(CNN) – En un discurso tan amenazante como su declaración de una “operación militar especial” contra Ucrania en febrero, el presidente de Rusia Vladimir Putin declaró una movilización parcial de los ciudadanos rusos para ayudar a librar una campaña militar titubeante.
Siete meses después, el lenguaje de Putin fue, si cabe, aún más oscuro que en las primeras horas del 24 de febrero. Entonces, advirtió a Occidente que Rusia respondería inmediatamente a quienes se interpusieran en su camino, con consecuencias que “serán como nunca han visto en toda su historia”.
En su último discurso, concretó esa amenaza. “La integridad territorial de nuestra patria, nuestra independencia y nuestra libertad serán aseguradas, lo subrayo de nuevo, con todos los medios a nuestra disposición. Y aquellos que intentan chantajearnos con armas nucleares deben saber que los vientos dominantes pueden girar en su dirección”, dijo este miércoles.
El líder ruso elevó drásticamente la apuesta, justo cuando Rusia se embarca en un proceso apresurado para ampliar lo que constituye esa “patria”, mediante referendos organizados apresuradamente en los territorios ocupados que pretenden absorber partes de Ucrania en la propia Rusia: Donetsk, Luhansk, gran parte de Jersón y Zaporiyia.
El anuncio de esos referendos el martes fue tan repentino como sincronizado. La idea de que puedan organizarse en cuestión de días en zonas en las que continúan las hostilidades es, a primera vista, absurda, sobre todo porque algunos funcionarios de esas zonas habían propuesto retrasar las votaciones sobre la adhesión a Rusia hasta que mejoraran las condiciones de seguridad. Igualmente absurda es la noción de que la adhesión a Rusia surgió espontáneamente de los propios territorios.
Pero esa no es la cuestión. Matthew Schmidt, profesor asociado de seguridad nacional y ciencias políticas en la Universidad de New Haven, dice que Putin está utilizando la convocatoria del referéndum para justificar la movilización.
Putin tiene dos públicos en mente. Anatol Lieven, director del Programa de Eurasia en el Instituto Quincy, dice que quiere “persuadir a Estados Unidos y/o a los europeos para que se tomen en serio la negociación de un acuerdo de compromiso para poner fin a la guerra, demostrando que, de lo contrario, Rusia tomará medidas radicalmente escalatorias que no solo obligarán a Occidente a escalar en consecuencia, sino que también descartarán cualquier posible paz durante mucho tiempo”.
Alexander Baunov, del Carnegie Endowment, lo dice sin rodeos. En una serie de tuits antes del discurso de Putin, escribió que el mensaje a los aliados de Ucrania es el siguiente: “Eligieron luchar contra nosotros en Ucrania, ahora intenten luchar contra nosotros en la propia Rusia, o, para ser precisos en lo que llamamos Rusia”.
Schmidt dice que la audiencia principal de Putin es el frente interno. Está tratando de recuperar la iniciativa y endurecer la moral del público ruso. También puede estar esperando un repunte en su popularidad similar al amplio apoyo público a la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. “La movilización no es una decisión militar, sino una forma de intentar controlar la narrativa sobre la guerra que ya se dio cuenta que está perdiendo”, dijo a CNN.
Con el telón de fondo de las malas noticias que llegan a casa desde el frente, Schmidt señala: “La moral del público es la moral del ejército”.
“Putin tiene que decir que la gran Rusia está siendo atacada. Le resulta muy difícil vender eso; pone a su liderazgo bajo mucha presión”, añade Schmidt.
Baunov cree que el objetivo es convertir la invasión rusa de un país vecino en una guerra defensiva, una distinción que “haría el conflicto más legítimo a los ojos de los rusos de a pie, dejando al Kremlin libre para tomar las decisiones y medidas que considere necesarias”.
Pero la movilización es un gran riesgo, dice Schmidt. Lleva tiempo: entrenar, equipar, organizar, y no hace nada para mejorar las mayores deficiencias de Rusia.
Grandes retos para los reclutas rusos
Moscú se enfrenta a los mismos enormes obstáculos logísticos que han plagado los últimos seis meses de guerra.
Sus fuerzas han sufrido tales pérdidas de equipamiento militar que el Ministerio de Defensa de Rusia recurrió a Corea del Norte para obtener municiones, según funcionarios estadounidenses. Su último revés en la región ucraniana de Járkiv, al noreste del país, ha dejado algunas de sus unidades de tanques de élite gravemente mermadas.
La “movilización parcial” anunciada por Putin también parece apoyarse en partes de la población rusa que ya habrían experimentado una importante presión para alistarse en el vacilante esfuerzo bélico de Rusia.
El ministro de Defensa, Sergei Shoigu, dijo que habría unos 300.000 reservistas disponibles.
“No se trata de personas que nunca han oído hablar del ejército”, dijo Shoigu. “Son aquellos que han servido, tienen una especialidad de registro militar, han tenido experiencia militar”.
