(CNN) – En las próximas décadas, las personas hablarán sobre la reforma tributaria de Trump, como recuerdan las reformas de Reagan, Bush y Kennedy.
A menos que ocurra un cataclismo en el Capitolio, el presidente Donald Trump está listo para saborear una gran reforma tributaria antes de Navidad y finalmente asegurará un logro que vivirá junto a él en la historia.
Pero lo que puede no ocurrir es que el recorte de impuestos más radical en 30 años mejore la poco convincente situación política del presidente después de un turbulento primer año en el cargo.
El escenario para Trump es que la reforma tributaria impulsará el crecimiento económico, impulsará el mercado bursátil que ya está en alza, revivirá las fábricas abandonadas en el país e indirectamente apoyará su recuperación política.
Será mejor para el Partido Republicano si eso ocurre antes de las elecciones de mitad de ciclo en noviembre.
Pero es igualmente probable que los beneficios tarden años en llegar, pues on muy pequeños para enriquecer a la mayoría de estadounidenses y pueden convertirlo en un perdedor político porque podrían agravar la desigualdad de forma demostrable y avivar el resentimiento social.
En ese caso, el dividendo político de la reforma tributaria podría ser limitado.
“En los próximos 11 meses, ¿qué tanto vas a cambiar la economía y qué tanto va a sentir la gente ese cambio como para que realmente cambies su voto?”, pregunta Wayne Winegarden, miembro del Pacific Research Institute.
“No creo que esté claro, especialmente porque (la reforma tributaria) se ha sido obstaculizada en un corto periodo de tiempo. A las empresas les tomará tiempo ajustar y cambiar sus inversiones. Puede que no sientas el impacto en el corto plazo”, agrega.
Aún así, para una Casa Blanca perpetuamente bajo asedio, sumida en una amargura interna y a merced de los caprichos de Trump, la victoria sobre los impuestos será grande.
Los demócratas podrán quejarse de que esta reforma fue aprobada en secreto, que beneficia a los ricos y que no está a la altura de lo propuesto. Pero la medida será registrada como un logro significativo para el presidente y sus aliados republicanos. Junto a la nominación del juez de la Corte Suprema de Justicia Neil Gorsuch, el proyecto de ley representa la mejor oportunidad de Trump hasta el momento para reformar permanentemente la economía y la vida estadounidense.
Pero hay factores políticos en juego que podrían privar al presidente de todo el valor de su victoria, incluyendo el hecho de que es una figura muy polarizadora.
Y con el 2018 perfilándose como otro año de agitación política, con crisis como el aumento de un posible enfrentamiento nuclear con Corea del Norte y el posible buen término de la investigación de la trama rusa, es posible que otros eventos importantes le den más forma al Partido Republicano que la reforma tributaria.
Luego, hay acciones bajo el control de Trump, como su hostilidad al libre mercado. Y también están las acciones que están fuera de su control, como algunas crisis financieras inesperadas, que podrían oscurecer las percepciones de los votantes sobre la economía e influir en el clima político.
Por ahora, sin embargo, todo lo que quiere Trump es una victoria.
“Ahora mismo, estamos tan cerca, tan cerca, que de hecho no quiero hablar de eso ahora mismo. Tal vez no deberíamos hablar sobre eso”, dijo Trump este miércoles, cerrando retóricamente la puerta del establo después de que un caballo se hubiera desviado, dada su promesa momentos antes de una “gigante” reforma tributaria.
Hay muchas razones para pensar que el dividendo político de pasar la reforma tributaria más radical desde la era Reagan, serán limitados.