El último ciclo electoral en América Latina ha reconfigurado el panorama político de la región, marcando tanto continuidades como cambios notorios.
Tanto países como El Salvador, Venezuela, México y Uruguay, que acudieron a las urnas en 2024, como Argentina y Brasil, que votaron antes, forman parte de este contexto en el que conviven dinámicas complejas de alternancia, polarización y debilitamiento democrático.
Para analistas consultados por CNN, el debate sobre un posible resurgimiento de la “ola rosa” —en referencia a las victorias de gobiernos de izquierda y centroizquierda entre finales de la década de 1990 y principios de los 2000— choca con la realidad de un entorno económico frágil, el ascenso de derechas más organizadas, líderes populistas poco tradicionales y un electorado marcado por la abstención y el desencanto hacia los partidos políticos tradicionales. Este escenario muestra una región en transición, en la que los gobiernos enfrentan desafíos internos y una creciente desinstitucionalización, al tiempo que se redefine el papel de las categorías políticas clásicas.
“Cualquier lectura tiene que ser partir de la pandemia, porque fue un momento grave y traumático que resultó determinante para el último ciclo electoral en América Latina y que fue decisivo en esos resultados”, dice sobre el periodo Lorena Barberia, profesora de la Universidad de Sao Paulo (USP).
Además, vale preguntarse si las tradicionales categorías de derecha e izquierda siguen siendo vigentes para analizar los resultados electorales. Kenneth Bunker, profesor de la Universidad San Sebastián de Chile, cree que sí.
“Las categorías de izquierda y derecha siempre sirven, al menos como punto de referencia. Pero antes esas categorías estaban ancladas en un punto fijo, y todos estábamos de acuerdo en lo que había de un lado y del otro de ese punto, y eso es lo que ha cambiado un poco”, explica a CNN, y añade: “Lo importantes es saber que estamos en un periodo de transición en el que todo se está redefiniendo. Pero cuando llegan las elecciones los candidatos de todos los países siguen teniendo esas categorías como referencia, y son claros en relación con dónde se paran. Hoy en día, de hecho, son raros los candidatos de centro, o neutrales, porque más bien hay una profundización de los extremos”.
Abstención, autoritarismo y debilidad democrática
Aún con diferencias sobre el rumbo de la región, los analistas consultados por CNN coinciden en una serie de rasgos que parecen repetirse, y que reflejan una democracia en transición o, según algunos de ellos, debilitada.
Barberia destaca un fenómeno que observó en las elecciones regionales de este año en Brasil: la abstención electoral. “Creo que es preocupante, porque se combina con un ambiente político muy polarizado. Hay un grupo cada vez más grande que escoge no participar, no manifestarse y no posicionarse: y cuando son tantos, el mensaje cambia. Implica una falta de legitimidad y una falta de confianza de la población con la clase política. Hay casos en los que la población decide con su voto castigar a sus gobernantes; hay otros, los más preocupantes, en los que ni siquiera estas figuras nuevas y disruptivas convocan a los votantes”.
La especialista también observa un giro autoritario, que asume nuevas formas en relación con el pasado. “Me refiero a giros autoritarios dentro de la democracia. Creo que los regímenes políticos están bajo amenaza porque algunos líderes encontraron maneras de anular la democracia a través de reformas. El autoritarismo en la región ya no son los gobiernos militares; el nuevo autoritarismo surge desde dentro de las democracias mismas”.
Barberia lo ejemplifica a través del caso de El Salvador, en donde observa un giro autoritario: “Aunque hay un apoyo popular muy fuerte a Nayib Bukele, ese apoyo se combina con reformas y manipulación de las leyes vigentes, y con la represión a la oposición política en el país. Entonces no me parece que allí haya un juego limpio”.
Juan Negri, director de las carreras de Ciencia Política y Gobierno, y Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella, destaca que en el nuevo escenario político hay un importante debilitamiento de los partidos políticos: “Es evidente que hay una fragmentación y una debilidad partidarias, que son las que explican la aparición de ciertos liderazgos”.
Por su parte, Marcelo Mella Polanco, profesor de la Universidad de Santiago de Chile, dice que esa fragmentación se observa en una pérdida de poder de los gobiernos en el espacio legislativo. “La cuota que controla cada gobierno en el parlamento tiende a decrecer. Eso da como resultado gobiernos minoritarios y en muchos casos divididos, y con oposiciones mayoritarias”.
Sin embargo, hay excepciones. Puntualmente, hubo dos de las elecciones de este año en la región —El Salvador y México— en donde los oficialismos resultaron reelegidos e incluso salieron fortalecidos a nivel legislativo.
“Las victorias de Bukele y de (Claudia) Sheinbaum sólo se explican por fórmulas de personalización”, indica Mella Polanco. “Lo que demuestra que la personalización de la política es lo que permite superar la tendencia regional de que los Gobiernos en el poder no sean reelegidos. Eso, claro, podría afectar la calidad de la democracia”.
En el mismo sentido, Negri menciona el fenómeno de la “desinstitucionalización de los partidos”, y explica: “Son más personalistas, tienen más influencia de outsiders o forasteros, son más populistas, entre otras cosas, y esto no es algo que fortalezca la democracia, sino más bien todo lo contrario”.
¿Una nueva ola rosa?
