enfrenta a incidentes recurrentes de tiroteos masivos.

“Este tipo de tiroteos masivos rara vez ocurre en otras partes del mundo”, dijo. “Pero tienen problemas de salud mental. Tienen personas que están perdidas… ¿Por qué estamos dispuestos a dejar que esto ocurra? ¿Dónde, en nombre de Dios, está nuestra columna vertebral? Es hora de convertir este dolor en acción”.

¿Esas otras naciones no tienen grupos de cabildeo sobre las armas?

Los defensores de los derechos de las armas parecen tener planes mientras los reformistas luchan contra un poderoso grupo de cabildeo de fabricantes, la Asociación Nacional del Rifle y con cuánta regulación es demasiado.

La Segunda Enmienda no tiene que ser destruida para salvar nuestro país. La Constitución es un documento vivo. Tal vez haya que moderarla para los tiempos que vivimos y ajustarla de un contexto de 1776 a una era en la que hay computadoras que pueden hablar entre sí, y armas que pueden disparar un número asombroso de balas. ¿No hay una ley que pueda redactarse para ordenar que las bases de datos estatales y federales de salud mental y antecedentes penales y de compra de armas interactúen y compartan información? ¿No somos lo suficientemente inteligentes como cultura para encontrar un lenguaje que proteja nuestros derechos fundamentales y a nuestros hijos?

La era de los tiroteos masivos en la que vivimos comenzó probablemente en Texas el 1 de agosto de 1966, cuando un hombre armado subió a la torre de la Universidad de Texas con un rifle de alta potencia y comenzó a disparar a la gente que caminaba por el campus. Charles Whitman mató a 16 personas aquel soleado día de verano, después de haber asesinado ya a su mujer y a su madre. El incidente fue el primero que se produjo en directo y se transmitió a una ciudad de Austin horrorizada. Desde entonces, los texanos han visto cómo algunos pueblos ganaban notoriedad por motivos oscuros. Asesinatos en masa en Sutherland Springs y en El Paso y en Santa Fe y en Midland-Odessa y en Dallas y el tiroteo en la cafetería de Killeen y un asesinato en masa en Fort Hood. La lista completa es aún más larga.

Es difícil negar que los horrores comenzaron aquí. Ahora dejemos que este sea el momento y el lugar que cree la voluntad política para que Texas sea el lugar donde se acabe.