(CNN) – Hace cincuenta años, dos parejas de casados suecos tuvieron la cita doble más importante de la historia de la música y cambiaron el pop para siempre en el Festival de Eurovisión.
Es cierto que la vara no estaba muy alta. 1974 fue también el año en que Paul Anka encabezó las listas de éxitos con “(You’re) Having My Baby”, un tema que ganó en 2006 una encuesta de CNN sobre las peores canciones de todos los tiempos.
Pero Abba, entonces aún presentes en forma humana, han seguido siendo los padrinos de facto de Eurovisión a medida que el certamen se convertía en la competencia musical más alegre y colorida del mundo.
Ahora, 50 años después de su irrupción con “Waterloo”, el concurso vuelve a Suecia, su hogar espiritual, después de que Loreen ganara la séptima corona del país el pasado mes de mayo, convirtiéndose en la primera mujer en ganar el concurso dos veces.
Todas estas historias juntas deben de ser cosa del destino; una prueba irrefutable de que Dios es fan de Eurovisión.
No podrías haberlo escrito mejor, ¿verdad, Loreen?
La gente dice: “Vale, Suecia es el hogar espiritual de Eurovisión”. Yo veo Eurovisión como una entidad en movimiento”, dice a CNN. “¿A quién le importa el lugar?”.
Bueno, no es exactamente lo que queríamos decir. Pero Loreen, que tomó el relevo brillante de ABBA y ahora es la reina indiscutible de Eurovisión, debe sentir una pizca de emoción cuando ve esas cuatro caras legendarias en las vallas publicitarias de la ciudad anfitriona, Malmo… ¿no?
“Veo a ABBA y pienso: quiero tener esos pantalones”, exclama. “Esos zapatos de plataforma, ¿dónde puedo conseguirlos?”.
Escucha, Loreen, ¿puedes decir algo agradable sobre ABBA, para que podamos pasar de esos dinosaurios renderizados digitalmente y hablar de los concursantes de Eurovisión de este año?
“Realmente es una obra de arte lo que han creado”, dice Loreen, reflexionando sobre la producción musical y estilística del cuarteto. “Todo el producto, ABBA, es una vibra, ¿no?”.
Así es. Pero ABBA es el pasado; Baby Lasagne, Windows95Man y Nemo (una persona, no un pez) son el presente.
Y el concurso de este año es tan conmovedor, ridículo, desnudo y poderoso como siempre.
Así que, justo a tiempo para la temporada de los Pulitzer, CNN se ha puesto manos a la obra y ha observado atentamente los ensayos y analizado minuciosamente cada canción, para traerte esto: la guía definitiva del Festival de Eurovisión 2024.
Los artistas compitieron en dos semifinales esta semana, y 26 llegaron a la gran final del sábado, que comienza a las 9 p.m. hora local (3 p.m. EST) en Malmo.
“No necesito ser normal”
Para el resto de Europa, acoger Eurovisión es un honor inimaginable. Para Suecia, empieza a parecerse al grupo de improvisación de ese amigo “estrafalario” al que prometiste ver, pero del que te olvidaste hasta el último momento, justo cuando te metes en un baño de burbujas con una copa de Pinot Grigio.
El parque de fans de este año es un poco limitado, se quejan los eurofans experimentados. Los ensayos públicos estaban a medio llenar, y quedan entradas para la final, a pocas horas de su celebración. Algunos incluso afirman que el lema del espectáculo, “Unidos por la música”, puede estar influenciado por el del año pasado, “Unidos por la música”.
Pero Eurovisión es una parte especial del calendario cultural. “Esta comunidad es toda la paleta de lo que somos. Ridículos, serios, nerds”, dice Loreen, contando adjetivos en unas uñas doradas e innecesariamente largas. “Todo lo que te puedas imaginar”.
Si algo le ha enseñado el concurso es lo siguiente: “Realmente puedes sentir amor real y auténtico por gente que no conoces, pero que sí conoces… ¿sabes?”.
Loreen actuará como invitada durante la final del sábado, mientras que los gemelos idénticos Marcus y Martinus, de 22 años, asumirán la difícil tarea de competir por el país anfitrión.
“Somos gente muy competitiva; creo que somos los más competitivos de todo el concurso”, dicen sin rastro de ironía.
El favorito de este año es Baby Lasagne, cuyo himno “Rim Tim Tagi Dim” describe la fuga de cerebros que afecta a las ciudades croatas. “Ay, ya soy mayor; me largo y vendí mi vaca”, canta.
Pero el Sr. Lasagne es modesto. Atribuye a su prometida el mérito de haberle ayudado a lanzar su carrera: “Ella es la lasaña, y yo sólo soy el bebé”, dice a CNN. “Ni siquiera me gusta tanto la lasaña”, añade decepcionado. “Quiero decir, está bien. La como un par de veces al año”.
En el campamento de Eurovisión, un lugar cuya mera mención provocaría el desconcierto de cualquier persona no europea, se enfrentó a Nemo, de Suiza, a quien se le ocurrió la épica “The Code”, que rompe géneros. “Era como un patio de recreo”, dice Nemo. Pero ahora Nemo está en el de verdad, “y es aún más grande y loco de lo que esperaba que fuera”.
