(CNN) – “La selva es nuestro patio de recreo y el mar nuestro paraíso”.
Así recuerda Sook Yee Lai su infancia en la isla de Navidad, un territorio australiano de ultramar ubicado a unas 3,5 horas de vuelo al noroeste de Perth, la capital de Australia Occidental.
“Hacíamos mucho buceo libre, snorkel, submarinismo, surf, espeleología y caminábamos por la selva para pasar el rato en playas escondidas”, cuenta Lai a CNN Travel.
Una joya remota del océano Índico, más cerca de Indonesia que del continente australiano, la belleza natural de la isla Navidad ha llevado a muchos a referirse a ella como las “Galápagos de Australia”.
Aunque relativamente compacta, con una extensión de tan solo unos 135 kilómetros cuadrados, alberga espectaculares acantilados, una densa selva, prósperos arrecifes y más de 250 especies endémicas.
“Es una isla muy especial”, afirma. “Tenemos una comunidad vibrante, hermosa y armoniosa en un lugar tan pequeño y aislado”.
Un punto de encuentro de culturas
Lai se trasladó a Perth en 1997, cuando tenía 15 años, para terminar el bachillerato y luego estudiar en la universidad.
Aunque ahora vive allí permanentemente, Lai regresa con frecuencia a la isla de Navidad por motivos de trabajo y para visitar a familiares y amigos de la infancia.
“Cada vez que vuelvo, el olor de la selva me golpea al bajar del avión. Ese es el olor a hogar para mí”, dice Lai, que también es secretaria de Christmas Island Stories, una asociación que se dedica a contar la gente y el patrimonio multicultural de la isla.
Alrededor del 22% de los aproximadamente 1.700 residentes en la isla tienen ascendencia china, el 17% australiana, el 16,1% malaya, el 12,5% inglesa y el 3,8% indonesia, según el censo de 2021.
Como resultado, en el día a día es habitual oír muchos idiomas: inglés, mandarín, malayo, cantonés, chino Min Nan y tagalo (de Filipinas), por mencionar algunos.
“Nos animan a hablar nuestras lenguas desde niños y a compartirlas con los demás”, añade Lai, que habla cuatro idiomas (inglés, cantonés, mandarín y bahasa melayu de Malasia).
Historia viva
La diversidad de la isla de Navidad, que pasó a formar parte de Australia en 1958, está directamente relacionada con la minería de la época colonial y la Segunda Guerra Mundial.
La Compañía Británica de las Indias Orientales avistó la isla por primera vez el día de Navidad de 1643, y la festividad se convirtió en su homónima.
Tras descubrir valiosos yacimientos de fosfato, los británicos se anexionaron el territorio en 1888.
Poco después comenzó la explotación minera, que dependía en gran medida de trabajadores chinos, malayos y sijs que trabajaban en condiciones muy duras.
En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas japonesas ocuparon la isla de Navidad. En 1943, la mitad de la población fue enviada a campos de prisioneros en Indonesia, según el gobierno australiano.
Después de la guerra, los isleños regresaron de Indonesia con sus cónyuges e hijos, lo que aumentó aún más la composición multicultural de la isla.
Tiempo para jugar
En la actualidad, unas 1.300 personas, el 80% de la población, viven en Flying Fish Cove, la capital y principal ciudad portuaria, donde se desarrolla gran parte de la acción.
“The Cove es el corazón de la comunidad de la isla de Navidad. La gente zarpa en barca o nada para ver toda la belleza del coral y la vida marina: no hay que ir muy lejos para ver delfines, tortugas o pulpos”, dice Lai.
Para Lauren Taylor, de 37 años, fue amor a primera vista cuando llegó.
Esta administradora escolar a tiempo parcial se trasladó desde Dunsborough, en Australia Occidental, con su marido para trabajar en la única escuela de la isla, la Escuela Secundaria del Distrito de la isla de Navidad.
“Mi primera impresión fue que podría vivir aquí los próximos 10 años”, cuenta Taylor a CNN Travel.
Entonces estaba embarazada de tres meses de su primer hijo. Su familia creció y ahora tiene dos hijos, de 8 y 9 años, que han crecido sin tecnología y rodeados de naturaleza.
“No hay Internet, aparte de cuando tienes Wi-Fi en casa”, explica Taylor. “Nuestros hijos se suben a los árboles y juegan al aire libre”.
