Nota del editor: Si tú o alguien que conoces está luchando con la salud mental, hay ayuda disponible. Marca o envía un mensaje de texto al 988 o visita 988lifeline.org para obtener apoyo gratuito y confidencial.
(CNN) – Simone Biles atribuyó su regreso a los Juegos Olímpicos de este año principalmente a estar “en un muy buen momento mental”. Describió su devoción a la terapia semanal como “un poco religiosa”.
Sus actuaciones atléticas en los Juegos Olímpicos París 2024 fueron emocionantes y le valieron tres medallas de oro y una de plata. Pero lo que realmente admiro es su compromiso por mantener su salud mental en el candelero junto a sus logros en gimnasia.
Es algo que todos podemos hacer. Mientras Biles mantiene sus jueves de terapia, yo observo mis martes de sushi.
Los martes se convirtieron en mi día sagrado para el autocuidado hace 17 años, después de que mi marido se suicidara, dejándonos a mí y a nuestros dos hijos pequeños conmocionados, confusos y devastados. Las exigencias del duelo y de la vida me abrumaron como una viuda joven, de solo 39 años, y madre soltera primeriza. Mis hijos tenían 6 y 8 años.
Todo el trabajo de adulta y de madre recayó sobre mí, sola y afligida: coordinar los deberes de tercero de primaria, cocinar, hacer de chofer, leer libros de cartón a la hora de dormir, pagar la hipoteca, recoger las cacas del perro. Todo mío. Durante las primeras semanas, apenas comí, apenas dormí y a menudo me encontraba conteniendo la respiración.
Pronto me di cuenta que tenía que cuidar de mí misma para atender a mis pequeños y todo lo demás. Aprendí a dar prioridad a la trilogía de la salud mental: comer, dormir, respirar. En medio de una crisis de salud mental, este trío me sirvió de base. La curación empezó ahí.
Centrarme en mi propia salud mental
Cuando mi terapeuta me ofreció un hueco los martes, lo reservé y planifiqué las horas siguientes para cuidar de mí misma. Los martes no eran para socializar. No concerté citas con médicos, abogados o contables. No lavaba los platos ni la ropa. No iba a la oficina.
Iba a yoga, a terapia y a veces me llevaba a comer (sushi, mesa para uno). Puede que escribiera o caminara o durmiera la siesta o tomara una decisión difícil. Podría simplemente sentarme y llorar. En la práctica, mi tiempo “para mí” duraba desde que dejaba a los niños en la escuela hasta la hora de salida, y protegía esas preciosas horas con un fervor casi religioso. (Mis hijos tienen ahora 23 y 25 años, pero yo sigo comprometida con la terapia y el yoga los martes).
Además de la terapia semanal, empecé a correr y a meditar. Ambas prácticas me resultaron frustrantes al principio, hasta las lágrimas. En momentos desesperados pensaba: “No puedo hacer esto”. Es decir, poner literalmente un pie delante del otro o quedarme físicamente sentada y metafóricamente cumplir con las exigencias del duelo y guiar a la gente pequeña en su luto. Correr y meditar también me llevaron al mismo lugar: inhalar, exhalar, centrarme en el momento, reunir mis recursos internos -creatividad, energía, amor- y seguir adelante.
La terapia me enseñó que las emociones fuertes no hay que evitarlas, sino que suelen llamar mi atención sobre algo que hay que curar. Respeté el ímpetu que me proporcionaban la ira y el miedo y los liberé cuando ya no me servían.
El verdadero autocuidado no siempre es fácil
Cuidarse a uno mismo de forma adecuada no es necesariamente fácil ni digno de un meme. Las sales de baño, las velas y el chocolate negro están muy bien, pero para mí, el autocuidado significa tomar decisiones intencionadas y realistas.
Puede significar decir “No, gracias” a cosas a las que querría decir que sí, como el viaje por carretera que me costaría más de lo que realmente podría permitirme (gasolina, entradas para conciertos, comidas y la cuenta del bar). O a la terapia de compras, que perdió su brillo cuando llegó la factura de la tarjeta de crédito.
Cuidar de mí misma puede significar rechazar una invitación de una amiga a la que me gustaría ver porque mis hijos están desamparados, tengo un plazo de trabajo inminente, necesito organizar la información para presentar mi declaración de la renta o mis suegros ancianos necesitan mi atención (y la de mis hijos). Podría significar elegir una videollamada de 20 minutos en lugar de una noche de chicas porque lo que más necesitaba era dormir toda la noche.
Hay que esforzarse para aceptar los resentimientos. Conozco a mucha gente deportista que dice que no correrá un maratón ni hará un century (un recorrido de 160 km en bicicleta) porque no soporta estar tanto tiempo en su propia cabeza. Y lo entiendo. Pero de lo que estoy segura es de que enfrentarme a mis propios sentimientos fue más sano que ocultarlos o ignorarlos. Quizá lo más importante que podemos hacer por nuestra propia salud mental es ser sinceros con nosotros mismos sobre lo que sentimos y experimentamos.
Biles ayuda a la gente hablando de sus luchas
Me anima que atletas como Biles y el nadador olímpico Michael Phelps hablen abiertamente de su propia salud mental porque conversaciones públicas como estas cambian el panorama social. Esta transparencia ayuda a las personas que tienen problemas. También normaliza el hecho de dar prioridad a nuestra salud mental, reduciendo el estigma, la vergüenza y el aislamiento que rodean a las enfermedades mentales.
Espero que conciertes una cita contigo mismo, para ti, aunque sean 10 minutos al día porque no puedes tomarte un día entero. No es egoísta. Más bien, es sagrado. Tu salud mental es donde empieza la salud, y mereces cuidar de tu salud mental tanto como Biles o cualquier otro atleta olímpico.
Charlotte Maya es autora de “Sushi Tuesdays: A Memoir of Love, Loss, and Family Resilience”. Ha publicado ensayos sobre el duelo, la pérdida, el suicidio y la esperanza en The New York Times, Hippocampus Magazine, Brevity Blog y Writer’s Digest.