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00:45 - Fuente: CNN

(CNN Español) – Que el Holocausto, la persecución y aniquilación sistemática de judíos perpetrada por la Alemania nazi haya ocurrido a unos 8.000 kilómetros de América Latina podría sugerir que la región se mantuvo lejos de esta tragedia ocurrida entre 1933 y 1945.

Pero no fue así.

Argentina, Bolivia, Chile y Brasil, entre otros países, recibieron grandes cantidades de migrantes entre la primera mitad del siglo XIX y la Gran Depresión, pero varios países de América Latina comenzaron a imponer restricciones al número de refugiados judíos entr 1933 y el final de la Segunda Guerra Mundial. En la posguerra, la región se convirtió en uno de los destinos principales de un gran número de sobrevivientes que buscaban rehacer sus vidas en tierras lejanas.

También, las comunidades alemanas en éstos y otros países latinoamericanas se vieron divididas en la década de 1930 en el rechazo o el apoyo al cada vez más poderoso régimen de Adolf Hitler en Alemania.

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En el caso de Argentina, el país latinoamericano que más refugiados y migrantes judíos recibió en esos años, una importante comunidad de inmigrantes alemanes que ya residía en el país quedó dividida tras el ascenso de Hitler en 1933.

Los simpatizantes del nazismo, agrupados en gran parte en el Landesgruppe Argentinien y la Unión Alemana de Gremios, organizaciones financiadas por el Partido Nazi, celebraron grandes y multitudinarios eventos en apoyo del régimen nazi, de acuerdo con el Museo del Holocausto de la ciudad de Buenos Aires, que en su exhibición permanente incluye una sección sobre la situación en Argentina.

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Uno de los capítulos más importante tuvo lugar el 10 de abril de 1938 en el Luna Park, un estadio de Buenos Aires, para celebrar la anexión por la fuerza de Austria realizada por Alemania, el Anschluss.

Pero, al mismo tiempo, la Federación Universitaria Argentina, la organización estudiantil más grande del país, realizó una marcha ese mismo día en el centro de Buenos Aires en protesta por este evento, y los alemanes opositores al nazismo se organizaron de igual manera desde el periódico Argentinisches Tageblatt y la Asociación Cultural Pestalozzi, que fundó uno de los principales colegios alemanes de Argentina.

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La migración de judíos en América Latina

Aunque la escala real del Holocausto —también conocido con el término hebreo Shoá— solo se conoció tras el fin de la guerra, y poca información sobre las matanzas había llegado allí, el carácter racista y antisemita de los nazis estaba claro desde el principio y tuvo —y tiene— ecos en América Latina.

La región, de hecho, ya había sido un destino de muchos judíos que escapaban de la Santa Inquisición en España. a partir del siglo XVI. En las colonias la discriminación no cesó, pero aún las comunidades judías lograron asentarse en condiciones, en algunos casos, más favorables.

Según datos del Museo del Holocausto de Estados Unidos (USHMM), la migración judía a países latinoamericanos se mantuvo constante y mayormente libre entre 1918 y 1933, pero luego, tras la toma del poder de los nazis en Alemania, creció la resistencia a recibir judíos y los números se redujeron.

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Entre 1933 y 1941, el año en el que la emigración judía fue prohibida por el nazismo tanto desde Alemania como desde los países ocupados, los países latinoamericanos recibieron oficialmente a 83.000 refugiados judíos alemanes, según el USHMM, el segundo destino más importante detrás de Estados Unidos (90.000) y por encima del territorio palestino (60.000).

Argentina fue el principal destino latinoamericano, con 23.000 entradas oficiales, seguido por Brasil (15.000), Chile (10.000)  y Bolivia (8.000).

La cifra no refleja el total de judíos que migraron, ya que muchos lo hicieron en forma ilegal. Al respecto, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Haim Avni, estima el número real estaría en entre 34.620 y 39.441 para Argentina, 23.582 para Brasil, entre 10.000 y 12.000 para Chile, y 10.000 para Bolivia.

La discriminación estatal y oficial en Alemania contra los judíos comenzó el mismo día en el que Adolf Hitler se convirtió en el führer, luego de la aprobación de la ley habilitante de 1933, que le confería poderes extraordinarios, y dio un salto con las leyes de Nuremberg de 1935, que limitaban las actividades y los derechos de los judíos, y la “Noche de los cristales rotos”, un ataque generalizado —o pogromo— contra la población judía ocurrido en 1938.

“El nazismo tuvo dos pilares, el terror y el consenso”, dijo a CNN Bruno Garbari, referente de contenidos en el Museo del Holocausto de Buenos Aires. “En 1938 la situación se radicalizó, y fue también el pico de emigración”.

Una imagen de la exhibición permanente del Museo del Holocausto de Buenos Aires.

Pero la matanza asociada con el Holocausto empezó formalmente en 1941 bajo el eufemismo de “Solución final”, y desde ese momento hasta el final de la guerra en 1945 se estima que seis millones de judíos europeos fueron asesinados en los campos de concentración y exterminio en Alemania, Polonia y otros países ocupados, y en los campos de batalla a manos de las einsatzgruppen (en alemán, grupos de tareas).

En total, los nazis aniquilaron a unos 11 millones de personas, incluyendo —además de los judíos— a prisioneros de guerra, opositores, homosexuales, Testigos de Jehová, gitanos y personas con discapacidad.

