Nota del editor: La siguiente historia contiene narraciones explícitas de agresiones sexuales.
Wilsonvile, Oregon (CNN) – Las tres mujeres se sientan muy juntas, con las manos y los brazos entrelazados y la cabeza apoyada en los hombros de la otra. Cada una se sintió completamente sola durante demasiado tiempo y es como si su cercanía física les diera un impulso de fuerza.
Ellas cuentan a CNN que sufrieron abusos sexuales por parte de su médico de cabecera. Una investigación realizada a raíz de relatos similares de otras mujeres llevó a la revocación de su licencia médica. Decenas de mujeres se han presentado diciendo que fueron abusadas, a menudo en repetidas ocasiones.
Sin embargo, para sorpresa de las sobrevivientes, un jurado investigador dijo que no tenía pruebas suficientes para acusarlo, por lo que no se presentaron cargos penales. Las súplicas al fiscal general del estado para que intervenga no han dado lugar a nuevos cargos.
Pero las mujeres han prometido seguir luchando. “Ver las caras de estas mujeres (de otras supervivientes) y escuchar un poco sus historias, es más aliciente para seguir adelante”, dice Katie Medley.
El médico de cabecera
En la comunidad de Oregon donde creció Nicole Snow, el Dr. David Farley siempre estaba presente. Su casa estaba a la vuelta de la esquina en Wilsonville, una ciudad a orillas del río Willamette, a unos 30 minutos en automóvil al sur de Portland. Sus hijos iban con ella al instituto, él frecuentaba los mismos círculos sociales que sus padres e incluso sus familias habían ido juntas de vacaciones. Todos los domingos, ella lo veía en su Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en el centro de la ciudad, donde él era un veterano y respetado miembro de la congregación.
“Recuerdo muy específicamente que cuando era adolescente, él me perseguía en la iglesia, a mí y a otras amigas de mi edad, y realmente nos acorralaba en una esquina y nos masajeaba los brazos y los hombros y nos decía: ‘Oye, tienes que venir a verme’”, dice Snow. “A menudo intentaba salir temprano sólo para ir a esconderme en el auto”.
Durante años, Snow no articuló la ansiedad que sentía cerca de Farley, un médico educado en Harvard. Por eso, cuando empezó a sentir dolor de estómago a los 15 años, fue natural que su madre la llevara a su consulta.
Farley resolvía las necesidades de salud de generaciones de pacientes del Centro de Salud Familiar de West Linn, en la comunidad vecina. Realizaba chequeos de bienestar y reconocimientos físicos deportivos a los niños de los acomodados suburbios, así como cuidados prenatales y asistía en partos. Su posición en la Iglesia atrajo a muchos miembros de su congregación a su consulta, pero también era un pilar para la comunidad en general.
Snow, que ahora tiene 32 años, dijo: “Desde la primera visita, supo manipular y colocar a mi madre en un lugar concreto de la habitación en el que ella no tenía ni idea de lo que él hacía con sus manos”.
En los tres años siguientes, durante más de 40 visitas, Snow afirma que la sometió a repetidos abusos sexuales, utilizando tácticas de intimidación para llevar a cabo lo que ella describe como exámenes mamarios incómodamente largos y repetidos exámenes pélvicos y rectales con penetración. “Nos dijo a mí y a mi madre que había tenido una paciente joven que murió de cáncer de cuello uterino, y por eso él, como médico, quería examinar a todas sus pacientes desde una edad temprana y con frecuencia. Así fue como pudo empezar a abusar de mí”.
Snow dice que su educación en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días la hizo especialmente vulnerable a un hombre mayor, ya que la iglesia colocaba a los hombres en una posición de autoridad incuestionable con motivos para profundizar incluso en los aspectos más personales de la vida de la mujer. “En un momento dado le pidió a mi madre que saliera de la habitación para poder preguntarme sobre mi vida sexual, y eso era algo que me resultaba muy familiar, entrar sola en la habitación con un obispo y que me hiciera preguntas sobre pureza sexual”, cuenta Snow.
En 2009, Snow cumplió 18 años y acudió a su primera cita sin su madre. A pesar de saber que aún no era sexualmente activa, Farley le sugirió un procedimiento para “hacer el sexo más placentero”, lo que más tarde sabría que se llamaba himenectomía.
