Una carretera queda destruida en Mexico Beach, Florida, tras el paso del huracán Michael, de categoría 5, en octubre de 2018. Michael mostró el potencial devastador de los huracanes de finales de temporada. Crédito: Joe Raedle/Getty Images

(CNN) – Los expertos temen que una temporada de huracanes ya activa pueda llegar a un final accidentado y excepcional, al combinarse con unas temperaturas oceánicas inusualmente cálidas que impulsan las tormentas y un fenómeno de El Niño con un lento desarrollo.

Según Phil Klotzbach, investigador de huracanes de la Universidad Estatal de Colorado, la temporada atlántica y sus 18 ciclones con nombre ya superaron la media.

Pero octubre suele señalar cambios en la actividad y en las zonas donde se forman las tormentas. La primera quincena de octubre suele ser el tramo final de la época de mayor actividad de la temporada de huracanes en el Atlántico.

El número de tormentas suele empezar a disminuir rápidamente hacia finales de octubre y se desploma cuando termina la temporada, el 30 de noviembre.

Las tormentas que se forman suelen hacerlo en zonas demasiado cercanas para la comodidad, en el golfo de México, cerca de las Bahamas y el Caribe occidental, en lugar de en el Atlántico abierto, donde se formaron tormentas como el huracán Lee de categoría 5 a principios de este año.

Esto significa que lugares como Florida, que fue devastada por la llegada a tierra del huracán Michael de categoría 5 en octubre de 2018, deben estar especialmente en guardia en un octubre normal.

Áreas donde el desarrollo tropical ocurre típicamente durante octubre.

Sin embargo, las temperaturas extremadamente altas de la superficie del mar en todo el Atlántico “amplían el alcance de dónde podría formarse algo” a finales de la temporada de este año, dijo a CNN Brian McNoldy, investigador principal asociado de la Universidad de Miami.

Esto podría significar que se formen más tormentas a finales de la temporada en la principal región de desarrollo, una amplia sección del océano Atlántico abierto que se extiende desde África hasta el Caribe oriental. Si esto ocurriera, partes del Caribe oriental, las Bermudas y la costa este podrían seguir corriendo el riesgo de sufrir embates tropicales.

La batalla entre el agua cálida del océano y el efecto de El Niño ha planteado un reto de previsión a lo largo de esta temporada de huracanes, ya que un factor parece anular al otro.

El Niño suele provocar fuertes vientos en las capas superiores del Atlántico, que suprimen la actividad ciclónica. Pero los vientos más débiles en los niveles superiores, que son más favorables para el desarrollo de huracanes, tienden a estar asociados con temperaturas oceánicas más cálidas, que es exactamente lo que hemos visto este año, explicó Fischer.

Temperaturas de la superficie del mar en la cuenca atlántica. Los rojos más oscuros indican las temperaturas más altas, mientras que los amarillos y verdes representan temperaturas más bajas.

En conjunto, las temperaturas más cálidas del océano y los vientos más débiles están ganando, y se han podido formar más tormentas de las que serían posibles en un año típico de El Niño, según declaró Klotzbach a CNN.
Se espera que este enfrentamiento continúe en octubre y noviembre.

“Normalmente, a medida que nos adentramos en la segunda mitad de la temporada de huracanes, El Niño tiende a dominar, incluso si el Atlántico es cálido. Pero nunca hemos registrado nada tan cálido”, dijo a CNN Michael Fischer, científico asociado de la Universidad de Miami.

Según Fischer, esto podría dejar el Atlántico abierto a una mayor actividad tropical en general durante el resto de la temporada, pero aún está por verse.

“Así que estamos en aguas desconocidas, por así decirlo, y es difícil hacer cualquier tipo de pronóstico seguro debido a eso”, dijo Fischer a CNN.

Sin embargo, una cosa es segura: según McNoldy, es probable que cualquier sistema tropical que se forme reciba un “impulso adicional” de fuerza debido a las aguas excepcionalmente cálidas. Esto ya lo han demostrado varias tormentas esta temporada, como el huracán Idalia y el huracán Lee, que se intensificaron rápidamente al desplazarse sobre aguas extremadamente cálidas.

Es posible que los vientos de nivel superior se mantengan en niveles anormalmente bajos en la principal región de desarrollo y en el Caribe, donde el efecto de El Niño suele ser más pronunciado, según Fischer. Esto, combinado con las altas temperaturas oceánicas, puede que no deje nada que se interponga en el camino del desarrollo tropical.

“¿Va a decir el Niño en algún momento: ‘Olvídate de esto, yo mando’? No veo grandes señales de ello”, dijo Klotzbach.

Si las condiciones siguen siendo propicias para el desarrollo tropical hasta el final de la temporada de huracanes, se sumará a lo que ya ha sido una temporada anormal.

“Este año están ocurriendo muchas cosas inusuales. Tenemos un Atlántico que está en una liga diferente a la de otros años”, en el Atlántico, añadió Klotzbach.