Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.
(CNN) – El día antes de que Rusia lanzara su invasión a gran escala de Ucrania el año pasado, un general de alto rango de Sudán estaba de visita en Moscú. El general Mohammed Hamdan Dagalo, mejor conocido como Hemedti, ya se había hecho un nombre al frente de una de las llamadas milicias Janjaweed que ayudaron a llevar a cabo un genocidio en la región sudanesa de Darfur décadas atrás.
Hasta la semana pasada, Dagalo era también uno de los dos militares que dirigían un gobierno sudanés que se suponía estaba abocado a una transición democrática.
Cuando viajó a Rusia el año pasado, Dagalo y su milicia, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) de Sudán, ya eran los principales beneficiarios de la intervención en Sudán del Grupo Wagner, el ejército mercenario vinculado al Kremlin que ha estado luchando en Ucrania recientemente, pero que también tiene una amplia presencia en África y otras partes del mundo.
El Grupo Wagner, bajo la dirección del oligarca y exconvicto Yevgeny Prigozhin, ha estado ayudando al presidente de Rusia, Vladimir Putin, a lograr sus objetivos fuera de las fronteras de Rusia, al tiempo que proporciona un delgado barniz de negación plausible.
Ahora, según la investigación de CNN, el Grupo Wagner está ayudando a armar a la RSF de Dagalo con misiles tierra-aire en su lucha contra el Ejército Nacional Sudanés, dirigido por el antiguo aliado de Dagalo, el general Abdel Fattal al-Burhan.
La RSF niega haber recibido ayuda de Rusia. Y Wagner negó igualmente estar implicado en el conflicto.
Los dos generales han estado vinculados a brutales violaciones de los derechos humanos y tienen un historial de golpes de Estado conjuntos. Compitiendo por el poder y la riqueza, ahora han sumido en un nuevo caos las vidas de millones de civiles sudaneses, y amenazan con sembrar el caos en una región clave, incluso más allá del territorio de Sudán.
Muchos países han desempeñado un papel en la catástrofe que se está produciendo en Sudán. Pero el papel de Rusia, y del Grupo Wagner, es especialmente atroz.
Ayuda a poner de relieve lo desestabilizadora que se ha vuelto Rusia en todo el mundo. Según Wagner, la intervención de Putin no solo está empeorando el conflicto, sino que está ayudando a aplastar lo que quedaba de los sueños de democracia del pueblo sudanés.
En 2019, una revolución casi increíble liderada principalmente por mujeres sudanesas de una valentía extraordinaria ayudó a derrocar al dictador Omar al-Bashir, que había gobernado el país durante más de tres décadas.
Bashir fue acusado de genocidio por la Corte Penal Internacional por su dirección de una guerra en la que las masacres y cosas peores eran casi rutinarias, en la que Dagalo dirigía una brutal milicia y Burham el ejército.
Para protegerse del poder del ejército, Bashir formalizó la milicia Janjaweed de Dagalo como la RSF. Pero cuando la presión de los manifestantes prodemocráticos se hizo imparable, los dos generales unieron sus fuerzas para expulsar a Bashir.
Acordaron una transición democrática. Cuatro años después, el país se encuentra sumido en una de las peores situaciones de violencia de las últimas décadas, y las perspectivas de democracia parecen remotas, en el mejor de los casos.
Pero el ruso Wagner ya estaba en Sudán incluso antes del levantamiento prodemocrático. Una investigación de CNN reveló el año pasado los crecientes vínculos entre Moscú y los generales de Jartum. Según funcionarios estadounidenses, los militares fingían estar ayudando a llevar al país a la democracia, pero los líderes militares se estaban haciendo más fuertes haciendo tratos que cambiaban la riqueza del empobrecido Sudán por armas.
Los acuerdos, según descubrió CNN, habían comenzado en 2015, justo después de que Rusia capturara y se anexara la península ucraniana de Crimea. Las sanciones internacionales complicaron las finanzas de Rusia, por lo que el Kremlin utilizó al Grupo Wagner para tomar el control de las minas de oro de Sudán.
A cambio del oro, que una empresa propiedad del líder de Wagner ayudó a extraer, los generales obtendrían armas rusas y apoyo político.
No era la primera vez que Wagner, el peón de Putin, se adentraba en África, rica en minerales. CNN y otros medios han documentado las tácticas a menudo brutales y enormemente rentables de Wagner en todo el continente.
Wagner está ayudando a Putin a lograr tres objetivos en Sudán. Además del oro, Putin quiere ampliar su influencia a medida que él, y sus aliados chinos, tratan de sustituir a Estados Unidos y la influencia de Occidente.
Y lo que es igual de importante, Putin quiere asegurarse una base militar en el estratégicamente vital mar Rojo, una ruta hacia el Canal de Suez por la que navega gran parte del comercio mundial, incluidos los petroleros del Golfo Pérsico.
Hace dos meses, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, viajó a Jartum. En aquel momento, Reuters informó que Lavrov dijo que se había llegado a un acuerdo sobre una base naval en Puerto Sudán, en el mar Rojo, pero que era necesaria la legislación sudanesa para sellar el trato. La reciente filtración de documentos por parte de un miembro de la Guardia Nacional incluía un documento, revisado por el diario The Washington Post, que informa que Lavrov y los líderes militares sudaneses hablaron de completar esa base rusa para finales de este año.
Rusia siempre ha aspirado a ampliar sus bases navales. Quería una en el Mediterráneo, que fue una de las razones por las que intervino, con una fuerte presencia del Grupo Wagner, en la guerra civil siria. Ahora, la base rusa del puerto sirio de Latakia se ha convertido, al parecer, en un puerto de transbordo de armas rusas para la RSF de Sudán, coordinada por el Grupo Wagner y sus aliados.
Un par de días antes de que estallaran los combates en la abarrotada Jartum, un avión de transporte ruso Ilyushin-76 voló desde una base militar en Libia a Latakia, y luego de vuelta a Libia, según imágenes satelitales y el especialista en fuentes abiertas Gerjon, con sede en Países Bajos.
Es concebible que los envíos de armas procedentes de la vecina Libia, donde Wagner respalda a un general renegado, se estuvieran acelerando en preparación de lo que se ha convertido en la guerra civil más reciente del mundo.
Aunque Burhan y Dagalo son los principales responsables del creciente desastre humanitario en Sudán, varios países han desempeñado un papel importante.
Se culpa a Estados Unidos, junto con Europa y el Reino Unido, de haber creído en la palabra de los dos generales cuando afirmaron que respetarían la transición a la democracia. (Estados Unidos insta a que se ponga fin a los combates y se restablezca el gobierno civil).
Otros países de la región y de fuera de ella han hecho tratos con los generales. Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita establecieron vínculos con Dagalo, e incluso hicieron uso de combatientes de la RSF en su guerra de Yemen. Pero la mayoría busca ahora estabilizar la situación.
Podría decirse que Rusia está desempeñando un papel nefasto. Prigozhin, del Grupo Wagner, afirma que quiere la paz. Pero su credibilidad está por los suelos (preguntado por las masacres de Wagner en Mali hace unos años, respondió que “el Grupo Wagner no existe”).
Salvo un milagro diplomático, el pueblo sudanés podría entrar en una nueva guerra civil infernal. Podríamos ver enormes cantidades de refugiados y posiblemente un conflicto multinacional en expansión.
Y todo por el afán de poder de dos hombres, ayudados por las maquinaciones del Kremlin y las maniobras de su Grupo Wagner.