Nota del editor: Jill Filipovic es periodista con sede en Nueva York y autora del libro “OK Boomer, Let’s Talk: How My Generation Got Left Behind”. Síguela en Twitter. Las opiniones expresadas en este artículo le pertenecen exclusivamente a su autora.
(CNN) – Taylor Swift y Travis Kelce son la pareja del momento. La estrella del pop y el jugador de fútbol americano son jóvenes, atractivos, están en lo más alto de sus respectivas carreras y parecen vivir un nuevo e intenso amor.
Además, son un modelo de relación sorprendentemente positivo tanto para hombres como para mujeres.
Swift no necesita presentación. Es una cantante, compositora e intérprete que ostenta una serie de récords: la gira más taquillera de todos los tiempos, el mayor número de álbumes número uno de una artista femenina y el concierto más concurrido de una artista femenina. Su gira “Eras” es un fenómeno, una visita obligada para miles de chicas (y algunos chicos) de todo el mundo, y se prevé que recaude miles de millones de dólares.
Kelce necesita un poco más de explicación para los que no somos aficionados al fútbol americano. Es un ala cerrada de 34 años de los Kansas City Chiefs, que anotó touchdowns en los dos Super Bowls que ganaron los Chiefs. También es copresentador de un podcast con su hermano Jason, que juega de pívot en los Philadelphia Eagles. En otras palabras, Kelce es una estrella en su propio mundo. Pero Swift es una superestrella a nivel mundial.
En un momento donde la inseguridad masculina está a tope, la relación Taylor-Travis es un modelo útil: dos adultos ambiciosos, ambos excelentes en lo que hacen, pero ella tiene más éxito y gana más, por un margen enorme, y él parece totalmente de acuerdo con ello.
Encontrar el amor no siempre es fácil para las mujeres estadounidenses en un mundo más feminista, a pesar de que la situación de la mujer estadounidense mejoró mucho. Gracias a los inmensos cambios sociales provocados por una combinación de activismo feminista, anticonceptivos fiables y el derecho a un aborto seguro y legal (esto último fue bueno mientras duró), las mujeres estadounidenses experimentaron un crecimiento constante desde la década de 1950.
La edad del primer matrimonio aumentó mientras que las tasas de natalidad descendieron, lo que significa que las mujeres y niñas estadounidenses tienen muchas menos probabilidades que en décadas pasadas de casarse siendo adolescentes o de ser madres antes de estar preparadas. Las mujeres superaron en número a los hombres en los campus universitarios durante las últimas décadas, y un número récord de mujeres trabajan ahora fuera de casa. Todo esto fue maravilloso para las mujeres y las familias, y también para los hombres, que pueden disfrutar de amigas, esposas, hermanas, madres e hijas más sanas, más ricas y más libres. Las mujeres, retomando a Gloria Steinem, se están convirtiendo en los hombres con los que una vez quisieron casarse.
Por desgracia, un número sorprendente de hombres ven el éxito de las mujeres como una amenaza. El modelo de familia nuclear en la que el marido es el sostén de la familia experimentó un rápido declive, pero casi la mitad de los estadounidenses siguen afirmando que los hombres prefieren ganar más que sus mujeres. Los estudios revelaron que los hombres se estresan y se sienten incómodos cuando sus esposas los superan en ingresos, y que se sienten humillados por las mujeres inteligentes y exitosas.
Tal vez como consecuencia de la fragilidad del ego masculino, las mujeres parecen hacer todo lo posible por calmar la ansiedad de sus maridos ante el cambio de roles de género. Mientras que las mujeres que se quedan en casa, como era de esperar y con razón, se encargan de más tareas domésticas que sus maridos empleados, las mujeres que son el sostén de la familia hacen más tareas domésticas que sus cónyuges desempleados, es decir, las mujeres que son el principal o único sostén de sus matrimonios siguen haciendo más tareas domésticas que sus maridos. Sin embargo, sus maridos disfrutan de mucho tiempo libre. Los hombres que se quedan en casa dedican casi el doble de tiempo a actividades de ocio que las mujeres que se quedan en casa. E incluso entre las parejas que trabajan y ganan más o menos lo mismo, las mujeres realizan el doble de tareas domésticas que sus maridos, según un estudio del Pew Research Center de este año.
Las mujeres que ganan más que sus parejas también tienden a declarar menos de lo que ganan, mientras que los hombres inflan sus ingresos, según un estudio de la Oficina del Censo de EE.UU., algo que los investigadores creen que es señal de inseguridad a ambos lados de la brecha de género. Y tal vez no sea sorprendente, dadas las presiones ejercidas sobre los hombres para que sean proveedores financieros. Una encuesta de Pew de 2017 descubrió que más del 71% de los estadounidenses dicen que un hombre tiene que ser capaz de mantener económicamente a una familia para ser un buen compañero; solo el 32% dice lo mismo de las mujeres.
Las mujeres suelen decir que buscan iguales económicamente en sus relaciones románticas; los hombres, en cambio, son comparativamente más felices saliendo con mujeres que ganan menos que ellos, o que no ganan nada en absoluto.
