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(CNN) – Turquía es rica en maravillas antiguas. Entre Europa y Asia, el país ha estado en el corazón de numerosos imperios, que han dejado tras de sí atracciones arqueológicas que rivalizan con sus muchas maravillas naturales.

Pero no todo está en la superficie, bajo el sol turco.

Menos visibles pero igualmente impresionantes son los tesoros históricos que pueden encontrarse bajo tierra, algunos con más de 12.000 años de antigüedad.

Algunos son bien conocidos. La Cisterna Basílica de Estambul, un embalse con columnas que data de la época romana, lleva décadas abierta a los turistas y ha aparecido en películas como el clásico de James Bond “From Russia with Love”. Puede que otros no sean tan famosos, pero no por ello son menos espectaculares o fascinantes.

He aquí algunas de las mejores maravillas subterráneas que ofrece el país:

Cisterna subterránea de Şerefiye (Cisterna de Teodosio), Fe, Estambul

Increíblemente, esta elegante estructura de almacenamiento de agua de 1.500 años de antigüedad permaneció oculta y olvidada durante años, y salió a la luz hace menos de 15 años. Crédito: sickysick/iStock Editorial/Getty Images

Al igual que la Basílica, esta elegante cisterna se construyó a finales de la época romana para garantizar el suministro de agua a Constantinopla, como se conocía antaño a Estambul.

A diferencia de la Basílica, esta cámara subterránea estuvo completamente olvidada hasta hace menos de 15 años.

La cisterna de Şerefiye se construyó durante el reinado de Teodosio II, gobernante del Imperio Romano de Oriente -o Bizantino- del 402 al 450 d.C., en el actual barrio de Fatih de Estambul.

Se construyó para almacenar agua dulce traída del bosque de Belgrado, una zona salvaje cerca del mar Negro al norte de la ciudad, a través de una red de canales de 249 kilómetros de largo que incluía el antiguo acueducto de Valens, que aún se conserva en Fatih. El agua se distribuía a los ciudadanos.

Con 25 por 45 metros de ancho, un techo de casi 11 metros de altura, paredes de 2,5 metros de grosor y 32 columnas de mármol, la estructura, también conocida como Cisterna de Teodosio, es tan grande como hermosa.

Sin embargo, a finales del siglo XVIII o principios del XIX, su existencia cayó en el olvido tras la construcción de una gran finca privada en el lugar, y permaneció oculta durante muchos años.

El Ayuntamiento de Estambul se hizo cargo de los edificios a principios del siglo XX, pero no fue hasta 2010, cuando se derribaron algunos añadidos poco apreciados, que se redescubrió la entrada subterránea de la cisterna.

El depósito de agua, de 1.600 años de antigüedad, se abrió al público en 2018. En el interior, las columnas rematadas con capiteles corintios brillan con un inmenso resplandor, los anillos de latón muy pulido reflejan el color y el movimiento de las instalaciones y los eventos culturales.

Al entrar en esta cisterna, los gruesos muros proporcionan un refugio al mundo exterior. La cacofonía de la calle se sustituye por el sonido del agua.

Cisternas de Dara, Mardin

Las cisternas de Dara se decía que eran mazmorras. Crédito: xefstock/iStockphoto/Getty Images

Cuando comenzaron las excavaciones arqueológicas en Dara en 1986, se trataba de un pequeño asentamiento en una llanura verde y azotada por el viento, a unos 30 kilómetros de la histórica ciudad de Mardin, en el sureste de Turquía.

Aparte de los lugareños que arreaban su ganado por las ruinas de una ciudad guarnición del siglo VI, poca gente iba allí.

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01:03 - Fuente: CNN

Ahora, el sitio arqueológico ha desvelado numerosos tesoros, como tumbas excavadas en la roca, un taller de procesamiento de aceitunas y una serie de cisternas subterráneas.

Una de ellas es tan grande que los lugareños creían que era un zindan, una mazmorra. Contaban historias fantásticas de prisioneros encadenados durante años, que dependían de los débiles rayos de sol para calcular el paso del tiempo.

En realidad, las cisternas almacenaban el agua que bajaba de las montañas para uso de los lugareños y los soldados romanos estacionados en Dara.

