(CNN) – Paul Templer estaba disfrutando lo mejor de la vida.
Tenía 28 años y realizaba viajes por su natal Zimbabwe, centrados en safaris fotográficos.
Llevaba varios años fuera, incluido un periodo en el ejército británico. Pero había vuelto al país de la sabana africana “y volvió a enamorarse de él”. La vida silvestre, la flora, la fauna, el aire libre, el espacio… todo. Estaba en casa”.
Templer dijo que el programa de certificación de guías de Zimbabwe era riguroso, y que había mucho orgullo entre los guías que lo aprobaban. Se deleitaba mostrando a los turistas la majestuosa fauna de la zona, incluidos los hipopótamos, amantes del agua y muy territoriales.
“Era idílico”, declaró recientemente a CNN Travel. “La vida era muy, muy buena… hasta que un día tuve un día muy malo en la oficina”.
Un buen día para un paseo por el río
Era 9 de marzo de 1996. Un sábado. Templer se enteró de que un buen amigo que iba a dirigir un safari en canoa por el río Zambezi tenía malaria. Aceptó ocupar el lugar de su amigo. “Me encantaba ese tramo del río. Era una zona que conozco como la palma de mi mano”.
La expedición estaba formada por seis clientes del safari (cuatro tripulantes de Air France y una pareja de Alemania), tres aprendices de guía y Templer. Llevaban tres canoas: los clientes en los dos primeros asientos y un guía en la parte trasera. Y un aprendiz de guía estaba en un kayak de seguridad para una sola persona.
Y bajaron por el famoso Zambezi. “Las cosas iban como tenían que ir. Todo el mundo la estaba pasando muy bien”.
Posibles problemas
Finalmente, se toparon con una manada de una docena de hipopótamos. No es algo inesperado en el Zambezi, el cuarto río más largo de África. Al principio no se alarmaron, ya que estaban a una distancia prudente. Pero “nos estábamos acercando y yo intentaba tomar medidas evasivas… La idea era remar con seguridad alrededor de los hipopótamos”.
La canoa de Templer encabezó la marcha, seguida de las otras dos canoas y el kayak. Se detuvo en un pequeño canal a la espera de los demás. Pero la tercera canoa se había alejado del grupo y estaba fuera del rumbo previsto. Templer no está seguro de cómo ocurrió.
“De repente, hay un gran golpe seco. Y veo la canoa, como su parte trasera, catapultada por los aires. Y Evans, el guía en la parte trasera de la canoa, fue catapultado fuera de la canoa”. Los clientes lograron permanecer en la canoa de algún modo.
“Evans está en el agua, y la corriente lo arrastra hacia una mamá hipopótamo y su cría a 150 metros de distancia… Así que sé que tengo que sacarlo de inmediato. No tengo tiempo de dejar a mis clientes”. Le grita a Ben, uno de los otros guías, que recupere a los clientes que estaban en la canoa que había sido atacada.
Ben puso a salvo a los clientes en una roca en medio del río que los hipopótamos no podían escalar.
Intento de rescate
Mientras tanto, Templer dio la vuelta a su canoa para buscar a Evans. El plan era ponerse a su lado y meterlo en la canoa de Templer.
“Estaba remando hacia él… acercándome, y vi esta ola de proa que venía hacia mí. Si alguna vez has visto alguna de esas viejas películas con un torpedo acercándose a un barco, era algo parecido. Sabía que se me venía encima un hipopótamo o un cocodrilo muy grande”, dijo.
“Pero también sabía que si golpeaba la pala de mi remo contra el agua… eso es muy ruidoso. Y la percusión bajo el agua parece ahuyentar a los animales”, afirma. “Así que golpeé el agua, y como se suponía, la ola del torpedo se detuvo”.
Se estaba acercando a Evans, pero también a la hembra y a la cría.
“Me inclino hacia delante, es una especie de película de Hollywood, y Evans levanta la mano… Nuestros dedos casi se tocaron. Y entonces el agua entre nosotros salió a chorros. Pasó tan rápido que ni siquiera lo vi”.
