(CNN) – Si se produce un gran desastre de fontanería, la mayoría de los huéspedes de Airbnb harían las maletas y pedirían que les devolvieran el dinero, mientras que sus anfitriones darían por perdidas sus ganancias y tratarían de olvidarlo.
Pero para los viajeros alemanes Elke Thau-Montgomery y Rudi Thau, y sus anfitrionas estadounidenses Beth Ann Moon y Jennifer Steinberg, una catástrofe en su Airbnb se convirtió en una amistad de cinco años que atraviesa un continente.
Beth y Jennifer, una pareja que vive en Florida, pusieron por primera vez en Airbnb el departamento anexo a su casa en 2017. Beth y Jennifer son homosexuales, y tomaban precauciones por la posible homofobia de sus huéspedes (Beth bromea diciendo que se escondió de los primeros reservantes).
Pero los huéspedes de Estados Unidos y de otros países iban y venían, y en su mayoría eran reservados.
Elke y Rudi destacaron desde el principio. Se mostraron amables y relajados, y llegaron con una botella de ginebra de regalo.
Elke y Rudi se sintieron atraídos por el Airbnb de Beth y Jennifer por su ubicación —cerca de los Everglades, en el extremo sur de Florida— y por la acogedora piscina del patio trasero de Beth y Jennifer.
Pero lo que cerró el trato en realidad fue el Volkswagen Beetle estacionado afuera. La pareja alemana pensó que cualquiera que tuviera un VW Beetle estaría en la misma onda que ellos.
“Vayamos allí, deben de ser buena gente”, recuerda que pensó Elke.
Cuando Elke y Rudi presentaron la ginebra a sus anfitriones, Beth entró en la casa y sacó otra botella de la misma destilería, del doble de tamaño.
“Nos reíamos el uno del otro”, dice Elke.
“Congeniamos en cuanto llegaron”, dice Beth.
Las dos parejas acabaron sentadas fuera toda la noche, bebiendo y charlando.
“Realmente era la primera vez que conectábamos con la gente que se alojaba aquí”, dice Jennifer. “Eran como nosotras, teníamos muchas cosas en común”.
Hacer frente a una crisis
Pero un par de días después llegó el desastre. El drenaje del Airbnb dejó de funcionar. Para solucionar el problema, Jennifer y Beth tuvieron que llamar a unos contratistas de emergencia que cortaron rápidamente el suministro de agua y cavaron un agujero gigante en el patio trasero.
“Martillearon el exterior, porque el suelo es de roca de coral”, explica Jennifer. “Fue una gran interrupción. Elke y Rudi no podían usar el baño. Fue una mala situación”.
Jennifer y Beth se disculparon. Esperaban que sus visitantes alemanes se hubieran ido a la mañana siguiente.
“Creo que la mayoría de la gente que alquila un Airbnb exigiría que les devolviéramos el dinero y que les consiguiéramos un hotel”, dice Jennifer. “No sabía qué esperar. Y lo siguiente que supe es que estaban en nuestro patio trasero construyéndonos una fogata”.
Rudi y Elke dejaron claro que no irían a ninguna parte a menos que Jennifer y Beth quisieran. A los alemanes no les afectó el percance y les pareció más divertido que otra cosa.
Elke dice que se sintieron mal por sus anfitriones y sus problemas de fontanería. La fogata fue el primero de una serie de gestos amables con los que Elke y Rudi esperaban animar a Beth y Jennifer, presas del pánico.
Y en lugar de echar a sus huéspedes, la crisis no hizo más que acercar a las dos parejas.
“Se convirtieron en nuestros amigos cercanos”, dice Jennifer, “sabían que estábamos desconcertadas. E intentaron hacer cosas en nuestra casa para que nos sintiéramos felices. Y no se fueron a ninguna parte. Se quedaron con nosotras”.
Pronto se llegó a un acuerdo por el que Rudi y Elke podían utilizar los baños de la casa principal. Las tardes las pasaban sentados alrededor de la nueva fogata. Las dos botellas de ginebra se vaciaron mientras las dos parejas pasaban las horas hablando de cocina, familia, viajes, sus respectivos países y culturas y sus ideas sobre la vida, la política y la amistad.
