(CNN) – Cuando Ruth Harrison y Dan Phillips se mudaron de Estados Unidos a Ecuador hace dos años, su principal objetivo era disfrutar de una tranquila jubilación.
Pero la vida tenía otros planes.
Justo cuando la pareja, que decidió utilizar seudónimos para este artículo, se estaba estableciendo en un nuevo capítulo en un país más asequible que ofrecía nuevas e interesantes oportunidades para viajar, las cosas dieron un giro inesperado.
Ecuador se sumió en un estado de emergencia nacional tras la fuga de uno de sus más poderosos narcotraficantes y el estallido de un “conflicto armado interno” en el que las fuerzas de seguridad se enfrentaron a grupos criminales acusados de extender la violencia extrema. Se impuso un toque de queda nocturno y el Departamento de Estado de EE.UU. advirtió a los viajeros sobre el peligro de viajar al país.
Desde el exterior, Ecuador distaba mucho de ser el lugar ideal para escapar de las presiones de su antigua ciudad natal, Albuquerque.
Pero a pesar de las continuas tensiones políticas, la pareja afirma que no se arrepiente de haberse trasladado allí y que les encanta su nueva vida.
“La gente entró en pánico”
“Yo diría que nuestra opinión no ha cambiado”, dice Phillips. “Creo que estamos muy contentos con nuestra decisión”.
Poco antes de que se anunciara el estado de emergencia, hombres armados con explosivos habían asaltado un canal de televisión durante una transmisón en vivo.
Harrison y Phillips dicen que, aunque recibían la información a cuentagotas, no fueron conscientes de la gravedad de la situación hasta mucho después.
“La gente estaba en estado de pánico y todo el mundo se iba a casa”, dice Phillips. “No teníamos ni idea de lo que estaba pasando”.
Phillips cuenta que una mujer ecuatoriana, preocupada, se acercó mientras él esperaba en la parada de autobús con un amigo y les dijo que se fueran a casa.
Una vez que Phillips llegó a la casa que había alquilado en Cuenca, ciudad situada en la cordillera de los Andes, al sur de Ecuador, él y Harrison, que se habían dado cuenta de que había más gente de lo normal comprando comida en la tienda local, lograron atar cabos.
Pronto se dieron cuenta de que probablemente se quedarían encerrados durante un tiempo.
“Teníamos provisiones suficientes para unos tres días”, dice Phillips, y añade que hubo “una especie de pausa de tres días”, antes de que “todo el mundo respirara hondo y regresara a la normalidad”.
Sin embargo, la pareja subraya que la situación ha tenido poco impacto en sus vidas, en gran parte debido a la ubicación de Cuenca, que está bastante alejada de las ciudades costeras, donde están los “mayores problemas”.
“Sí notamos una presencia policial más visible los primeros meses, pero eso había vuelto a la normalidad”, dice Harrison, subrayando que cree que el estado de emergencia “afectó a los ecuatorianos nativos, más que a los expatriados”.
Harrison y Phillips explican que cada vez les preocupaba más la comodidad con la que podrían vivir en EE.UU. a medida que se acercaban a la edad de jubilación.
Aunque su situación económica era “muy buena”, Harrison, que antes trabajaba en el sector financiero, afirma que el aumento del costo de la vida en EE.UU. le hacía temer que no podrían disfrutar de la jubilación que siempre habían imaginado.
“No iba a haber recursos para las cosas que nos gusta hacer”, explica a CNN Travel. “Vamos a vernos constreñidos en unos 10 o 15 años”.
Harrison y Phillips, que pasaban muchas vacaciones recorriendo en moto la región de las Montañas del Oeste de Estados Unidos, también querían tener la oportunidad de hacer más viajes juntos, así como el presupuesto para vivir cómodamente.
Planes de retiro
“Quería que (la jubilación) fuera algo más que jugar a videojuegos en mi teléfono y hacer salidas a la tienda de segunda mano”, añade Harrison.