Lo que ocurrió a continuación fue una pesadilla surrealista.
“Mi mundo se volvió oscuro y extrañamente silencioso”. Templer dijo que tardó unos segundos en darse cuenta de lo que estaba pasando.
“De la cintura para abajo, podía sentir el agua. Podía sentir que estaba mojado en el río. De la cintura para arriba, era diferente. Estaba caliente y no estaba mojado como el río, pero tampoco seco. Y sentía una presión increíble en mi espalda baja. Intenté moverme, pero no pude”.
“Me di cuenta de que estaba metido hasta la cintura en la garganta de un hipopótamo”.
Hipopótamos: enormes, territoriales y peligrosos
Hay una buena razón por la que un hipopótamo adulto puede meter en su boca una gran parte de un humano adulto.
Los hipopótamos pueden llegar a medir 5 metros de largo, 1,6 metros de alto y pesar hasta 4,5 toneladas, según National Geographic.
Tienen bocas enormes y pueden abrir sus fuertes mandíbulas a 150 grados.
Sus dientes pueden ser lo más aterrador de todo. Sus molares se utilizan para comer plantas, pero sus afilados caninos, que pueden alcanzar 51 centímetros, son para la defensa y la lucha. Su mordedura es casi tres veces más fuerte que la de un león. Un mordisco de un hipopótamo puede cortar un cuerpo humano por la mitad.
Se encuentran de forma natural en varias partes del África subsahariana, sobre todo en África oriental y meridional, viviendo en ríos y otras fuentes de agua o cerca de ellos. (Y son una especie invasora en Colombia gracias a los escapados del zoológico del narcotraficante Pablo Escobar).
Los hipopótamos son muy territoriales y pueden atacar agresivamente a cualquier animal que invada su territorio, incluidas hienas, leones y cocodrilos.
Hipopótamos y humanos
También matan a gente. Eso lo sabemos con certeza. Muchas fuentes de internet hablan de unas 500 muertes al año, pero la cifra exacta sigue siendo incierta porque algunos ataques y muertes se producen en regiones muy remotas y no se informa de ellos.
“La pregunta que más me hacen cuando la gente se entera de que estudio los hipopótamos es: ¿Es cierto que los hipopótamos matan a más gente que cualquier otro animal?”, declaró Rebecca Lewison, ecóloga conservacionista y profesora asociada de la Universidad Estatal de San Diego, a CNN Travel en una entrevista por correo electrónico.
“No estoy del todo segura de dónde empezó eso, pero… no hay autoridad ni datos fiables. La gente se sorprende de que los hipopótamos maten personas. Parecen lentos, y están sobre todo en el agua. Hay algunas interacciones no mortales, pero las personas (o los hipopótamos) suelen salir mal parados de ellas”.
El Dr. Philip Muruthi, científico jefe y vicepresidente de Conservación de Especies y Ciencia del Fondo Africano para la Naturaleza (AWF, por sus siglas en inglés), afirmó que el AWF tampoco dispone de una fuente creíble sobre el número de ataques o víctimas mortales.
Aunque hay que recopilar más estadísticas, un estudio revela que la probabilidad de morir por el ataque de un hipopótamo oscila entre el 29% y el 87%, más que la de un oso pardo (4,8%), un tiburón (22,7%) o un cocodrilo (25%).
“Me escupió”
Las probabilidades de sobrevivir de Templer eran muy malas.
“Supongo que estaba tan metido en su garganta que debía de ser incómodo porque me escupió. Así que salí disparado a la superficie, aspiré una bocanada de aire fresco y me encontré cara a cara con Evans, el guía al que intentaba rescatar. Y yo dije: ‘¡Tenemos que salir de aquí!”.
Pero Evans estaba en serios problemas. Templer empezó a nadar hacia él “y yo estaba a punto de hacer el clásico agarre del salvavidas cuando ¡WHAM!, me golpearon desde abajo. Así que una vez más, estoy metido hasta la cintura en la garganta del hipopótamo. Pero esta vez mis piernas están atrapadas pero mis manos están libres”.