“Sólo dijo que quería ‘estirarme’ un poco”, dijo. Cuando Snow se negó, él trató de convencerla enumerando a las amigas a las que había practicado el procedimiento. Entonces, se puso agresivo. “En realidad me dio bastante miedo”, dice ella.
Cuando finalmente accedió, le rompió el himen con sus propias manos, lavando la sangre en el lavabo mientras ella yacía “aterrorizada” con un dolor insoportable, según contó a CNN. Después, le dolió caminar durante días.
En aquel momento, ella no procesó estas experiencias como abuso. “No tenía ni idea. Pensaba que era normal”, dice. Snow abandonó el instituto por problemas de salud que atribuye en parte a los abusos de Farley.
No fue hasta años más tarde, después de que Snow se mudara y viera a otro ginecólogo-obstetra, cuando todo encajó. “Me dijo: ‘Vamos a hacerte una citología y ésta debería ser tu primera citología’”, recuerda Snow. “Cuando le contesté: ‘Oh no, me he hecho más de 10, quizá cerca de una docena’, la expresión de su cara me hizo saber que eso no era normal y que no debería haber ocurrido”.
Cuando Snow se lo contó a su familia, le advirtieron que no lo hiciera público. “Dijeron que iba a ser yo contra la comunidad, porque él es un miembro tan prominente. Estaban nerviosos de que yo lo hiciera público y luchara sola”.
CNN se puso en contacto en repetidas ocasiones con Farley, que no ha respondido a ninguna solicitud de comentarios. Su abogado declinó hacer comentarios a CNN.
Una jubilación repentina
Entonces, en el verano de 2020, su hermano le llamó con noticias: Farley se jubilaba, y Snow no era la única. La Junta Médica de Oregon (OMB) había suspendido su licencia tras recibir informes sobre su comportamiento y estaban investigando.
“Durante mucho tiempo, sentí que me silenciaban o que era la única”, dice Snow, que ahora es madre de un niño en edad preescolar en Utah y se dedica a su hogar. Pero la noticia de que había más víctimas no la consoló. “La profundidad de la miseria que sentí en ese momento, porque sé lo mucho que he luchado a causa de los abusos… pensar en que cualquier otra niña o mujer también luchara y sufriera abusos a manos de él simplemente me destrozó el mundo”.
El hermano de Snow la puso en contacto con Lisa Pratt y Katie Medley, madres que habían conocido a Farley a través de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y se sentían cada vez más incómodas con su comportamiento.
“Tenía una gran habilidad para hacerte sentir que eres especial, ese trato especial que ahora reconozco como ‘grooming’”, dice Medley. Se mudó a la zona en 2016 y conoció a Farley en la iglesia cuando él era experto en un panel sobre salud femenina. Al principio no pudo entrar en la lista de pacientes de Farley, pero cuando volvió a encontrarse con él en la iglesia le dijo que sólo tenía que llamar a la clínica y decir que había aprobado personalmente el traslado. En aquel momento tenía tres hijos y sabía que quería otro.
En los cuatro años que fue su paciente, Medley afirma que Farley le realizó 11 exámenes con penetración, casi el triple de lo que marcaban las directrices médicas de la época: los exámenes pélvicos solían hacerse anualmente, mientras que las citologías se recomendaban cada tres años para las mujeres de entre 21 y 65 años.
Una noche de 2019, cuenta, la llamó a casa para decirle que había encontrado resultados anormales en una de sus pruebas. Contando la misma anécdota que le había contado a Snow, le dijo a Medley que una vez había perdido a una paciente joven por un cáncer de cuello de útero y que necesitaba hacerle otro examen para mantenerla a salvo.
“Estoy llorando y aterrorizada; tengo miedo de morir de cáncer”, recuerda.
Farley aprovechó su examen de seguimiento, dice, para abusar de ella. “Metió su mano dentro de mí… y sólo recuerdo que movía mucho el dedo y me dijo que todo se sentía muy bien”, relata. “Y luego sacó la mano y siguió acariciando mis genitales externos”.
Después de la cita médica, se metió en su coche y rompió en llanto. “No entendía lo que me estaba pasando. Me había estimulado sexualmente durante toda la consulta, biológicamente”, dice. “Pensé que yo debía de ser una psicópata; que debía de tener un problema si mi cuerpo respondía de ese modo a un examen médico. Desde entonces he aprendido que eso les ocurre a muchas víctimas de abusos, y creo que es algo que nos hace callar. Es un movimiento de poder porque, ¿quién quiere decirle eso a alguien? Es lo más vergonzoso que he dicho en mi vida”.
