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Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) – ¿Cuál ha sido hasta ahora el peor día para el presidente de Rusia, Vladimir Putin, desde que lanzó su invasión a gran escala no provocada de Ucrania el año pasado? Es imposible elegir uno, pero el martes 4 de abril de 2023 debe ocupar un lugar destacado en la lista.

Esa fecha quedará grabada para siempre en la historia. No, no solo por lo que ocurrió en un tribunal de Manhattan en el que estaba implicado cierto expresidente de Estados Unidos, sino por algo que podría decirse que tuvo más consecuencias, a pesar de que ocupó un lugar más secundario en los titulares. Fue el día en que Finlandia ingresó oficialmente en la OTAN.

Cuando los miembros de la OTAN permanecieron solemnemente de pie frente a la sede de la Alianza en Bruselas, viendo izada la bandera azul y blanca de Finlandia junto a las otras 30, la ceremonia sirvió casi como una declaración de que la guerra de Putin en Ucrania fracasó.

Después de todo, Putin justificó su invasión con dos argumentos principales. En primer lugar, trató de argumentar erróneamente que Ucrania no es un país real y que pertenece a Rusia. Esa afirmación ha sido desmentida no solo por los historiadores, sino por la férrea defensa de su nación por parte del pueblo ucraniano.

En segundo lugar, Putin argumentó que su objetivo era impedir la expansión de la OTAN. En ese aspecto, Putin no solo fracasó, sino que de hecho impulsó el mismo desarrollo que pretendía impedir. Ahora la frontera de Rusia con los países de la OTAN se ha más que duplicado en longitud, añadiendo 1.335 kilómetros adicionales de frontera con Finlandia.

Finlandia, que una vez formó parte del imperio ruso y, por lo tanto, también es potencialmente un objetivo de los argumentos irredentistas de Putin, se moverá rápidamente para fortificar esa larga frontera. Esto se debe a que cuando Rusia invadió Ucrania, envió una señal inequívoca a sus vecinos de que simplemente no era de confianza.

Por supuesto, Finlandia ya lo sabía. Fue atacada por Moscú, su antiguo amo imperial, en la Guerra de Invierno de 1939-1940. Los finlandeses defendieron el país con un poderío mítico, pero acabaron perdiendo alrededor del 10% de su territorio. Después, Finlandia pensó que la mejor manera de protegerse era mantener su neutralidad. Pero Putin les desengañó de esa idea cuando atacó Ucrania.

Este martes, en Bruselas, el presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, declaró: “La era del no alineamiento en nuestra historia ha llegado a su fin: comienza una nueva era”.

Merece la pena insistir en el punto: es una gran derrota para Rusia y para Putin. Tanto, que el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, declaró: “Esto es lo único que podemos agradecer al Sr. Putin”. Sin Putin y su guerra, Finlandia no sería miembro de la OTAN.

La guerra no solo produjo lo que Putin dijo explícitamente que quería evitar; también desencadenó lo contrario de lo que había buscado implícitamente. Al parecer, esperaba que la OTAN estuviera dividida sobre la cuestión de ayudar a un país no miembro. Pero como señaló el presidente Joe Biden, la Alianza nunca ha estado más unida. Además, su importancia, su propósito, ha quedado más claro que en décadas.

La agresión rusa ha transformado el cálculo estratégico para todos los países de Europa. Como dijo Niinisto a CNN el año pasado, las divisiones se han agudizado, queda poco espacio para la neutralidad. “La invasión”, dijo, “demostró que Moscú no respeta a los países oficialmente neutros”.

Y si las naciones de la Unión Europea se ven de repente en la necesidad de tomar partido, llama la atención que nadie corra precisamente a los brazos de Moscú.

Tan pronto como Rusia envió sus tanques a Ucrania (después de negar repetidamente que fuera a invadirla) las encuestas en Finlandia empezaron a mostrar un brusco cambio de sentimiento. En noviembre, a pesar de, o tal vez debido a, las advertencias de Rusia y los movimientos amenazantes militarmente cerca de la frontera finlandesa, cuatro de cada cinco finlandeses apoyaban entrar en la OTAN.

También Suecia, un país que durante cientos de años ha seguido una política de neutralidad, ha solicitado su ingreso en la OTAN. Por ahora, Turquía y Hungría bloquean su adhesión, centradas en su política interior. Pero no me cabe duda de que Suecia acabará adhiriéndose.

La adhesión de Finlandia no es solo simbólica. El país no se queda atrás en materia militar. Todos los hombres están obligados a servir en el Ejército. Sus habilidades para el invierno no tienen comparación y su arsenal es impresionante.

Incluso Moscú se vio obligado a reconocer que algo importante había cambiado. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia dijo que la entrada de Finlandia en la OTAN creaba “un cambio fundamental en la situación del norte de Europa”. En realidad, este realineamiento estratégico va más allá del norte de Europa. Inclina la balanza geopolítica más lejos de Rusia.

Rusia advirtió que podría verse obligada a tomar “medidas de represalia”. Pero con las fuerzas de Putin atascadas en Ucrania y tan escasas que ha recurrido al uso de mercenarios y convictos, estas amenazas son menos intimidatorias de lo que podrían haber sido antes de que invadiera Ucrania hace 14 meses en una campaña que se suponía iba a tener éxito en cuestión de días. Si pensó que la guerra haría que Rusia pareciera más fuerte ante el resto del mundo, allí también consiguió lo contrario de su objetivo.

Luego, para fastidio aún más el desagradable día del presidente ruso, el mismo martes en que incorporaron a Finlandia al redil, los líderes de la OTAN indicaron que habían invitado al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, a asistir a la cumbre de la OTAN de julio en Lituania.

Y, por si Putin necesitara más razones para preocuparse, dos líderes europeos llegaron esta semana a Beijing para reunirse con su aliado más cercano, el líder de China, Xi Jinping, donde el comercio y Ucrania serán los temas principales de su agenda. En preparación para su viaje con el presidente francés, Emmanuel Macron, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, llamó a Zelensky para hablar de los planes.

China se ha convertido en un salvavidas diplomático y económico para Putin. Pero Beijing necesita unas relaciones sólidas con Europa, y Von der Leyen advirtió de que “la forma en que China siga interactuando con la guerra de Putin será un factor determinante para las relaciones UE-China en el futuro”.

Hizo estas declaraciones en una jornada en que el jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que sería “un buen día para la seguridad de Finlandia, para la seguridad nórdica y para la OTAN en su conjunto”.

Podría haber añadido, y un día muy malo para Putin.