(CNN) – Cuanto más intenta el presidente de Rusia, Vladimir Putin, romper la OTAN, más fuerte se hace. No por primera vez en la guerra de Ucrania, el presidente Joe Biden tomó medidas decisivas que cerraron fisuras en la alianza. Anunció este miércoles que enviaría 31 tanques avanzados estadounidenses al ejército de Kyiv, en una medida que provocó que una reticente Alemania abandonara su resistencia a enviar sus propios tanques y que podría desbloquear movimientos similares en toda Europa.
Esto representa una importante victoria simbólica, política y militar para Ucrania. Espera que lo que denomina su nuevo “puño de hierro” atraviese las atrincheradas líneas rusas en el este, impulse un avance sobre el puente terrestre ruso hacia la anexionada Crimea en el sur y evite una temida ofensiva rusa de primavera.
Fue necesaria la habilidad política de Biden para poner fin a la desavenencia occidental más pública y perjudicial de la guerra hasta el momento. Estados Unidos había dicho anteriormente que sus tanques Abrams eran demasiado complejos y requerían demasiado mantenimiento para la guerra de Ucrania y no se adaptaban al terreno. Pero el cambio de opinión de Biden, que da cobertura a Alemania, subraya la opinión de Washington de que la unidad occidental contra Putin es fundamental para salvar a Ucrania.
De hecho, el principal objetivo de Putin fuera del campo de batalla es forjar divisiones entre los aliados occidentales e interrumpir o poner fin al flujo de armas del que depende la supervivencia de Ucrania como nación independiente.
Su fracaso, a pesar de las feroces amenazas públicas rusas destinadas a intimidar a las naciones europeas para que se muestren reticentes a las transferencias de tanques, también se produce después de que un invierno suave le quitara a Rusia otro aspecto de su estrategia: privar a los europeos de importaciones de gas durante las heladas con la esperanza de que presionaran a sus propios líderes para que dejaran de apoyar a Ucrania.
“Putin esperaba que Europa y Estados Unidos debilitaran nuestra determinación”, dijo Biden en la Casa Blanca este miércoles. “Esperaba que nuestro apoyo a Ucrania se desmoronara con el tiempo. Se equivocó… y se equivocó desde el principio y sigue equivocándose. Estamos unidos”.
Un cambio estratégico extraordinario
A medida que se acerca el primer aniversario de la invasión rusa no provocada, Biden y Occidente se encuentran en una posición extraordinaria que pocos estrategas habrían creído posible hace un año.
—La OTAN es más fuerte y está más unida de lo que ha estado en años. Y eso es un desastre estratégico para Rusia. La sensación de deriva de la alianza a principios del siglo XXI se ha desvanecido al recordar el propósito fundacional del bloque: una defensa común contra la agresión de Moscú. El comportamiento de Putin garantizará que esa lección sobre la alianza perdure durante décadas.
—Biden ha fijado su legado en una gran guerra terrestre en Europa, en la que Estados Unidos se ha enzarzado en una eficaz batalla por poderes con su rival nuclear Rusia. Esta lucha —que es, en cierto modo, la última batalla de la Guerra Fría— es una prueba de voluntad entre un presidente estadounidense y un hombre fuerte del Kremlin profundamente influido por el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Biden lidera la empresa de política exterior más importante al menos desde la invasión de Irak en 2003. Su éxito es crucial para la credibilidad de Estados Unidos y para la suya propia. Es probable que la magnitud de la misión eclipse gran parte del resto de su presidencia —incluida la actual investigación sobre el extravío de documentos clasificados— en la historia mundial.
—Biden ha restablecido a Estados Unidos como un líder mundial fuerte, reactivando su crítica alianza transatlántica y dirigiendo a los aliados detrás del esfuerzo con una diplomacia exitosa e intensa. Y hasta ahora, el equilibrio del presidente —entre canalizar armamento cada vez más potente a Ucrania y evitar una escalada con Putin que podría llevar a un enfrentamiento con Occidente o incluso al uso por parte de Moscú de un arma nuclear táctica a menor escala— se mantiene. El inicio del segundo año de guerra en Ucrania y la creciente implicación de la OTAN pondrán a prueba esta ecuación como nunca antes.
—El aspecto más destacable de la evolución de la relación entre Occidente y Ucrania es que una de las supuestas motivaciones de Putin para la guerra era adelantarse a la posibilidad de que el antiguo Estado soviético pudiera entrar en la OTAN, lo que supondría una humillación aún mayor para Moscú que la adhesión de naciones que en su día formaron parte del territorio del Pacto de Varsovia, como Polonia, Rumanía y Eslovaquia. Pero ahora, el esfuerzo bélico de Ucrania está siendo armado y financiado por Occidente, casi como si fuera un Estado de facto de la OTAN con acceso a algunos de los sistemas de armamento más sofisticados de la alianza.