Durante los ocho meses siguientes, Medley dijo que intentó bloquear el recuerdo. Entonces, Pratt, su vecina y amiga de la iglesia, se acercó a ella. “Vino un día y me dijo, como de improviso: ‘Oye, ¿has tenido alguna experiencia extraña con el Dr. Farley?’ Inmediatamente, lo supe”.
Pratt era paciente de Farley desde 2015, cuando se mudó a Wilsonville y buscaba un médico para llevar su embarazo. Una amiga de la iglesia se lo recomendó encarecidamente y, al principio, su trato, como darle su número de teléfono celular personal, la hizo sentir especial. “Me está tratando como si fuera de la familia”, recuerda que pensó. “Me sentí realmente increíble”.
Pero sus visitas se hicieron cada vez más incómodas. Cuando llevó a su bebé a una revisión, Farley puso la cabeza sobre sus senos desnudos mientras ella amamantaba, aparentemente para comprobar si le había bajado la leche, una experiencia que nunca había tenido con un médico con sus hijos mayores. “Entonces me metió la mano por debajo de la camisa… y me manoseó el pecho”, dijo. “Me sentí tan desconcertada, como, ¿qué está pasando aquí?”.
En las visitas a la consulta, dice que la presionaba para que se hiciera citologías con demasiada frecuencia, enojándose cuando ella se negaba, y le recitaba la misma historia de haber perdido a una joven paciente por un cáncer de cuello de útero. Incluso una vez la hizo ir a su casa para una revisión de embarazo, dice, donde le practicó un procedimiento extremadamente doloroso en su dormitorio.
Con el paso del tiempo, empezó a expresar sus preocupaciones a sus amigas y se quedó atónita al saber que no se sorprendían. “Me decían: ‘Bueno, ya sabes que es conocido por ser un asqueroso, ¿no?’”.
Semanas después de que Pratt y Medley se relacionaran llegó la noticia de que Farley se jubilaba y de que la junta médica del estado había suspendido su licencia mientras investigaban los informes de que había realizado exámenes pélvicos y mamarios y citologías vaginales innecesarios, sin supervisión y excesivos a chicas menores de edad, además de solicitar permiso a los padres para fotografiar los pechos y los genitales externos de adolescentes menores de 18 años.
En aquel momento, Farley declaró a la OMB que había pedido a los padres que le dejaran fotografiar los cuerpos adolescentes de sus hijos para un folleto educativo que esperaba elaborar sobre la pubertad, y dijo que sólo se enteró más tarde de que utilizar su teléfono para tomar fotografías “era un gran ‘no’”.
Tras compartir sus experiencias entre ellas, Pratt, Snow y Medley se pusieron en contacto para compartirlas también con la OMB. Pratt recuerda que el investigador Jason Carruth la escuchó y luego le dijo: “No sé si esto te hace sentir mejor o no, pero no estás sola”.
En septiembre de 2020, la OMB determinó que Farley había mostrado una “conducta poco profesional o deshonrosa” con múltiples pacientes, incluyendo conductas sexuales inapropiadas y negligencia, “ordenó o administró pruebas innecesarias, anticuadas y contrarias a las normas médicas aceptables que pueden haber causado un daño potencial” y “violó el estándar de cuidado” con procedimientos “no indicados médicamente, ni apoyados por la ciencia médica actual”. Al tomar fotografías de pacientes menores de edad, determinó que su “conducta era contraria a normas éticas bien reconocidas”.
Asimismo, se le retiró la licencia.
Consideraciones penales
Las tres jóvenes madres sintieron que por fin alguien las escuchaba. Carruth, el investigador de la junta médica, señaló las acusaciones al Departamento de Policía de West Linn y animó a pacientes como Medley, Pratt y Snow a ponerse en contacto con el detective Tony Christensen. Si iba a haber alguna acción penal contra Farley, ésta sería la vía.
“Entramos en ese departamento de policía en septiembre sintiéndonos muy valientes”, dice Pratt, pero esa sensación de poder pronto se evaporó.
Pratt habla de una experiencia “traumatizante” y “desmoralizante”, y las mujeres dicen que Christensen no estaba preparado y mal equipado y las dejó cuestionándose a sí mismas.
“Tony Christensen nos trató como un estorbo, como si fuéramos molestas”, dice Snow. “Nos dijo directamente: ‘Va a ser muy difícil procesar a un médico’”.
