El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, el 23 de octubre en Teherán.
Crédito: Murat Gok/Anadolu Agency/Getty Images

Nota del editor: Peter Bergen es analista de Seguridad Nacional de CNN, vicepresidente de New America y profesor en la Universidad Estatal de Arizona. y presentador del podcast de Audible “In the Room With Peter Bergen”, también disponible en Apple y Spotify. Las opiniones expresadas en esta nota le pertenecen exclusivamente a su autor.

(CNN) – Henry Kissinger señaló en una ocasión que los líderes iraníes deben decidir si Irán es una causa o una nación.

Irán parece haber decidido que es ambas cosas, exportando su ideología chiita combatiente a países de todo el Medio Oriente desde el Líbano, en el norte; armando a los hutíes a 2.400 km al sur, en Yemen; apoyando a las milicias respaldadas por Irán, en Iraq; apuntalando al dictador sirio Bashar al-Assad; y apoyando a Hezbollah, en el Líbano, y a Hamas, en Gaza.

Hamas recibe financiación para armas de Irán, pero Hezbollah es más bien un brazo del Gobierno iraní y tiene una capacidad militar mucho mayor que Hamas. Dispone de 150.000 cohetes y tiene más capacidad militar que el Ejército libanés.

Pero ni Irán ni Hezbollah parecen haber tenido un plan sobre qué hacer tras las masacres de Hamas, el mes pasado en Israel. Es posible que intuyeran que Hamas estaba planeando algo sin conocer la escala y la ferocidad de lo que el mundo vio el 7 de octubre.

De hecho, fuentes de inteligencia estadounidenses afirman que altos cargos iraníes parecían sorprendidos por los atentados de Hamas.

El viernes, Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah en el Líbano, habló públicamente por primera vez sobre la guerra en Gaza. Nasrallah se esforzó en afirmar que los ataques de Hamas del 7 de octubre en Israel fueron “100 %” una operación palestina, descartando públicamente que Hezbollah e Irán tuvieran algo que ver con la operación, como han sugerido algunos informes.

Nasrallah dijo también que “todas las opciones están sobre la mesa” en lo que respecta a una posible respuesta militar de Hezbollah contra Israel, el tipo de amenaza que puede no significar gran cosa.

Nasrallah se convirtió en un “nuevo icono” en todo el mundo árabe durante la guerra entre Israel y Hezbollah de 2006, después de que Hezbollah secuestrara a dos soldados israelíes, lo que desencadenó una guerra de 34 días que terminó en un punto muerto. En el conflicto murieron más de 1.100 libaneses y 158 israelíes.

Hezbollah es una potente fuerza militar, pero también es un movimiento político. Tras las elecciones del año pasado en el Líbano, 58 de los 128 escaños del Parlamento libanés están en el bloque pro-Hezbollah, por lo que Hezbollah debe responder en cierta medida a la opinión popular libanesa. Dada la malograda economía libanesa, es poco probable que el pueblo libanés esté deseoso de que se repita la guerra de 2006, que causó daños por miles de millones de dólares a su país.

Simpatizantes de Hezbollah en formación militar momentos antes del funeral de un combatiente muerto en un enfrentamiento con las fuerzas israelíes, el mes pasado, en el sur del Líbano. Crédito: Manu Brabo/Getty Images

Además, cualquier decisión de Hezbollah de ampliar la guerra probablemente tendría que ser autorizada por Teherán, y en este momento, Teherán y los grupos que respalda en Iraq, Líbano, Siria y Yemen parecen querer mantener la presión sobre Israel y las fuerzas estadounidenses en la región con ataques de hostigamiento, pero no instigar una guerra más amplia.

El propio Irán parece no estar haciendo nada visible para fomentar nuevos conflictos, mientras deja que sus apoderados hagan el trabajo por él. Los hutíes, que controlan gran parte de Yemen y reciben apoyo y suministros de Irán, han disparado misiles, que fueron interceptados, contra objetivos israelíes en los últimos días. Por el momento, tanto Hezbollah como Israel están intercambiando disparos a lo largo de la frontera norte de Israel, que no llegan a acercarse a una guerra en toda regla.

Mientras tanto, en Iraq y Siria, las bases militares estadounidenses han sido objeto de fuego de cohetes y drones en repetidas ocasiones en el último mes. Es casi seguro que esos ataques fueron lanzados por grupos respaldados por Irán. Según el Pentágono, 28 militares estadounidenses han sido tratados por heridas leves.

Es posible que los ayatolás de Irán busquen, al menos retóricamente, la destrucción del Estado de Israel porque el tercer lugar más sagrado del islam, el complejo de la mezquita de Al Aqsa, se encuentra en Jerusalén, que es también el lugar más sagrado del judaísmo, conocido como el Monte del Templo. También saben que Israel es su enemigo militar más poderoso en la región.

Pero es poco probable que Irán instigue una guerra regional a gran escala contra Israel, que podría atraer también a Estados Unidos, que recientemente ha trasladado dos grupos de portaaviones al Medio Oriente.

Además, los dirigentes del régimen teocrático iraní se enfrentaron el año pasado a un importante movimiento de protesta interno, encabezado en gran medida por mujeres hartas de las normas que obligan a llevar el hiyab en público, y también tienen una economía lastrada por las importantes sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados. El riyal iraní, la moneda local, ha perdido la mitad de su valor frente al dólar desde que comenzó el movimiento de protesta, hace poco más de un año, mientras que la tasa de inflación iraní ronda el 40 %.

Los iraníes, en definitiva, tienen suficientes problemas propios como para iniciar una guerra cuerpo a cuerpo con Israel respaldado por su aliado estadounidense. Prefieren actuar a través de sus apoderados en la región, manteniendo la presión sobre Israel y Estados Unidos, pero ciertamente sin llegar a un nivel extremo.