Conscientes de que quizá tendrían que buscar un futuro mejor fuera de Estados Unidos, se plantearon la posibilidad de trasladarse a algún lugar donde su dinero rindiera más.
“Pensamos en Italia. Pensamos en Portugal. Miramos España y México”, dice Phillips. “Creo que miramos uno o dos de los países bálticos”.
La pareja también miró destinos más lejanos, como Colombia, Panamá y, por supuesto, Ecuador.
En 2017, habían hecho un viaje en moto de dos semanas por éste y estaban encantados con el país, ya que les parecía “muy asequible”.
“Una de las cosas que más nos gustó de Ecuador fue toda la variedad del país: los glaciares, las playas o el Amazonas”, dice Harrison.
El tema de la seguridad fue algo en lo que pensaron mucho antes de decidirse, comparando los índices de criminalidad de las ciudades estadounidenses con los de Ecuador.
Tras un examen de conciencia, Harrison y Phillips decidieron que Ecuador sería el mejor lugar para pasar su jubilación.
“En realidad, la razón fue que las políticas de inmigración de Ecuador en aquel momento, y ahora, son mucho más fáciles de navegar que las de muchos otros países”, explica Phillips.
Aunque Ecuador ofrece varios visados para extranjeros, ellos optaron por el “visado profesional”, disponible para solicitantes con un título universitario (o superior) y válido durante dos años.
Recurrieron a un facilitador de inmigración ecuatoriano para que les ayudara en el proceso.
Tras investigar posibles ciudades en las que establecerse, la pareja se decidió por Cuenca, un destino que no habían visitado durante su viaje a Ecuador, pero del que habían leído mucho en Internet.
Ecuador llama
“Los expatriados en Cuenca son muy activos en Facebook”, explica Harrison. “Pudimos encontrar páginas web de Cuenca para alquilar departamentos, foros para pedir consejos sobre profesionales o servicios. Cuanto más indagábamos, más información encontrábamos”.
Una vez tomada la decisión, la pareja inició los trámites para solicitar el visado y puso su casa a la venta.
“Liquidamos, renunciamos, preparamos y empaquetamos durante los cuatro meses siguientes para llegar aquí”, dice Harrison, explicando que vendieron su casa, coches, muebles y motos antes de marcharse.
En julio de 2022, la pareja voló a la ciudad de Guayaquil con sólo cuatro maletas y sus dos gatos. Desde entonces han adoptado dos gatitos “callejeros”.
Harrison y Phillips se alojaron inicialmente en un Airbnb, pero finalmente encontraron un hogar situado en la planta alta de una enorme casa, donde cuentan con cuatro dormitorios y tres baños y medio.
Durante esos primeros meses, la pareja dedicó gran parte de su tiempo a conocer la zona y a realizar actividades turísticas.
“Estábamos muy ocupados de la mañana a la noche”, dice Phillips. “Simplemente aprendiendo la ciudad a la que nos mudamos, que está bastante bien.
“Tuvimos que descubrir cómo pasear, cuándo es seguro ir a los sitios, cuándo no lo es, tuvimos que encontrar las tiendas de comestibles, tuvimos que encontrarlo todo”.
La pareja fue bien recibida por la comunidad local de extranjeros e hizo muchos amigos.
Sin embargo, les costó un poco más conocer a los lugareños debido a la barrera del idioma.
“Eso ya está empezando a ocurrir a medida que mejoran nuestras habilidades con el idioma”, dice Phillips.
Phillips, que creció en una pequeña ciudad del noreste de Montana, dice que la experiencia de vivir en Cuenca es similar, y muy alejada de la vida en Albuquerque.
“No va tan rápido, no hay tanto bullicio, la gente no tiene tanta prisa. La gente sonríe. La gente dice ‘Hola’. Siempre que inicias una conversación con un ecuatoriano, tienes que empezar con el saludo. Hola, buenas tardes. Buenos días. Buenas noches. ¿Qué tal?’ Todas y cada una”.
