Militares ucranianos disparan en la región de Járkiv el 15 de mayo, en medio de un nuevo asalto ruso. Crédito: Roman Pilipey/AFP/Getty Images

Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) – El jueves, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, llegó a Beijing para reunirse de nuevo con su homólogo chino, Xi Jinping, en una demostración de fuerza cuidadosamente coreografiada. Eran todo sonrisas.
Mientras tanto, en Europa, el ambiente no podía ser menos jovial.

El miércoles, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, recibió varios disparos y resultó gravemente herido en un intento de asesinato. Fico se encuentra fuera de peligro, aunque todavía no están claros muchos detalles sobre el tiroteo. Pero el dramático suceso se sumó a la premonitoria sensación de crisis en toda la región; la sensación de que, por tensa que sea la situación, es hora de prepararse urgentemente, porque podría empeorar mucho.

En los 10 días transcurridos desde la toma de posesión de Putin para un nuevo mandato, el quinto como presidente de Rusia, sus fuerzas lanzaron un ataque sorpresa contra el noreste de Ucrania, acercándose a la segunda mayor ciudad del país, Járkiv, y capturando varias aldeas ucranianas.

El asalto relámpago de Rusia, según el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, que canceló todos sus viajes al extranjero, pretende obligar a Ucrania a estirar sus defensas.

Desde el punto de vista táctico, la ofensiva de Moscú refuerza su posición antes de la llegada a Ucrania de las armas prometidas por Estados Unidos. Políticamente, se produce meses antes de la posible vuelta al poder del expresidente Donald Trump, que ha indicado que no mantendrá el nivel de apoyo a Kyiv del presidente Joe Biden.

Haciéndose eco de la alarma entre los partidarios de Ucrania, el ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, David Cameron, lo calificó como un “momento extremadamente peligroso”. Rusia, dijo, había efectivamente “invadido de nuevo”.

Para aumentar el pesimismo, los europeos vieron cómo los aliados de Putin en Georgia, una antigua república soviética, ignoraban las masivas protestas en las calles y aprobaban el llamado proyecto de ley de “agentes extranjeros”, que es casi un calco del utilizado por el Kremlin para aplastar a la oposición prodemocrática. Ha sido una victoria para Moscú y una derrota para la inmensa mayoría de los georgianos que desean fervientemente que su país se incorpore a la democrática Unión Europea.

Conseguir victorias sin ir a la guerra es más barato. Por eso Moscú se está inmiscuyendo en Moldova, otra antigua república soviética que aspira a entrar en la Unión Europea, y por eso hay cada vez más pruebas de las continuas campañas rusas para interferir en las numerosas elecciones que se están celebrando en Europa y otros lugares, inyectando desinformación y avivando las tensiones políticas.

Curiosamente, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Eslovaquia acusó a Rusia de interferir en las elecciones eslovacas que llevaron al poder a Fico, un admirador de Putin. (Moscú negó las acusaciones).

El ministro del Interior de Eslovaquia advirtió el miércoles a los medios de comunicación, a la salida del hospital en el que se atiende a Fico, que Eslovaquia se encuentra “al borde de la guerra civil” debido a las tensiones políticas. El ministro también describió el ataque como políticamente motivado, diciendo que el sospechoso dijo a los agentes de la ley que no estaba de acuerdo con las políticas de Fico.

Agentes de seguridad trasladan en coche al primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, tras el intento de asesinato en Handlova, Eslovaquia, el miércoles 15 de mayo. Crédito: Radovan Stoklasa/Reuters

Lo que comenzó como una invasión rusa de Ucrania hace más de dos años se ha convertido en un desafío trascendental para Europa. Con el avance de Rusia en Ucrania, toda la región está despertando al hecho de que este conflicto va más allá de la supervivencia de una antigua república soviética. Cada día se hace más ineludible la cruda realidad de que lo que empezó en Ucrania cambiará Europa en los próximos años.

A principios de esta semana, en Moscú, Putin tomó otra medida sorpresa: destituyó al ministro de Defensa, Sergei Shoigu. Lo sustituyó por Andrey Belousov, un antiguo funcionario del gobierno que es economista y muy versado en “asuntos del complejo militar-industrial”, según los expertos, lo que sugiere que transformar Rusia en una economía de guerra en toda regla es ahora el plan.

Ahora Europa también está acelerando sus propios preparativos, no sólo para apoyar a Ucrania, sino para defenderse.

