(CNN) – En el lenguaje de los clavados olímpicos —una buena analogía para la realización de películas taquilleras—, Black Panther: Wakanda Forever se enfrentó a un grado de dificultad desmesurado al abordar la trágica muerte de Chadwick Boseman.
El hecho de que la película consiga alcanzar ese tono sombrío y siga siendo entretenida al estilo de Marvel representa un gran logro, aunque no se puede ignorar del todo la tensión creada por esas dos fuerzas que van en direcciones diferentes.
El director y coguionista Ryan Coogler y Kevin Feige, de Marvel, descartaron casi de inmediato cualquier idea de volver a elegir el papel principal, lo que hizo que la incorporación de la muerte del Rey T’Challa fuera una parte inevitable de la trama. Su ausencia confiere a la película un peso emocional considerable, pero también proporciona un recordatorio constante del mundo real que hace que escapar a la aventura sea un listón más alto que el de las películas de superhéroes estándar.
La solución adoptada permite (de hecho, exige) que otros personajes pasen a ser más importantes, y están admirablemente a la altura de las circunstancias, a la vez que transforman esta secuela en uno de los esfuerzos más centrados en las mujeres del estudio, con Letitia Wright, Angela Bassett, Lupita Nyong’o y Danai Gurira desempeñando papeles más destacados.
Black Panther ya se había definido en parte por sus fuertes personajes femeninos, como la leal guardia del rey, Dora Milaje, y la hermana Shuri (Wright), una genio inventora. La secuela, sin embargo, las obliga a lidiar con la defensa de su pueblo mientras se encuentran en la agonía del dolor, lo que, de nuevo, refleja el delicado acto de malabarismo que representa toda la película.
Como si estos fundamentos no fueran suficiente desafío, Coogler y compañía también emprenden otro ejercicio de construcción del mundo casi a la escala de la Black Panther original, introduciendo otro reino fantástico oculto —esta vez de la variedad submarina— presidido por su propio rey, Namor (interpretado por Tenoch Huerta Mejía), el de los pies alados, la fuerza extraordinaria y la capacidad anfibia de estar a caballo entre el océano y la tierra.
Los productores introducen hábilmente el reino de Namor, inspirado en los mayas, en la narrativa a través de su acceso al metal precioso que puso a Wakanda en el mapa, el vibranium, con Namor comprensiblemente preocupado por el hecho de que la exposición de las reservas de su pueblo los pone en peligro por parte de los que viven arriba.
Por desgracia, los aspectos deslumbrantes de ese mundo submarino no pueden evitar un parecido más que pasajero con Aquaman, de DC, lo que empaña la sensación de asombro que esas secuencias pretenden claramente evocar.
En última instancia, todas las decisiones de Wakanda Forever tienen un marco lógico, desde las cuestiones relacionadas con el traspaso de la batuta hasta la acumulación de confrontación entre los dos reinos, y la postura todavía recelosa de Wakanda hacia el resto del mundo.
La cuestión más importante —si esas decisiones han puesto realmente a la franquicia en un camino sostenible en términos de llevarla al futuro, o simplemente han sacado lo mejor de la mala mano que se les repartió a los cineastas tras el enorme éxito del estreno de 2018— es más difícil de juzgar en este momento.
Dado que otros incondicionales de Marvel han abandonado el universo tras Endgame, Black Panther parecía estar preparada para convertirse en un punto de referencia de cara al futuro.
Queda por ver si Wakanda Forever puede cubrir ese hueco y posicionar a Marvel para llenar ese vacío. Pero ante la desalentadora tarea de despedir a una estrella trágicamente arrebatada en su mejor momento de forma sobria pero conmovedora, Coogler le dio al público, y al estudio, un clavado sólido y elegantemente ejecutado en una Wakanda para el presente.
Black Panther: Wakanda Forever se estrena el 11 de noviembre en los cines estadounidenses. Está clasificada como PG-13.