Harrison admite que ha tenido que acostumbrarse a abstenerse de ser “breve y cortante” durante las conversaciones cotidianas, que era como estaba acostumbrada a desenvolverse en Estados Unidos, donde la gente está “tan ocupada”.
“Tengo que tener cuidado cuando entablo una conversación de que soy respetuosa con su costumbre y no con mi tradición”, explica. “Porque parte de estar tan ocupado es que no quieres quitarle tiempo a nadie”.
La pareja también se ha dado cuenta de que los restaurantes no “te echan de la mesa” una vez que terminas de comer en Cuenca.
“Puedes sentarte allí casi para siempre”, dice Phillips. “Aunque parecen un poco aliviados cuando te levantas y te vas después de tres horas”.
Sin remordimientos
En cuanto a la seguridad, la pareja dice que, a pesar de las tensiones en el país, se sentían más en riesgo de “violencia al azar” mientras vivían en Estados Unidos.
“En EE.UU., cuando iba de compras, localizaba salidas de las tiendas distintas de la puerta por la que entraba”, dice Harris. “Por si tenía que huir, y eso no lo he sentido nunca en Ecuador”.
En cuanto al costo de la vida, dicen que obtienen mucho más por su dinero en Ecuador y pueden vivir con mayor comodidad.
“Dependiendo de tu estilo de vida, puedes replicar tu vida estadounidense aquí por aproximadamente la mitad o un tercio del costo del mismo estándar en los EE.UU.”, dice Harrison, añadiendo que su alquiler es más agradable que la casa que tenían en Estados Unidos.
“Puedes comer fuera por sólo US$ 2. Creo que lo más alto que hemos visto son US$ 18 por comida”.
Continúa explicando que, como los servicios públicos están regulados en Ecuador, gastan unos US$ 85 al mes en facturas de agua, gas, electricidad, Internet y teléfono móvil.
Pagan unos US$ 470 al mes por vivir en su casa de alquiler.
La pareja no planea comprar una propiedad en Ecuador, explicando que han encontrado que los precios de la vivienda en el país son “similares a los de Estados Unidos”.
Aunque Harrison y Phillips no desean volver a Estados Unidos, admiten que extrañan cosas sencillas, como la comida. E incluso esto ha disminuido con el tiempo.
“Aquí no puedes entrar en un Wendy’s y comerte una gran hamburguesa”, dice Phillips. “Aquí eso no existe. Pero el Kentucky Fried Chicken es realmente mejor”.
También ha tenido que aceptar que probablemente nunca llegue a viajar a algunos de los lugares de su lista de deseos ahora que está instalado en Ecuador de forma permanente.
“Por otro lado, aquí tengo un continente y un país totalmente nuevos que explorar”, afirma.
Aunque trasladarse a Ecuador les ha funcionado a pesar de la reciente crisis, Harris dice que aconsejaría a otras parejas que estén considerando tomar una decisión similar que se aseguren de estar “en la misma página”.
“He conocido a algunas parejas en las que una de las personas era la que tenía la gran idea, y la otra simplemente se unió porque tenía un sentido de la responsabilidad marital”, dice.
“Así que no sentían que fuera su elección venir aquí. Simplemente siguieron a un cónyuge”.
Aunque saben de extranjeros que han decidido irse de Ecuador y volver a casa en los últimos años, Harrison y Phillips planean quedarse en un futuro próximo, y esperan convertirse en residentes permanentes.
Sin embargo, han discutido abiertamente “lo que pensamos que haría falta para irnos”, dice Harrison. Dice que sólo se lo plantearían si tuvieran la sensación de que los extranjeros son un objetivo específico de los delincuentes en Cuenca.
“Nunca lo he visto. Nunca he oído hablar de ello”, añade.
Según la pareja, cuanto más tiempo pasan en Ecuador, menos añoran Estados Unidos y más cómodos se sienten con su decisión de marcharse.
“Es una decisión que tomamos juntos”, dice Phillips. “Y fue una decisión lo más informada posible en ese momento. Creo que nos hemos adaptado a la vida en Ecuador con bastante, bastante facilidad”.