(CNN) – El presidente electo Donald Trump promete proteger los autos fabricados en EE.UU. con aranceles elevados sobre las importaciones. El problema es que no existe un auto completamente estadounidense.
Trump prometió que los aranceles, que son un impuesto sobre los bienes importados de otro país, serán una parte clave de su plan económico en su segundo mandato. El lunes anunció planes para imponer un arancel del 25% sobre todos los bienes provenientes de México o Canadá en su primer día en el cargo.
El Gobierno de EE.UU. rastrea qué porcentaje de las partes de cada auto se fabrica “nacionalmente”. Sin embargo, bajo la ley comercial actual, tanto las partes fabricadas en Canadá como las fabricadas en EE.UU. se cuentan como el mismo contenido nacional. Incluso con la definición más amplia de “fabricado en EE.UU.”, ninguno supera el 75%.
Por eso, los precios de los autos podrían aumentar drásticamente si Trump sigue adelante con sus planes de imponer aranceles elevados sobre las partes que componen los vehículos “estadounidenses” que se encuentran en los concesionarios de todo el país. La cadena de suministro de la industria automotriz depende de partes y materiales de todo el mundo, desde tuercas y tornillos relativamente baratos que son más económicos de comprar a productores extranjeros, hasta chips de computadora y otros componentes electrónicos costosos que no se fabrican en cantidades suficientes en las fábricas de EE.UU. para satisfacer la demanda.
A pesar de su afirmación de que los aranceles son pagados por el país extranjero, en realidad son pagados por quien compra el bien importado, y las empresas estadounidenses casi siempre trasladan la mayor parte, o todo, ese costo a los consumidores.
Desestabilizando la forma en que se construyen los autos en EE.UU.
La industria automotriz de Norteamérica ha operado durante décadas como si el continente fuera un solo país gigante, gracias a los acuerdos de libre comercio firmados por presidentes desde Bill Clinton hasta el propio Trump. Las partes y los vehículos completos han circulado libremente a través de las fronteras, a veces múltiples veces, antes de terminar en un concesionario estadounidense.
No obstante, Trump promete cambiar eso. Debido a la amenaza de aranceles sobre las exportaciones canadienses y mexicanas a Estados Unidos, las acciones de la mayoría de los fabricantes de automóviles cayeron el martes, con GM cerrando con una baja del 9%, Ford un 3%, Stellantis —el fabricante de autos bajo las marcas Jeep, Ram, Dodge y Chrysler— un 6%. Además, Toyota cerró con una baja del 2% en el mercado estadounidense, y Honda cayó un 3%.
Los planes de Trump desestabilizarían el tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, T-MEC, el acuerdo comercial de tres países que él negoció. México y Canadá son dos de los mayores socios comerciales de Estados Unidos y actualmente están exentos de la mayoría de los aranceles bajo el T-MEC, pero eso podría cambiar.
Y no son solo los aranceles sobre los bienes de México y Canadá los que generan preocupación. La promesa de Trump de aumentar los aranceles a China un 10% adicional más allá de las medidas existentes tiene el potencial de encarecer muchos autos también. Si bien China envía relativamente pocos autos a Estados Unidos, es una fuente importante de piezas de automóviles de bajo precio.
Trump argumenta que la medida traería empleos de regreso a Estados Unidos al obligar a los fabricantes a cerrar plantas en otros países y abrir o expandir plantas en EE.UU. Pero la cantidad de partes que se utilizan en los autos ensamblados en el país sería difícil de reemplazar para los proveedores estadounidenses, lo que haría que construir un auto en las plantas automotrices de EE.UU. sea mucho más costoso.
Solo hay dos vehículos que se consideran 75% fabricados en EE.UU. por el Gobierno estadounidense: el Tesla Model 3 y la Honda Ridgeline, una camioneta ensamblada en una planta de Honda en Lincoln, Alabama. Y una vez más, ese 75% incluye cualquier parte que actualmente provenga de Canadá y podría estar sujeto a nuevos aranceles.
Casi todos los vehículos que tienen un 50% o más de sus partes de proveedores de EE.UU. o Canadá son fabricados por Tesla o marcas que son ostensiblemente “extranjeras”, pero que en realidad ensamblan autos en el país: Honda, Hyundai, Kia, Nissan, Mazda, Subaru y Toyota.
El Ford F-150, el vehículo más popular en Estados Unidos durante más de 40 años, tiene la mayor cantidad de partes nacionales que cualquier vehículo fabricado por uno de los tradicionales “tres grandes” fabricantes de automóviles. Aunque todas las partes se ensamblan en una camioneta en Michigan o Missouri, solo el 45% de estas provienen de fábricas de EE.UU. o Canadá. Muchas de las versiones más grandes de sus motores provienen de México.
“Sí, es la camioneta de Estados Unidos, ensamblada en Estados Unidos, pero no con partes estadounidenses”, dijo Ivan Drury, director de insights de Edmunds, a CNN.
Las partes estadounidenses podrían ser difíciles de encontrar
Encontrar suministros nacionales para muchas de las partes de automóviles importadas sería difícil. Incluso si algunas se fabrican en EE.UU., no hay suficiente capacidad excedente para reemplazar la producción de las partes que ahora se importan. Y para algunos de los bienes menos costosos, no es económico fabricarlos en EE.UU., pagando salarios estadounidenses. Sería más económico pagar los aranceles y trasladar el costo a los compradores de autos.