Intentó coger su pistola, pero lo estaban azotando tanto que no pudo agarrarla. El hipopótamo, que resultó ser un macho mayor y agresivo, escupió a Templer por segunda vez.
“Esta vez cuando salgo a la superficie miro a mi alrededor, no hay rastro de Evans”. Templer supuso que Evans había sido rescatado e intentó escapar él mismo.
“Estoy progresando bastante bien y estoy nadando por ahí y subo para la brazada y nado en estilo libre y miro debajo de mi brazo, y hasta el día de mi muerte recordaré esto, hay un hipopótamo cargando hacia mí con la boca abierta preparándose antes de asestar un golpe directo”.
Esta vez, Templer estaba de lado en la boca del hipopótamo, con las piernas colgando a un lado de la boca y los hombros y la cabeza al otro.
Furia total
“Y entonces se vuelve loco. … Cuando los hipopótamos luchan, tratan de destrozar lo que sea que estén atacando”, dijo Templer.
“Para mí, afortunadamente, todo sucedía a cámara lenta. Así que cuando se sumergía en el agua, yo contenía la respiración. Cuando estábamos en la superficie, respiraba hondo e intentaba agarrarme a los colmillos que me atravesaban para evitar que me destrozaran”.
Templer dijo que uno de los clientes que presenció el horror lo describió más tarde como un “perro feroz intentando destrozar una muñeca de trapo”.
Calcula que el ataque duró unos tres minutos y medio.
Mientras tanto, el aprendiz de guía Mack en el kayak de seguridad, “haciendo gala de una valentía increíble, arriesgando su vida para salvar la mía, acerca su bote a escasos centímetros de mi cara”. Templer consiguió agarrar un asa del kayak y “Mack me arrastró hasta la relativa seguridad de esta roca”.
Sin embargo, la expedición seguía siendo un caos.
Quién es atacado y por qué
Las personas que viven cerca del territorio de los hipopótamos tienen más probabilidades de ser víctimas de ataques que los turistas, afirma Lewison.
“La mayoría de los ataques se producen en el agua, pero como los hipopótamos asaltan los cultivos de las granjas, también hay ataques a personas que intentan proteger sus cosechas. Hay algunos turistas, pero la mayoría de las agresiones afectan a residentes locales”, afirma Lewison.
La invasión humana provocada por el auge demográfico de África empeora las cosas y aumenta las posibilidades de interacciones mortales.
A pesar de los encuentros peligrosos, el África subsahariana depende de los hipopótamos.
“Los hipopótamos son importantes ingenieros del ecosistema de la ecología de las zonas de agua dulce que habitan. Esto se consigue mediante el reciclaje de nutrientes del estiércol (consumen grandes cantidades de vegetación)”, explica Muruthi.
“Los hipopótamos no atacan para comerse a la gente, sino para alejarla de ellos”, afirma Lewison. “No creo que los hipopótamos sean especialmente agresivos, pero creo que cuando están bajo presión, atacan”.
Atrapado en una mala situación
De vuelta en la roca del Zambezi, Templer preguntó a Mack dónde estaba Evans. Mack dijo: “Se ha ido, hombre, simplemente se fue”.
Templer sabía que tenía que idear un plan para sacarlos de la roca y llevarlos a la orilla del río, pero “primero tenía que tranquilizarme”.
Evaluó la situación: un hombre desaparecido. El botiquín de primeros auxilios, la radio y la pistola desaparecieron. Quedan seis clientes asustados, dos canoas y un remo. Y su propio cuerpo estaba destrozado.
“Mi pie izquierdo estaba particularmente mal; parecía como si alguien hubiera intentado hacerle un agujero con un martillo. No podía mover los brazos. Un brazo, desde el codo hacia abajo, quedó ‘hecho papilla’”.
Le salía sangre de la boca. Se dieron cuenta de que su pulmón estaba perforado. Mack dio la vuelta a Templer y pudo ver un enorme agujero en su espalda y lo tapó con papel plástico de un plato de comida.
Templer tomó la decisión: sin importar el riesgo, tenían que salir de esa roca.