No hace mucho que Ucrania parecía tener la sartén por el mango, expulsando a Rusia de los territorios que había invadido. Ahora todo eso ha cambiado. Cuando los republicanos ultraderechistas de la Cámara de Representantes de Estados Unidos paralizaron durante seis largos meses un paquete de ayuda militar, Rusia invirtió la tendencia.

La ayuda se aprobó el mes pasado, pero ya era demasiado tarde. La ayuda tardará algún tiempo en llegar, e incluso entonces continuará el desequilibrio en los suministros militares.

La economía militarizada de Rusia, bajo un sistema que no admite quejas, con Putin en pleno control, no solo está recibiendo armamento de Irán y Corea del Norte y, según Estados Unidos, ayuda clave de China (que este país niega, alegando irrisoriamente que es neutral). Rusia también está produciendo tres veces más munición de artillería que los patrocinadores de Ucrania.

Con el avance de las fuerzas rusas, y con Putin enmarcando el conflicto como uno contra Occidente, Europa ha lanzado un esfuerzo a gran escala para prepararse para lo peor. Cuando los historiadores miren atrás a este momento, no podrán afirmar que Europa ignoró la amenaza, aunque las largas décadas posteriores a la Guerra Fría, como ahora sabemos, estuvieron marcadas por un excesivo optimismo sobre el poder duradero de la paz y la democracia.

Noruega, que comparte una frontera crucial con Rusia en el Ártico, es miembro de la OTAN pero no de la Unión Europea. Acaba de anunciar un enorme plan de expansión militar de 12 años. Para 2036, su presupuesto de defensa se habrá duplicado y su ejército tendrá el triple de brigadas.

En Londres, el primer ministro británico, Rishi Sunak, anunció recientemente un gran aumento del gasto en defensa para poner al país en “pie de guerra”.

En los Países Bajos, donde el primer ministro saliente Mark Rutte es uno de los favoritos para convertirse en el nuevo jefe de la OTAN, el presupuesto de defensa se duplicará, pasando de US$ 15.600 millones en 2022 en el momento en que Rusia comenzó la guerra a US$ 31.200 millones para 2029.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el presidente de China, Xi Jinping, asisten a un concierto con motivo del 75 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Rusia y China, el jueves 16 de mayo de 2024. La reunión se produce en un momento en el que el renovado asalto de Rusia en Ucrania logra avances significativos. Crédito: Alexander Ryumin/Pool/AFP/Getty Images

Quizás lo más dramático es que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se ha negado a descartar el envío de fuerzas occidentales a Ucrania. A principios de este mes dijo que la cuestión se plantearía legítimamente si Rusia rompe la línea del frente y Zelensky pide refuerzos.

Los comentarios de Macron han sido rechazados por los aliados europeos, que siguen temiendo provocar a Putin a una confrontación directa.

De hecho, ese temor se ha convertido en una importante limitación para los soldados ucranianos sobre el terreno. La Casa Blanca prohíbe a Ucrania atacar objetivos dentro de Rusia con las armas que proporciona. Según el Instituto para el Estudio de la Guerra, esta política “está comprometiendo gravemente la capacidad de Ucrania para defenderse de las operaciones ofensivas rusas” en la región de Járkiv, creando un “santuario” para que Rusia ataque a Ucrania desde las zonas fronterizas.

Ya es hora de relajar esas restricciones. Debe permitirse a Ucrania defenderse, aunque eso signifique atacar dentro de las fronteras rusas. El costo de permitir que Putin subyugue a Ucrania es, como está cada vez más claro, demasiado alto.

Incluso mientras rechaza la idea de enviar soldados a Ucrania, Alemania parece estar preparándose para reintroducir el servicio militar obligatorio. Un documento filtrado reveló que Berlín está considerando imponer el servicio militar obligatorio para hombres y mujeres de 18 años, una señal de que la crisis actual se ha convertido en un punto de inflexión en las opiniones sobre la seguridad nacional y regional, con repercusiones que durarán años, independientemente de cómo y cuándo termine esta guerra.

Los preparativos para una posible guerra son más sorprendentes en Finlandia, que comparte la frontera más larga de Europa con Rusia, y que ya perdió territorio ante las invasiones del Kremlin. Finlandia ha reforzado no sólo sus refugios para civiles y sus reservas de armas, municiones y combustible, sino también de granos para alimentar a la población.

“Rusia respeta el poder”, dijo el teniente general finlandés Mikko Heiskanen, al describir un plan plurianual de preparación para defender el país.

Quizá Putin y Xi encuentren ahora más motivos para sonreír, pero los europeos quieren asegurarse de que se trata únicamente de una situación temporal.