(CNN) – Para Donald Trump, cada derrota es solo el catalizador de su próxima batalla.
No bien el presidente electo sufrió su primer gran revés desde que ganó la reelección —cuando su polémico candidato a secretario de Justicia, Matt Gaetz, se retiró este jueves tras días de un escrutinio cada vez más intenso por supuesta conducta sexual inapropiada—, Trump redobló su apuesta.
En lugar de Gaetz, Trump eligió a la ex fiscal general de Florida Pam Bondi, otra guerrera ultra leal al movimiento MAGA que es una de las defensoras más abiertas de su teoría de que la justicia estadounidense fue armada contra él.
Puede que Gaetz –que niega haber actuado mal– se haya ido, pero las ansias de Trump de que el Departamento de Justicia actúe como su equipo personal de abogados en lugar de como un guardián independiente de la ley muestran todos los signos de permanecer intactas.
A primera vista, la retirada de Gaetz fue una derrota embarazosa, ya que perdió una pulseada con senadores republicanos a los que no les gustó el dilema que habría supuesto votar a favor de Gaetz o en contra de Trump. Las fuentes dijeron a CNN que el presidente electo quería a Gaetz porque compartía su deseo de purgar a los adversarios del “Estado profundo” en el Departamento de Justicia y era completamente leal. Pero Trump se olvidó de otra cualidad necesaria: que su elección no creara ninguna incomodidad a los senadores que necesita mantener de su lado incluso cuando miran sus propias próximas batallas electorales.
El desastre de Gaetz sugiere que, a pesar de su gran victoria electoral, algunas leyes de la gravedad política siguen aplicándose a Trump.
Hubo una sensación de arrogancia por parte de Trump al proponer posiblemente al candidato a secretario de Justicia menos cualificado, más controvertido y menos querido de la historia moderna. Su selección de otros miembros del gabinete –que parecen, según los estándares normales, muy poco cualificados– también parece el tipo de extralimitación clásica y mala interpretación de un mandato que puede meter en problemas a los nuevos presidentes.
La toma de decisiones apresurada y la falta de evaluación previa que llevaron a la selección de Gaetz —según fuentes, Trump lo eligió mientras volaba hacia y desde Washington la semana pasada— difícilmente sugieren que su segundo mandato será mucho más disciplinado que el primero. Además, proponer a un candidato cuyas principales credenciales parecían ser la certeza de que entusiasmaría a la base de Trump y escandalizaría a las élites subraya la impulsividad del presidente electo.
Sin embargo, la omnipotencia de Trump en el Partido Republicano –y la negativa de su partido a condenarlo en dos juicios de destitución– significa que sería imprudente ver la caída de Gaetz como un presagio de la voluntad de la nueva mayoría republicana del Senado de frenar a un nuevo presidente todopoderoso. Con el honor constitucional satisfecho, y sintiendo una obligación hacia el líder de su partido, algunos senadores podrían incluso estar más dispuestos a respaldar otras provocadoras selecciones de Trump.
Y es probable que la pérdida de Gaetz —de quien Trump dijo este jueves que tiene un “futuro maravilloso”— no tenga ningún impacto en los objetivos de una segunda presidencia que Trump ha prometido dedicar a la retribución.
Los escándalos en torno a los elegidos por Trump reflejan su propio embrollo legal
Las administraciones de la Casa Blanca siempre reflejan a la persona que está en la cima.
Esto puede explicar por qué, dos semanas y media después de su transición, varios de los miembros propuestos del gabinete de Trump están envueltos en acusaciones de mala conducta sexual, ética o controversia legal.
El expresentador de Fox News, Pete Hegseth, seleccionado por Trump para el Departamento de Defensa, se enfrenta a nuevas revelaciones sobre una supuesta agresión sexual a una mujer en California hace siete años. Al igual que Gaetz, Hegseth no fue procesado por la acusación y niega haber hecho nada malo. Su abogado dijo, sin embargo, que aunque el veterano de combate en Iraq y Afganistán considera que el encuentro fue consentido, llegó a un acuerdo con su acusadora que incluía un pago no revelado y una cláusula de confidencialidad.
En otra nube que se cierne sobre la elección del gabinete de Trump, CNN informó este jueves sobre una demanda que alega que Linda McMahon, a quien el presidente electo quiere para dirigir el Departamento de Educación, permitió a sabiendas la explotación sexual de niños por un empleado de World Wrestling Entertainment (WWE, por sus siglas) ya en la década de 1980. McMahon niega las acusaciones.
También hay un nuevo escrutinio de las acusaciones de que el seleccionado de Trump para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr. manoseó a una niñera a tiempo parcial que trabajó para él entre 1998 y 1999. La mujer, Eliza Cooney, habló recientemente con USA Today y dijo que ojalá “eligiéramos a gente con menos esqueletos en el armario”. En una entrevista de podcast durante el verano, Kennedy se negó a reconocer las acusaciones planteadas por primera vez por Vanity Fair, pero luego dijo que había tenido una “juventud muy alborotada” y que no había sido un “niño de iglesia”. Cuando se le preguntó directamente si negaba haber agredido sexualmente a Cooney, Kennedy repitió: “No voy a hacer comentarios al respecto”.
El caos es una función del trumpismo, no un defecto
En cualquier administración normal, tal ola de escándalos en torno a múltiples selecciones sería vista como evidencia de una transición en desorden.
Pero la carrera política de Trump nunca siguió los patrones convencionales. El caos es endémico, y es donde el presidente electo prospera en un manto de impunidad. La propia historia de Trump de luchas legales y acusaciones de conducta sexual inapropiada, las cuales negó en su totalidad, puede significar que tales vulnerabilidades en otros no representan el mismo impedimento para el avance como lo harían para otro presidente.