El irlandés Bambie Thug está remontando a medida que se acerca la final, y el neerlandés Joost Klein tiene todas las de ganar. “No me importa ganar, y tampoco perder. Me encanta estar”, afirma.
Nadie ha tenido una pesadilla mayor en Malmo que Windows95Man, cuya personalidad gira en torno a un sistema operativo cuyo nombre y logotipo no pueden mostrarse legalmente en Eurovisión.
Teemu Keisteri, el genio detrás del número, decidió llevar una versión borrosa del logotipo en su camiseta. En la actuación de Finlandia, Windows95Man sale de un huevo gigante y corre sin pantalones durante dos minutos antes de reunirse con unos pantalones vaqueros que descienden del techo.
“A los veintitantos me di cuenta de que no necesito ser normal”, explica Windows95Man a CNN. “No puedo controlar cómo ve el mundo mi arte”.
¿Y cuál es exactamente el mensaje de esta obra de arte? Windows95Man lo resume así: “Si papá está un poco desnudo, no es tan grave”. Lo cual no es ni remotamente algo tétrico que decir.
Lo mejor y lo peor del concurso de este año
Europa está obsesionada con Eurovisión. Es en lo único que piensan durante todo el año. Si no que se lo pregunten a la concursante griega Marina Satti. “Cuando crecí no tenía televisión, así que perdí la cuenta”, dice. Bueno, entonces olvídalo.
Pero más de 150 millones de personas lo ven cada año. Unos 129 artistas se presentaron a la selección nacional de San Marino: aproximadamente un aspirante a Eurovisión por cada 260 habitantes del microestado.
Y el concurso se centra tanto en los adorables bichos raros como en los ganadores.
El prestigioso primer premio anual de CNN a la peor letra de Eurovisión estuvo muy reñido. Tuvimos que considerar algunas imágenes espectaculares y llenas de clichés. La islandesa Hera Bjork está “al borde de una promesa”, Saba “lanza recuerdos al aire” y Slimane quiere “crear un océano en el fuego”.
“Los huracanes vagan, pero tú te llevas el dolor”, canta el azerbaiyano Fahree, que va vestido como si hubiera venido directamente del futuro, pero no de una parte cool del futuro, sino de un restaurante italiano del siglo XXIII con una mala calificación higiénica.
“Brillando en los ojos de un tigre, solo yo puedo encontrar mi futuro”, canta la polaca Luna, en un auténtico despropósito de pluma que no le sirvió para llegar a la final.
Pero la noruega Gåte se lleva la corona, por esta poco emotiva puesta en escena: “Yo era una doncella muy fina y hermosa, con una madrastra malvada. Mi madre había muerto”, explica el grupo al principio de su canción. “Me transformó en una espada y una aguja, y me envió a la finca del rey”.
Los implacables publicistas son los verdaderos héroes de Eurovisión, ya que presentan a sus artistas en términos ridículamente grandilocuentes. Dons, de Letonia, crea “melodías irresistibles y conmovedoras”, nos dicen. Luna “extrae toda la energía amable posible de la Luna”. Armenia afirma que las canciones de su dúo folk “trascienden fronteras”, aunque no explica quién lo dijo exactamente.
La chipriota Silia Kapsis “apareció en un documental de baile producido por Taboo, de Black Eyed Peas”. La portuguesa Iolanda, por el contrario, es promocionada como… revisa las notas… “una cantante prometedora”. Lo siento, Iolanda.
Los concursantes de Eurovisión son un grupo humilde; lo único que quieren es cantar sus canciones y sanar nuestro planeta. “Tiendo a creer que podemos cambiar algo con este espectáculo”, dice Joost Klein. “Esto es física cuántica, hermano”, añade Loreen. “Ahora mismo estamos equilibrando las cosas en el mundo”.
Cabe preguntarse: si cantar puede realmente arreglar el mundo, ¿por qué esta gente no canta más? ¿Por qué paran alguna vez? ¿Por qué no se envía a cada zona de conflicto a un concursante de Eurovisión con un chaleco antibalas de lentejuelas, para que grite y emocione todo lo que pueda, hasta que todos los líderes mundiales estén sentados alrededor de una hoguera escuchando a la italiana Angelina Mango rasguear “Wonderwall” con su guitarra?
La realidad es que una parte significativa de los seguidores de Eurovisión se siente incómoda con la participación de Israel durante la guerra del país contra Gaza; la activista climática Greta Thunberg encabezó una protesta contra la guerra en Malmo el jueves, y está prevista otra el sábado coincidiendo con la final. La concursante israelí Eden Golan fue audiblemente abucheada durante la semifinal. La Unión Europea de Radiodifusión defendió esta semana ante CNN la decisión de mantener a Israel en el concurso.
Pero durante cuatro horas el sábado por la noche, gran parte de Europa disfrutará de la evasión que prometen proporcionar los concursantes. Se sentarán y verán obedientemente cómo una procesión de hombres de aspecto triste se lamentan de sus ex en diversos estados de desnudez. Animarán a las fieras jefas y a los exagerados dobles mientras agotan las reservas de hielo seco de Malmo. Y se quedarán embelesados con un nuevo grupo de bichos raros que van directos a por los corazones del continente.
Como dice Loreen: “Es un centro de amor… ¿quieres unirte?”.