“Todos pensamos lo mismo: política, cultura y demás”, dice Elke. “Conectamos y eso fue genial”.
Elke y Rudi eran ávidos viajeros que siempre saludaban a los anfitriones de Airbnb con cordialidad y amabilidad. Pero nunca se habían relacionado con nadie como lo hicieron con Jennifer y Beth.
“No habíamos tenido una experiencia así antes y estamos muy agradecidos por ello, por sacar de ahí unos amigos maravillosos”, dice Elke.
“Te diré que nunca había tenido esa experiencia con nadie”, coincide Jennifer. “Debido a nuestras edades, nunca esperamos hacer amigos tan íntimos tan tarde en la vida”.
Cuando el viaje de Elke y Rudi se aproximaba a su fin, empezaron a gestarse planes para que Beth y Jennifer visitaran a Rudi y Elke en Baviera. Antes de que los alemanes se marcharan, las estadounidenses reservaron vuelos para ese mismo año.
Los cuatro se separaron como amigos íntimos. Cuando Rudi y Elke regresaron a Alemania, Beth y Jennifer les devolvieron el dinero de la estancia.
“Sabíamos que no lo aceptarían si lo hacíamos mientras estaban aquí”, dice Jennifer.
Amigos de por vida
Varios meses después, las dos parejas se reencontraron en Alemania como si no hubiera pasado el tiempo. A Jennifer y Beth les encantó ver el país a través de los ojos de la gente que vive allí. También visitaron Austria y la República Checa.
“Ninguna de las dos había estado nunca en Europa”, dice Jennifer. “Acabamos de ver mundo y es gracias a Rudi y Elke. De ninguna manera podríamos haber hecho lo que hemos hecho y lo que hemos visto en Europa por nuestra cuenta”.
A partir de ahí, se estableció una tradición. Cada invierno, Elke y Rudi pasan unas largas vacaciones con Beth y Jennifer. Y en otoño, ellas les devuelven la visita.
Beth y Jennifer ya no alquilan su espacio en Airbnb: está reservado para Elke y Rudi, además de que desde entonces adoptaron perros.
Cinco años después de su primer encuentro, han formado lazos con los seres queridos de cada pareja. Hoy, Rudi, Elke, Jennifer y Beth se ven como una gran familia intercontinental.
“Incluso cuando vamos a Alemania, su familia es nuestra familia”, dice Beth.
Rudi y Elke erigieron un palo de mayo casero (un poste alto de madera utilizado tradicionalmente en las fiestas populares europeas) en su patio de Baviera, coronado con una foto de su familia. Naturalmente, Jennifer y Beth están incluidas en la ilustración.
“Es una amable representación o símbolo de nuestras culturas combinadas y de lo que sentimos el uno por el otro como una familia”, dice Jennifer.
Aunque las dos parejas conectaron desde el primer día, atribuyen al percance de la fontanería el haber cimentado su amistad, al menos en parte.
“No sé si puedo decir que una sola cosa fue la alquimia que encajó, porque simplemente sucedió. Pero creo que fue la fontanería”, dice Jennifer. “Quizá hubiéramos sido amigos de todos modos. Pero si no hubiéramos tenido una crisis que superar juntos, no habría sido lo mismo”.
“Además de esa química entre las personas, creo que también es un poco la forma en que reaccionamos ante este pequeño percance con los fontaneros”, dice Elke. “Rudi y yo intentamos tomárnoslo con mucho humor, porque las cosas pasan, así es la vida”.
Ahora mismo, Rudi y Elke están visitando a Beth y Jennifer en Estados Unidos, y el grupo está ocupado planeando unas vacaciones en Croacia para el verano de 2023. Cuando no están físicamente juntos, se comunican por videoconferencia. No solo se ven como mejores amigos, sino como una familia por elección.
Y están encantados de haber viajado, y más concretamente, de que un percance de viaje los haya unido.
“Viajar y aprender”, resume Rudi.
“Nunca sabes a quién vas a conocer”, dice Jennifer. “Ten la mente abierta y deja que la gente entre en tu corazón. Estos encuentros fortuitos pueden cambiar la vida de alguien, y Rudi y Elke sin duda han cambiado la mía. No siempre se trata de romances. Se trata de la gente, de la energía que tienen y de que nunca se sabe”.