Derinkuyu, Nevşehir, Capadocia

Con un nombre que significa "pozo profundo", esta enorme red subterránea de cavernas de Capadocia proporcionó en su día refugio seguro a hasta 20.000 personas que huían de los asaltantes hace cientos de años. Crédito: Omar Haj Kadour/AFP/Getty Images

En 1963, un granjero turco se dio cuenta de que sus gallinas desaparecían y reaparecían como por arte de magia. Ansioso por resolver el misterio, siguió sus huellas hasta una grieta en la toba, la roca volcánica que también forma las chimeneas de hadas peribacas de Capadocia, y encontró la entrada a un sistema de cuevas de 18 pisos de profundidad.

Derinkuyu, “el pozo profundo”, fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en 1985. En su día proporcionó refugio a 20.000 personas. Ahora los turistas pueden recorrer los mismos pasos que utilizaron los cristianos que huían de los asaltantes árabes hace cientos de años.

El aire fresco entra por conductos profundos, pero a pesar de ello la atmósfera en Derinkuyu es cerrada y se vuelve más húmeda a medida que la ruta desciende 100 metros.

En algunos lugares, el camino se vuelve más estrecho bajo rocas bajas y se retuerce sobre sí mismo. Fragmentos de conversaciones resuenan en las paredes mientras las turbias figuras de otros exploradores de cuevas aparecen a la distancia.

El pasado y el presente se funden mientras se atraviesa los ocho pisos abiertos al público, llenos de restos de iglesias, establos, lagares y tumbas vacías.

Túnel Rümeli Han, Taksim, Estambul

Nadie sabe a ciencia cierta para qué sirve este túnel que discurre bajo lo que fue una de las calles más cosmopolitas de Estambul. Crédito: Salvator Barki/Moment RF/Getty Images

Las elegantes estructuras que bordean la popular vía peatonal Istiklal Caddesi de Estambul albergaron en su día corseterías, comercios de alfombras y clubes privados frecuentados por emigrantes que habían huido de la Rusia revolucionaria.

En edificios ornamentados como el Rümeli Han cenaba la crema y nata de Estambul, y artistas, actores y cantantes ocupaban el centro del escenario. Nadie sabe si utilizaron los misteriosos túneles, que permanecieron ocultos durante años y no salieron a la luz hasta 2017.

Rümeli Han se construyó en 1894 para Sarıcazade Ragıp Pasha, mayordomo del sultán Abdülhamid II. Las obras de renovación del edificio comenzaron hace poco más de cinco años, momento en el que se revelaron sus secretos subterráneos.

El túnel está ahora abierto al público, y un letrero bastante mundano pegado a la elegante fachada de mármol del edificio anuncia su presencia.

En el interior, ladrillos de arcilla de color ocre firmemente colocados bloquean el mundo exterior. A intervalos regulares a lo largo de las paredes, se suceden habitaciones sin ventanas que terminan en escaleras, ahora cerradas, que suben al nivel de la calle.

Nadie sabe exactamente para qué sirven los túneles. Tal vez la élite utilizaba esta vía subterránea para desplazarse sin ser vista de un destino a otro.

Mezquita de Sancaklar, Büyükçekmece, Estambul

Culto subterráneo: La mezquita de Sancaklar. Crédito: epicimages/iStock Editorial/Getty Images

Desde lejos, los sólidos muros grises de piedra seca y una torre rectangular, el minarete, son todo lo que se ve de la mezquita posmoderna de Sancaklar, situada en un remoto suburbio de las afueras de Estambul.

Pero debajo hay algo que parece de otro mundo.

En el exterior, el edificio está tan anclado en el pasado como en el futuro. La escasa vegetación ondea con la brisa y, a lo lejos, los bloques de departamentos utilitarios desfilan por el horizonte. La piedra seca sugiere los límites de una granja, mientras que un patrón superficial de líneas paralelas que irradian por una suave pendiente recuerda a antiguos yacimientos arqueológicos.

El interior, sin embargo, es un espacio tranquilo, como un útero. La única decoración es la mampostería tosca y las losas de concreto armado.

Es un espacio inusual pero hermoso. Todos los asientos de los arcos del anfiteatro del edificio tienen una clara línea de visión hacia el mihrab, la parte de la mezquita que indica la dirección de La Meca. Aquí, en lugar de un elaborado nicho mural tradicional, el mihrab adopta la forma de un único haz de luz.

