(CNN Español) – “Había conocido a Jiang Zemin cuando era alcalde de Shanghai”, comienza diciendo Henry Kissinger, ex secretario de Estado de EE.UU., en su influyente libro On China. “No esperaba que se convirtiera en el líder que guió a su país del desastre a la explosión asombrosa de energía y creatividad que ha caracterizado al auge de China”.
Jiang, el exlíder de China que gobernó entre 1989 y 2002, murió el 30 de noviembre de 2022 a los 96 años, en medio de un cuadro de leucemia, según la agencia estatal Xinhua.
Su muerte ocurre en un momento complicado para China, entre la consolidación en el poder de Xi Jinping, el actual líder, las protestas de parte de la población ante las duras políticas contra el covid-19 y la creciente rivalidad con Estados Unidos.
Este miércoles, Xi dijo que el país “llora profundamente” la muerte de Jiang y “convertirá el dolor en fuerza” para construir una China socialista moderna, según un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Muchos, especialmente en Occidente, extrañan los tiempos de Jiang, un intelectual cosmopolita —en más de una ocasión recitó el discurso de Gettysburg del presidente estadounidense Abraham Lincoln— de modales amables pero informales y repleto de confianza, como lo recuerda Kissinger, que lo trató varias veces en persona.
En una entrevista con CNN en mayo de 1997, Jiang dijo que “independientemente de la profesión de cada uno, si uno puede disfrutar de la lectura de algo de literatura, disfrutar de algo de música, eso puede ser muy útil para el crecimiento saludable de la persona”.
Jiang en el poder
“Condujo a su país durante uno de los crecimientos del PIB per cápita más grandes de la historia humana, consumó la devolución pacífica de Hong Kong, reconstruyó la relación con Estados Unidos y el resto del mundo (tras la masacre de Tiananmén), y puso a China en el camino a convertirse en una potencia económica global”, escribe Kissinger.
Además de estos hitos, Jiang es también celebrado por llevar a China la Organización Mundial de Comercio (OMC) y por lograr que su país organizara los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.
En pocas palabras, se lo recuerda por lograr la integración de China al sistema internacional en medio del caos posterior a la Guerra Fría y Tiananmén, y luego de que el país cimentara su apertura al mercado a través del “Socialismo con características chinas”.
Otros en cambio, responsabilizan a Jiang por el crecimiento de la corrupción en China, por la represión violenta de movimientos como el Falun Gong y por consolidar el dominio del Partido Comunista y frenar cualquier reforma política en el país.
Su ascenso, de hecho, está ligado a uno de los momentos más difíciles de la China contemporánea: la represión violenta del movimiento pro democrático en junio de 1989, hechos conocidos popularmente como la Masacre de Plaza Tiannanmén en Beijing.
Se cree que hasta 10.000 personas fueron arrestadas durante y después de las protestas, y las estimaciones del número de muertos oscilan entre varios cientos y miles. Estos hechos llevaron a una amplia condena internacional y a la salida del entonces líder chino, Zhao Ziyang, en parte por sus simpatías con los manifestantes.
Jiang asumió ese mismo junio —en reemplazo de Zhao y con el apoyo de Deng Xiaoping, el gran líder reformista chino— como Secretario General del Partido Comunista de China y desde 1993 también presidente del país, cargos que retuvo hasta 2002.
Su gobierno se caracterizó por la liberalización económica y el abrazo a la globalización, generando un crecimiento nunca antes visto de la economía, mientras mantenía un enorme control sobre cuestiones políticas e ideológicas.
Las ideas de Jiang
De hecho, Jiang fue uno de los últimos líderes chinos en guiarse por la premisa que la modernización económica debía llegar antes que la reforma política para evitar un colapso como el de la Unión Soviética en 1991, de acuerdo con el politólogo estadounidense Bruce J. Dickson en su artículo Beijing’s ambivalent reformers.
Sobre el papel del Partido Comunista de China, Jiang expuso en 2000 su “Teoría de las Tres Representaciones”. De acuerdo con Sergio Cesarín, académico especialista en China, el argumento central es que el partido no representa solo a los trabajadores, sino a todas las fuerzas productivas, lo cual permitió el ingreso de empresarios (los llamados “capitalistas rojos”) como miembros.
“Antes denostados, ahora pasarían a formar parte de la iconografía partidaria junto a obreros, campesinos e intelectuales. Esta posición despertó alabanza y críticas”, escribe Cesarín en su libro China se avecina.
Jiang nació en 1926 y estudió ingeniería eléctrica en Shanghai, y se unió al Partido Comunista en la universidad. Tras el triunfo de la Revolución en 1959, comenzó a subir posiciones llegando a ser ministro de la Industria Electrónica en 1983 y alcalde de Shanghai en 1985.
“Fue una figura contradictoria y un líder accidental”, dijo Pin Ho, fundador y director general de Mirror Media Group, una influyente editorial en lengua china con sede en Nueva York que publica libros y sitios web sobre la política china. “Admiraba y respetaba las culturas occidentales, pero también tenía que vivir dentro del sistema político chino”.
Con información de Steven Jiang.