(CNN) – En la parte norte de Molokai, la isla hawaiana menos visitada, un trozo de tierra llamado península de Kalaupapa sobresale del resto del paisaje.

Si es la primera vez que la observas, puede que tu reacción sea decir que es un paraíso.

La península, de unos 44 kilómetros cuadrados, emerge de la base de unos acantilados que se elevan miles de metros sobre ella. Un pueblo aparentemente idílico se asienta en su lado oeste, rodeado de hectáreas de espacios verdes. Un faro histórico se alza a lo largo de la costa, y el mar baña una serie de playas. Si se mira hacia el este, aparecen pequeños islotes como creados por un artista.

Sin embargo, las apariencias engañan. Si se conoce un poco más sobre Kalaupapa, uno se da cuenta de que esta parte de Hawai entró en el sistema del Servicio de Parques Nacionales no por su belleza paisajística, sino por su oscura historia.

Kalaupapa es hoy la colonia más famosa del mundo para pacientes con la enfermedad de Hansen, más comúnmente conocida como lepra. En abril de 2024, ocho personas seguían en el registro de pacientes de Kalaupapa, y cerca de la mitad vivían a tiempo completo en la península. Sorprendentemente, el más anciano cumplirá 100 años este año.

Aunque a menudo se hace referencia a estas ocho personas como “pacientes”, en realidad son antiguos enfermos de Hansen. Hace tiempo que se curaron: los fármacos introducidos en la década de 1940 redujeron eficazmente la enfermedad y eliminaron la necesidad del aislamiento forzoso. Los antiguos pacientes no son contagiosos y no suponen una amenaza para los visitantes. Los que permanecen en Kalaupapa lo hacen en virtud de un acuerdo único, lo que añade complejidad y misticismo a esta aislada península.

Con la Semana de los Parques Nacionales a la vuelta de la esquina, es oportuno que nos acerquemos a este remoto parque histórico nacional.

Pero el momento es apropiado también en otros sentidos. A pesar de que ya no existen restricciones sanitarias federales o estatales, el parque sigue funcionando bajo sus políticas contra la pandemia del covid-19. Ha permanecido cerrado ininterrumpidamente durante los últimos cuatro años, sin permitir visitas. Recientemente, el parque se ha visto sometido a una creciente presión pública por parte de los operadores turísticos para que explique su cierre continuado y revele su plan de reapertura a los visitantes.

Te invitamos a recorrer una zona que se enfrentó primero a una epidemia y luego a una pandemia.

La epidemia: los pacientes se convierten en prisioneros

En el siglo XIX estalló una epidemia cuando la lepra llegó por primera vez a las islas hawaianas. Como la población local no tenía cura ni inmunidad contra la enfermedad, ésta se propagó rápidamente por las comunidades hawaianas.

El fuerte estigma social asociado a la enfermedad, junto con las deformidades y malentendidos que provocaba- creó el pánico. Las personas con reacciones leves a la enfermedad eran tratadas en los dispensarios locales de la época, pero los casos avanzados se consideraban una amenaza para la sociedad.

El Paschoal Hall, construido hacia 1915, era el corazón y el alma de la comunidad de Kalaupapa, una península donde los enfermos de Hansen (lepra) se veían obligados a aislarse. El edificio, de estilo plantación hawaiana, se utilizaba para albergar películas, bailes y otros eventos. En 1958, la sala recibió el nombre de Manuel Gomes Paschoal, legislador territorial que defendió los derechos de los residentes de Kalaupapa. Crédito: Hannah Schwalbe/NPS

La monarquía hawaiana, dirigida por el rey Kamehameha V, decidió que los pacientes con formas avanzadas de lepra debían ser puestos en cuarentena. La península de Kalaupapa, rodeada por tres lados por el océano y por el cuarto por imponentes acantilados, se consideró el mejor lugar.

En 1865, la monarquía hawaiana tomó el control de la península, expulsando por la fuerza a las comunidades nativas que habían habitado la tierra durante 900 años.

Cualquiera con un caso avanzado de lepra en las islas hawaianas, incluidos los que vivían en Oahu, Maui, Hawai, Lanai y Kauai, era trasladado en barco a la fuerza a la península de Kalaupapa, donde vivían el resto de sus años en aislamiento.