A diferencia de los diseños convencionales, Sancaklar carece de cúpula principal. Por encima, un tranquilo barrido de suaves líneas de concreto al estilo de un jardín zen refuerza la sensación de paz.

La mezquita de Sancaklar es impresionante y formidable. Terminada en 2012, es la realización arquitectónica de la tensión constante entre lo hecho por el ser humano y lo natural, y nuestro lugar entre ambos.

Göbeklitepe, Şanlıurfa

La Unesco reconoce este sitio arqueológico de más de 10.000 años de antigüedad como la primera manifestación de arquitectura monumental hecha por el ser humano en la historia. Crédito: Erdem Sahin/EPA-EFE/Shutterstock

Una cúpula de la era espacial situada no lejos de Şanlıurfa, en el sureste de Turquía, rompe con el paisaje natural que florece en las onduladas colinas que la rodean. Desde el punto de vista arqueológico, lo que protege es aún más desconcertante.

En el interior de la cúpula, los visitantes contemplan enormes estelas de piedra, columnas en forma de T de unas cinco toneladas de peso cada una, con tallados de animales salvajes en los laterales.

Datan del Neolítico prealfarero. Es decir, alrededor del 9600-8200 a. C. En 2018, la Unesco reconoció Göbeklitepe como la primera manifestación de arquitectura monumental hecha por el hombre en la historia. En comparación, Stonehenge, la estructura megalítica de 3000-2500 a.C. que todo el mundo debe ver, parece claramente juvenil.

El descubrimiento de este lugar de culto en 1994 dio un vuelco a la arqueología. Los expertos creen que los pilares en forma de T fueron erigidos por cazadores-recolectores como lugar de culto, una práctica que antes solo se asociaba a las comunidades agrícolas asentadas.

Viéndolos in situ, es difícil imaginar a alguien, humano o no, moviendo estas enormes piedras hasta su lugar.
Para comprender mejor físicamente lo que supuso la creación de Göbeklitepe y experimentar su escala y majestuosidad desde la base, merece la pena pasear por la réplica a escala real del Museo Arqueológico de Şanlıurfa.

Yeraltı Camii, Karaköy, Estambul

Siempre a la moda: Yeraltı Camii. Crédito: metindogan1967/iStockphoto/Getty Images/iStockphoto

Es fácil pasar por alto la mezquita Yeraltı, situada entre edificios cerca de la desembocadura del Cuerno de Oro, en una pequeña calle de Karaköy, Estambul: una discreta puerta da paso a un sencillo diseño interior basado en la repetición y las líneas limpias.

Aquí, 42 pilares corren en filas paralelas. Incluso en los días más calurosos, el interior se mantiene fresco gracias a las paredes de dos metros de grosor y al frío que se filtra a través de la moqueta roja.

Un inquietante resplandor verde emana del fondo, pero aparte de eso, a primera vista esta mezquita no parece ofrecer mucho de interés.

Las apariencias engañan.

Yeraltı, que significa literalmente subterráneo, era originalmente una mazmorra en el sótano de un fuerte construido por los bizantinos en el siglo VIII de nuestra era.

También era el punto de anclaje septentrional de una enorme cadena que se extendía hasta el antiguo palacio Topkapı de Estambul, antaño sede del poder del Imperio Otomano, al otro lado de la vía fluvial, con el fin de impedir que los barcos turcos entraran y atacaran la ciudad. Como muchos otros planes, fracasó y permitió al sultán Mehmet de Fatih conquistar la ciudad en 1453.

En los siglos siguientes, el fuerte fue dañado, remodelado, reutilizado y finalmente convertido en mezquita por el gran visir Bahir Mustafa Paşa en 1757.

¿Y ese extraño resplandor? En 1640, un derviche nakşibendi soñó que aquí estaban enterrados los cuerpos de dos soldados árabes que, según se cree, participaron en el fallido asedio de Constantinopla en el siglo VII.

Durante el mes de Ramadán es tradicional que la gente venga a rezar ante sus tumbas, iluminadas con brillantes neones, lo que da a esta mezquita, habitualmente tranquila, un aire incongruentemente festivo.