(CNN) –– Los últimos momentos de Liam Payne siguen envueltos en incertidumbre. Los investigadores de Buenos Aires creen que el músico de 31 años estaba solo en su suite de hotel cuando cayó trágicamente de un balcón en el tercer piso la semana pasada y aterrizó en un pequeño patio de abajo.
Mientras la investigación sobre las circunstancias que contribuyeron a la muerte de Payne está en curso, la escena que dejó atrás –un televisor destrozado e informes de comportamiento errático y agresivo– pinta un retrato desgarrador de momentos finales de confusión.
Con tan solo 16 años, Payne saltó al estrellato como miembro de One Direction después de aparecer en “The X Factor” en 2010, y pasó la mitad de su vida bajo la mirada implacable del público. Ahora, su muerte prematura reaviva conversaciones urgentes sobre los problemas de salud mental y adicción que tan a menudo afligen a las estrellas jóvenes que se lanzan a la fama.
“Todos te hemos decepcionado. ¿Dónde estaba esta industria cuando la necesitabas?”, escribió Sharon Osbourne, exjueza de “The X Factor”, en una audaz crítica que hizo en redes sociales a una máquina de entretenimiento acusada de descuidar el bienestar emocional y mental de sus talentos más jóvenes. Osbourne no fue jueza en ninguna de las temporadas de “The X Factor” en las que apareció Payne, pero sus palabras resuenan profundamente: “Eras solo un niño cuando entraste en una de las industrias más difíciles del mundo. ¿Quién estaba de tu lado?”.
Esta semana, Guy Chambers, compositor y amigo del cantante Robbie Williams, le pidió a la industria discográfica que se abstenga de trabajar con talentos menores de 18 años.
“Creo que poner a un chico de 16 años en un mundo de adultos como ese es potencialmente muy perjudicial. Robbie experimentó eso, sin duda”, dijo Chambers al Observer. “Yo sugeriría que la gente no debería estar en una boyband hasta que tenga 18 años, y la industria debería aferrarse a eso”.
Problemas al interior
Payne dijo que la fama mundial que trajo consigo el meteórico ascenso de One Direction fue algo que le resultó difícil de manejar. En 2021, durante una entrevista en el podcast “The Diary of a CEO” , Payne “describió con franqueza la intensa presión profesional que sintió, agravada por el abuso de sustancias.
“Fue algo muy, muy, muy grave”, admitió. “Fue un problema”.
En la misma entrevista, Payne relató las condiciones de aislamiento que implica llevar una vida de giras.
“En la banda (…) la mejor manera de protegernos, debido a lo grandes que nos habíamos vuelto, era encerrarnos en nuestras habitaciones. ¿Qué había en la habitación? Un mini-bar. Así que en un momento dado pensé, voy a hacer una fiesta para uno solo, y eso se prolongó durante muchos años de mi vida”, recordó. “Era una locura, pero era la única manera de poder sacar la frustración”.
En 2019, el rostro de Payne en las portadas contaba su propia historia: hinchado por lo que él describió como su fase de “pastillas y alcohol”. En una entrevista de ese momento con Men’s Health Australia, comparó los efectos adormecedores del alcohol con “ponerse el disfraz de Disney antes de subir al escenario”. Pero con el tiempo, la escapatoria se volvió tóxica.
En 2023, Payne compartió un momento de triunfo con sus seguidores al anunciar que había cumplido 100 días de sobriedad después de un período en rehabilitación. En un emotivo video de YouTube, expresó su alivio por sentirse finalmente en control y agradecido de estar libre de la espiral destructiva de su pasado.
Un patrón preocupante para los jóvenes que encuentran la fama
Sin embargo, en muchos sentidos, la historia de Payne está lejos de ser única. Los expertos en salud mental advierten desde hace mucho tiempo sobre los peligros del estrellato. Para los famosos jóvenes, verse empujados a la fama y la fortuna antes de que sus cerebros y mecanismos de afrontamiento emocional estén completamente desarrollados puede conducir a luchas con la identidad, la privacidad y la autoestima, batallas que pueden allanar el camino a la adicción.
Las presiones de la vida pública pueden privar a las celebridades jóvenes de una educación “normal”, dejándolas a su suerte en un mundo extraordinario con poco apoyo emocional. Como resultado, muchas recurren a las drogas y al alcohol como una forma de escapar de las incesantes exigencias y el aislamiento que conlleva el estrellato. Artistas como Williams y Demi Lovato han compartido abiertamente historias similares de consumo de sustancias como un medio para hacerle frente a la pesada carga de la fama.
El auge de las redes sociales y los ciclos de noticias las 24 horas no hicieron más que intensificar estos desafíos. Para estrellas como Payne, cada paso en falso, cada crisis personal, se difunde para que el mundo la juzgue. Esta exposición constante puede alimentar sentimientos de vergüenza, un potente detonante del abuso de sustancias. El aislamiento a lo largo de la vida, la presión por cumplir y la falta de apoyo constante pueden crear las condiciones perfectas para que la adicción se desate.
La historia de Liam Payne, aunque desgarradora, sirve como un duro recordatorio del inmenso costo que la fama puede tener para los más jóvenes. El suyo no es un caso aislado, sino parte de una narrativa más amplia sobre la fragilidad de las estrellas jóvenes en una industria que a menudo no logra protegerlas cuando más lo necesitan.