Una foto histórica de Kalaupapa muestra la colonia donde los pacientes con la enfermedad de Hansen, más comúnmente llamada lepra, vivían en aislamiento forzoso. Crédito: KGPA Ltd/ Alamy Stock Photo

“Las deficiencias físicas causadas por la enfermedad [de la lepra] y los efectos devastadores sobre la piel y los nervios trajeron consigo prejuicios, miedo y segregación en todas las sociedades desde la antigüedad”, señala un estudio científico de la Universidad de Bari, Italia, sobre la historia de la lepra. “Los pacientes con [la] enfermedad eran aislados socialmente y obligados a vivir en la pobreza y la soledad”.

Desgraciadamente, no fue un proceso compasivo en Kalaupapa. Los pacientes, de hecho, se convirtieron en prisioneros. Los maridos eran separados de sus esposas; los niños, de sus madres; las familias nunca volvían a estar juntas. Cualquiera que fuera diagnosticado con la enfermedad, sin importar su edad o responsabilidades en casa, era enviado a Kalaupapa, sin derecho a salir.

Al final, las cifras son oscuras. Desde que llegaron los primeros “pacientes” en los primeros meses de 1866, más de 8.000 personas han muerto en Kalaupapa, a un mundo de distancia de sus seres queridos.

La mayoría de esas muertes se produjeron en los primeros 75 años aproximadamente. Después de la Segunda Guerra Mundial, surgieron nuevos tratamientos para la lepra, que esencialmente curaron la enfermedad. Empezaron a eliminarse las barreras entre los que tenían la enfermedad y los que no. En 1969 se abolieron las leyes de cuarentena obligatoria. Los pacientes, los que quedaban, eran libres.

A pesar de los avances de la medicina, la sociedad no se puso al día tan rápidamente. El estigma social, los estereotipos y los prejuicios seguían existiendo hacia los enfermos. Aunque los pacientes eran libres de marcharse si lo deseaban, algunos decidieron quedarse y vivir el resto de sus vidas en Kalaupapa (incluidos los ocho que figuran actualmente en el registro). Con el tiempo, se había convertido en su hogar, y adaptarse a la vida fuera de los confines de Kalaupapa resultó difícil para muchos.

En 1980, Kalaupapa se convirtió en Parque Histórico Nacional con la intención de “preservar los recuerdos y las lecciones del pasado”, según la Fundación de Parques Nacionales.

Kalaupapa tal y como era en 1916. Por aquel entonces, Hawai aún era un territorio estadounidense algo nuevo y no se convirtió en estado hasta 1959. Crédito: Niday Picture Library/Alamy Stock Photo

Belleza y sufrimiento

La combinación de la belleza visual de Kalaupapa y el sufrimiento humano ha demostrado ser una potente mezcla para escritores, artistas e historiadores por igual.

Si se echa un vistazo a la colección de libros, poemas y pinturas de Kalaupapa, se verán estas dos emociones mezcladas una y otra vez. Títulos de libros como “Belleza agridulce” o “Una tierra de belleza, dolor y sufrimiento”; retratos de pacientes sonrientes con deformidades, con los bellos acantilados marinos como telón de fondo; historias de esperanza y servicio frente a la oscura realidad.

La obvia combinación de belleza y dolor atrapa a muchos de los que conocen Kalaupapa. Cuanto más se indaga, más se descubre que la belleza del lugar no es solo física, sino que también se refleja en los actos de bondad, esperanza y servicio que surgieron en torno al dolor y el sufrimiento.

A nivel comunitario, las cosas se pusieron muy tensas en Kalaupapa. Separados de la familia, destinados a una muerte aislada, los compañeros pacientes desarrollaron profundos lazos y conexiones no solo entre sí, sino también con aquellos que se pasaron la vida sirviéndoles.

El padre Damián con el coro de niñas de Kalawao, hacia 1878. Kalawao es un asentamiento en la península de Kalaupapa. Crédito: Foto de archivo Alamy

Hay innumerables personas que no se recuerdan y que dedicaron su vida a las tareas médicas, administrativas y comunales necesarias para atender a los pacientes de Kalaupapa. Pero un ejemplo famoso es el padre Damián (hoy santo), que pasó más de 15 años atendiendo a los pacientes de Kalaupapa antes de contraer y morir él mismo a causa de la enfermedad a los 49 años, en 1889.