La justificación occidental de ese apoyo también está evolucionando. Antes, el objetivo principal era permitir que una nación indefensa repeliera una invasión no provocada para que su pueblo tuviera libertad para elegir su sistema político y su soberanía. Ahora, los líderes de la alianza parecen ver a Ucrania como un baluarte estratégico vital.
“Si el presidente Putin gana, es una tragedia para los ucranianos, también es peligroso para nosotros”, declaró este miércoles el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a Kate Bolduan, de CNN, argumentando que no se puede permitir que una nación autoritaria ejerza su voluntad y saque provecho de las amenazas. “Redunda en nuestro interés de seguridad apoyar a los ucranianos”, afirmó.
¿Y ahora qué?
Aunque siga fracasando, es poco probable que Putin deje de intentar astillar la alianza occidental. La hostilidad hacia Estados Unidos y sus aliados y la búsqueda de venganza han sido la base de sus más de dos décadas en el poder. Y estrangular el suministro de armas a Ucrania y avivar el cansancio occidental con la guerra siguen siendo cruciales para sus esperanzas de conseguir la victoria o evitar una derrota decisiva.
Moscú reaccionó con furia a la decisión sobre los tanques, calificándola de extremadamente peligrosa y añadiendo que llevaba un conflicto ya sangriento a un nuevo nivel.
Biden, que seguía tratando de evitar cualquier escalada que pudiera desembocar en un enfrentamiento directo entre la OTAN y las fuerzas rusas, subrayó que los nuevos tanques no suponían ninguna amenaza ofensiva para Rusia, si Putin retiraba sus tropas de Ucrania. A los críticos de la guerra y del flujo masivo de armas occidentales les preocupa cada vez más que Occidente acabe simplemente alimentando un sangriento estancamiento que se traduzca en la matanza sin sentido de miles de soldados ucranianos y rusos y de civiles ucranianos. Dado que tanto Moscú como Kyiv parecen creer que aún pueden ganar la guerra, apenas queda margen para un impulso diplomático en favor de un alto el fuego o la paz.
Sin embargo, los estrategas militares occidentales advierten de que Moscú, tras una embestida ya sangrienta, prepara una nueva ofensiva para la primavera.
“Es peligroso subestimar a Rusia”, dijo Stoltenberg en un discurso en Oslo este miércoles, señalando que Moscú había movilizado 200.000 soldados más y estaba dispuesto a asumir grandes riesgos y a soportar pérdidas asombrosas.
Ucrania, como siempre, pedirá más
Ucrania se verá ahora presionada para demostrar que puede utilizar estos nuevos carros de combate en operaciones militares combinadas adecuadamente planificadas que maximicen sus ventajas pero minimicen sus debilidades para conseguir importantes avances en el campo de batalla. Mientras que los tanques alemanes, conocidos como Leopard 2, podrían llegar en cuestión de semanas, John Kirby, coordinador de comunicaciones estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional, declaró a CNN que pasarían “muchos meses” antes de que llegaran los Abrams, que aún deben ser adquiridos a fabricantes estadounidenses.
Aun así, la cadena de consecuencias diplomáticas y militares que se desató con la disposición de Biden a enviar los tanques envió un importante mensaje a Moscú.
“Son más importantes como símbolo del compromiso estadounidense y europeo”, declaró a Wolf Blitzer de CNN el general retirado Wesley Clark, ex comandante supremo aliado de la OTAN en Europa.
Ucrania había solicitado al menos 300 carros de combate. Aunque sigue sin estar claro cuántos recibirá en los nuevos envíos aliados, el total podría rondar el centenar. Sin duda espera que, una vez abierta, la espita del nuevo armamento siga fluyendo. Eso es lo que ha ocurrido sistemáticamente en la guerra.
En el momento de la invasión en febrero pasado, Estados Unidos y sus aliados se mostraban recelosos incluso de suministrar armamento básico. Pero a medida que se desarrollaba la brutal guerra, y Ucrania inspiraba al mundo con su resistencia, las barreras a una ayuda más cinética fueron desapareciendo. Kyiv recibe ahora armas, municiones, aviones no tripulados, misiles antitanque Javelin, vehículos blindados, misiles antimisiles Patriot y, ahora, algunos de los tanques más sofisticados de los ejércitos estadounidense y aliados.
Cuando estuvo en Washington justo antes de Navidad, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, advirtió que las necesidades de su país eran tan grandes que nunca dejaría de pedir más armas.
Hasta ahora, el suministro de aviones de combate —la petición más preciada de su gobierno— ha sido una línea roja que Biden no ha estado dispuesto a cruzar. También es una de las que anteriormente causó divisiones en la alianza.
Pero el patrón de esta guerra es que lo que Ucrania pide, al final lo consigue, aunque no siempre se satisfaga la escala de sus peticiones de equipamiento específico.