(CNN) – “Querían que me dejara el cabello muy largo”, contó la fallecida cantante irlandesa Sinéad O’Connor a Oprah Winfrey en 2014, “y que usara minifaldas y todo ese tipo de cosas porque (los ejecutivos discográficos) consideraban que me vería mucho más guapa. Así que fui directamente a la peluquería y me quité el resto del cabello”.
O’Connor, que murió a los 56 años el pasado 26 de julio, estrenó su corte de cabello rapado en 1987, cuando apenas tenía 20 años, dos años después de firmar su contrato discográfico. Fue un acto de rebeldía, un rechazo a que su aspecto y su feminidad fueran mercantilizados por la industria musical. El estilo de O’Connor se convirtió rápidamente en la piedra angular de su imagen pública y en un símbolo visual de su carácter rebelde.
Hoy, el peinado es más habitual. La revista londinense de cultura juvenil Dazed lo bautizó como el corte de cabello de 2020, después de que las restricciones impuestas por los confinamientos a causa del covid-19 en el Reino Unido provocaron un auge de cortes con maquinilla. Famosas como Florence Pugh, Kristin Stewart, Amber Rose, Iris Law, Willow Smith y Saweetie han lucido sus “buzz cuts” con orgullo.
A pesar de que este estilo se ha generalizado, las mujeres que lo llevan siguen sintiéndose libres. En 2017, tras raparse la cabeza, la actriz Kate Hudson declaró a Harper’s Bazaar que se sorprendió de lo bien que le sentó el cambio. “La conexión con (mi cabello) fue poderosa y no estaba preparada para eso. Es tan liberador”.
Pero la cabeza rapada tiene una historia complicada y contradictoria que la ha llevado a convertirse en un símbolo de inconformidad, sobre todo para las mujeres.
Una historia sin cabellos
En las culturas antiguas, antes de la producción masiva de productos de higiene y de sistemas de fontanería adecuados, el cabello corto protegía a las comunidades de la propagación de los piojos. En el antiguo Egipto, los sacerdotes y sacerdotisas se afeitaban todo el cuerpo para promover la limpieza. Los soldados del Imperio romano también llevaban el cabello corto, a diferencia de los vikingos de Escandinavia o los combatientes celtas, conocidos por sus cabellos largos.
El cabello rapado fue uno de los primeros ejemplos de la primacía de la forma sobre la función, al menos en el ámbito de la belleza. En la década de 1950, el ejército estadounidense implantó el cabello rapado como corte estándar para los hombres. Las mujeres también se lo cortaban, si no mantenían las reglas sobre los peinados recogidos como coletas y moños. La identidad y la expresión personal a través de la apariencia externa se desalentaban activamente, y nadie estaba a salvo de la uniformidad impuesta.
En 1957, Elvis Presley fue reclutado por el ejército estadounidense y enviado a los barberos militares de Fort Chaffee, en Arkansas. Según un artículo del diario The Washington Post de ese mismo año, Presley vio cómo se le caía el cabello al suelo y bromeó: “cabello de hoy, se va mañana”. El corte “jarhead”, en el que el cabello se corta muy pegado a la piel dejando una isla de aproximadamente un centímetro de longitud en la parte superior, sigue siendo popular hoy en día entre los soldados estadounidenses.
En este contexto, las cabezas calvas significaban homogeneidad, utilidad y conformismo.
Las mujeres y el corte “buzzcut”
Las mujeres llevan mucho tiempo afeitándose la cabeza para solidarizarse con la injusticia social. En el siglo XVIII, tras la revolución francesa, algunas mujeres se cortaron el cabello en señal de respeto a los amigos que murieron en la guillotina. Se llamaba cabello “a la victimé”, porque una sentencia de muerte en la guillotina requería un cabello cortado apresuradamente para ayudar a la eficacia de la cuchilla.
Incluso hoy, una mujer con la cabeza rapada es un poderoso símbolo de protesta. Britney Spears fue criticada por unas fotografías de paparazzi en las que aparecía rapándose su larga melena en 2007. “Calva y rota”, decían los titulares que siguieron al evento. Se consideró una forma de autoflagelación: desmantelar la propia belleza y la moneda social tan públicamente. Algunos utilizaron las imágenes como prueba fehaciente del deterioro de la salud mental de Spears. Sin embargo, 16 años después, durante las protestas “Free Britney” de 2021, fans y simpatizantes se cortaron el cabello frente a los tribunales que deliberaban sobre la tutela de Spears.
En 2022, durante las protestas que siguieron a la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, mujeres iraníes de todo el mundo empezaron a cortarse el cabello (un signo de belleza que la República Islámica ordena ocultar) en la calle durante las manifestaciones, filmando el acto y subiéndolo al internet. “Queremos demostrarles que no nos importan sus normas, su definición de la belleza o el aspecto que creen que debemos tener”, declaró entonces Faezeh Afshan, de 36 años, a CNN. “Es para demostrar que estamos enojadas”.
Pero no fue hasta la década de 1980 cuando el rapado femenino se convirtió en una plataforma mundial, al ser adoptado por artistas de la talla de Grace Jones, Annie Lennox y la propia O’Connor.
En sus memorias, Jones escribió que su estilo “me hacía parecer más abstracta, menos ligada a una raza o tribu específica”. En el caso de O’Connor, afeitarse la cabeza también le permitía existir fuera de normas prescritas. “No iba a tener a ningún hombre que me dijera lo que tenía que hacer”, dijo en una entrevista en 2022, “ni quién tenía que ser”.