En 2003, unos turistas pasean por un cementerio junto a la tumba, a la izquierda, del padre Damián. Aunque su tumba sigue en pie, sus restos fueron devueltos más tarde a Bélgica, su tierra natal. Crédito: Eric Risberg/AP 				 				 			 				 				El padre Damián, también conocido como Joseph de Veuster, está representado a los 33 años. Contrajo la enfermedad de Hansen mientras atendía a los pacientes de Kalaupapa y murió a los 49 años. Su dedicación a los residentes es un crudo recordatorio del duro precio que a menudo se pagaba en la colonia. Crédito: Library of Congress/Corbis/Getty Images

Hoy, una estatua suya se alza frente al Capitolio del Estado en Oʻahu. Aunque sus restos fueron devueltos a Bélgica, su tumba inicial aún se encuentra en la península de Kalaupapa.

Como ocurre con muchos actos de la historia, una época oscura fue iluminada lenta pero inexorablemente por la esperanza y la humanidad.

El sitio web del Parque Nacional lo resume mejor con su descripción de Kalaupapa: “Un lugar que exhibe lo peor y lo mejor de las respuestas humanas al desafío de la enfermedad”.

Probablemente esa afirmación nos resuene ahora más que nunca después de haber vivido la pandemia de covid-19.

Cerrado por el covid-19

Hoy en día, Kalaupapa sigue funcionando sorprendentemente ante todo como refugio y “colonia” activa.

En un momento dado, unos cinco de los ocho antiguos pacientes que siguen en el registro viven en Kalaupapa (hoy en día, los pacientes se marchan para recibir tratamiento médico no relacionado con la enfermedad de Hansen y acudir a otras citas, por lo que el número de personas que “viven” allí varía un poco).

Su edad oscila entre los 80 y los 100 años y cuentan con el apoyo de personal médico, empleados del Servicio de Parques Nacionales y otro personal. Viven en un asentamiento de casi 200 edificios.

Hoy en día, los usos de estos edificios a menudo varían de su uso original. Pero cuando la colonia estaba poblada, incluían casas, una oficina de correos, un salón social, iglesias, bares, una gasolinera, tiendas, una cárcel, una comisaría de policía y almacenes.

Esta iglesia protestante, Kana'ana Hou, se construyó en Kalaupapa en 1915 para sustituir a una iglesia protestante anterior. Crédito: Hannah Schwalbe/NPS 				 				 			 				 				Esta es la iglesia Philomena de Kalaupapa, situada en la isla de Molokaʻi. La iglesia, utilizada para servicios católicos, comenzó siendo un pequeño edificio de madera en 1872. Crédito: YinYang/iStock Unreleased/Getty Images

Aunque no sabemos exactamente cómo serán las visitas cuando se reanuden, en las anteriores visitas a Kalaupapa se utilizaba un viejo autobús escolar para llevar a los visitantes por la península y que pudieran contemplar estos viejos edificios, conocer su historia y quizás incluso encontrarse con algún residente. Los visitantes llegaban en avión, a pie o en mula por un sendero desde la parte superior de Molokaʻi.

En 2020, cuando surgió la pandemia del covid-19, se interrumpieron las visitas diarias y el acceso al público. En 2024, todas las restricciones sanitarias de Hawaii han sido anuladas. Pero el Servicio de Parques Nacionales sigue sin permitir visitas.

Este hecho fue analizado recientemente por los medios de noticias locales, que presentaron a operadores turísticos frustrados que afirmaban que el Servicio de Parques Nacionales les estaba poniendo trabas.

El cartel del Parque Histórico Nacional de Kalaupapa espera nuevas rondas de visitantes mientras se siguen concretando los detalles de una futura reapertura. Crédito: Glauco Puig-Santana/NPS

Según la superintendente de Kalaupapa, Nancy Holman, el retraso en la reapertura se debe a varios factores.
El primero y más importante, los pacientes. Según Holman, las excursiones que visitaban Kalaupapa en el pasado siempre estaban patrocinadas por un residente; un antiguo paciente de Kalaupapa estaba directamente implicado o era socio de una empresa que organizaba la excursión.

Una vez levantadas las restricciones sanitarias de la pandemia, el Servicio de Parques Nacionales volvió a ofrecer esta opción a los antiguos pacientes. Holman dijo que una persona está actualmente interesada y “trabajando muy duro” para poner su negocio en orden.