La movilización es limitada, tal vez para no alienar a la opinión pública, tal vez para dejar espacio a otros movimientos más adelante. Shoigu afirmó: “Los que han servido y tienen una especialidad militar son casi 25 millones”.
Tanto Putin como Shoigu hablaron específicamente de una llamada a filas de los reservistas, pero el decreto en sí no se aplica únicamente a este grupo. Permite “llamar a los ciudadanos de la Federación Rusa para el servicio militar mediante la movilización en las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa”.
Pero el hecho de que Rusia recurra a unidades chechenas, batallones de voluntarios, milicias de Luhansk y Donetsk, e incluso a convictos reclutados por el contratista militar privado Wagner, desmiente la afirmación de que existe un suministro listo de veteranos para dirigirse al frente.
La movilización “no proporcionará a los jóvenes oficiales entrenados que puedan dirigir operaciones de asalto contra un ejército que ha estado luchando durante más de 3.000 días”, dijo Schmidt a CNN, refiriéndose al conflicto de Ucrania con los separatistas respaldados por Rusia en la región de Donbás desde 2014, ni cambiará una cultura que ha luchado contra la adaptabilidad ucraniana.
Guerra nuclear
Putin no podría haber elegido un manera más mordaz para elevar las apuestas en Ucrania que con su referencia directa a las armas nucleares, pero los observadores no están convencidos de que vaya a, o incluso pueda cumplir esa amenaza, a pesar de su insistencia en que no está fanfarroneando.
En junio de 2020, firmó un decreto de actualización de la doctrina nuclear rusa que requiere ser citado en su totalidad. “La Federación Rusa conserva el derecho a utilizar armas nucleares en respuesta al uso de armas nucleares y otros tipos de armas de destrucción masiva contra ella y/o sus aliados…” Pero esa frase termina con una afirmación inusual: “… y también en caso de agresión contra la Federación Rusa con el uso de armas convencionales, cuando se ponga en peligro la existencia propia del Estado”.
Lieven, del Instituto Quincy, dice que es imposible decir si Putin toleraría el uso de armas nucleares tácticas, pero “parece dudoso que Rusia las utilice a menos que la propia Crimea esté en peligro de caer”.
Hasta ahora, dijo Lieven a CNN, “las estrategias de Putin han fracasado de forma abrumadora, tanto en términos de progreso militar sobre el terreno como de presión económica sobre Occidente para que busque un compromiso con Rusia”.
Sin embargo, dice, “Rusia conserva los medios para una escalada seria sin armas nucleares, en particular, la destrucción de la infraestructura ucraniana y el asesinato de los líderes ucranianos”.
Schmidt también cree que hay poco riesgo de que Putin recurra a las armas nucleares tácticas, “porque eso involucraría a la OTAN de verdad y perdería a los militares rusos, la fuente de su poder”.
Y aunque Putin fue específico al decir que la movilización parcial se utilizaría para defender las zonas recién ocupadas, no decidió extender su amenaza nuclear a la misma idea ampliada de lo que Rusia podría considerar su territorio en el futuro.
Pero la sola mención de esas armas nucleares está obviamente diseñada para complicar los cálculos del enemigo.
Para algunos observadores, la absorción formal de partes de Ucrania en la Federación Rusa corre el riesgo de hacer casi imposible cualquier final negociado del conflicto ucraniano, por muy lejano que parezca ya.
El expresidente de Rusia Dmitri Medvédev dijo el martes que, una vez integradas las repúblicas en la Federación Rusa, “ni un solo líder futuro de Rusia, ni un solo funcionario podrá revertir estas decisiones”.
Sin embargo, Schmidt señala que Medvédev es un suplente, no la fuente de la autoridad, y que ambas partes han establecido posiciones maximalistas que podrían adaptarse o intercambiarse eventualmente mediante la negociación. Ese momento, sin embargo, parece más lejano que nunca.
Hasta ahora, por supuesto, el gobierno de Rusia no ha dicho que vaya a reconocer oficialmente los resultados del referéndum. Pero sería extraordinario que un proceso aparentemente sincronizado y organizado en Moscú fuera rechazado en Moscú. El referéndum organizado en Crimea en 2014 fue ratificado por los legisladores rusos en una semana.
Putin siempre se ha guiado por el deseo de desconcertar a sus adversarios, ya sea sobre el momento de la ofensiva contra Ucrania (y, de hecho, si habría una en absoluto), sus objetivos finales, el uso del gas natural y el petróleo como arma política, incluso el uso potencial de armas nucleares para proteger la patria.
Esta última táctica es fiel a su estilo. Probablemente, echa por tierra cualquier esperanza de que esta guerra termine pronto, pero también demuestra que las opciones de Putin se están reduciendo ante las deficiencias militares que desafían cualquier solución rápida. A medida que aumenta el conocimiento de la magnitud de las pérdidas, tiene que corresponder con una acción de igual magnitud.