Su experiencia tuvo eco en otras pacientes de Farley que presentaron informes policiales a medida que avanzaba la investigación. Una madre, que habló con CNN bajo condición de anonimato, dijo que Christensen se mostró desdeñoso cuando fue a denunciar que Farley había manoseado repetidamente el pecho de su hija mientras le tomaba la frecuencia cardiaca en 2017. “Recuerdo que el detective dijo: ‘Bueno, esto no pasa como pasa en la televisión’”, cuenta. “Muy condescendiente, como si todos ustedes no supieran cómo funciona esto”. La mujer presentó una queja en la oficina de Farley después de ese examen de 2017.
Christensen se jubiló desde entonces y no fue posible contactar con él para obtener sus comentarios. El actual jefe de policía no respondió a las solicitudes de comentarios de CNN.
A medida que el caso adquiría mayor envergadura, la oficina del fiscal del condado de Clackamas, John Wentworth, se involucró, realizando entrevistas a pacientes, testigos y expertos. Pero de nuevo, mujeres como Medley, Snow y Pratt describen haberse sentido menospreciadas o desestimadas.
Después de compartir su historia con la fiscal adjunta Sarah Dumont, Snow cuenta: “Ella dijo: ‘Bueno, sólo abusaron de usted unas 10 veces, ¿verdad?’. Recuerdo que lloré y le respondí: ¿10 veces no es suficiente?”.
Wentworth niega que esto sucediera, diciendo a CNN: “Este comentario nunca ocurrió”.
En 2022, la Fiscalía sí llevó el caso ante un jurado investigador, pero algunas pacientes dicen ahora que Wentworth y Dumont amañaron el caso, permitiendo únicamente el testimonio de una pequeña fracción de pacientes que habían presentado denuncias policiales. A algunas les dijeron que sus casos eran demasiado viejos y que habían prescrito.
“Cuando me tocó entrar, supe que éste no era un grupo de personas que estuviera tratando de encerrar a este hombre”, dice Medley, describiendo el interrogatorio de Dumont. “Sentí como si estuviera defendiendo a Farley. Ella me estaba interrumpiendo, socavando mis declaraciones, restándole importancia”.
Al final, el jurado investigador emitió un “no ha lugar”, lo que significa que decidieron que no tenían pruebas suficientes para una acusación penal.
“Fue casi como, como una experiencia extracorporal, como si no pudiera ser real que dijeran que no”, recuerda Medley.
La madre que dijo que su hija fue manoseada dijo que su hija testificó ante el jurado investigador y que le dolió su decisión. “Ella sintió que, hiciste el trabajo para que rindiera cuentas y sólo terminas con más trauma, porque nadie está haciendo nada… A veces te preguntas, ¿merece la pena?”.
Snow, Medley y Pratt dijeron que sus maridos las apoyaban y que compartían con sus hijos por qué era importante seguir luchando.
Pratt y Medley hablaron de lo que llamaron una investigación “fallida” en una reunión del consejo municipal y se unieron a una carta abierta dirigida a la fiscal general Ellen Rosenblum en septiembre de 2022, firmada por 71 de las expacientes de Farley, en la que se criticaba a la Fiscalía y se rogaba a Rosenblum que interviniera. No lo ha hecho, pero su oficina dijo a CNN que su división de justicia penal sigue revisando la situación.
De Oregon a Idaho y luego a Utah
Al no tener licencia, Farley no podía ejercer la medicina en Oregon y se trasladó a Idaho en 2020, donde consiguió brevemente un empleo como ayudante de profesor en una escuela pública. Las autoridades locales fueron notificadas de la investigación de West Linn, y la escuela puso fin a su empleo después de un día en el aula, citando “información incorrecta en la solicitud”.
En 2022, Farley se había trasladado a la pequeña ciudad de Nephi, Utah, donde Glade Nielson, una vieja amiga de sus días juntos como misioneros en Japón, ejercía de alcaldesa. Nielson confirmó a CNN que Farley sigue siendo miembro de su iglesia local y asiste todas las semanas.
La noticia de que Farley está de nuevo activo en una comunidad religiosa es inquietante para las mujeres que dicen que utilizó ese entorno para aprovecharse de ellas. Cuando dieron a conocer sus historias, Pratt, Medley y Snow también se pusieron en contacto con los dirigentes de su iglesia, buscando que la institución le exigiera responsabilidades del mismo modo que los miembros de otras organizaciones patriarcales como la Iglesia Católica y los Boy Scouts han exigido responsabilidades a sus propias instituciones tras los escándalos de abusos.
