Nueva York (CNN) – Hace un año, el mundo presenció horrorizado el inicio de una búsqueda multinacional de un submarino comercial y sus cinco pasajeros que, días más tarde, acabaría en tragedia.
El angustioso acontecimiento provocó un estremecimiento en la pequeña pero creciente comunidad de entusiastas de los submarinos de aguas profundas. OceanGate, el controvertido operador del malogrado sumergible, se declaró en quiebra poco después de que las autoridades revelaran que la nave había implosionado al descender al lugar donde se encontraba el Titanic.
Con el cierre de OceanGate, el mercado del turismo submarino parecía haberse cerrado de golpe.
Pero en lugar de hundir todo el sector, el suceso brindó a los operadores de sumergibles la oportunidad de redoblar sus mensajes sobre la seguridad y tachar a OceanGate de empresa sin escrúpulos.
Uno de los principales operadores de submarinos, deseoso de demostrar que el Titan no cumplía las normas del sector que pueden hacer que los viajes al fondo del océano sean relativamente seguros, ya está planeando su propio viaje a los restos del Titanic, adonde se dirigía el Titan antes de colapsar.
“Si hay algo positivo que sacar de esta situación, es que se está invirtiendo más en sumergibles para aguas profundas”, afirma Triton Submarines, líder del sector, en un comunicado.
De hecho, pocos días después de la catástrofe del OceanGate, el multimillonario Larry Connor habló por teléfono con el CEO de Triton para pedirle que construyera un sumergible que tranquilizara al mundo: viajar en submarino, incluso a tanta profundidad como los restos del Titanic, podía hacerse de forma segura, según The Wall Street Journal.
“Quiero mostrar a la gente de todo el mundo que, aunque el océano es extremadamente poderoso, puede ser maravilloso y agradable y cambiar realmente la vida si se hace de la manera correcta”, declaró Connor al diario.
Triton, a través de un portavoz, dijo a CNN que el viaje estaba en las primeras etapas de planificación y que “no podemos compartir una fecha todavía”.
El legado de OceanGate
OceanGate, que cerró sus operaciones el pasado mes de julio, había sido un actor ascendente pero controvertido en el estrecho mundo de los sumergibles tripulados.
Pero en su afán por “aumentar el acceso a las profundidades oceánicas a través de la innovación”, OceanGate eludía con frecuencia la normativa y se oponía a los estándares del sector.
En particular, su fundador, Stockton Rush, una de las cinco personas que murieron a bordo del Titan, insistió en que su casco de fibra de carbono no convencional era seguro, incluso después de que los expertos le advirtieran de que no era tan seguro como el titanio, más caro, utilizado por sus rivales.
“En algún momento, la seguridad es pura pérdida de tiempo”, dijo Rush en una ocasión al periodista David Pogue. “Si quieres estar seguro, no salgas de la cama. No te subas al coche. No hagas nada”.
Con un nombre de marca incómodamente parecido al del malogrado submarino, Triton Submarines se ha pasado el último año intentando diferenciarse del OceanGate.
Dos de sus puntos principales: 1) OceanGate era una operación irregular que eludía la normativa e ignoraba las repetidas advertencias de la comunidad de exploradores de las profundidades marinas. 2) Los diseños de los submarinos de OceanGate eran tan experimentales que ningún otro submarino comercial podría reproducirlos.
Triton, que cuenta entre sus inversores con el multimillonario gestor de fondos de cobertura Ray Dalio y el cineasta James Cameron, se apresura a pregonar las credenciales que OceanGate eludió, como someter sus embarcaciones a pruebas realizadas por terceros como la American Bureau of Shipping.
“El océano profundo no es lugar para hacer concesiones”, afirma Triton en su comunicado. “A estas alturas debería estar muy claro para todos que lo ocurrido en el Atlántico Norte, la forma en que se llevó a cabo la operación y el carácter experimental de la embarcación, no guarda relación alguna con un sector altamente profesional, seguro y logrado”.
El riesgo de muerte es la cuestión
La tecnología necesaria para llegar a los rincones más profundos de la Tierra está aún en pañales.
Pero si el sector del turismo de aventura en general sirve de guía, el espectro de la muerte no hará sino avivar la demanda.
Cada año, aproximadamente la mitad de los alpinistas que intentan coronar el Everest lo consiguen, y al menos unos pocos mueren en el intento. Pero, de forma un tanto contraintuitiva, cuanto más letal es la temporada, más tiende a aumentar el interés al año siguiente.
Los permisos para el Everest aumentaron significativamente en los años posteriores a 1996, una temporada que acabó con la vida de 12 alpinistas y se convirtió en objeto de atención mediática internacional. Y el año pasado también fue una temporada especialmente fatal, con 17 alpinistas muertos en la ruta.
Esto supuso un aumento del 100% en el negocio de Furtenbach Adventures, un operador de expediciones con sede en Austria.
“Una vez más, el Everest atrajo más atención tras esta temporada mortal”, declaró en una entrevista su fundador, Lukas Furtenbach.
Pero advierte que se está produciendo un cambio con respecto a años anteriores, cuando el interés se disparó.
Últimamente, dice, “parece que el cliente está más dispuesto a pagar una prima por mayores márgenes de seguridad… Las estadísticas muestran muy claramente que cuanto menos pagas por tu expedición al Everest, mayor es el riesgo de morir”.
Philippe Brown, fundador de la empresa de viajes de aventura de lujo Brown and Hudson, coincidió con esta tendencia a extremar las precauciones.
Inmediatamente después de la desaparición del Titán, antes de que OceanGate cerrara definitivamente, Brown dijo que su empresa seguía teniendo una larga lista de espera para sus viajes al Titanic, y que el negocio incluso había aumentado.
“Siempre habrá interés por lo que va más allá de los límites”, dijo Brown en una entrevista el lunes. “Pero lo que ha ocurrido es que la gente está mucho más sensibilizada con el riesgo, no solo en este tipo de cosas, o en hacer cumbre en el Everest, sino en los viajes en general”.