Y como es una comunidad muy unida, los residentes descansan tranquilos sabiendo que están seguros.
Pocas personas cierran sus casas con llave, y algunos ni siquiera sacan las llaves de sus coches, añade Lai. “Es un lugar muy libre y seguro”.
Naturaleza a la puerta de casa
Alrededor del 64% de la isla sigue siendo parque nacional protegido, y un hogar vital para muchas especies, desde enormes cangrejos cocoteros (o ladrones) a palomas imperiales de Navidad de color esmeralda, elegantes pájaros bosun dorados y la fragata de isla de la Navidad de pecho rojo.
“Los encuentros con la fauna son asombrosos”, dice Taylor. “Estábamos en el barco y vimos una tortuga, saltamos al agua para nadar con ella y, mientras lo hacíamos, un tiburón ballena apareció detrás de nosotros. Al principio daba miedo, pero una vez que el corazón se calmó, fue magnífico”.
Por supuesto, la famosa migración del cangrejo rojo, que comienza cuando empieza la estación húmeda, hacia noviembre, es la mayor atracción turística de la isla.
Se calcula que entre 40 y 50 millones de cangrejos rojos atraviesan la isla, arrastrándose por carreteras y coches y cubriendo las playas de rojo.
Es un espectáculo hermoso desde lejos, pero no siempre fácil de soportar.
“Es como si hubiera un millón de arañas diminutas por todas partes. Es espeluznante, y me pica pensar en ello”, dice Lai. “Sé que existe una enorme fascinación por [esta maravilla natural], pero cuando crecí en la isla, recuerdo que me iba a la cama con una manta en la cabeza para asegurarme de que nada se me metiera por las orejas”.
Los residentes utilizan rastrillos para barrerlos suavemente de las carreteras e incluso construyeron cruces para cangrejos, que guían a los diminutos crustáceos por encima de las carreteras hacia la selva.
“En una migración de cangrejos, las crías atravesaron nuestra casa”, dice Taylor. “Había millones. Se caían del extractor del tejado, encima del retrete, y teníamos que tener un cubo en la cabeza para cogerlos”.
Turismo en aumento
Para algunos, la isla ofrece posibilidades de nuevos negocios.
Las principales industrias son la extracción y exportación de fosfato de baja calidad, los servicios gubernamentales, un polémico centro de detención de inmigrantes y el turismo.
A medida que se agotan las minas, el gobierno se centra en el turismo sostenible como futuro pilar.
Es una industria en crecimiento, que aumentó de alrededor de 1.160 visitantes en 2017 a aproximadamente 3.000 en 2021, según el informe anual 2020-2021 de la Asociación de Turismo de la Isla de Navidad.
“Vimos una enorme afluencia de turistas durante el covid-19 porque la gente de Australia Occidental podía viajar libremente dentro del estado, pero no a otros lugares”, dice Lai.
“Mucha gente viene por la naturaleza, la observación de aves, el submarinismo… Hay muy pocas playas de arena a las que se pueda acceder sin atravesar la selva, pero tenemos un arrecife rebosante de vida marina y aguas cálidas todo el año”.
Tras pasar dos años viajando por el mundo compitiendo en pruebas de apnea, el australiano David Mulheron buscaba un nuevo hogar en el que vivir y entrenar permanentemente.
“Mi hermana y su esposo se habían mudado recientemente a la isla de Navidad”, cuenta Mulheron, plusmarquista nacional que representó a Australia en los campeonatos del mundo de apnea de 2019.
Hizo la mudanza a finales de 2019, y luego abrió el acertadamente llamado Freedive Christmas Island en 2020.
“El arrecife de aquí es de los mejores en los que he buceado”, dice. “He tenido la suerte de nadar con tiburones ballena, mantarrayas, tortugas y delfines, junto con los cientos de variedades de coloridos peces tropicales que habitan el arrecife”.
Dolores de cabeza logísticos
Aunque es un lugar agradable para vivir la mayor parte del tiempo, los residentes dicen que tiene sus retos.
“El mayor inconveniente es el costo de los viajes. A los residentes les cuesta mucho volar al continente”, explica Amanda Clarke a CNN Travel.
Clarke, que dirige Paradise Pizza and Takeaway, y un quiosco de aperitivos de cine al aire libre, se mudó a la isla en 2019 con su esposo, que trabaja como gerente de operaciones del aeropuerto.