El año pasado, por ejemplo, un jurado federal de Manhattan determinó en un caso civil que Trump abusó sexualmente de la escritora E. Jean Carroll en unos grandes almacenes en 1996 y le concedió una indemnización por daños y perjuicios por agresión y difamación. Poco antes de las elecciones de 2016, Trump se jactó en una cinta filtrada de “Access Hollywood” de que los famosos como él podían agarrar a las mujeres por los genitales y “ellas te dejaban hacerlo.” Y a principios de este año, Trump fue condenado por un delito grave en un caso derivado de un pago de dinero por silencio que hizo a una estrella de cine para adultos. Él niega haber actuado mal en todos los casos. Nada de eso le impidió ganar un histórico segundo mandato a principios de este mes.
Después de que el movimiento “Me too” sacara a la luz años de abusos a mujeres en el mundo del espectáculo, los medios de comunicación, la política y los negocios, la capacidad de Trump para desafiar tales acusaciones es poco habitual en una persona tan pública. Y su desafío puede haber influido en la selección de su gabinete y en su compromiso de mantenerlo a pesar de que algunas acusaciones ya se habían hecho públicas o de que posteriormente se dispuso de nueva información.
Las acusaciones contra Trump fueron ignoradas durante mucho tiempo por sus votantes, muchos de los cuales creen que fue objeto de una caza de brujas por parte de fiscales demócratas. Los conservadores sociales, por su parte, a veces racionalizan las cuestiones sobre su ética personal o el comportamiento que les genera dudas señalando a la mayoría de la Corte Suprema que él construyó.
Sin embargo, el colapso de Gaetz como propuesta a secretario de Justicia sugiere que la coraza de teflón de Trump no es transferible y que sus aprendices MAGA carecen de su capacidad para enfrentar casi cualquier escándalo y salir adelante. El próximo en poner a prueba este desafío podría ser Hegseth, quien sostuvo múltiples reuniones con senadores este jueves.
Aunque son partidarios de la política de Trump, ni Gaetz ni Hegseth poseen su poder o aura política para intimidar a los republicanos vacilantes a la complicidad. Y Gaetz es notoriamente impopular en el Capitolio.
Trump llamó a Gaetz este jueves por la mañana y le dijo que no tenía los votos para ganar la confirmación, informó Kristen Holmes de CNN, según una fuente con conocimiento directo de la llamada. El presidente electo no le dijo a Gaetz que abandonara, dijo esta fuente. Pero Gaetz se había enfrentado a la presión de un enfrentamiento en el Congreso sobre un informe de la Comisión de Ética de la Cámara sobre su presunta mala conducta sexual y abuso de drogas.
Se retiró momentos después de que Paula Reid y Sarah Ferris de CNN informaran que la mujer que dijo que tuvo relaciones sexuales con Gaetz cuando era menor de edad le dijo a la comisión de Ética que tuvo dos encuentros sexuales con él en una fiesta en 2017, según fuentes familiarizadas con su testimonio. La mujer, que tenía 17 años en ese momento, testificó que el segundo encuentro incluyó a otra mujer adulta.
La política de espectáculo de Gaetz finalmente le salió mal
Gaetz ofreció los sentimientos clásicos de un elegido del gabinete derrotado en una pelea de confirmación al escribir en X que su difícil situación se estaba “convirtiendo injustamente en una distracción para el trabajo crítico de la transición de Trump/Vance”.
El fin de su lucha por uno de los puestos más cruciales del gabinete aumentó rápidamente la presión sobre otros controvertidos seleccionados de Trump para el gabinete, incluyendo a Hegseth, la exrepresentante demócrata Tulsi Gabbard, elegida como directora de Inteligencia Nacional, y Kennedy.
Las ramificaciones políticas de la fallida campaña de confirmación de Gaetz –que se derrumbó dos meses antes de que pudiera ser propuesto oficialmente por el nuevo presidente– son intrigantes pero todavía difíciles de dilucidar.
Es poco probable, sin embargo, que esto haga mella en las proezas del presidente electo entre sus partidarios más leales. Y la tormenta y el estrés del trumpismo seguramente producirán una miríada de terremotos y escándalos políticos antes y después de la toma de posesión, por lo que el capítulo de Gaetz probablemente acabará siendo considerado como un pequeño parpadeo en un melodrama más largo. A muchos presidentes les echan para atrás la selección de un miembro del gabinete y les va bien.
En el Capitolio, los republicanos del Senado sintieron alivio al saber que no se votaría el nombramiento a principios del próximo año. Algunos temían un voto en contra de Trump que pudiera dar lugar a impugnaciones en las primarias. Otros, como la senadora de Maine, Susan Collins, o el senador de Carolina del Norte, Thom Tillis, también pueden haber temido que un voto para confirmar a Gaetz les hubiera perjudicado a nivel estatal en sus carreras de reelección de 2026.
La retirada de Gaetz, sin embargo, no es una buena imagen para el vicepresidente electo J. D. Vance, el senador de Ohio a quien Trump designó para presionar a sus colegas con Gaetz a cuestas esta semana.
Y fiel a su estilo, al elegir a Bondi, Trump seleccionó a otra persona que alarmará a la clase dirigente de la ciudad de Washington y estará igualmente dedicada a hacer el trabajo del jefe de defenestrar al Departamento de Justicia. Bondi tuvo sus propias controversias: en una ocasión negó que una donación benéfica de US$ 25.000 que le envió Trump tuviera relación alguna con su decisión de no emprender acciones contra la Universidad Trump.
Pero tiene algo de lo que carecía Gaetz: es probable que sea mucho más confirmable en el Senado del próximo año, liderado por los republicanos.