Lo subieron a una canoa. Ben remó. El hipopótamo seguía golpeando la canoa. Pasó de estar aterrorizado a estar tranquilo en el viaje de vuelta.
Él describe “una profunda experiencia espiritual en la que tuve esta increíble sensación de paz y me di cuenta de que este era mi momento de elección. ¿Me voy o me quedo? ¿Cierro los ojos y me quedo dormido, o lucho y me quedo?”.
“Elegí quedarme, y en cuanto tomé esa decisión, fue más dolor del que jamás hubiera imaginado que podría soportar. Fue tan intenso que pensé que iba a morir, y cuando no sucedió, deseé que pasara”.
Ben y Templer lograron salir del río, pero sin encontrar a Evans. Su cuerpo fue encontrado tres días después.
Llegaron a la conclusión de que se había ahogado porque no presentaba signos de un ataque animal.
“Evans no hizo nada malo. El hecho de que muriera fue puramente una tragedia”.
Mientras tanto, algunas personas en la orilla se habían dado cuenta de que algo iba mal en el río. Un equipo de rescate bien entrenado de Zimbabwe pudo sacar con seguridad a todos los demás de la roca.
“Y ese fue mi mal día en la oficina”.
Siguiente calvario: obtener ayuda médica
Templer estaba fuera del río, pero no del peligro.
Tardaron ocho horas en llevarlo al hospital más cercano. En un mes se sometió a varias intervenciones quirúrgicas importantes. Pensó que perdería una pierna y los dos brazos. Su cirujano no creía que sobreviviría.
Pero el cirujano no solo salvó la vida de Templer, sino también sus piernas y uno de sus brazos. El otro brazo, sin embargo, no tenía salvación.
Se dio cuenta en la Unidad de Cuidados Intensivos cuando se despertó y se buscó la mano izquierda. Se había ido.
“Recuerdo que me sentí desolado. Me he pasado toda la vida siendo activo y era casi más de lo que podía soportar”.
Pero entonces se sintió inundado de alivio al darse cuenta de que su brazo derecho y sus piernas se habían salvado.
Durante el mes siguiente, estuvo “emocionalmente desorientado”.
Recibió fisioterapia y terapia ocupacional en Zimbabwe y luego más en el Reino Unido. Le pusieron una prótesis “y entonces empezó a intentar volver a la vida”.
Cómo estar seguro en el país de los hipopótamos
Templer, Muruthi y Lewison afirman que las salidas seguras empiezan por la educación y por evitar los problemas.
“A los hipopótamos no les interesa tratar con la gente. Aléjate de ellos y te dejarán en paz. No cazan seres humanos”, afirmó Lewison.
“No te acerques a ellos”, dijo Muruthi. “No quieren ninguna intrusión… No son depredadores; si hieren a la gente es por accidente”.
¿Quieres ver de cerca y fotografiar a las criaturas? En lugar de aventurarte a acercarte demasiado, invierte en unos buenos binoculares y lentes teleobjetivos.
No camines por senderos conocidos por tener hipopótamos, mantente cerca de tu grupo y no te acerques a ellos por detrás, dijo Muruthi.
“Sigue las reglas. Si eres un turista y te dicen “Permanezca en su vehículo”, hazlo. E incluso cuando estés en tu vehículo, no lo conduzcas directamente hacia el animal”.
Muruthi también aconsejó que tu grupo haga algo de ruido en las zonas conocidas por la presencia de hipopótamos.
“Es bueno que sepan que estás cerca”.
“Los hipopótamos suelen salir del agua al atardecer y por la noche para alimentarse, así que evita caminar por el río a esas horas”, explica Muruthi. También mantente alerta durante la estación seca, cuando escasean los alimentos.
Señales de advertencia
Conoce las señales de los hipopótamos alterados, aconseja Muruthi, por si te acercas demasiado. Uno agitado abrirá mucho la boca y bostezará como muestra de agresividad. Observa también si echa la cabeza hacia atrás, sacude la cabeza, gruñe o resopla.
“¡Son señales de que ya deberías haberte ido!”, dijo Muruthi.
