(CNN Español) – Desde que Xi Jinping, presidente y líder de China, fue ratificado para un tercer mandato como secretario general del Partido Comunista —una inédita movida que muestra un poder concentrado no vista en décadas—, el mundo se pregunta cómo afectará este hecho al rol global del gigante asiático, cuya importancia no ha parado de crecer en las últimas décadas.
Y cuando trascendieron las imágenes del ex presidente y antecesor de Xi, Hu Jintao, siendo retirado aparentemente en contra su voluntad del 20° Congreso del Partido Comunista, un símbolo de la China que conocíamos —caracterizada por un alto crecimiento económico y un “ascenso pacífico” como potencia, incluso cooperando con Estados Unidos— pareció definitivamente desvanecerse.
Así, la China de Xi Jinping parece estar entrando en una nueva era marcada por el conflicto con Estados Unidos y Occidente, mientras intenta hacer frente a una desaceleración en su crecimiento económico y su capacidad de seguir invirtiendo y comprando en todo el mundo.
¿Cómo podría esto impactar en el mundo y en América Latina?
El creciente conflicto con Estados Unidos
China y Estados Unidos comenzaron un acercamiento estratégico a principios de la década de 1970, en el contexto de la Guerra Fría y las crecientes disputas entre Beijing y Moscú, principal rival de Washington.
En 1979, tres años después de la muerte de Mao Zedong, China y Estados Unidos restablecieron sus relaciones diplomáticas —rotas desde el triunfo de la revolución comunista en 1949—, e iniciaron un largo proceso de cooperación e intercambio comercial, hasta el punto de convertirse en socios de primer orden en medio de un proceso de apertura económica de parte de Beijing.
En los últimos años, sin embargo, la relación se ha deteriorado en medio de las crecientes tensiones comerciales —que han llevado al “desacoplamiento” progresivo de las dos economías— y la expansión de las inversiones chinas en todo el mundo, a medida que Estados Unidos, junto a la Unión Europea, y China se configuran como los dos grandes bloques globales y “rivales sistémicos”.
Así, la política china del “ascenso pacífico”, por la cual China prometía a la comunidad internacional que su crecimiento económico y político estaría basado en la paz, la cooperación y la seguridad internacional, un pilar del Gobierno de Hu, parece estar siendo desmantelada por Xi.
Esto podría significar una nueva era de rivalidad y tensiones que no se veía desde la Guerra Fría, y, como en aquel momento, mantener buenas relaciones con Estados Unidos y China a la vez podría ser cada vez más difícil para los países del mundo y de América Latina.
China y América Latina
Las relaciones entre China y los países de América Latina son, en primera instancia, comerciales y económicas, y la presencia de Beijing y sus inversiones se ha estado acelerando desde principios de la década de 2000. Pero también ha habido acercamientos políticos.
China es el principal destino de las exportaciones de Brasil, Chile, Perú, y también el principal origen de las importaciones de estos tres países, según datos de 2020 del Observatorio de Complejidad Económica.
Es también el segundo destino de las exportaciones y el segundo origen de las importaciones de Argentina (después de Brasil) y Colombia (luego de Estados Unidos), el segundo origen de las importaciones de México (por detrás de EE.UU.), y un socio comercial de importancia también para Bolivia, Ecuador y Costa Rica, entre otros.
De acuerdo con el Council on Foreign Relations, un think tank con sede en Nueva York, China es, por volumen total de intercambio, el segundo socio comercial de América Latina y el Caribe después de Estados Unidos, pero el primero en magnitud en Sudamérica, donde el peso de Brasil es mayor.
La región vende a China principalmente de alimentos, combustibles y materias primas, al tiempo que se abastece de productos manufacturados, maquinaria y tecnología provenientes del gigante asiático.
Al momento, además, 21 países de América Latina y el Caribe han ingresado en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida también como la “Nueva Ruta de la Seda”, un desarrollo global de infraestructura impulsado por China desde 2013 que se ha convertido en una de las banderas del Gobierno de Xi Jinping.
Se trata de Antigua y Barbuda, Argentina, Barbados, Bolivia, Chile, Costa Rica, Cuba, Dominica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Granada, Guyana, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Perú, Suriname, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela, según el Green Finance and Development Center de la Universidad de Fudan, en Shanghai.
En 2019 América Latina recibió US$ 6.400 millones inversiones extranjeras directas de China, un 5% del total de ese año para el país, de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional. Brasil concentra la mayor parte de estas inversiones, pero Venezuela, Argentina, Ecuador y Perú también son beneficiarios importantes, de acuerdo a la misma fuente.