Los países de América Latina fueron rompiendo relaciones con Alemania progresivamente. Brasil, Bolivia y México declararon la guerra en 1942, y Colombia entró en un estado de beligerancia en 1943.

PerúEcuadorUruguayParaguayVenezuelaArgentina y Chile declararon la guerra en 1945, cuando ésta ya estaba en fase final y luego de que los países de la región firmaran el Acta de Chapultepec en la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, una de las instancias antecesoras de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas.

Entre los últimos en romper con el Eje estuvo Argentina, que dejó tardíamente de lado su posición de neutralidad: rompió relaciones con Alemania y Japón el 26 de enero de 1944 y les declaró la guerra el 27 de marzo de 1945.

Las víctimas y la posguerra

Finalizado el conflicto, la mayoría de los sobrevivientes optaron por migrar a distinta partes del mundo, y se estima que entre 1947 y 1953, 20.000 llegaron a América Latina, de acuerdo con el USHMM. Argentina, nuevamente, concentró la mayor cantidad de refugiados, con cerca de 4.800.

Vista del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.

Argentina sigue siendo hogar, hoy en día, para la comunidad judía más grande de América Latina y la sexta más importante en número del mundo (luego de Israel, Estados Unidos, Francia, Canadá y el Reino Unido). Según datos de la Agencia Judía para Israel, una organización israelí que promueve la inmigración de judíos a Israel —conocida como Aliyá—, en 2021 había unos 175.000 judíos en el país.

Brasil es el segundo en la lista en América Latina, con una comunidad de 91.500 judíos. Luego figuran México (40.000), Chile (16.000) y Uruguay (16.000). Mientras que Cuba, Bolivia, República Dominicana y El Salvador tienen comunidades con menos de 500 miembros.

Argentina y Brasil fueron los principales destinos de refugiados judíos durante el Holocausto, y contienen a las dos comunidades más grandes de judíos en América Latina. Sin embargo, esto no significa que estas poblaciones no hayan sufrido discriminaciones, o que estos países fueran paraísos para los perseguidos. En el caso de Argentina, resaltan como ejemplos los atentados de 1992, contra la embajada de Israel, y de 1994, contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

De hecho, Argentina y Brasil albergaron también a numerosos simpatizantes del régimen nazi, y en la posguerra llegaron a ambos países, como a otros de la región, criminales de guerra que escapaban de una condena.

El criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, durante su juicio en Israel tras ser secuestrado en Argentina.

En Argentina es notable aún el caso de Adolf Eichmann, miembro de las SS, fuerza paramilitar nazi que tuvo a cargo la “Solución final”, y pieza central en la deportación y exterminio de los judíos en Europa, quien se ocultó en el país con una identidad falsa hasta que fue secuestrado en 1960 por fuerzas especiales israelíes y trasladado a Israel para ser juzgado, condenado y finalmente ahorcado en 1962.

Pero no fue el único. En 1995 Erich Priebke, también miembro de las SS, fue extraditado a Italia, donde acabó siendo condenado a cadena perpetua por su rol en la masacre de cientos de personas en las fosas italianas de Ardeatine, tras ser identificado en Argentina.

En total, la Comisión para el esclarecimiento de las actividades del nazismo en la República Argentina (Ceana) concluyó en su informe final que 180 sospechosos, acusados y condenados como criminales de guerra nazis o colaboracionistas llegaron al país en la posguerra. Entre ellos, cerca de 30 eran alemanes, unos 50 eran croatas y más de cien franceses y belgas, de acuerdo con el reporte.

En Brasil el caso más famoso es el de Josef Mengele, un médico en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau que realizaba crueles experimentos con los prisioneros judíos, y que escapó a Sudamérca tras el fin de la guerra, pasando también un tiempo en Argentina. En tierra basileña adoptó otra identidad y logró escapar a las autoridades de varios países, que lo buscaban por sus crímenes, hasta morir en 1979, de acuerdo con la Enciclopedia Britannica.

Imágenes de "rescatadores", aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar judíos durante el Holocausto.

Pero también destaca el caso de Franz Stangl, comandante de los campos de exterminio de Sobibor y Treblinka en Polonia, escondido en San Pablo hasta que fue arrestado por la policía brasileña en 1967. Murió en 1971 en una prisión en Alemania, donde cumplía su condena.

Los “rescatadores” en América Latina

Durante el Holocausto hubo numerosos casos de personas que arriesgaron sus vidas para salvar judíos, conocidos como “rescatadores” o Justos entre las Naciones, y entre ellos figuran varios latinoamericanos.

Tal es el caso de Luiz Martins de Souza Dantas, embajador de Brasil en Francia que gestionó centenares de visas a refugiados judíos, a pesar de la prohibición de migrar, o María Edwards MacClure de Errázuriz, trabajadora social chilena que salvó a 60 niños judíos también en Francia, hijos de padres enviados a morir en los campos de concentración, entre otros casos documentados por Centro Mundial para el Recuerdo del Holocausto de Yad Vashem.

Mientras que Manuel Antonio Muñoz Borrero, cónsul de Ecuador en Estocolmo, Suecia, otorgó pasaportes a judíos polacos hata 1943 para que pudieran viajar fuera de Europa, al igual que Arturo Castellanos Contreras, cónsul de El Salvador en Ginebra, Suiza, que expidió miles de certificados de ciudadanía salvadoreña a judíos húngaros, de acuerdo con el Museo del Holocausto de Buenos Aies y Yad Vashem.