“Hasta que ya no haya ningún paciente que quiera ofrecer visitas guiadas, tenemos que ofrecérselo a ellos y solo a ellos”, explicó Holman.

También hay otros problemas que influyen en el cierre del parque, según Holman, como la erosión del popular sendero por el que muchos visitantes caminaban o bajaban en mula para acceder a la península.

El acceso por vía aérea también se ha visto mermado por la consolidación de las aerolíneas locales y los recortes provocados por la pandemia, explicó Holman.

El Servicio de Parques todavía está buscando la forma de volver a acoger a los visitantes sin quitarles los recursos que necesitan los lugareños.

“¿Cómo proporcionamos [a los visitantes acceso a Kalaupapa] y no competimos directamente con los residentes de Molokaʻi [por esas plazas de avión]?”, dijo Holman. “Queremos ser reflexivos y sensibles en nuestro trabajo… no indiferentes”.

“Sé que estamos más cerca que nunca [de reanudar el acceso público]”, añadió.

Mikiʻala Pescaia, guardabosques y guia en Kalaupapa, también dijo que el parque está “muy cerca” de reabrirse a las visitas. Pero tanto Pescaia como Holman se negaron a dar una fecha estimada de reapertura.

Un puente en el sendero Kalaupapa Pali Trail ofrece amplias vistas de la hermosa península y las azules aguas del Pacífico. Crédito: NPS

El futuro de Kalaupapa

En algún momento, Kalaupapa volverá a abrirse a las visitas.

Mientras tanto, sigue habiendo varias formas de conocer Kalaupapa cuando se visita Molokaʻi. El mirador de Kalaupapa se encuentra en lo alto de los acantilados y ofrece una vista impresionante de toda la península. Lleve prismáticos si desea ver el asentamiento con mayor claridad.

En Kualapuʻu, el Museo de Molokaʻi presenta una conmovedora exposición fotográfica llena de retratos, paisajes y explicaciones que repasan cómo era la vida cotidiana de los pacientes de Kalaupapa.

Papaloa es el cementerio principal de Kalaupapa. Aquí fueron enterradas unas 1.000 personas, y solo alberga alrededor del 15% de todos los entierros de la península de Kalaupapa. Crédito: Hailey Shchepanik/NPS

Mirar al futuro, cuando ya no queden pacientes en la península, es uno de los principales objetivos del Grupo de Trabajo Interinstitucional para la Transición de Kalaupapa.

El objetivo a corto plazo es proteger la intimidad y los deseos de los antiguos pacientes, dijo Holman. Esto incluye poner un tope al número de visitantes diarios, que antes del cierre por pandemia era de 100 al día. Pero una vez que todos los antiguos pacientes se hayan marchado, el secretario de Interior, que supervisa el Parque Nacional, podrá considerar cambios en esta política, permitiendo quizás la visita de más personas.

La Kalaupapa Store es la única tienda situada en el asentamiento donde los residentes pueden comprar comestibles. Crédito: Hannah Schwalbe/NPS

Los derechos de propiedad de la tierra también tendrán que abordarse una vez que los antiguos pacientes se hayan ido.

Como ya se ha mencionado, la monarquía expulsó por la fuerza a las familias hawaianas para crear esta colonia. En la actualidad, un tercio de los edificios y la zona circundante es propiedad del Departamento de Tierras Hawaianas. Entre otras funciones, el departamento proporciona a las familias nativas arrendamientos de viviendas. De este modo, se está reflexionando mucho sobre cómo gestionar la península en el futuro.

El embarcadero ha sido el salvavidas de Kalaupapa, al traer pacientes, visitantes, personal y suministros al asentamiento. Crédito: Glauco Puig-Santana/NPS

En un futuro próximo, sin embargo, se reanudarán las visitas, y Holman dijo que la reapertura estará rodeada de una “gran fanfarria”. Afirmó que, aunque la gente puede leer y aprender sobre Kalaupapa por su cuenta, visitarla sigue siendo la mejor manera de comprenderla plenamente.

“Nada es mejor que la experiencia de primera mano, poner los pies en la tierra”, dijo Holman. “Nada va a ser mejor para comprender realmente el alcance del lugar y cómo habría sido vivir allí”.