(CNN) – El presidente Vladimir Putin firmará el viernes los acuerdos que incorporarán a Rusia miles de kilómetros cuadrados de territorio ucraniano, en lo que será la mayor anexión forzosa de territorio en Europa desde 1945.
Los acuerdos se firmarán en una ceremonia en el Kremlin, tres días después de que concluyeran los referendos celebrados a toda prisa en las cuatro zonas de Ucrania que Moscú considerará ahora territorio ruso.
Putin pronunciará un discurso y se reunirá con los líderes de las cuatro regiones ocupadas, respaldados por Rusia, según el Kremlin.
Ucrania y sus aliados occidentales han rechazado categóricamente el proyecto de anexión de las cuatro regiones: Donetsk, Luhansk y gran parte de Jersón y Zaporiyia, una franja de territoria ucraniano que contiene industria pesada, ricas tierras de cultivo y un conducto crítico de agua dulce para Crimea.
Donetsk y Luhansk albergan dos repúblicas secesionistas que Moscú respalda desde 2014, mientras que Jersón y partes de Zaporiyia están controladas por las fuerzas rusas desde poco después del inicio de la invasión a finales de febrero.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, afirmó que si el Kremlin sigue adelante con la anexión, cualquier negociación con Putin será imposible.
En total, Rusia planea izar su bandera sobre unos 100.000 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano, en lo que supone una flagrante violación del derecho internacional y tras unas votaciones declaradas sin efecto legal por la gran mayoría de países, incluidos algunos amigos de Rusia como Serbia.
Aunque la comunidad internacional rechazará el plan de Rusia casi al unísono (salvo algunas excepciones como Siria y Corea del Norte), la anexión cambia los “hechos sobre el terreno” y disminuye las perspectivas de cualquier solución negociada.
Hay una gran diferencia entre retirarse de un territorio ocupado (como hicieron los rusos en abril, cuando se retiraron de gran parte del norte de Ucrania) y renunciar a zonas que han sido absorbidas formal y ceremonialmente por la madre patria, especialmente para un líder como Putin, que está obsesionado con una “gran Rusia”.
De hecho, el ex presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, dijo la semana pasada que, una vez que las llamadas repúblicas se integren en la Federación Rusa, “ni un solo líder futuro de Rusia, ni un solo funcionario podrá revertir estas decisiones”.
Y una vez que la bandera rusa ondee sobre estas zonas, tendrán el mismo nivel de protección que cualquier otra parte de la Federación Rusa, como declaró el sábado el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov.
Como dijo Alexander Baunov de la Fundación Carnegie la semana pasada, el mensaje del Kremlin a los aliados de Ucrania es el siguiente: “Eligieron combatirnos en Ucrania, ahora intenten combatirnos en la propia Rusia, o, para ser más precisos, en lo que llamamos Rusia”.
La segunda parte de ese mensaje, detallado en el discurso de Putin anunciando la movilización parcial, es que cualquier ataque en lo que se considera territorio ruso invita a toda la gama de represalias.
En 2020, Putin firmó un decreto que actualizaba la doctrina nuclear de Rusia y que permitía el uso de armas nucleares “en caso de agresión contra la Federación Rusa con el uso de armas convencionales, cuando la existencia misma del Estado se vea amenazada”.
La definición de esa amenaza no está exactamente clara, pero la semana pasada Putin lanzó su advertencia más explícita hasta ahora: “La integridad territorial de nuestra patria, nuestra independencia y nuestra libertad serán aseguradas, lo subrayo de nuevo, con todos los medios a nuestra disposición. Y los que intentan chantajearnos con armas nucleares deben saber que los vientos dominantes pueden girar en su dirección”.
Para la mayoría de los observadores, estas funestas advertencias son una táctica desesperada. Los funcionarios estadounidenses han dicho que no creen que Putin recurra a las armas nucleares tácticas, si bien no pueden descartar la posibilidad.
La amenaza es ciertamente “elevada” comparada con la de principios de año, dijeron múltiples fuentes a CNN el miércoles. En los últimos meses, Estados Unidos ha advertido en privado a Rusia de que no dé un paso tan catastrófico.
Pero hasta ahora, no hay señales de que Rusia esté planeando su uso de forma inminente y la “evaluación general no ha cambiado”, dijo una fuente familiarizada con la inteligencia.
Es posible que Putin también espere que las ceremonias de anexión de nuevos territorios consoliden el apoyo de la opinión pública hacia sus objetivos, después de una semana en la que se han extendido las quejas y protestas por la movilización parcial mal ejecutada.
Putin disfrutó de unos índices de aprobación estratosféricos después de la anexión de Crimea tras un supuesto referéndum similar en 2014, pero mucho ha cambiado desde entonces. Rusia está lastrada por las sanciones (y el proceso de anexión traerá más) y ha sufrido al menos 70.000 bajas en Ucrania, según funcionarios estadounidenses y de la OTAN.
Anatol Lieven, director del Programa de Eurasia en el Instituto Quincy, dijo a CNN la semana pasada que el verdadero objetivo de Putin es “persuadir a Estados Unidos y/o a los europeos para que se tomen en serio la negociación de un acuerdo de compromiso para poner fin a la guerra, demostrando que, de lo contrario, Rusia tomará medidas radicalmente escalatorias que no solo obligarán a Occidente a escalar a su vez, sino que también descartarán cualquier posible paz durante mucho tiempo”.
Si ese es el caso, Putin puede estar decepcionado. No hay señales de que Ucrania o los gobiernos occidentales hagan caso a esa advertencia. Estados Unidos acaba de anunciar otro lote de armamento de alta tecnología para Ucrania, incluyendo más sistemas de artillería de largo alcance HIMARS, que han transformado el campo de batalla.
Y las fuerzas ucranianas, lejos de pensarse dos veces el mayor riesgo de atacar zonas que ahora Moscú considera suyas, están acelerando una ofensiva en la región de Donetsk. Las fuerzas prorrusas en la ciudad de Lyman y sus alrededores están a punto de ser rodeadas.
Si se ven obligadas a ceder territorio en el corazón del Donbás, que dentro de unos días será considerado en el Kremlin como tierra rusa, será un primer golpe a la recién trazada línea roja de Putin.
Ulrich Speck, analista de Carnegie y RFE, tuiteó este jueves: “Si no hay fronteras claramente delimitadas, la amenaza de defender las ‘fronteras rusas’ en Ucrania incluso con armas nucleares pierde rápidamente credibilidad y se vuelve irrelevante para la lucha”.
Y Jon Wolfsthal, un ex funcionario de control de armas en la administración de Obama, dijo en un tuit: “Putin nos ha dado a elegir: aceptar el rediseño de la frontera a través de la fuerza y evitar las amenazas nucleares (por ahora) o rechazar los referendos falsos y ayudar a Ucrania a preservarse a sí misma y al concepto de estado-nación y aceptar los riesgos nucleares”.