Según el Survey Center on American Life del American Enterprise Institute, el 89% de las mujeres con estudios universitarios y el 74% de las mujeres sin estudios universitarios dicen que es menos probable que salgan con un hombre desempleado, mientras que solo el 66% de los hombres con estudios universitarios y el 47% de los hombres sin estudios universitarios dicen que es menos probable que salgan con una mujer desempleada. Casi la mitad de las mujeres con estudios universitarios, según la encuesta, dicen que les cuesta encontrar pareja, aunque sus expectativas no parezcan imposiblemente altas (tener un trabajo, vivir cerca, cuidar de su salud, ser decente con las mujeres). Menos de una cuarta parte de los hombres solteros dicen que les cuesta encontrar una pareja romántica que cumpla sus expectativas.
A medida que más mujeres prosperaron y más hombres fracasaron, y a medida que hombres y mujeres por igual siguen dando prioridad al poder adquisitivo de los hombres, no es de extrañar que las tasas de matrimonio disminuyeron, sobre todo entre la clase trabajadora, donde las mayores tasas de lesiones laborales, drogadicción, alcoholismo y encarcelamiento sacaron a los hombres de la fuerza laboral y los convirtieron en parejas menos estables y deseables.
Swift y Kelce son increíblemente ricos, y el dinero facilita las relaciones: ella es ahora multimillonaria, según Bloomberg. Cuando las parejas no están estresadas por el dinero y los recursos, y cuando todas sus necesidades básicas están cubiertas, cualquier relación tendrá unos cimientos más sólidos. Pero incluso los ricos y famosos viven en sociedades con normas sociales y expectativas de género, y Kelce desempeña uno de los trabajos más masculinizados del mundo.
No hay jugadoras en la NFL y apenas hay entrenadoras o árbitras. Los aficionados al deporte son desproporcionadamente hombres y el deporte femenino prácticamente no recibe cobertura en la televisión local ni en ESPN. Los aficionados al deporte tienden a ser conservadores, y los conservadores son mucho más propensos a desear roles de género tradicionales en sus familias y en la sociedad en general. En Estados Unidos, no hay hombre más estereotípico que el jugador de fútbol americano, y el propio Kelce cumple con ello: barbudo, de mandíbula cuadrada, físicamente imponente.
Y aparentemente feliz de ser el Sr. Taylor Swift. Lo que a su vez hace que la relación de Kelce con su exitosa novia de ideas feministas sea motivo de gran consternación para los conservadores.
Dejando a un lado las críticas de la derecha, el romance Swift-Kelce es un buen recordatorio de que las estadísticas solo cuentan la mitad de la historia, y que hay muchos, muchos hombres ahí fuera que no basan su masculinidad en ganar más dinero o superar profesionalmente a sus esposas o novias, y que están encantados de celebrar la ambición y el éxito de su pareja, incluso cuando sus parejas son más ambiciosas y tienen más éxito que ellos. Y es un buen modelo, sobre todo para los jóvenes que ven a las estrellas del deporte como ideales de masculinidad y ven a Kelce, que invitó a salir a Swift intentando regalarle una pulsera de la amistad, que acude a sus conciertos cantando y bailando y que, cuando lo llamaron “novio de Taylor” en un partido, alzó el puño al cielo con orgullo. Swift, por su parte, se hace un hueco en su sin duda alocada agenda para apoyar a Kelce en sus partidos, y también para salir con sus amigas.
Algunos escépticos dicen que la relación Swift-Kelce es falsa y que fue creada para obtener publicidad positiva. Parece demasiado perfecta: Swift, la estrella del pop que se catapultó a la fama cantando sobre el desamor, los malos novios y los grandes sentimientos adolescentes, y a la que muchas chicas adoran porque es una mujer a la que se puede aspirar y una mujer estadounidense típica, está enamorada públicamente del chico más estadounidense que se pueda imaginar. La verdad también puede estar en algún punto intermedio: que estos dos tienen una conexión romántica, pero también son lo suficientemente mediáticos como para aprovechar su incipiente relación para obtener la máxima cobertura positiva. Sin duda, ha sido bueno para el perfil público de ambos.
Exista o no el romance, la dinámica de poder que refleja es real. O Swift y Kelce están realmente enamorados y rompen las normas de género que suelen exhibir los deportistas y que a menudo están en juego en los hogares estadounidenses, o bien se trata de una relación iniciada en beneficio mutuo, en cuyo caso es un signo de progreso que una estrella del fútbol americano esté encantado de ser “el novio de Taylor”.
Las estrellas del deporte se asocian notoriamente con mujeres hermosas que se reducen a “esposas y novias”, y cuyo propio trabajo tradicionalmente cesa o pasa a un segundo plano frente al de sus parejas, situación no muy diferente de la dinámica en juego en las relaciones de un gran número de parejas no famosas. En la relación Swift-Kelce, Swift ciertamente lo apoya, pero es difícil imaginar que su principal preocupación sea, como dijo la mujer de un jugador de fútbol americano: “¿Están las cosas solucionadas en casa para que pueda centrarse en el partido?”.
Claro, Swift está en las gradas, saliendo con la estrella del fútbol. Pero también está dando conciertos por todo el mundo. Y su novio futbolista, menos famoso, es el que está en las gradas, animándola.