(Reuters) – Trabajo manual tedioso, mala higiene y falta de acceso a la atención médica: esas son las condiciones que le esperan a la estrella del baloncesto estadounidense Brittney Griner en una colonia penal rusa después de que la semana pasada perdiera un recurso de apelación contra una condena de nueve años por drogas.
Es un mundo que le resulta familiar a Maria Alyokhina, miembro del grupo artístico feminista Pussy Riot que pasó casi dos años como reclusa por su participación en una protesta punk en 2012 en una catedral de Moscú contra el presidente Vladimir Putin.
Lo primero que hay que entender, dijo Alyokhina en una entrevista, es que una colonia penal no es una prisión ordinaria.
“Esto no es un edificio con celdas. Esto parece un pueblo extraño, como un campo de trabajo del Gulag”, dijo, refiriéndose a la vasta red penal establecida por el dictador soviético Josef Stalin para aislar y quebrantar a los reclusos.
“En realidad es un campo de trabajo porque por ley todos los presos deben trabajar. Lo más cínico de este trabajo es que los presos suelen coser uniformes de la policía y del ejército ruso, casi sin sueldo”.
La colonia estaba dividida entre una zona de fábrica donde las presas confeccionaban prendas y guantes y una “zona de estar” donde, según Alyokhina, vivían 80 mujeres en una sola habitación con solo tres retretes y sin agua caliente.
Griner, dos veces medallista de oro olímpica, podría ser trasladada pronto a una colonia a falta de un nuevo recurso de apelación o de un acuerdo entre Washington y Moscú para intercambiarla por un traficante de armas ruso encarcelado en Estados Unidos, una posibilidad que se barajó hace meses pero que aún no se ha materializado.
Duras normas
En un espectáculo de Pussy Riot que le ha dado la vuelta al mundo y que ahora se representa en Gran Bretaña, Alyokhina revive los recuerdos de su época de reclusa: patios nevados de la cárcel, camas con aspecto de planchas, largas temporadas de aislamiento y castigos por infracciones menores, como un abrigo desabrochado o una identificación mal colocada.
Los guardias de la prisión la grababan constantemente “porque soy una ‘provocadora famosa’”, añadió.
El servicio penitenciario ruso no respondió a una solicitud de comentarios para este artículo.
Yelena, una detenida más reciente de la colonia penal, describió un régimen similar al que vivió Alyokhina hace una década.
Yelena, de 34 años, cumplió ocho años en una colonia siberiana tras ser condenada por posesión de drogas. Dijo que le pagaban unos 1.000 rublos (US$ 16) al mes por trabajar de 10 a 12 horas al día en un taller de costura.
“A las chicas de complexión fuerte y atlética se les suelen asignar trabajos mucho más pesados. Por ejemplo, cargan sacos de harina para la panadería de la prisión o descargan montañas de carbón”, explica.
Las presas podían ser castigadas por “delitos” inexplicables, como colocar un reloj de pulsera en la mesa de noche.
La peor sanción era el aislamiento, conocido como “el Vaticano”.
“Al igual que el Vaticano es un estado dentro de un estado, el aislamiento es una prisión dentro de la prisión”, dijo Yelena.
Una ginecóloga visitaba mensualmente su colonia, donde hay más de 800 mujeres encarceladas.
“Si echas cuentas, ¿cuáles son las posibilidades de que te toque un médico? Prácticamente cero”, dijo.
Barrera lingüística
Para un extranjero con poco o nada de ruso, es más difícil navegar por el sistema y lidiar con el aislamiento.
El hermano de Paul Whelan, un ex infante de Marina estadounidense que cumple 16 años en una colonia penal rusa por cargos de espionaje que él niega, dijo que se le concede una llamada telefónica de 15 minutos al día a sus padres, no puede llamar a otros familiares o amigos y no tiene acceso al correo electrónico ni a internet.
David Whelan dijo que su hermano debe trabajar al menos ocho horas al día, seis días a la semana, en tareas de poca importancia como hacer ojales, lo que le ha causado lesiones por esfuerzo repetitivo.
Los reclusos duermen en edificios que parecen barracas y el acceso a muchas necesidades, incluidas las medicinas, depende del pago de sobornos a los guardias de la prisión, dijo.
Las condiciones pueden depender en gran medida de los caprichos de los guardias, del director o de los reclusos de mayor edad.
Paul parece utilizar su formación militar “para superar el día a día, para saber qué batallas librar y cuáles no”, dijo David Whelan.
“Sus llamadas telefónicas, incluso a nuestros padres, son grabadas. Todas sus cartas se traducen antes de salir. Así que sabes que todo lo que haces está siendo vigilado y realmente no tienes sentido de la individualidad”.
Alyokhina dijo que recibir tarjetas y cartas del mundo exterior ofrecía un raro rayo de esperanza, e instó a la gente a apoyar a Griner de esa manera.
Dijo que debían utilizar una traducción automática y enviar el texto tanto en inglés como en ruso para que pasara más fácilmente el censor de la prisión.
“No dejen a nadie solo con este sistema”, dijo. “Es totalmente inhumano, es un Gulag, y cuando uno se siente solo allí, es mucho más fácil rendirse”.