(CNN) – Antes de dar la orden de matar a Ayman al-Zawahiri, el presidente Joe Biden quería entender a fondo dónde se escondía el líder de al Qaeda.
El ataque con drones estadounidenses que mató a al-Zawahiri en su balcón en el centro de Kabul fue producto de meses de planificación altamente secreta por parte de Biden y un estrecho círculo de sus principales asesores. Entre los preparativos había un modelo a pequeña escala de la casa de seguridad de al-Zawahiri, construido por funcionarios de inteligencia y colocado dentro de la Sala de Situación de la Casa Blanca para que Biden lo examinara mientras debatía sus opciones.
Para Biden, la oportunidad de acabar con el terrorista más buscado del mundo, uno de los autores intelectuales de los ataques del 11 de septiembre de 2001, presentaba el riesgo de matar accidentalmente a civiles en la capital afgana, tal como lo hizo un ataque con aviones no tripulados de EE.UU. Hace 11 meses durante la caótica retirada militar estadounidense del país.
Los detalles del ataque y su planificación fueron revelados por un alto funcionario de la administración cuando Biden se preparaba para anunciar la misión el lunes.
A lo largo del esfuerzo de meses para planificar el ataque de este fin de semana, Biden encargó repetidamente a sus funcionarios que se aseguraran de que los civiles, incluidos los miembros de la familia de al-Zawahiri, no murieran. Ninguno murió, según la Casa Blanca.
Biden, quien tuvo que aislarse debido a una infección de covid-19 durante las deliberaciones finales y la autorización del ataque, salió a proclamar el éxito en un balcón de la Casa Blanca el lunes. Fue un momento de victoria para un presidente que ha sido asediado por problemas políticos internos que se remontan a la mortal retirada de Afganistán hace un año.
“La gente del mundo ya no debe temer al asesino perverso y decidido. Estados Unidos continúa demostrando nuestra determinación y nuestra capacidad para defender al pueblo estadounidense contra aquellos que buscan hacernos daño”, dijo Biden desde el Salón Azul de la Casa Blanca.
El presidente fue informado por primera vez en abril sobre la ubicación de al-Zawahiri en una casa de seguridad en Kabul por parte de la inteligencia estadounidense. Las autoridades estadounidenses habían estado al tanto de una red que apoyaba al líder terrorista en la capital afgana durante meses y habían identificado a su esposa, hija e hijos a través de múltiples flujos de inteligencia.
Las mujeres utilizaron “artilugios” terroristas que los funcionarios consideraron estaban diseñados para evitar que alguien las siguiera hasta la ubicación de al-Zawahiri en un barrio de Kabul. El propio al-Zawahiri no abandonó el lugar después de su llegada este año.
A medida que pasaban los meses, las autoridades estadounidenses comenzaron a establecer patrones en la casa, incluido la periódica aparición de al-Zawahiri en el balcón de la casa durante períodos prolongados de tiempo.
Mientras los funcionarios continuaban monitoreando sus actividades, comenzó un esfuerzo en completo secreto para analizar la construcción y la estructura del edificio, con miras a desarrollar una operación para acabar con el objetivo terrorista número 1 del mundo sin comprometer la integridad estructural del edificio.
Lo más importante para Biden y los miembros de su equipo era evitar la muerte de civiles, incluidos los miembros de la familia de al-Zawahiri que vivían en el edificio. Analistas independientes de todo el gobierno participaron en la identificación de los otros ocupantes de la casa.
Que el edificio estuviera ubicado en el centro de Kabul presentaba sus propios desafíos.
Rodeados por un vecindario residencial, los funcionarios tuvieron en cuenta que su planificación e información debían ser “sólidas como una roca” antes de presentar cualquier opción a Biden. Y tenían mucho cuidado con las filtraciones: solo un “grupo muy pequeño y selecto” en una dispersión de agencias clave fue informado de los planes que se estaban preparando.
A Biden también le preocupaba cómo podría afectar a los esfuerzos de Estados Unidos para asegurar el regreso de Mark Frerichs, un ciudadano estadounidense tomado como rehén en Afganistán hace más de dos años. Un alto funcionario de la administración dijo que Biden presionó a su equipo para mitigar los riesgos de esos esfuerzos, junto con los intentos en curso de reubicar a los afganos que ayudaron a Estados Unidos durante la guerra.
“En el futuro con los talibanes, seguiremos haciéndolos responsables de sus acciones. Y les hemos dejado claro, entre tanto, que también esperamos que no tomen medidas que perjudiquen a Mark Frerichs, mientras seguimos involucrados en el esfuerzo por asegurar su liberación después de su larga detención y cautiverio”, dijo el funcionario.
A medida que avanzaban mayo y junio, Biden se mantuvo al tanto de los acontecimientos. El 1 de julio, reunió a funcionarios clave de seguridad nacional en la Sala de Situación de la Casa Blanca para recibir información sobre una operación propuesta. El director de la CIA, Bill Burns; la directora de inteligencia nacional, Avril Haines; el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan y su adjunto Jon Finer, y la asesora de seguridad nacional Liz Sherwood Randall se sentaron alrededor de la mesa.
Biden estaba “profundamente comprometido con la sesión informativa y sumergido en la información de inteligencia”, dijo un alto funcionario. Hizo “preguntas detalladas sobre lo que sabíamos y cómo lo sabíamos”.
De particular interés fue un modelo a escala de la casa de al-Zawahiri que los funcionarios de inteligencia habían construido y llevado a la Casa Blanca para que el presidente lo examinara. Biden cuestionó cómo el sol podría iluminar la casa, sus materiales de construcción y cómo el clima podría afectar cualquier operación, dijo el funcionario.
“Estaba particularmente concentrado en asegurarse de que se habían tomado todas las medidas necesarias para garantizar que la operación minimizara ese riesgo” de víctimas civiles, según el funcionario.
Biden le pidió a su equipo más información sobre los planos del edificio y cómo podría afectarlo un ataque. Voló a Camp David más tarde ese día.
Su equipo se quedó en Washington, reuniéndose varias veces en la Sala de Situación durante las siguientes semanas para completar su planificación, responder las preguntas del presidente y asegurarse de haber tomado todas las contingencias para minimizar los riesgos.
Se estaba llevando a cabo un esfuerzo paralelo por parte de abogados superiores de la administración para examinar la información de inteligencia relacionada con al-Zawahiri y establecer la base legal para la operación.
El 25 de julio, mientras se aislaba con covid-19 en la residencia de la Casa Blanca, Biden volvió a reunir a su equipo para recibir una sesión informativa final. Volvió a presionar a un “nivel granular”, dijo el funcionario, preguntando sobre cualquier opción adicional que pudiera minimizar las bajas civiles.
Preguntó sobre el diseño de la casa, dónde se ubicaban las habitaciones detrás de las ventanas y puertas en el tercer piso, y qué efecto potencial tendría el ataque.
Y le preguntó su opinión a cada uno de los funcionarios en su equipo.
Al final, autorizó un “ataque aéreo preciso a la medida” para acabar con el objetivo.
Cinco días después, se dispararon dos misiles Hellfire contra el balcón de la casa de seguridad en Kabul a las 6:18 a.m. hora local. “Múltiples flujos de inteligencia” confirmaron que al-Zawahiri había muerto.
Los miembros de su familia, que se encontraban en otras áreas de la casa, resultaron ilesos, dijo el funcionario.
Biden, aún en aislamiento en la residencia de la Casa Blanca con una infección de rebote de covid-19, fue informado cuando comenzó la operación y cuando concluyó
MJ Lee de CNN contribuyó a este informe.