(CNN) – Cuando el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, subió al podio este lunes tenía una actitud que sólo puede describirse como una determinación sin mucho aliento. A mí no me va a gustar esto y tampoco a ustedes, les dijo Spicer a los periodistas que estaban reunidos, así que simplemente hagámoslo.
Y es muy fácil entender por qué él se sentía de esa manera. Así como por qué cualquier –y todos– los miembros de la Casa Blanca tienen esa sensación.
Una y otra vez durante la semana pasada –se tratara del despido del director del FBI James Comey o de la supuesta revelación de información clasificada a los rusos, como lo reportó el diario The Washington Post y se lo confirmaron a CNN algunas fuentes– Trump se dedicó a actuar y después a obligar a su personal a reaccionar. Y en ambos casos, parece que cogió a su equipo fuera de base, desprevenido sobre que iba a hacer lo que hizo, decir lo que dijo e incluso publicar lo que publicó en Twitter.
Pero el asunto es mucho peor que eso. Además de que el presidente obligó a sus empleados a ajustarse sobre la marcha a sus repentinas decisiones personales, también salió a contradecir públicamente las versiones sobre los hechos que su equipo intentó plantear como la mejor salida para explicar sus afirmaciones y acciones.
Y entonces –sí, se pone peor–, Trump se queja del mal trabajo que hace el personal de comunicaciones, se lamenta de que inevitablemente debió filtrarle información a la prensa y debilita la credibilidad de personas como Spicer cuando salgan a decir algo en próximas ocasiones.
Durante la sesión informativa de este martes en la que no se permitieron cámaras, el secretario de Prensa se veía sin duda muy bajo de energía. Incluso, en medio de los reportes de que la presentadora de Fox News Kimberly Guilfoyle fue entrevistada para reemplazarlo.
“Odio decirlo pero el @PressSec (secretario de Prensa) luce y suena lo más agotado que ha estado desde que empezó. No hubo humor ni charlas hoy”, escribió en Twitter el corresponsal en la Casa Blanca de NewsMax, John Gizzi, quien se encontraba en la sesión informativa.
Pero Spicer está lejos de ser el único enfrentando una crisis de credibilidad y de moral. Debido a que la verdad y los hechos son comentarios tan escurridizos por parte de Trump, su personal lucha constantemente entre servirle a un jefe volátil y mantener la credibilidad ante los reporteros que cubren la Casa Blanca todos los días. Una relación que siempre se ha caracterizado por ser tensa, pero que ahora lo es más que nunca.
Sólo por poner un ejemplo: el despido del exdirector del FBI James Comey. El giro que produjo la Casa Blanca frente a esta decisión fue decir que Trump actuó después de considerar seriamente un memo que envió el subsecretario de Justicia Rod Rosenstein, en el que destacaba las deficiencias de Comey en la investigación sobre el uso que Hillary Clinton le dio a su servidor de correo electrónico privado.
Claro, esa explicación de alguna manera pudo afectar la credibilidad –Trump había alabado la decisión de Comey de volver a abrir la investigación de Clinton a finales de octubre– pero era defendible en cuanto a los méritos.
Pero entonces Trump, durante una entrevista con el periodista de la NBC Lester Holt, lanzó a todo su personal debajo del bus: los traicionó insistiendo en que la decisión de despedir a Comey había sido suya y que de todas maneras lo hubiera hecho a pesar de lo que dijera el mensaje de Rosenstein.
Avance rápido a la noche de este lunes: el asesor de Seguridad Nacional, general H.R. McMaster, sale de la Casa Blanca para insistir que la historia de The Washington Post –sobre que Trump supuestamente filtró información clasificada a los rusos durante una reunión en la Oficina Oval la semana pasada– era falsa.
Pero, a la mañana del día siguiente, el mandatario salta en Twitter a prácticamente confirmar los reportes del Washington Post y de CNN. “Como presidente quería compartir con Rusia (en una reunión en la Casa Blanca abiertamente programada), lo que tengo todo el derecho de hacer, datos relacionados con terrorismo, seguridad en los aviones, razones humanitarias, además quiero que Rusia mejore su pelea contra ISIS y el terrorismo”, escribió Trump en su perfil de la red social.
Entonces…
Trump es alguien que nunca ha trabajado con un círculo cercano tan terriblemente grande. Y, además, ese círculo íntimo no sólo ha sido pequeño, sino que casi siempre se ha formado miembros de su familia, algo que contrasta con las personas que trabajan para él. En la Casa Blanca, ha estado obligado a alejarse un poco de ese modelo. Aunque su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner son asesores formales en su gobierno, sus hijos adultos fueron retirados de su lado, en términos geográficos y debido a las preocupaciones sobre el conflicto de intereses que podría tener el presidente en sus negocios.
Por naturaleza, Trump es un lobo solitario… y un provocador. Por lo general, el mandatario dice y hace cosas debido a la reacción que producen. Algo que es su derecho. Él ganó, como le gusta recordártelo.
Pero sus acciones también tienen consecuencias. Y con su personal al frente ya hemos visto cuáles son esos efectos. Trump luchó por encontrar un director de comunicaciones para la Casa Blanca antes de nombrar al respetado miembro del Partido Republicano Mike Dubke. Para una variedad de otras posiciones de personal de alto nivel, el campo es más pequeño de lo que debería ser porque la gente realmente no quiere someterse al ambiente que Trump ha creado en la Casa Blanca.
¿El resultado? Un Trump cada vez más aislado y rodeado de personas que tienen miedo a decirle que está equivocado.