Incluso si se pudiera encontrar un suministro de partes estadounidenses, en la mayoría de los casos sería más caro. El bajo precio de las importaciones es la razón por la que los fabricantes de automóviles recurrieron a esos suministros en primer lugar.
Y gastar el tiempo y el dinero para construir nuevas plantas, suponiendo que los proveedores estén dispuestos y sean capaces de hacerlo, plantearía sus propios desafíos. Caso puntual por ejemplo es el de los múltiples chips de computadora que se utilizan en los autos modernos, que controlan todo, desde la economía de combustible hasta los limpiaparabrisas, el soporte lumbar y los calentadores de asientos. La Ley CHIPS de 2022 aprobó US$ 30.000 millones para apoyar la construcción de 16 fábricas de semiconductores en Estados Unidos. Sin embargo, incluso con todo ese dinero, puede llevar de tres a cinco años construir nuevas plantas.
Incluso modernizar y expandir las plantas de chips existentes en EE.UU., lo cual sería necesario para satisfacer la mayor demanda interna si los chips importados se vuelven más caros debido a los aranceles, podría llevar un año o más. Se espera que una planta en Nueva York que está siendo ampliada tarde 10 años en alcanzar plenamente sus niveles de producción adicionales.
Los aranceles aumentarían el costo de ensamblar vehículos en las plantas de EE.UU. Y esos costos incrementados definitivamente afectarían a los compradores de autos que ya gastan casi US$ 50.000 en cada vehículo nuevo comprado aquí.
“Esos costos… no van a ser absorbidos por los fabricantes de automóviles o los proveedores”, dijo Jeff Schuster, vicepresidente global de investigación automotriz en la consultora GlobalData, a CNN.
Los fabricantes de automóviles no hicieron comentarios cuando se les preguntó sobre sus planes y el impacto en los precios debido a los nuevos aranceles al ser contactados por CNN.
Los aranceles a los autos importados probablemente aumentarían todos los precios
Incluso si Trump retrocede en sus planes de aranceles y solo impone aranceles a los autos completamente ensamblados importados a Estados Unidos, aumentará el precio de los autos fabricados en el país, y mucho más el de las importaciones.
Durante la campaña, prometió aranceles del 100% al 200% sobre los vehículos fabricados en México, diciendo que era vital proteger los empleos automotrices estadounidenses, aunque no hizo referencia a esos planes en el anuncio del lunes. Eso duplicaría o triplicaría el costo de esos autos, probablemente eliminando toda demanda por ellos. Predijo que habría un “baño de sangre” en la industria automotriz de EE.UU. y en los empleos automotrices si sus planes de aranceles no se imponían.
Si los aranceles realmente aumentan el precio de los vehículos ensamblados en México, como el Chevrolet Blazer o el Honda HR-V, y posteriormente los sacan del mercado, los fabricantes de automóviles podrían decidir dejar de ofrecerlos por completo en lugar de fabricarlos en EE.UU. Los autos fabricados en México son, con mayor frecuencia, modelos de menor precio y menor margen de ganancia, que solo pueden mantener su rentabilidad al ser construidos con mano de obra mexicana más barata.
Sin embargo, no son solo los modelos más pequeños y de nivel de entrada fabricados en México los que podrían ver aumentos de precios. Los aranceles podrían afectar a muchos modelos que los compradores de autos no se dan cuenta de que son importados, como las versiones de servicio pesado de las camionetas Ram, que se fabrican en una planta de Stellantis en Saltillo, México. Algunas versiones del Chevrolet Silverado también se fabrican en México. Incluso si los fabricantes de automóviles trasladan la producción de esos vehículos más rentables de regreso de México a fábricas en EE.UU., llevaría años lograr el cambio.
Menos autos importados elevarían todos los precios
Los aranceles sobre los vehículos importados probablemente también llevarían a precios más altos en los autos que se ensamblan en EE.UU., ya que limitarían la oferta de vehículos en el mercado estadounidense.
Cuando la oferta es limitada y la demanda sigue siendo fuerte, a menudo se producen incrementos rápidos de precios, que es lo que ocurrió en 2021 y principios de 2022 cuando una escasez de chips de computadora y otras partes restringió severamente la producción en toda la industria. Casi todos los compradores de autos de repente estaban pagando por encima del precio de etiqueta por primera vez, y los precios promedio se dispararon.
Y los precios más altos en las importaciones significaría menos competencia para los fabricantes que producen autos y camiones en plantas de EE.UU., dándoles la oportunidad de cobrar más para aumentar las ganancias, no necesariamente para contratar más trabajadores. Los fabricantes de automóviles estadounidenses han utilizado las fuertes ganancias en los últimos años para recomprar miles de millones de dólares en acciones para apoyar su precio en el mercado, incluso mientras despedían trabajadores y reducían o recortaban la producción en algunos casos.
“Tendrá un efecto dominó en todo el mercado y repercusiones en todos los vehículos”, dijo Drury. “También vas a interrumpir el mercado de autos usados”.
El impacto exacto será difícil de determinar hasta que se detallen los planes de aranceles de Trump. Durante su primer mandato, hubo numerosas amenazas de aranceles que nunca se concretaron. Drury dijo que parte de la retórica sobre aranceles de la campaña podría no suceder esta vez tampoco. Si lo hacen, tendrá un gran impacto en los compradores de autos.
“Hay todos estos posibles compradores de autos que se han abstenido debido a los altos precios”, dijo Drury. “Si se implementan estos aranceles, podría hundir la industria. Espero que para el público comprador de autos, nada sea tan agresivo como se vislumbra”.