(CNN) – Cientos de metros por debajo de la superficie del océano, en algún lugar entre el oscuro fondo oceánico y las brillantes aguas azules, se encuentra la zona crepuscular.
Es un mundo desconocido, pero en algunas aguas tropicales y subtropicales prosperan los arrecifes de coral. Muy pocos científicos se han aventurado en estos arrecifes profundos, conocidos técnicamente como ecosistemas coralinos mesofóticos, que significan “luz intermedia”, y muchos suponían que la falta de luz y las frías temperaturas significaban que pocas especies podían existir allí.
Pero un científico se ha sumergido en las profundidades para demostrar que la vida allí es mucho más de lo que se pensaba.
“Cuando te acercas, es un ecosistema muy colorido”, dice Luiz Rocha, ictiólogo brasileño (persona que estudia los peces) y codirector de la iniciativa Hope for Reefs de la Academia de Ciencias de California. “Hay muchos tipos de peces y muchos de ellos son desconocidos”.
Rocha, cuyos estudios se centran en la vida oceánica entre los 60 y 152 metros de profundidad, se sintió atraído por los arrecifes de la zona crepuscular por su misterio. “Cada inmersión que hacemos a esas profundidades (lleva a) un nuevo descubrimiento”, dice.
Hasta la fecha, ha identificado unas 30 especies nuevas, desde un pez hada púrpura que lleva el nombre de la mítica nación de Wakanda, hasta el Tosanoides aphrodite, un pez de arrecife rosa y amarillo nombrado en honor a la diosa griega del amor. Pero sus exploraciones en las profundidades del mar también han demostrado que estos arrecifes y las especies arcoíris que los habitan están amenazados. Su misión es protegerlos.
Sumergirse
Entrar en la zona crepuscular no es fácil. Aunque se podría llegar a ella con un submarino, sería una forma torpe de estudiar a los peces que entran y salen de las sombras, dice Rocha, comparándolo con el estudio de los pájaros en una selva tropical con un helicóptero.
En cambio, se sumerge, pero cuanto más desciende, más peligroso resulta. El buceo recreativo tiene un límite de 40 metros por razones de seguridad, pero Rocha se sumerge hasta 150 metros. Para ello se requiere una concentración profunda, una intensa formación técnica y una fuerte dosis de valentía.
“Lo que realmente hace que esta investigación sea especial es que solo hay un puñado de científicos en el mundo haciendo esto”, dice.
Rocha suele bucear en grupo con dos científicos y un oficial de seguridad. Pasan horas preparando el equipo, asegurándose de que cada parte funciona bien y de que están equipados para hacer frente a las emergencias subacuáticas. Los buzos deben utilizar aparatos de respiración llamados rebreathers, que reciclan el gas exhalado por el buzo, y un gas de respiración especial que contiene helio y que es seguro para las inmersiones profundas.
Bajar solo lleva de 10 a 15 minutos, dependiendo de lo empinado que sea el arrecife, dice Rocha, pero el ascenso puede llevar de cinco a seis horas para permitir que el cuerpo se descomprima.
Todo ese esfuerzo le permite estar entre siete y diez minutos a máxima profundidad, donde él y su equipo buscan peces, recogen muestras de ADN y registran el número de organismos de una zona. Si creen que se encontraron con una nueva especie, suelen atraparla y llevarla a la superficie en una cámara de descompresión para poder estudiar el espécimen de vuelta en el laboratorio.
A pesar de haberlo hecho decenas de veces, Rocha sigue sintiendo un golpe de ansiedad antes de cada inmersión.
Cuanto más profundo llega, más oscura y fría se vuelve el agua, dice. “Pero cuando llegamos, sabemos por qué estamos allí. Cuando ves algo que nadie ha visto antes… es absolutamente increíble”.
Los impactos humanos son profundos
Aunque la zona crepuscular ha sido explorada por muy pocas personas, los efectos de la actividad humana siguen siendo evidentes.
Antes se pensaba que los arrecifes de coral de aguas más profundas podían servir de refugio al estar menos afectados por el desarrollo humano y el cambio climático. Pero Rocha demostró que esto era un error: “Uno de nuestros primeros descubrimientos es que esos arrecifes más profundos no son realmente un refugio para los organismos de los arrecifes superficiales. Están casi tan afectados como los arrecifes poco profundos”, afirma.
Rocha ha encontrado basura de plástico y equipo de pesca en algunos de los arrecifes más profundos y ha observado el impacto de la sobrepesca y el cambio climático. Aunque todavía no hay datos suficientes para determinar la magnitud de los daños en comparación con los arrecifes poco profundos, dice que está claro que la temperatura del agua se está calentando también en las zonas más profundas y está provocando el blanqueo de los arrecifes.
Rocha espera que su investigación pueda ayudar a educar a la gente sobre la zona crepuscular e inspirar acciones para protegerla. Trabaja con los legisladores, defendiendo las áreas marinas protegidas donde se encuentran estos arrecifes profundos. En 2019, la iniciativa Hope for Reefs participó en la protección de un hábitat de arrecifes de coral en la isla de Maricaban, en Filipinas, y el año anterior su investigación sirvió de base para el establecimiento de dos áreas protegidas en Brasil.
Rocha también trabaja estrechamente con las comunidades locales, colaborando con los investigadores locales y dando nombres locales a las especies recién descubiertas. Por ejemplo, a principios de este año, él y el biólogo maldivo Ahmed Najeeb descubrieron un pez de color arcoíris al que llamaron Cirrhilabrus finifenmaa o pez hada de velo de rosa, en honor a la flor nacional de las Maldivas, una rosa rosa llamada Finifenmaa. Rocha espera que esto “dé la propiedad a la población local”.
Rocha cree que la tecnología pronto avanzará hasta un punto que permita a muchas más personas acceder a la zona crepuscular y se descubrirán aún más especies. Pero su principal objetivo es que, cuando lo hagan, los ecosistemas tengan el mismo aspecto que ahora.
“No creo que baste con hacer ciencia”, dice. “Hacemos muchas, muchas fotografías… y sacamos esas historias a la superficie y las compartimos con el mayor número de personas posible”.
“En su mayor parte, cuando la gente se da cuenta de que esos arrecifes están ahí, se moviliza para protegerlos”, añade.