“Esperaba que lo excomulgaran, que lo apartaran de esta comunidad que ama y de la que se nutre y de la que abusa”, dijo Snow.
“Tuve unas cuantas reuniones en las que intenté convencerle de que tomara esta medida”, dice Medley refiriéndose al líder de su iglesia local. “Al final dijo, esto ha llegado tan alto como se puede llegar con el liderazgo en la iglesia … han decidido no hacer nada hasta que la demanda civil esté finalizada”.
Un portavoz de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días dijo que una revisión formal seguirá al final del litigio, pero señaló que “ha puesto restricciones significativas que limitan la participación de David Farley en los servicios y actividades de la Iglesia, incluyendo estar presente en la propiedad de la Iglesia”.
La Iglesia también proporcionó pruebas de una carta de 2022 entregada en el domicilio de Farley, en la que se le notificaba que se le prohibía permanentemente la entrada en la iglesia de su antigua ciudad natal en Oregon y además se le prohibía asistir a reuniones o entrar en la propiedad de la Iglesia en cualquier otro lugar, excepto en la ciudad en la que vive actualmente. Allí, se le “permite asistir a los servicios dominicales cuando esté acompañado por su cónyuge”.
Snow duda de las acciones de la iglesia. “No quieren salir y decir que tienen a un depredador entre ellos”, dice, “que le creyeron a un depredador y lo pusieron en un pedestal o le han dado una vocación”. Ella, al igual que Medley y Pratt, abandonaron la iglesia.
Ajuste de cuentas
En West Linn, la ciudad contrató a un experto independiente para que examinara la investigación policial. Encontró que los archivos del caso se habían perdido, que existía una posible negligencia en el cumplimiento del deber y que Christensen estaba “desinformado” y “no tenía la capacitación” para realizar las entrevistas en una investigación sobre agresiones y abusos sexuales. El informe señalaba que estaba “más educado y organizado en entrevistas posteriores” y concluía que su estilo de entrevista era profesional a pesar de no estar “informado sobre el trauma”.
En marzo, Wentworth respondió a las críticas de su oficina en un artículo de opinión para el periódico local de West Linn, defendiendo enérgicamente su manejo del caso, señalando que “todas las pacientes conocidas con una reclamación verosímil de abuso testificaron ante el jurado investigador”.
En un correo electrónico enviado a CNN, culpó a “una letanía de cuestiones fuera de nuestro control” de su incapacidad para convencer al jurado investigador y defendió su trayectoria de 30 años de defensa de las víctimas de delitos como fiscal.
“La idea de que no acusaría a un médico que ha abusado sexualmente de pacientes durante años porque no ‘quiero’ hacerlo es absurda”, escribió. “La conducta del doctor Farley fue poco profesional y merecía ser sancionada por la Junta Médica de Oregon. Pero, demostrar que su conducta fue delictiva es otra cuestión que requiere una carga de la prueba mucho mayor”.
Para las mujeres que quieren a Farley fuera de las calles, no es suficiente.
Tras ver un documental sobre las gimnastas de las que abusó el entonces médico del equipo Larry Nassar, Medley, Pratt y Snow iniciaron una demanda civil contra Farley. “Su experiencia me hizo sentir que si tenía respaldo, podría luchar contra esto, podríamos luchar”, dice Snow. Ahora están representadas por Manly, Stewart y Finaldi, el bufete de abogados que consiguió acuerdos para las supervivientes en el caso Nassar, así como por el D’Amore Law Group.
“Se trata de un delito de violencia”, afirma el abogado Tom D’Amore. “Provoca daños psicológicos permanentes. No van a olvidar lo que les pasó”.
En los documentos judiciales, Farley se negó a responder a las acusaciones, alegando su derecho a no autoinculparse, consagrado en la Quinta Enmienda.
Si lo viera hoy, Medley dijo que tendría un mensaje sencillo para Farley: “Te metiste con la gente equivocada”.
Y, al igual que Snow y Pratt, ahora sabe que no está sola.
Su demanda ha sido modificada en múltiples ocasiones para añadir mujeres, niñas, hombres y niños que dicen que también sufrieron abusos de Farley. El número de demandantes asciende ahora a 128.