En 2022, la victoria de Gustavo Petro en Colombia abrió el debate sobre si había una nueva “ola rosa” en América Latina. Ahora, con la victoria de Claudia Sheinbaum en México y la de Yamandú Orsi en Uruguay, la discusión parece tomar fuerza.
Negri considera que hay una “acumulación de gobiernos progresistas”, con Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia, Colombia, México, “y hasta hace poco Perú”.
“Si pensamos en esa foto, podríamos hablar de un giro a la izquierda, donde Milei (Argentina) o Bukele (El Salvador) son más excepción que regla. Sin embargo, me parece que no estamos ante algo parecido a la ola rosa de principios de los 2000 debido a que no hay un ciclo consolidado, sino que más bien estamos ante un ciclo de inestabilidad política. Me refiero a oficialismos que pierden elecciones, de sociedades muy poco movilizadas, de inexistencia de partidos políticos, de gobiernos populistas, de desinstitucionalización partidaria, etcétera, entre otras cosas”. Y añade: “Creo que, aunque hay una mayoría de gobiernos de izquierda, eso no alcanza para hablar de un ciclo de izquierda en la región”.
Venezuela, por ejemplo, atraviesa un complejo periodo de incertidumbre y tensión en el país, con ecos en toda la región. Tras los comicios de julio, el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio como ganador al presidente Nicolás Maduro, aunque sin que hasta la fecha se conozcan los resultados detallados por centros y mesas de votación. Desde entonces se han multiplicado las denuncias de represión, detención de opositores, activistas y periodistas y llamados de la comunidad internacional a la transparencia, sin éxito. Sobre este último punto, la situación parece haber abierto una fisura en el bloque de los Gobiernos de izquierda de América Latina que, aunque con matices, tomaron distancia de Maduro.
Entre estos Colombia, donde el presidente Gustavo Petro cuestionó la contienda y hasta llegó a sugerir la celebración de “nuevas elecciones libres”. También Brasil se sumó a las críticas del controversial proceso en que las entidades afines al chavismo proclamaron a Maduro ganador, y llamó a las autoridades venezolanas a publicar los resultados. Por su parte, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva dijo que no reconocía la victoria del mandatario venezolano, aunque tampoco la de la oposición.
“En los 2000, ser amigo de (Hugo) Chávez era una cosa; en 2024, apoyar a Nicolás Maduro es algo muy distinto”, dice Negri, utilizando Venezuela para ilustrar el cambio entre una etapa y la otra.
Otra novedad de este periodo —señala también Negri— es que estos gobiernos de izquierda se enfrentan a derechas más organizadas, y que el discurso público ha cambiado en favor de nuevas demandas como la seguridad. “También hacia una reacción más conservadora a algunos valores que habían dominado la agenda de la década anterior”.
Según él, además, actualmente hay un escenario de mayor fragilidad económica, con lo cual los gobiernos de izquierda tienen menos posibilidades de políticas trasformadoras.
Mella Polanco, por su parte, cree que la principal diferencia entre la ola rosa de finales de la década de 1990 y el ciclo actual son las condiciones de crecimiento y desarrollo económico de la región.
“Durante la llamada ola rosa estábamos viviendo el boom de los commodities, que fue lo que permitió una importante cantidad de reformas. Fue resultado de un proceso de movilizaciones antiausteridad o de oposición a la economía de mercado; el estado de la sociedad civil era muy diferente. Fue un rechazo a lo que pasó, con matices, en la región durante los años noventa. Hoy en día las predicciones del Banco Mundial, del Fondo Monetario y de los Bancos Centrales son bastante más pesimistas y, en general, el momento es de mayor pesimismo y de mayor incertidumbre desde el punto de vista económico”, dice Mella Polanco.
Sin embargo, a diferencia de Negri, el profesor Mella Polanco considera que el mapa regional ha quedado “equilibrado” tras los últimos comicios, aunque eso no se trata necesariamente de una buena noticia. “La única consecuencia inmediata cuando hay una mayoría de gobiernos de izquierda o derecha es que tiende a mejorar las relaciones entre los gobiernos y entre los Estados. Porque en general en nuestra región la política exterior o la cooperación depende estrechamente de la orientación ideológica de los gobiernos de turno”.
Finalmente, y a diferencia de Negri y de Mella Polanco, Kenneth Bunker, académico de la Universidad de San Sebastián, opina que la región presenta un giro hacia la derecha. “El péndulo está girando, estamos viendo victorias de fuerzas más conservadoras y de las llamadas ‘nuevas derechas’, como en el caso de Argentina”.
Sin embargo, introduce matices: “Después de la ola rosa yo diría que lo que se convierte en norma es la alternancia en el poder. Pese a algunos casos resonantes, no creo que haya un proceso asociado necesariamente a un color político, aunque la región está un poco más inclinada hacia la derecha. En el fondo, creo que eso refleja una protesta de los votantes para con su clase política y sus mandatarios; es una forma de mandar una señal de que las cosas no están funcionando”.
Las lecturas sobre el rumbo de América Latina son variadas, pero en un contexto de insatisfacciones económicas y de generalización del castigo a los oficialismos a través del voto, el péndulo podría virar de un lado a otro sin que ningún vaivén hable de una tendencia consolidada. El desafío, en ese marco, es superar las problemáticas abiertas por la debilidad de las instituciones democráticas en la región: lo único que aparece por el momento como una tendencia sostenida, según los especialistas que hablaron con CNN.