China tiene acuerdos de libre comercio con Chile, Costa Rica y Perú, y un plan de acción conjunta con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
No todo es comercio, y desde la llegada de Xi al poder China ha firmado acuerdos de asociación estratégica integral con Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Venezuela.
¿China, ante la trampa de ingresos medios?
La economía de China tuvo un impresionante desempeño en las décadas de 2000 y 2010, llevando a buena parte de su población a niveles de consumo y bienestar que no se habían visto en el país, y ese logro vino de la mano de la producción industrial y las exportaciones. Pero en los últimos años las señales de una desaceleración han comenzado a preocupar.
A esta desaceleración se interpretado dentro de la “trampa de los ingresos medios”, un fenómeno descrito por los economistas del Banco Mundial Homi Kharas y Indermit Gill como un momento de estancamiento que llega luego de que una economía de bajos ingresos ha logrado dar el salto a los ingresos medios o medios-altos.
Pero pasar a los ingresos altos se vuelve, entonces, extremadamente difícil para economías que se han basado en los bajos costos laborales y cuya competividad se ha reducido con el aumento de los salarios. Los cambios necesarios para dar ese salto, entre ellos potenciar la innovación en lugar de la inversión, especializarse en vez de diversificar, y promover la creatividad por sobre la flexibilidad, se tornan casi inalcanzables, según los autores.
La “trampa de los ingresos medios” es un problema que China comparte con muchos países de América Latina, entre ellos Argentina, México y Brasil. Para otros en la región, que han estado intentando llegar a los ingresos medios en parte gracias al comercio con China, la desaceleración del gigante asiático podría tener efectos complejos, especialmente si han recibido sus inversiones, que podrían desacelerarse.
En medio de este proceso, la consolidación de Xi en el poder, que significó el ascenso de funcionarios leales al presidente que no son necesariamente los más competentes ni los más abiertos a los mercados, también generó preocupaciones en los mercados.
Hubo caídas en las acciones chinas en Hong Kong y Nueva York tras el Congreso del Partido Comunista, y el yuan llegó a su nival más bajo en 15 años, mientras los analistas se preguntan por el impacto económico de la nueva China de Xi.
Se espera que la economía de América Latina crezca un 3,5% este año, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, mientras que la proyección para China es de 3,2%, su crecimiento más bajo desde 1977.
¿Qué tan fuerte es esta desaceleración? Entre 2003 y 2013, en tiempos de las famosas “tasas chinas” de crecimiento —que llevaron en pocas décadas a sacar a 800 millones de personas de la pobreza—, el PIB del país trepó en promedio más del 10% anual, según datos del Banco Mundial.
Las tensiones globales por Taiwán
A pesar del restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y China, Washington mantuvo siempre cercanía con Taiwán, una isla formalmente conocida como la República de China que Beijing considera como parte de su territorio y que ha prometido recuperar.
Las muy cercanas relaciones comerciales, políticas y militares entre Washington y Taipei están en el centro de las últimas escaladas con Beijing, especialmente luego de que la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, visitara en agosto la isla a que la República Popular considera una provincia rebelde desde 1949.
La respuesta de Beijing fue notable: sanciones a Pelosi, lanzamiento de misiles balísticos, ejercicios militares y envío de buques de guerra y aviones a la región
No es la primera vez que la situación escala así: en 1996, luego de la visita del entonces presidente de Taiwán, Lee Teng-hui a Estados Unidos, China disparó también misiles en aguas cercanas a la isla y Washington envió dos portaaviones a la zona en apoyo de Taipei.
Pero los roces por Taiwán han venido en alza en los últimos años.
Y en la apertura del Congreso del Partido Comunista, Xi dijo primero que China “luchará por una reunificación pacífica” con Taiwán, tras lo cual advirtió que “nunca prometeremos renunciar al uso de la fuerza y nos reservamos la opción de tomar todas las medidas necesarias”.
“Las ruedas de la historia avanzan hacia la reunificación de China y el rejuvenecimiento de la nación china. Se debe lograr la reunificación completa de nuestro país”, dijo Xi en medio de aplausos.
En este gran esquema América Latina es una región más en el mundo donde China intenta buscar apoyo para su reclamo sobre Taiwán. De hecho la mayoría de los países de la región reconocen plenamente a la República Popular China y no mantienen relaciones con Taipei, y en el caso de República Dominicana y Nicaragua, cortaron sus relaciones con la isla recientemente.
Pero Taiwán mantiene aliados en la región: Honduras, Haití, Guatemala y Paraguay son los únicos países latinoamericanos que reconocen la legitimidad de la isla, al igual que Belize, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas en el Caribe.
Con información de Laura He, Nectar Gan y Simone McCarthy.