(CNN) – Semanas después de ser tomada como rehén por los captores del Movimiento Islámico de Uzbekistán, la escaladora estadounidense Beth Rodden regresó a casa, pero atormentada por las pesadillas de su terrible experiencia.
Rodden, que entonces tenía 20 años y era una de las alpinistas más respetadas de su generación, fue secuestrada a punta de pistola junto con su entonces novio, Tommy Caldwell, y otros dos alpinistas durante una escalada en Kirguistán en el año 2000.
El calvario duró seis días, en los que el joven grupo se vio obligado a beber agua de charcos turbios y a sobrevivir con unas pocas barritas energéticas mientras avanzaban por el frío y húmedo terreno montañoso, durmiendo bajo rocas mientras sus guardianes evitaban ser capturados.
El equipo tuvo que soportar el horror de ver cómo un compañero de cautiverio —un joven soldado kirguís que también había sido capturado— era abatido a tiros cerca de allí por los captores, que formaban parte del grupo militante con base en Tayikistán y centrado en una sangrienta incursión en Kirguistán en aquel momento.
Rodden, la única mujer del grupo, también temía ser agredida sexualmente y sufrió el horror añadido de saber que uno de sus captores se masturbaba habitualmente cerca de ella.
Al final, después de que sus captores se separaran para reabastecerse, el grupo estadounidense consiguió escapar después de que Caldwell empujara al único guardia que les quedaba por un acantilado, lo que el equipo supuso que le había matado. Más tarde descubrieron que el guardia había sobrevivido.
A su regreso a Estados Unidos, Rodden quedó perpleja al ver que la comunidad de escaladores se mostraba dispuesta a “celebrar” su terrible experiencia.
“Cuando volvimos, en lugar de que la gente nos preguntara: ‘¿Están bien? ¿Cómo están?’, fue más celebrado, porque muchas de las historias de escalada y alpinismo de entonces consistían en bordear la muerte y tener una historia desgarradora que la acompañara. Y, obviamente, esta era una historia angustiosa”, explica Rodden a CNN Sport 24 años después del incidente.
“Así que cuando la gente lo celebraba, yo no tenía palabras para hablar de cómo me estaba afectando”, añadió Rodden, una escaladora condecorada y venerada, cuyo currículum incluye tres ascensiones libres al monolito de Yosemite, El Capitán, así como la creación de algunas de las rutas de escalada más duras.
Rodden luchaba contra el insomnio y las pesadillas, y aunque acudió a algunas sesiones de terapia, dice que no se sinceró.
“Sinceramente, me daba un poco de vergüenza no volver a subirme a ese caballo con facilidad”, cuenta Rodden a CNN, que ha completado algunas de las escaladas de grandes paredes más duras del mundo. “Al principio no había mucho espacio para hablar del miedo. Se consideraba una debilidad.
“Si decías que te daban miedo las alturas o una escalada o algo parecido, se consideraba una debilidad. No sé si eso me sirvió de algo, porque no es que realmente trabajara o entendiera mi miedo. Simplemente lo reprimía”, explica.
A medida que fue creciendo, este enfoque dejó de funcionarle.
Empecé a hablar de cosas con las que había tenido problemas y a arrojar luz sobre ellas, y cuando empecé a hacerlo, mucha gente se acercó y me dijo: ‘Yo también me siento así’”.
“Cuando era adolescente, en lugar de leer el típico y reluciente viaje del héroe, si hubiera leído un libro que mostrara todos los matices y el desorden del mundo de la gente, me habría reconfortado un poco, alejándome del perfeccionismo”, explica.
Rodden reflexiona sobre sus experiencias en su nuevo libro, “A Light Through The Cracks”, que sale a la venta el 1 de mayo.
Una comunidad más inclusiva
Aunque Rodden consiguió grandes logros tras su regreso a Estados Unidos, escalando algunas de las que todavía se consideran las rutas más duras de la escalada, el trauma del incidente permaneció.
Se casó y más tarde se divorció de Caldwell. Y, como ella misma admitió, luchó contra sentimientos de culpa, miedo e incapacidad.
También está claro que el deporte que tanto le ha dado también ha hecho mella en Rodden, que afirma haber luchado con problemas de alimentación y una imagen deformada de sí misma durante la mayor parte de su carrera.
“Tuve héroes y mentores que me ayudaron: perdían peso antes de las competiciones, hacían comentarios sobre la comida que yo comía. Recuerdo una vez que pedí dos panecillos con crema de queso y me dijeron: ‘Si te comes eso, no vas a levantar cabeza’. No fue algo directo, como: ‘Estás gorda’”.
“Pero había todo ese ruido de fondo y charlas y conversaciones que me llevaban claramente a creer que estar delgada, de forma poco saludable, era la forma de ser una buena escaladora y de conseguir patrocinios y salir en las revistas”.
“No lo veía como un problema porque simplemente lo veía como una herramienta que me permitía conseguir logros”.
Sin embargo, con las conversaciones en torno a la salud mental, la imagen corporal y el trauma cada vez más comunes y aceptadas en el mundo de la escalada, Rodden dice que las cosas están cambiando para mejor.
Cuenta a CNN que la terapia le ha ayudado a recuperarse.
“En un momento dado, pensé que la curación del trauma sería una casilla que marcaría, que cruzaría una línea de meta en algún momento. Pero me estoy dando cuenta de que es algo continuo en mi vida, que fluye y refluye, y ahora creo que será algo a lo que volveré una y otra vez”, explica.
Rodden también reflexiona que la comunidad de escaladores se siente como un espacio más inclusivo que hace décadas.
“Ahora hay más espacio para que escalen personas como las madres, o gente que no sólo tiene 20 años, ¿sabes? Siento que se está convirtiendo en una comunidad más inclusiva y completa”, añade.
“Me siento muy orgullosa de haber escalado El Capitán en libre unas cuantas veces y de hacer algunas de las primeras ascensiones a Yosemite y Smith Rock [en Oregón]. Me ha llevado mucho tiempo mirar atrás y apreciarlo, porque cuando estás en el momento, piensas: “Esto es lo que hago. Y no hago más que avanzar y hacer cosas”.
“Pero ahora mirando hacia atrás, estoy como, Oh, eso fue que bastante genial”.
Después de haber escalado durante 30 años, la magia aún no se ha desvanecido, y Rodden espera seguir escalando durante décadas más.
“Cualquier día que pueda ir a escalar, eso me emociona”.