Virgin Australia ofrece solo dos vuelos semanales entre Perth y la isla de Navidad.
Además de ser poco frecuentes y poco fiables, con frecuentes retrasos o cancelaciones relacionados con el tiempo, los vuelos son caros, cuestan US$ 1.200 o US$ 1.400 ida y vuelta, lamenta Clarke.
Comprar ropa, pañales y comida también puede ser problemático.
“En ocasiones especiales, como cumpleaños o Navidad, hay que planificar con tres meses de antelación para que los regalos lleguen a tiempo. Cuando los niños eran más pequeños, siempre pedíamos pañales de la talla siguiente debido al retraso”, dice Taylor.
Cuando se trata de alimentos frescos, la isla depende en gran medida de las importaciones.
“La principal forma que tenemos de conseguir alimentos es por barco cada seis u ocho semanas. Pero cuando hay oleaje, el barco no puede atracar”, dice Taylor. “Hay un carguero quincenal, pero cuesta el doble y algo más”.
Como resultado, los supermercados se quedan sin productos durante la temporada de oleaje, que va de diciembre a abril.
Las verduras pueden resultar prohibitivamente caras. Por ejemplo, una cabeza de brócoli puede costar US$ 20, mientras que la lechuga puede costar US$ 16, dice Lai.
Pero muchos residentes veteranos plantaron sus propios huertos y saben dónde encontrar frutas y verduras frescas.
“Los trabajadores contratados esparcieron semillas por la selva, así que ahora tenemos chile silvestre, plátanos, calabaza, mandioca, calabaza amarga, limas, pomelo…”, dice Lai.
“Cuando mis amigos dicen que van al ‘supermercado’, en realidad se refieren a la selva. También hay muchos pollos salvajes. Seguro que se puede sobrevivir”.
Además, el clima tropical produce abundantes plátanos, mangos y “los mejores aguacates”, según Clarke.
Navidad en la isla de Navidad
Dado su nombre, es natural preguntarse cómo es la Navidad en la isla de Navidad.
A finales de diciembre, el tiempo vacila entre días de sol perfectos y lluvias torrenciales, y la migración de los cangrejos suele estar en pleno apogeo.
Este año, la comunidad decoró la rotonda central cercana a la cala con luces navideñas y renos.
También se celebra la Rock Riders Lolly Run, en la que la gente se disfraza de Papá Noel y monta en motos “Postie” (motocicletas Honda rojas utilizadas tradicionalmente por los carteros para repartir el correo en Australia y Nueva Zelanda), repartiendo bolsas de dulces a los niños.
Mucha gente viaja al extranjero para ver a la familia durante las fiestas, pero los que se quedan disfrutan de la tranquilidad de la temporada.
“Estas vacaciones las pasaremos en nuestro barco nadando con tiburones ballena que vienen a comerse las crías de cangrejo”, dice Taylor.
También está deseando pasar el 25 de diciembre en la playa con su familia y unirse a la Navidad de los Huérfanos de la isla, un almuerzo comunitario en Flying Fish Cove.
Celebraciones comunitarias
Como un armonioso punto de encuentro del budismo, confucianismo, islamismo y cristianismo, la Navidad es solo una de las muchas fiestas no seculares que celebra toda la comunidad.
“El Islam es una fe muy destacada en la isla de Navidad, y también lo es el budismo, así que tenemos templos por toda la isla”, dice Lai. “También hay una iglesia católica y otra protestante. Todo el mundo es libre de adorar y celebrar”.
Como en la isla viven muchas personas de ascendencia china, el Año Nuevo Lunar, el Festival de la Luna y el Festival del Fantasma Hambriento son celebraciones importantes.
De hecho, la isla de Navidad es el único lugar de Australia donde el Año Nuevo Lunar es festivo.
“Experimenté un choque cultural cuando me trasladé al continente, porque no era festivo”, dice Lai.
Clarke afirma que este carácter integrador y solidario es uno de los activos más valiosos de la isla.
“Todos convivimos en armonía, celebramos las fiestas [culturales] de los demás, bodas y cumpleaños de toda la isla. Si alguien tiene una enfermedad, toda la isla se une para ayudar a las familias”, dice Clarke. “Una muerte la siente todo el mundo, o incluso si se va una familia, se siente como si se fuera uno de los tuyos”.