Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México; y Álvaro Colom, de Guatemala. Izurieta también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. Ver más opiniones en cnne.com/opinion
(CNN Español) – Siempre se dice que la próxima elección es la más importante de la historia. Soy de los que piensa que la elección anterior, la que ganó Joe Biden, fue la más importante de la historia moderna. Así mismo y por el mismo argumento, estoy convencido de que la próxima elección presidencial (sobre todo si Donald Trump compite) será la próxima más importante. Sin embargo, estas elecciones intermedias son fundamentales para determinar las posiciones en las cuales se competirá en los próximos comicios presidenciales.
Para todo defensor de la democracia, republicano o demócrata, es clara la amenaza que significa Trump para la democracia. Las grabaciones que seguimos viendo de la toma del Congreso por partidarios de Trump, el 6 de enero de 2021, nos ratifican la amenaza real que significa el trumpismo para EE.UU.
La semana del 17 de octubre no solo fue mala para Trump, porque el Congreso lo ha citado a declarar. Si Trump no viera el riesgo jurídico real (porque debe declarar bajo juramento), estoy seguro de que iría encantado. Al fin y al cabo, le encanta la atención. La semana del 17 de octubre también fue muy grave para Trump porque la Corte Suprema –tres de los magistrados que la integran fueron designados por Trump– rechazó su pedido de intervenir en el juicio sobre los documentos retenidos en Mar-a-Lago y los jueces tomaron esa decisión de manera unánime.
Por si eso fuera poco, lo más grave para Trump la semana pasada es que la fiscal estatal de Nueva York pidió por uno de sus múltiples juicios, congelarle US$ 250 millones. Y si hay algo que Trump parece querer más que a sí mismo, es su dinero.
Toda elección de mitad de periodo de un presidente que entra en funciones la ha perdido el partido del presidente en ejercicio. Eso le pasó a Clinton, a Bush y a Trump. Si a eso le sumamos lo difícil de la situación económica por la inflación y la inseguridad que enfrentamos (interna e internacional): esta elección de noviembre deberían ganarla claramente los republicanos.
Pero hay dos factores que hacen que esto pudiera no suceder. Primero, y como siempre: Trump. Trump es un líder polarizante y egocéntrico; cuando está presente, todo es acerca de él y él mismo no lo puede evitar (aun así, lo intentará). Si la próxima elección intermedia es sobre Trump, la pierde Trump. Así de simple. Si fuera sobre la situación económica de la enorme mayoría de los estadounidenses, la perdería de lejos Biden. Pero Trump está ahí y será sobre Trump.
El segundo factor es la sorpresiva decisión de la mayoría de la Corte Suprema conservadora de abolir un derecho adquirido por más de casi 50 años: el derecho a la mujer de decidir sobre su cuerpo. La mayoría de los estadounidenses (hombres y mujeres) está a favor de mantener este derecho (cada uno con sus distintas restricciones).
Además, esta decisión hace a muchos sentir amenazados otros derechos concedidos. Por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo. La mayoría de los estadounidenses está de acuerdo en mantenerlo, pero muchos temen que eso también cambie, para lo cual es esencial votar en noviembre e impedir una mayoría republicana.
Si los trumpistas (que constituyen la enorme mayoría de los republicanos) ganan en noviembre, tendrán delante de sí una autopista para que Trump sea el candidato y gane la presidencia de EE.UU. No necesitarán organizar un nuevo 6 de enero. No al menos para esta elección, pero sí estoy seguro de que lo volverían a intentar para la siguiente: todo autócrata —y Trump es un aspirante a autócrata— quiere mantenerse en el poder de por vida. Los autócratas se aman a sí mismos y el poder, pero siempre he pensado que aman más aun la posibilidad de tener un velorio de Estado y ser enterrados en el Panteón de los Héroes de la Patria: así es el amor a sí mismo.
Aun así, puede ser que Trump no pueda competir: los juicios en marcha solo auguran malas noticias para esos planes. Los tiempos judiciales no son los mismos que los políticos, y así debe ser en una democracia. Y más allá de estas palabras claras que emito sobre Trump, no le deseo a nadie que sea condenado si es inocente. Pero tampoco deseo que un culpable (que solo el sistema de justicia debe determinar con el debido proceso), quede impune y en libertad. Toda persona responsable debe, como dice la palabra misma, responder sobre sus acciones ante a ley: cueste lo que cueste.