Peggy Jones sentada en uno de los dos tractores que utiliza para limpiar su propiedad.

(CNN) – Lo único que Peggy y Wendell Jones querían era terminar su jornada de trabajo de jardinería bajo el intenso calor veraniego de Texas para asearse e ir al casino.

La pareja –que cumple 45 años de casada la próxima semana– se reparte habitualmente el trabajo de tres horas de cortar el césped de una propiedad de inversión en Silsbee, al norte de Beaumont, que pertenece a la familia desde 1850, según explicaron a CNN.

El trabajo no es nada fuera de lo común.

Es lo que ocurrió mientras lo hacían el mes pasado –un encuentro que les dejó en el hospital curando heridas sangrantes– lo que ahora los llevó a tomar una pausa.

Peggy estaba cortando el césped en la parte trasera de la finca, lejos de los árboles que la cercan cuando “de repente, del cielo azul despejado, cayó una serpiente… y se posó en mi brazo”, recuerda la mujer de 64 años.

No había duda: el reptil era de color oscuro y medía metro y medio de largo, según sus cálculos.

Cayó de la nada y se aferró a su brazo derecho.

Y no la quería soltar.

“Inmediatamente empecé a sacudir el brazo, tratando de sacármela de encima”, dijo. “Y mientras sacudía el brazo, la serpiente se enrolló en mi brazo y empezó a lanzarme ataques a la cara”.

Cuanto más intentaba sacarse a la serpiente de encima, más se enroscaba y apretaba alrededor de su brazo.

Gritaba y pedía ayuda mientras el tractor seguía desplazándose detrás de ella.

Aun así, la serpiente no la soltaba.

Wendell, de 66 años, estaba cortando el césped en la parte de adelante de su propiedad. El sonido de su propio tractor y el tráfico de la autopista cercana no los dejaban oír, y así fue como Peggy dijo que lo supo:

Efectivamente, estaba sola.

Entonces, justo cuando pensó que la serpiente podría morderla –con lo cual le inyectaría un veneno mortal que marcaría el final de su vida–, un halcón marrón y blanco se abalanzó sobre ella e intentó agarrarla.

Pero la serpiente no soltó el brazo de Peggy.

Su agarre era tan fuerte que cuando el halcón la atrapó, todo el brazo de Peggy se sacudió en el aire con el intento.

El halcón lo intentó una y otra vez, con sus alas que se batían en su cara en cada intento, lo cual distorsionaba su visión de lo que estaba sucediendo justo delante de ella.

Mientras tanto, el tractor seguía segando, y hacía zigzaguear a Peggy –y al tira y afloja de la naturaleza que se desplegaba sobre su cuerpo– por el campo en un calvario que ella calificó de “caos absoluto”.

Muchas veces en su vida, Peggy había observado este mismo escenario en la naturaleza: el halcón pone la mira en su presa, se abalanza sobre ella para atacarla, la deja caer sobre una alambrada y vuelve para reclamar su premio.

Pero nunca imaginó que ella haría de valla.

El halcón se zambulló cuatro veces y se balanceó sobre su presa –y sobre Peggy– antes de recoger al reptil y salir volando, según ella.

De inmediato, Peggy sintió cierto alivio por haber sido liberada.

Luego miró hacia abajo.

“Más allá de lo que jamás había experimentado”

Su brazo derecho estaba cubierto de sangre. Marcas de garras. Laceraciones. Cortes. Pinchazos.

“Si alguna vez te has cortado, piensa en 10 veces ese dolor”, dijo Peggy. “Es un dolor que no se puede describir. … Fue más allá de todo lo que había experimentado”.

Los moretones ya se habían formado y se volvieron negros, presumiblemente por el apretón de la serpiente.

Peggy, todavía procesando lo que acababa de experimentar, seguía gritando y llorando.

Esta vez, Wendell la escuchó.

Corrió hacia ella.

“Estaba histérica y en estado de shock”, recuerda.

“La metí corriendo en el camión y me dirigí a urgencias”, dijo Wendell, que en ese momento aún no sabía cómo le había ocurrido semejante horror a su mujer.

“Pasaron probablemente tres minutos antes de que comprendiera realmente lo que le había ocurrido”.

Los médicos del hospital limpiaron y vendaron las heridas de Peggy.

En la lente de sus gafas astilladas encontraron un líquido que los Jones creen que puede haber sido veneno de serpiente, aunque nunca lo analizaron, dijeron a CNN.

Los médicos le dieron antibióticos e instrucciones para que los siguiera tomando en casa.

Antes de la medianoche del 25 de julio, Wendell publicó en Internet un breve resumen de todo lo que su mujer sufrió ese día, con el que terminaba: “Gracias por las oraciones”.

La pareja permaneció despierta toda esa noche para vigilar si aparecía alguna hinchazón o decoloración por mordedura de serpiente, signos que Peggy conoce bien después de que una serpiente venenosa la mordiera hace unos años, según dijo.

Afortunadamente, no apareció ninguna.

Peggy Jones se encuentra en la propiedad de 2,4 hectáreas donde fue atacada el 25 de julio por un halcón y una serpiente.

“Me considero bastante fuerte”

Más de dos semanas después, Peggy sigue teniendo el recuerdo físico del caos, con el brazo envuelto desde el codo hasta la muñeca en vendas que pasaron del blanco al verde neón y al rosa brillante.

Mientras tanto, el calvario sigue viviendo en su mente mientras contempla cómo podría haber tenido un final totalmente distinto, potencialmente fatal.

“No duerme nada bien”, dice Wendell. “Cuando por fin se duerme, suelo tener que despertarla porque está soñando”.

Los Jones toman precauciones adicionales para asegurarse de que las heridas de Peggy permanecen limpias: cualquier rastro de infección podría poner en peligro su vida tras una doble operación de rodilla.

“Es la joven más fuerte que he conocido en mi vida”, afirma Wendell. “No le preocupa el dolor. Cree que puede hacerlo todo, y más o menos puede hacerlo todo, así que tengo que intentar que vaya más despacio porque un golpe y se va”.

“Me considero bastante fuerte”, añadió Peggy, “y soy una superviviente”.

En cuanto al viaje al casino, tendrá que esperar, ya que los Jones no van a hacer ninguna salida innecesaria hasta que las heridas de Peggy se curen del todo.