Si ya has atraído una atención no deseada, Muruthi dice que recuerdes siempre que no puedes huir de un hipopótamo. Pueden parecer perezosos, pero pueden correr a casi 43 km/h. En cambio, debes intentar trepar a un árbol o encontrar un obstáculo que se interponga entre tú y el hipopótamo, como una roca o un hormiguero.
Muruthi, Lewison y Templer dijeron que nunca hay que interponerse entre un hipopótamo y el agua. Si te está cargando, hazlo en paralelo a la fuente de agua. Como ocurre con tantas otras hembras protectoras, nunca hay que interponerse entre una mamá hipopótamo y su cría, dice Templer.
¿Y si vas en una embarcación acuática pequeña?
“Normalmente, si un hipopótamo va a atacar, lo verás venir mucho antes. Habrá esa ola de proa… Si golpeas el agua, la percusión hará girar al hipopótamo 99,9 de cada 100 veces”, dijo Templer. “Si estás en una canoa y un hipopótamo te tira al agua, aléjate de la canoa. El hipopótamo va por esta forma grande, para sacarla de su territorio”.
También es más seguro ver a los hipopótamos en el agua en una embarcación más grande, ya que al animal le resultaría más difícil de volcar, explica Muruthi.
¿Qué hacer en medio de un ataque?
A diferencia de los ataques de otros animales salvajes, los humanos están casi indefensos una vez que comienza el ataque de un gran hipopótamo.
“Una vez atacado, no hay nada que hacer”, afirma Muruthi. “Lucha por tu vida y espera cualquier oportunidad de escapar”. Muruthi dijo que se podía intentar pinchar los ojos o en cualquier punto que pudiera infligir un dolor inesperado. Pero dado el tamaño de la cabeza de un hipopótamo, incluso eso es mucho pedir.
“Los hipopótamos suelen perforarte, así que no hay mucho que puedas hacer si te agarran”, explica Lewison.
Basándose en su ataque, Templer dice que hay que intentar no dejarse llevar por el pánico “cuando se es arrastrado bajo el agua. Recuerda aspirar aire si estás en la superficie”.
Otra sobreviviente del ataque de un hipopótamo en este video de National Geographic también fue capaz de contener la respiración. También agarró el hocico del hipopótamo, y un experto en el video teoriza que eso podría haber asustado al hipopótamo para que la soltara.
“Eres la suma de tus elecciones”
Dos años después de aquel ataque, Templer afirmó que él y un equipo realizaron el descenso más largo del río Zambezi registrado hasta la fecha. Tardó tres meses y recorrió 2.575 kilómetros.
¿Cómo encontró Templer la resiliencia para recuperar su vida?
Tras un día especialmente duro intentando maniobrar en una silla de ruedas, cuenta que su cirujano le dijo: “Eres la suma de tus elecciones. Eres exactamente quién, qué y dónde eliges ser en la vida”.
Templer dijo que se centró en lo que es posible frente a lo que ha perdido. “Si buscas lo que es posible, generalmente lo es”.
Templer se trasladó más tarde a Estados Unidos; se casó con la hermana de un periodista en el viaje al Zambezi que batió récords; escribió el libro “What’s Left of Me” y es conferencista.
¿Es aconsejable un safari?
¿Debería la gente tener miedo incluso de ir de safari, especialmente en zonas de hipopótamos, después de conocer una historia desgarradora como la de Templer?
Muruthi dijo “ve, pero ve con inteligencia”. Asegúrate de pedir consejo a guías turísticos profesionales y sigue sus indicaciones, dice Muruthi. “En Kenya, por ejemplo, ponte en contacto con la Asociación de Guías Profesionales de Safari de Kenya”, explica.
Templer dijo que su ataque fue una “anomalía”, y no quiere que nadie se deje disuadir por lo ocurrido en su paseo por el río de 1996.
“Mi mayor consejo sería: Por supuesto, ve y hazlo. Pero conéctate con alguien que sepa lo que hace ahí fuera. Pero, por supuesto, sal… y experiméntalo”.